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Antiespecismo
Susana Martín Gijón: “Uno de mis objetivos era poner en circulación la palabra antiespecismo”
No soy una lectora de novela, pero soy una activista por los derechos de los animales y es por eso que, rompiendo mi disciplina autoimpuesta de lectura ensayística, me he dado una tregua de dos días para leerme la novela Especie de Susana Martín Gijón. Lo he hecho como parte de mi activismo antiespecista y no me ha decepcionado en absoluto.
Martín Gijón es una autora de novela negra poco convencional. Huye de la construcción estereotipada de los personajes y le agrada lo cotidiano de la vida. Dicen quienes saben que “la novela negra es la nueva novela realista” (Juan Ramón Biedma), y después de leer a Martín Gijón tengo que estar de acuerdo.
Para una persona que se mueve dentro del mundo animalista, el último libro de Susana, Especie (2021), no ahorra nada de la violenta realidad que permanece más oculta y que, sin embargo, es la más cotidiana. La realidad de nuestros platos, la realidad de nuestros terribles actos como especie humana.
Mientras leía la novela, no dejaba de pensar en los planteamientos de Tobias Leenaert en su libro Hacia un futuro vegano (2017), donde nos propone acercar los planteamientos antiespecistas a la mayor parte de la población dando un rodeo, serpenteando para subir suavemente la colina.
Es por eso que, después de la lectura de Especie, he tenido que pedirle a Susana que me dedique un ratito. Quedamos a comer en Mérida, capital extremeña, para degustar un menú vegano dentro de un restaurante de comida armenia que queda a espaldas de la Plaza de España, casi esquina con John Lennon. Curiosamente el único Beatle que no logró ser vegetariano.
Pedimos algunos platos para compartir. Por supuesto, no faltan las berenjenas rellenas de pasta de nueces, que es lo primero que aparece cuando escribes Café Joplin en el buscador. No es un restaurante vegano, pero te lo pone fácil como espacio de convivencia y encuentro.
No puedo sustraerme al placer de hacer preguntas inadecuadas a la autora, curiosidades de la poslectura, el sueño de toda persona lectora, y agradezco la paciencia infinita que ha tenido conmigo, que llevo el libro repleto de pósits de colores para señalar todo aquello que quiero recordar.
Comenzamos hablando de lo que yo he aprendido de la inspectora Camino Vargas, la protagonista de la trilogía que acaba de pasar el ecuador con el libro que tengo entre mis manos. Ha retratado Martín Gijón a una heroína que es la antítesis de Wonder Woman. No es que no sea intrépida, que lo es y mucho, aunque sin super poderes. Es bella, pero no al modo del canon que nos ha tocado soportar; le sobran, según las tablas de peso ideal, unos diez o quince kilos. Habla con soltura sureña y dice lo que piensa sin dudar. No está a gusto en un puesto de mando, pero lo desempeña con seguridad. Una mujer muy alejada de mí misma, pero que me ha dado una lección de capacidad de escucha en la página 340 (ya les he dicho que tengo el libro lleno de anotaciones).
“No busco que la gente abrace el antiespecismo, eso es asunto de cada cual, pero quiero que lo conozcan”
¿Fomentar la empatía es un objetivo oculto en tus libros?
Me gusta sorprender al lector, como nos sorprende la vida. Tengo una ideología y una mirada sobre el mundo muy clara, pero no quiero imponer nada y no soporto a las personas que no respetan al otro. A mí, una persona que está ideológicamente situada en el mismo lugar que yo, pero que insulta y falta al respeto, que no escucha los argumentos del otro, no me sirve. Las personas que no saben escuchar, ya sea en el feminismo, en animalismo, o en cualquier otra causa, no me agradan. Siempre intento ponerme en el lugar del otro y al escribir hago un ejercicio práctico de respeto al reflejar la diversidad social. Cuando escribo, siempre tengo dos objetivos: el más obvio es entretener mediante un desafío deductivo, pero también abrir una ventana a la reflexión.
Con este libro, uno de mis objetivos era poner en circulación la palabra antiespecismo. Que la gente vea lo que estamos haciendo con los animales. Creo que cuando miremos desde el futuro nuestro momento histórico nos asombraremos de haber hecho algo así. Yo quiero abrir una ventana a otras miradas. Acercar este concepto de una forma amable e inesperada, pero desde el respeto a quienes aún no se han hecho preguntas. No busco que la gente abrace el antiespecismo, eso es asunto de cada cual, pero quiero que lo conozcan. En el primer libro de la trilogía, donde el tema eran las maternidades y no maternidades, abordaba un tema que las mujeres no hemos logrado superar aún, que es el derecho a no ser madre. Me gusta abordar temas que están en el imaginario colectivo, pero de los que aún se habla en voz baja o en pequeños círculos.
Escribir un libro requiere no solo tiempo y esfuerzo, sino también investigación y aprendizaje.
He tenido que sumergirme en el mundo animalista y he empezado a seguir en Instagram a personas como Marta Martínez (@midietavegana). Ella me ha ayudado mucho a entender el camino del veganismo. También he aprendido mucho en el Santuario La Candela. Han sido muy amables y me han abierto las puertas, no solo del espacio del Santuario y el contacto con los animales, sino también para que pudiera entender una forma de vida de la que aún muchas personas en nuestra sociedad se mofan. Son muchos aspectos a tener en cuenta, porque el sistema legal se lo pone difícil y la novela aborda esas cuestiones de forma tangencial. Y las lecturas, por supuesto. Pero las lecturas antiespecistas son para personas convencidas, de modo que todo lo aprendido lo he volcado a mi literatura para abrir una ventanita, aportando mi granito de arena.
No esperaba encontrarme en una novela negra referencias a un premio nobel como J.M. Coetzee, pero después de leerla, pienso que es obvio que estuviera en tu biblioteca. Y cuando hablas de su novela Elisabeth Costello (2003), no puedo evitar pensar en ti y también en mí de rebote. Mi pregunta es bastante íntima. Somos muchas las personas que escribimos, que incluso publicamos, pero muy pocas las que podéis decir que vivís de hacer literatura. Que sinceramente no sé si es una bendición o un castigo, porque me imagino yo que quien vive de escribir, anda más en su mundo que en el nuestro, como inmersa en un universo paralelo del que se escapa poco.
Durante mucho tiempo compaginé el oficio de escribir con otro trabajo remunerado, que era el de asesora jurídica. Son dos trabajos que requieren mucha concentración, que requieren muchas horas sentada frente a una pantalla de ordenador. De modo que eran 8 horas de trabajo, más 2 o 3 de trabajo en casa escribiendo cada día, porque este tipo de novela no la puedes dejar ni una semana, debes hacer de la trama tu segunda vida para que no pierda el ritmo y no queden cabos sueltos. Y luego las vacaciones y los fines de semana iba a congresos, encuentros, talleres y no me quedaba tiempo para mí misma. Cuando me dieron la oportunidad de probar a vivir de lo que me apasiona, me lo pensé mucho, pero me atreví a dar el salto. Lo que me sorprendió es que recibí muchas miradas compasivas de personas que me conocen poco. Se les leía claramente el pensamiento negativo de “qué batacazo se va a meter”, pero en mi entorno había mucha complicidad, apoyo sincero en sus comentarios de “muy bien, apostando por tu sueño”. Una frase que me repetían muchísimo era “¿lo has pensado bien?” y esa pregunta me sorprendió mucho porque no hacía otra cosa que pensarlo, darle vueltas a la decisión durante meses, echando números, sopesando los pros y los contras, de una manera casi obsesiva.
“Creo que cuando eres una mujer, la gente se siente con más derecho a hablar de tu vida privada, sobre todo del tema maternidad o pareja, o de tus elecciones personales. En general se nos toma menos en serio como profesionales”
Tengo que preguntarte cómo te sientes como escritora profesional.
Creo que cuando eres una mujer, la gente se siente con más derecho a hablar de tu vida privada, sobre todo del tema maternidad o pareja, o de tus elecciones personales. En general se nos toma menos en serio como profesionales. A mí me gusta mi trabajo y por lo tanto me gustaría hablar de ello, de lo que me he esforzado en documentarme, de cómo pongo en marcha todos mis contactos y los contactos de mis contactos, hasta lograr dar con quienes pueden llenar mis vacíos sobre un tema en concreto. Por ejemplo, en Especie nadie de mi entorno sabía nada sobre rehalas, pero al final conseguí hablar con dos personas —no una, dos—, que me instruyeron sobre cómo es y cómo se manejan en ese mundo. Fue un verdadero trabajo de investigación al más puro estilo de Camino Vargas.
Para mí, la parte de promoción es muy gratificante. El contacto con la prensa, el contacto con el público es una segunda oportunidad para amplificar el relato, el mensaje y disfrutar el viaje. Y me gusta vivir en esta época donde las redes sociales facilitan el contacto directo. Me llegan mensajes de personas que al leer mis novelas se sorprenden porque han acudido al libro para pasar un ratito ameno, pero se encuentran con un retazo de realidad que les da voz. Por ejemplo, me ha impactado el mensaje de un veterinario que me decía que está muy bien reflejado el camino que ha recorrido desde la inocencia con que empezó la carrera y la normalización del dolor de los animales al terminarla.
Dentro de los múltiples ensayos sobre especismo, uno de los que más me impactaron fue La política sexual de la carne (1990) porque es algo que lleva en mi cabeza desde la adolescencia, esa relación añeja entre virilidad y carnismo. Y si puedo hacer un poco de spoiler, resulta que el personaje más radicalmente antiespecista es un hombre joven y atractivo. Que no es el bueno ni el más simpático, pero guapo sí.
(Risas) Soy consciente de que el movimiento animalista está sustentado mayoritariamente por mujeres, pero ya te he comentado antes que me gusta sorprender a quien me lee. Y quería huir de la imagen estereotipada que la sociedad ha creado en torno a las personas que se preocupan de los derechos de los animales, la loca de los gatos y cosas así. Y ya sabemos que atletas de élite son veganos, de modo que ¿por qué no?
Llega el tiempo de los postres, pero nos decantamos por un té de almendras que reduce el estrés. Me pregunta Susana si como persona que se declara antiespecista lo he pasado mal leyendo Especie. Pues sí, es una novela que no te ahorra ningún detalle, es una novela que creo que le hubiera encantado a Linda McCartney. Es una novela que le recomiendo a todo el mundo. Lean a Susana Martín Gijón, porque nos hace adentrarnos en el misterioso mundo de las contradicciones personales, un inagotable misterio sin resolver.