Opinión
‘Asegurada de incendios’ o por qué no podemos dejar la gestión de los montes en manos de ineptos y empresarios

Las habréis visto más de una vez al pasear por las zonas históricas de muchas de las grandes ciudades del país. ‘Asegurada de incendios’, rezan las placas que adornan los portales de edificios que tienen más de un siglo. Tras esos letreros se esconde una historia que muestra la necesidad de unos servicios públicos que no atiendan a intereses empresariales ni que haga distinciones entre ‘clientes’ según su renta, porque el problema es imposible de aislar ni individualizar, sino que es común.
La historia se remonta al gran incendio de Londres de 1666 en la que la capital inglesa ardió durante tres días. La catástrofe abrió una nueva oportunidad de negocio —algo que a los ingleses se les da genial—: las aseguradoras contra incendios. De esta forma, los ciudadanos que contrataban un seguro privado contra incendios obtenían una de estas placas. En caso de incendio, el cuerpo de bomberos creado por la compañía privada acudía a los hogares de las personas que habían contratado el seguro y lucían la placa. El negocio fue importado a España en 1822 con la creación de la Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios de Casas en Madrid, que popularizó los mencionados letreros que todavía hoy siguen engalanando las puertas.
Un problema como los incendios sólo se puede confrontar desde lo público y dejando de lado las lógicas del lucro empresarial
Pero el modelo tenía una clara fisura: ¿de qué sirve asegurar tu casa contra incendios si tu vecino es un irresponsable y no lo hace? ¿Acaso el fuego va a discernir entre asegurados y no? ¿De qué sirve un seguro que tan solo algunos pueden o quieren permitirse si las llamas avanzan sin control? Aquellas grietas y unos cuantos incendios mostraron una lección que hoy en día necesitamos recordar: un problema como los incendios sólo se puede confrontar desde lo público y dejando de lado las lógicas del lucro empresarial. En 1894 se creó el primer servicio público y profesional de bomberos en Madrid al que le siguieron otros tantos en las décadas siguientes, volviendo inservibles los cuerpos creados por las aseguradoras, su nicho de negocio y convirtiendo aquellas placas en simples adornos.
Conociendo esta historia y la importancia de los servicios públicos, es fácil pensar en cómo los incendios de Castilla y León, comunidad que ha recortado sistemáticamente las partidas presupuestarias de prevención de incendios y que ha privatizado gran parte del trabajo de extinción, han traspasado las fronteras de la región hasta Asturias o Cantabria. Tener a un vecino irresponsable que quiere gastar menos a los mandos de un gobierno autonómico no debería ser motivo para que tu casa arda también, de la misma forma que ocurría con los incendios en edificios asegurados antes de que se crearan los cuerpos públicos de bomberos.
Con el fuego y nuestros bosques no se puede funcionar con la misma lógica mercantilista empresarial de intentar rascar euros de donde sea
No se puede confiar algo tan importante como la gestión de los bosques y los incendios a aquellos políticos que, en lugar de responsabilizarse directamente de una labor tan importante, prefieren externalizar la gestión a empresas privadas a las que lo único que les importa es obtener el suficiente rendimiento económico para repartir dinero a sus accionistas. No, con el fuego y nuestros bosques no se puede funcionar con la misma lógica mercantilista empresarial de intentar rascar euros de donde sea y de precarizar la vida de aquellos que se juegan la vida por todos nosotros cuando hay que luchar contra las llamas.
Y no es sólo una cuestión de fuego cruzando fronteras autonómicas. Con la emergencia climática a la que nos enfrentamos no podemos permitirnos que nuestros recursos naturales sigan en manos de las lógicas capitalistas liberales de aquellos gobiernos que niegan la importancia de unos servicios públicos que los protejan. Nuestros bosques son muros de contención contra la desertificación, las olas de calor extremo, pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire a la que nos enfrentamos en el actual marco de crisis climática y subida de las temperaturas.
Nuestros bosques no pueden dejarse en manos de políticos irresponsables que todavía siguen negando la creciente emergencia climática. Esos montes no regeneran el aire de la comunidad autónoma en la que se encuentran, sino la de todos y todas. La naturaleza es un bien común y necesario para nuestra subsistencia y no puede quedar en manos de aquellos que piensan que los bosques son tan solo materias primas o lugares de trabajo de donde obtener rentabilidad cobrando dinero público.
No podemos dejar algo tan importante en manos de políticos ineptos ni en la de empresarios que se benefician de las externalizaciones y privatizaciones que acometen los ineptos
Si la gestión de prevención de incendios y la lucha contra el fuego está en manos de políticos irresponsables que recortan sistemáticamente los presupuestos para ello, se les debe revocar de inmediato dicha competencia. Si su estrategia es la de externalizar dichas labores a empresas privadas a las que sólo les importa el beneficio económico mientras recortan en medios y explotan laboralmente a sus trabajadores, se debe apartar a dichos políticos y revertir la privatización de una tarea y servicio tan esencial como la de cuidar nuestros montes.
Los presupuestos y la gestión necesaria para que no se vuelva a repetir el horror que estamos sufriendo este año no pueden estar en manos de políticos de turno con mentalidad empresarial que no dudan en sacar la tijera presupuestaria para cuadrar sus déficits. No sé si lo que se necesita es un gran pacto de Estado o uno planetario, si las competencias deberían ser centralizadas o si los esfuerzos y metas de la lucha contra el fuego y el mantenimiento de nuestros recursos naturales deberían estar blindadas en la Constitución, pero lo que no podemos permitir es que se repita lo que ha ocurrido este verano. Estos fuegos y aquellos que empujaron a los ayuntamientos a crear los servicios públicos de bomberos hace más un siglo nos muestran que no podemos dejar algo tan importante en manos de políticos ineptos ni en la de empresarios que se benefician de las externalizaciones y privatizaciones que acometen los ineptos.
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