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Gobierno de coalición
Disputar el relato, hacer políticas de izquierdas
Parecía que no iba a llegar y que todo eran eslóganes. Ya nos habían sorprendido mucho con el impuesto a las eléctricas y a la banca, lo que despertó la furia de los grandes medios de comunicación con banners de publicidad de Iberdrola y el Banco Santander. Muchos desconfiábamos de que hubiera más batallas efectivas en este terreno. La correlación de fuerzas dentro del Gobierno de coalición parecía que no daba mucha cancha a Unidas Podemos, que llevaba reclamando un impuesto a las grandes fortunas desde que, en mayo de 2020, los efectos de la pandemia empezaran a hacer mella en las cuentas públicas. O incluso, podríamos decir, desde su fundación como partido. Desde el Ministerio de Hacienda, en manos del PSOE, siempre se habían resistido a este tipo de gravamen, rechazando saltar al ring del combate por una verdadera fiscalidad progresiva.
Pero el debate fiscal tomaba de nuevo centro del debate político y la derecha sacaba toda su artillería con la bonificación del Impuesto de Patrimonio en aquellas comunidades autonómicas donde gobiernan y no lo habían eliminado todavía y con esa rebaja de impuestos también a rentas altas maquillado bajo el eslogan de Feijóo de “deflactar el IRPF a rentas bajas y medias”. Desde el PP se regodeaban con el “Ximo Puig nos copia” en un ejercicio de trilerismo comunicativo que se reía de la torpeza de los de Pedro Sánchez. Y les estaba saliendo bien. El PSOE estaba regalando el discurso comprando todos sus marcos y Ayuso y Feijóo se meaban de la risa y repetían la otra mentira de que “el Estado se está forrando gracias a la inflación”.
El anuncio de la reforma tributaria es un cambio importante en el rumbo de las políticas fiscales de este país. Al impuesto a las eléctricas y a la banca se le suma gravar a los grandes patrimonios de más de tres millones de euros, aumento en el IRPF a las rentas mayores de 200.000 euros anuales, la subida en el tipo impositivo a las rentas del capital, el impuesto mínimo del 15% a las grandes empresas y la eliminación de bonificaciones y desgravaciones que socavan lo que esas empresas pagan finalmente. Algunas son medidas temporales y otras podrían ser más ambiciosas, pero está claro que es un cambio de rumbo importante.
El paquete de medidas fiscales es importante porque marca un camino para hacer verdaderas políticas de izquierda que vuelvan a ganar la confianza de los de abajo
Pero no lo es solo porque hará el sistema fiscal más justo y progresivo. Ni porque por fin la carga fiscal de las soluciones a una crisis se va a cargar sobre las espaldas de los de arriba en vez de los de abajo. Ni tan siquiera por las previsiones de recaudación. El paquete de medidas fiscales es importante porque marca un camino para hacer verdaderas políticas de izquierda que vuelvan a ganar la confianza de los de abajo.
Para quienes esperaban que este Gobierno hiciera políticas enfocadas hacia sus votantes, el anuncio de las medidas fiscales para gravar a los altos patrimonios y las grandes empresas es una victoria desde el punto de vista discursivo y político. Desde ese sector que votaba a Unidas Podemos y desde los propios integrantes del partido, este viraje forzado del Gobierno es toda una victoria que se suma al impuesto a las eléctricas.
No, señora ministra, usted no está pidiendo solidaridad, usted está imponiendo un impuesto porque es la ministra de Hacienda y no una captadora de socias de ONG con una carpeta en la Gran Vía
Desde el PSOE prefieren seguir jugando a los eufemismos y al rol de compadreo con los ricos. Eso es lo que se desprende cuando vemos a la Ministra de Hacienda, Mª Jesús Montero, repetir una y otra vez la palabra “solidaridad” para anunciar el impuesto a los altos patrimonios. Parece que todavía les cuesta llamar a las cosas por su nombre, tal y como llevan años haciendo desde la formación morada. Pero no, señora ministra, usted no está pidiendo solidaridad, usted está imponiendo un impuesto porque es la ministra de Hacienda y no una captadora de socias de ONG con una carpeta en la Gran Vía. Créaselo ya de una vez y déjese de eufemismos. Rompa con esa imagen de partido que no quiere tocar a los ricos y a las grandes empresas. Debe hacer políticas para la mayoría de la población y no para un puñado de ricos y multinacionales. De lo contrario, la derecha les volverá a comer la partida discursiva y lo pagarán en las próximas citas electorales.
Más impuestos también pueden ser más votos
El debate por la fiscalidad se ha convertido en una de las principales batallas culturales en todo el mundo y, aunque los liberales de Twitter lo nieguen, existe un viraje de una enorme cantidad de la población que empieza a poner en valor los impuestos y los servicios públicos que queremos a cambio de ellos. Está claro que los cambios discursivos globales, como la propuesta de Estados Unidos y la OCDE de un impuesto mínimo de sociedades o la propuesta de gravar los beneficios excesivos de las empresas energéticas de la Comisión Europea, han influido. Lo que antes era de comunistas bolivarianos ahora son propuestas de Biden o Von der Leyen y eso rompe muchos imaginarios que la maquinaria liberal patria ha metido a fuego en la cabeza de gran parte de la población.
Pero también hemos sufrido un episodio histórico que ha puesto en valor los servicios públicos: la pandemia. Unos meses donde la sanidad pública ha sido fundamental y necesaria. Donde muchos sectores de los trabajadores públicos se han dejado la piel. Esa imagen de funcionario tomando café que tenían muchos en su cabeza se ha sustituido por ese personal sanitario al que se le llenaba la cara de marcas tras trabajar 24 horas seguidas con el equipo de protección en un hospital totalmente colapsado de pacientes.
Según una encuesta del CIS realizada en agosto de este año, el porcentaje de personas que cree que pagamos muchos impuestos ha descendido del 70% en 2012 al 41% en la actualidad. El porcentaje de personas que creen que se paga “regular” sube al 46,5%, superando por primera vez desde que se hace esta encuesta en 1985 al porcentaje de gente que cree que paga mucho. El dato más esperanzador es que el porcentaje de personas que cree que se paga poco, y que rozaba el 2% desde que existen registros, sube hasta el 9,6% en los dos últimos años. Los liberales dicen que es mentira (nunca me han insultado tanto como cuando colgué esa gráfica en Twitter), pero ¿quién no ha valorado mejor los servicios públicos en estos dos años de pandemia? Creer que tú pagas poco por los servicios que recibes o creer que hay gente que debería pagar más impuestos porque ganan mucho más equivale a aplaudir en los balcones a las ocho de la tarde. De hecho, puede ser más efectivo.
Es momento de hacer políticas de izquierda y que te importe un carajo lo que te diga la oposición
Las cifras muestran que cada vez más gente ve bien que el sistema fiscal sea cada vez más progresivo, que los que más tienen paguen más y que las empresas que se están beneficiando enormemente de situaciones cuando el resto lo está pasando mal contribuyan más. Y, en ese momento, es hora de las políticas valientes de izquierda que aparten de un manotazo las falsas polémicas y que dejen de comprarle los marcos discursivos a la derecha. Es momento de hacer políticas de izquierda y que te importe un carajo lo que te diga la oposición. Porque hagas o no hagas esas políticas, la maquinaria del fango y de los bulos de la derecha te va a atacar igual (véase la enésima e infame campaña contra Irene Montero). Pues fuera miedos y medias tintas.
¿Qué hacer con ese dinero?
Estos ingresos fiscales no se notarán hasta el año que viene, pero encarrilan la presión fiscal y las políticas redistributivas hacia un sistema fiscal un poco más justo. Y lo vamos a necesitar. Porque la inflación no se ha esfumado y la invasión rusa de Ucrania parece que tiende más a empeorar que a solucionarse. Este invierno va a ser duro y el Estado va a tener que soportar gran parte del peso de esa dureza si no quiere que se lleva a las familias por delante.
El siguiente paso es que el Gobierno anuncie cómo va a redistribuir esa recaudación fiscal para que los de abajo puedan beneficiarse de ese sistema fiscal progresivo y esa recaudación a los de arriba. Es el momento de seguir la senda de políticas de izquierdas valiente y dirigir las nuevas medidas a paliar el sufrimiento de aquellas familias más vulnerables ante la inflación y la subida del precio de la luz.
Es el momento de dejar de lado esos tímidos cheques de 200 euros para ampliar las ayudas directas en cantidad y alcance
Es el momento de dejar de lado esos tímidos cheques de 200 euros a las personas que cobran menos de 14.000 euros al año para ampliar las ayudas directas en cantidad y alcance. Es hora de atacar la pobreza energética. De paliar las duras consecuencias de los de abajo con el dinero que se recauda de los de arriba. Sin importar que la derecha y sus medios de comunicación lo tachen de “paguitas” o de “comprar votos”. Sin importar las campañas de ataque vacías de política y rellenas de demagogia. Es la hora de hacer política.
Más políticas valientes y de izquierda
Y ya que nos ponemos a ignorar los ataques y bulos de la derecha, igual es momento también de tomar otras medidas valientes. Puede que sea el momento de quitar esa yincana burocrática que tiene que superar la gente que pretende reclamar el Ingreso Mínimo Vital y facilitar que las personas que no tienen nada no pasen ni un segundo sin tener una mínima renta.
El momento de seguir la senda del tope al precio del gas y limitar el precio de productos básicos, de controlar y limitar los márgenes de beneficios de sectores que están aprovechando la coyuntura inflacionaria para ganar mucho más a costa de la mayoría. Dejar de pedir “solidaridad” a esas empresas para obligarlas a ponerse al servicio del país tal y como pide la Constitución. Es el momento de aprobar de una vez una ley de vivienda ambiciosa, de limitar los precios del alquiler, de eliminar de una vez por todas la Ley Mordaza.
Romper con el simplón debate de bajar o subir impuestos, para centrarlo en a quién se le baja o sube. Pensar qué país queremos y adaptar el sistema fiscal a las necesidades de ese país. Y si ese país que queremos necesita políticas fiscales de izquierdas. Es la hora de ganar el relato haciendo políticas de izquierdas.
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Gran artículo, es la hora de la política de verdad
La solidaridad es una cualidad humana muy importante, pero aquí el problema que no se ha solucionado nunca es la total ausencia de JUSTICIA SOCIAL.
Otra economía es posible. Sólo hace falta valentía, decisión, sensatez y, sobre todo, ser SOCIALISTA, no un fraude. La pelea fiscal parece que la va ganando la izquierda real. Que los ricos paguen lo que les corresponde se va viendo normal, que los impuestos sirven para tener unos servicios públicos que mejoren nuestras vidas se va comprendiendo y que el relato se puede ir ganando con periodismo como éste de Yago Álvarez. No todo está perdido. Hay esperanza.