Sicilia furgoneta
Un hombre duerme en el interior de una furgoneta de tres ruedas, frente a un establecimiento de comidas, en un pueblo siciliano. Álvaro Minguito

Fútbol a este lado
Pasta, ansia y Marx: una previa del Italia-Inglaterra

Italia-Inglaterra en Wembley. Bonito. Una ‘bella’, ‘nice’ final para un torneo que solo ha dejado tres malos sabores de boca: el incidente de salud del danés Eriksen en la primera jornada, la lesión de Spinazzola y el falso penalti que ha dado el pase a los ingleses en semifinales.
11 jul 2021 06:00

Los fascistas intentaron abolir la pasta. El Manifiesto de la Cocina Futurista lanzado en 1930 por el líder de ese movimiento protegido por la dictadura, Filippo Tommaso Marinetti, llamó a la erradicación de lo que llamaba “absurda religión gastronómica italiana”. Enmarañado tras una serie de extravagantes argumentos, emergía el más claro de ellos: era “demasiado pesada y voluminosa para la velocidad y el dinamismo de la vida moderna”, tal y como recuerda el historiador John Dickie en su obra Delizia! La historia épica de la comida italiana (Debate, 2014). Spaghetti, rigatoni, bucatini, tagliatelle y un largo etcétera eran capaces hasta de refrenar el empuje de los vivaces napolitanos. Su ingesta los convertía en seres escépticos, irónicos, sentimentales. En carne muerta para la maquinaria de guerra fascista. La pasta, su preparación, consumo compartido en la mesa y digestión, en definitiva, instaban a la concordia.

En realidad, algunas de las razones de este volantazo, más o menos serio, más o menos boutade, tenían un carácter más terrenal. Siempre hay miseria bajo la carcasa épica del fascismo. El régimen pensaba que podría dejar de importar tanto trigo extranjero y que, a su vez, el arroz nacional, en paralelo promocionado, tomaría el lugar de la pasta. Otra es que a Mussolini no le gustaba comer. Que nadie se lo imagine estirando la mozzarella de una pizza con los ojos en blanco. De nuevo, Dickie recoge su dieta: solo leche para desayunar, bistec, pescado hervido o tortilla de verdura a mediodía, leche y fruta para cenar y a la cama, que viene Casimiro. Había pocas fotos suyas sentado, menos aún comiendo. El historiador afirma que tenía malos modales en la mesa, que no le gustaba masticar en compañía. Y baraja la hipótesis de que toda esa incomodidad tenía que ver con una úlcera gastroduodenal que roía, además de su propio cuerpo, su imagen ante el pueblo italiano: “El Duce, supuestamente una dinamo musculosa, a menudo no se encontraba bien”.

Pero mucho más importante que la salud de Mussolini era que los italianos e italianas no podían elegir su alimentación. Básicamente, porque el terror fascista hizo rugir sus estómagos: en veinte años, y con respecto a los datos de 1921 (un año antes de la Marcha sobre Roma), la disponibilidad de calorías y macronutrientes por habitante había incluso disminuido y la tasa de desnutrición se había duplicado. Quizá no sorprende que el día en que arrestaron a Mussolini, la familia Cervi hizo 380 kilos de pasta con mantequilla y parmesano para invitar a celebrarlo a todo su pueblo de la provincia de Reggio Emilia. Hoy, 78 años después, algunas localidades siguen celebrando cada 25 de julio las llamadas pastasciuttate antifascistas.

Convirtiendo en ideología las condiciones materiales, se entiende que los ingleses fueran pintados por el régimen fascista como el despreciable “pueblo de las cinco comidas diarias”

Convirtiendo en ideología las condiciones materiales, se entiende que los ingleses fueran pintados por el régimen fascista como el despreciable “pueblo de las cinco comidas diarias”. Que la emisora clandestina de referencia para la población civil y demócrata italiana durante la guerra fuese Radio Londra —la BBC emitiendo en italiano— no ayudaría a mejorar la imagen de aquella isla para los camisas negras. Pero si para estos comer era poco menos que perder el tiempo, es gracioso imaginarlos satisfechos con la manera en que acabaron haciéndolo los ingleses con el paso de los años. Tienta suponer que sorber leche sucia de un envase de cartón de la franquicia Costa en el metro de Londres habría sido el paraíso para Marinetti. Y que seguiría haciéndose cruces ante la pausa para un caffè ristretto en la barra, que sigue siendo una pequeña resistencia italiana, mediterránea casi, al productivismo. Una tradición que intentó cruzar el Canal de La Mancha. Pues lo que tampoco vieron muchos fascistas es cómo después de perder de la guerra, llegaron las máquinas de café Gaggia a surtir los locales donde trabajaba la emigración italiana en Reino Unido. Durante los años 60, algunos que pudieron ahorrar algo se lanzaron a emprender montando su propia trattoria o pizzeria.

En esa década llegó allí, por ejemplo, la salernitana que años después nombró al escritor Alberto Prunetti pizzaiolo de su restaurante en Bristol. 150 comensales diarios en dos turnos, comida y cena, entre un mar de harina y la bocanada del horno, en una de las historias que el toscano cuenta en estado de gracia en 108 metros (Hoja de Lata, 2021). Allí explica, también, el origen de la confusión anglo entre la salsa boloñesa y el ragú napolitano. Todo en negro, por debajo del salario mínimo de seis libras la hora, en una especie de embajada proletaria de su país en el extranjero, donde Prunetti seguía bajo las leyes de la palabra de honor de su ventajista jefa. Desconfiada, eso sí, de los ingleses troublemakers, que según ella eran todos una panda de hooligans indeseables que en Italia estarían todos presos. Hoy en alguna pizzería como esta (esperemos que en mejores condiciones laborales), y en muchos otros pubs británicos y de Europa y de nuestro país y del mundo se verá la final de la Eurocopa. Y qué final.

Una final bonita

Italia-Inglaterra en Wembley. Bonito. Una bella, nice final para un torneo que solo ha dejado tres malos sabores de boca: el incidente de salud del danés Eriksen en la primera jornada, la lesión de Spinazzola y el falso penalti que ha dado el pase a los ingleses en semifinales.

Muchos comentaristas ya no se atreven a perpetuar el lugar común de que Italia es una selección fea de ver, destacando un oficio de machacas que resta valor a sus fundamentos técnicos y tácticos

La selección italiana llega un poco de más a menos en su particular correría de noches mágicas de Italia 90 pero versión 2021. Mancini —jefe de un cuerpo técnico de viejos cromos, Evani, Vialli, Salsano, Oriali, que hoy podrían ser protagonistas de una película de Sorrentino— ha imprimido amor propio a un equipo destrozado tras quedar fuera del último Mundial. Muchos comentaristas ya no se atreven a perpetuar el lugar común de que Italia es una selección fea de ver, destacando un oficio de machacas que resta valor a sus fundamentos técnicos y tácticos demostrables solo peinando un poco la Historia de este deporte. Esa fama etnicista de pillos le va a costar de sacar de encima. Lo vimos con el malentendido de Chiellini y Jordi Alba. O más bien del segundo, que no interpretó el resultado del sorteo, mientras que el primero destensó la situación con cercanía e incluso cariño.

Puede que Jorginho y Chiesa estén siendo sus figuras más llamativas. Pero es una Italia sin estrellas, a la que no le pega mal este bien tirado cooperativa del gol con el que la llama la revista Undici: cinco jugadores con dos tantos. Verratti y Barella jugarán un papel clave y la nazionale seguramente tendrá más el balón que Inglaterra, pero está por ver que eso suponga más ocasiones de marcar. Se morderán las uñas 6.000 tifosi en las gradas, más mil a los que las autoridades han dado luz verde a viajar desde su país a Londres expresamente para entrar en Wembley. En todo Reino Unido hay censados, según datos del gobierno de Roma, 461.275 italianos. La alcaldesa de la “ciudad eterna”, Virginia Raggi, ha pedido abrir el Stadio Olimpico para que 16.000 personas puedan seguirlo en pantalla gigante. El ya tradicional espacio entre título de los azzurri —Euro 68, Mundiales 82 y 2006— no hace sino acrecentar la ilusión, también el ansia, ante esta nueva oportunidad.

Enfrente, en casa, Inglaterra. No sabemos si el domingo, durante el día, sus jugadores van a homenajear a nuestro historiador John Dickie, que volvemos a citar: “Para embutir toda una comida en diez minutos, los británicos inventaron el almuerzo dominical; para anular sus diferentes sabores, la salsa de carne”.

Pero lo importante es que, dicho muy en corto, si en Italia hay ansia, la frase que ronda las cabezas de la isla es un grito disfrazado de pregunta. “Si no es ahora, ¡¿cuándo?!”. La selección de los three lions lleva 55 años, desde su propio Mundial ganado en Wembley, sin jugar una final. Una colección de reveses traumáticos: Maradona en México, las lágrimas de Gascoigne y los penaltis Waddle y Pearce en Turín, los fallos de Southgate (hoy seleccionador) y Beckham en el 96 y 2004, el gol injustamente anulado a Lampard en Sudáfrica, el de Mandzukic que les dejó a un paso de la final del último Mundial. Ha dado igual que en semifinales sacaran partido de un decisión arbitral que podría estar en una hipotética sección “expolio” de sus museos, copiosa de por sí.

Los ingleses parecen hartos de autocompadecerse. Lo fiarán al muro en torno a Pickford y su puerta casi en blanco, la fiabilidad de Maguire, la verticalidad de Sterlling y los picotazos de Kane

Los ingleses, maestros del self-deprecation también en el fútbol (el himno “Football’s coming home” es una letanía de irónico fatalismo y el anuncio de Pizza Hut juntando a los tres antihéroes de los once metros es historia publicitaria), parecen hartos de autocompadecerse. Lo fiarán al muro en torno a Pickford y su puerta casi en blanco —un gol en seis partidos—, la fiabilidad de Maguire, la verticalidad de Sterling y los picotazos de Kane. En la sombra, en la banda y en traje, estará Southgate, un admirado carisma tranquilo estos días en el país. “El nivel de los líderes de este país en los dos últimos años ha sido pobre. Ese hombre [en referencia al seleccionador] es todo lo que un líder debería ser: respetuoso, humilde, alguien que dice la verdad, genuino”, dijo en antena el comentarista y exjugador Gary Neville. El grupo de pop Atomic Kitten pone este verano la canción que más se canta en pubs y Wembley (junto a “Sweet Caroline” de Neil Diamond): una versión de su éxito de hace 20 años “Whole again” adaptado como “Southgate, you’re the one”.

Boris Johnson, que apareció en el palco con una réplica de camiseta de juego con corbata debajo y actitud que remitía a poca familiaridad con este deporte, no ha sido el único objeto de críticas entre algunos sectores. Lee Anderson, diputado conservador, anunció que no vería los partidos de la selección por su decisión de arrodillarse antes de cada partido en protesta antirracista conectada al movimiento Black Lives Matter. Algunos aficionados se preguntan con sorna si Anderson, en vista del éxito del equipo nacional, continúa con su boicot. La ministra de Interior Priti Patel fue un poco más allá y aplaudió que algunos fans abucheasen el gesto. El ultraderechista Nigel Farage lleva tiempo insistiendo en su repudio a cualquier atisbo de que “las vidas de las personas negras importan”. El movimiento, ha dicho, le parece “marxista”.

Southgate ha sido firme en defender el posicionamiento de sus chicos antes de cada partido. Justo antes de empezar el torneo, escribió un texto (“Dear England”) en el que afirma que los racistas están en el lado perdedor de la vida. Cada partido que gana parece haberle dado incluso alguna razón extra. El exgoleador y comentarista Gary Lineker ha dicho que “si abucheas al equipo por arrodillarse, eres parte de la razón por la que lo hacen”. Y se ha defendido con gracia de quienes le acusaban, en la línea de Farage, de “marxista”. De hecho, la tortilla de esta especie de guerra cultural se ha girado. Parece que, en caso de que la omelette salga sabrosa, el nacionalismo excluyente asociado al Brexit no va a probar demasiado bocado. Gracias a su avance en la competición, la “selección marxista” se ha convertido en cierto meme positivo para algunos aficionados ingleses. Deben de andar pensando que, si esto es el marxismo, ni tan mal.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Fútbol a este lado
Fútbol a este lado Cromos del futuro
En la memoria oficial convenientemente construida a base de melancolía, los cromos juegan un papel importante. El suspiro que se nos escapa pensando en aquellos antiguos es inevitable.
Fútbol a este lado
Fútbol a este lado El búnker
El fútbol no puede autocondenarse a una esquinita de irrelevancia histórica. Debe poner remedio, con urgencia, a esa inercia moribunda que lo encastilla como el último reducto de un mundo oscuro y en fase de superación.
Fútbol a este lado
Fútbol a este lado Alicias
El fútbol que no volverá fue bonito y también una excusa. Un sumidero. Del gallinero al fondo sur. De las pintadas a las palizas.
Palestina
Bloqueo israelí Activistas toman el embarcadero de El Retiro en favor de la Flotilla a Gaza, bloqueada por Israel
“La Flotilla, rompiendo el bloqueo”, han coreado activistas que han desplegado pancartas y banderas palestinas en el embarcadero del Retiro en un homenaje a la Flotilla de la Libertad.
Palestina
Palestina Misión incumplida: sobre la cobertura de El Salto de la Flotilla rumbo a Gaza
Queremos dar una pequeña explicación a nuestra comunidad y, especialmente, a las personas que con su suscripción permiten que un medio como el nuestro, que es una rara avis en el contexto político y social en el que vivimos, salga adelante.

Últimas

El Salto n.74
Revista 74 Cuando los algoritmos te explotan: no te pierdas el número de primavera de la revista de El Salto
De cómo los algoritmos y la IA gestionan el trabajo de cientos de millones de personas con ritmos y condiciones del siglo XIX, y de mucho más, hablamos en nuestro número de primavera. Ya disponible para socias y en los puntos de venta habituales.
Galicia
Política autonómica Redes clientelares, falta de autogobierno y consensos neoliberales: las claves del Gobierno gallego sin Feijóo
Políticas y analistas desgranan la hoja de ruta de la primera legislatura gallega de la era post-Feijóo: reforzamiento de los hilos de poder locales, falta de vocación autonómica, complejo de inferioridad y una marcada agenda neoliberal.
Eventos
Evento Un Salto al periodismo del futuro: súmate a nuestro primer evento para estudiantes y jóvenes profesionales
El viernes 10 de mayo, El Salto organiza una jornada de periodismo joven para profundizar en temas clave, nuevos lenguajes y formatos, desde un enfoque eminentemente práctico.
Genocidio
Genocidio La Flotilla de la Libertad pospone el viaje a Gaza hasta un próximo intento
Las activistas internacionales que tienen previsto zarpar para llevar ayuda humanitaria hasta Palestina anuncian que volverán a intentar zarpar para romper el bloqueo israelí.
Más noticias
La vida y ya
La vida y ya Paraguas o chubasquero
En algún momento aprendes que no da igual qué opción tomar. Aprendes que hacer las cosas de una u otra manera tiene repercusiones para otras personas, para el planeta.
Galicia
Galicia Muere a los 92 años la poeta, activista y revolucionaria Luz Fandiño
El fallecimiento ha sido anunciado públicamente por su amiga y alcaldesa de Santiago de Compostela, Goretti Sanmartín.
Palestina
Palestina Estudiar y formarse mientras sobrevives a un genocidio
La destrucción generalizada de las infraestructuras ha tenido un impacto brutal en el sistema educativo palestino.

Recomendadas

México
América Latina México a las urnas: los claroscuros de AMLO y la primera presidenta
Todo apunta que el 2 de junio, por primera vez en la historia, una mujer llegará a la presidencia. Claudia Sheinbaum, sucesora de Andrés Manuel López Obrador, se presenta como “hija del 68” en un país todavía asolado por el conflicto interno.
Derecho a la vivienda
Derecho a la vivienda Vivir y resistir en Andalucía, la comunidad con más desahucios del Estado español
En Andalucía, la comunidad con mayor número de desahucios, se producen 11 al día. En todo el territorio surgen experiencias que luchan por la vivienda digna en un lugar donde tener un techo “se ha vuelto una utopía”.
Cine
Estíbaliz Urresola “El cine no debe quedar impasible ante las atrocidades que suceden”
La directora de ‘20.000 especies de abejas’ sigue recibiendo reconocimientos por su película, pero pide que se transformen en aplicación de mejoras concretas para el colectivo trans.