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Frontera sur
Porteadoras marroquíes: fronteras cerradas, futuro incierto
En agosto de 2019 Fatema Bouchra estaba cerca de la frontera con Ceuta, su objetivo, como el de todas las mujeres que pasaban la noche allí, era cruzar Tarajal II y volver con mercancía al lado marroquí. Muchas horas de espera en medio de la nada: sintió la necesidad de ir al baño. Se adentró en la oscuridad buscando un sitio. Allá no había ni aseo, ni luz, ni ninguna infraestructura para facilitar su espera y la de sus compañeras. La expedición de Bouchra acabó de una manera trágica, la mujer se desorientó y acabó precipitándose por la escollera. Bouchra fue la novena víctima en dos años de la actividad que le permitía sumar pequeños recursos para mantener a su familia: el porteo.
A Bouchra, Cristina Fuentes y Ana Rosado dedican su informe Porteadoras, la feminización de la pobreza en la frontera sur. La investigación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA), que ha contado con la colaboración de la organización Puntes Rebels, fue presentada el pasado 8 de marzo, día internacional de las mujeres. Se trata del último trabajo sobre esta realdiad de la APDHA, que actualiza un primer informe presentado en 2016 bajo el nombre Respeto y dignidad para las mujeres marroquíes que portan mercancías en la frontera de Marruecos y Ceuta, que acompañaba a la campaña #LaInjusticiaaLaEspalda.
APDHA lleva desde 2012 haciendo incidencia sobre una temática que hasta entonces permanecía casi invisible, las condiciones en las que estas mujeres hacían su trabajo en la frontera. Como para casi todo el mundo, el último año ha sido muy difícil para las porteadoras marroquíes. Pero en su caso la pandemia solo ha supuesto el último revés a su forma de vida, su medio de supervivencia en una de las fronteras más desiguales del mundo.
“Hay una red de ayuda y de solidaridad intragrupal muy fuerte dentro de las porteadoras, están localizadas en barrios concretos en los que todas se echan un cable”
“Las porteadoras están acostumbradas a la incertidumbre, que es algo que está en su modo de vida y su modelo de existencia laboral, lo que pasó esta vez es que la crisis del coronavirus no tenía una fecha determinada”, cuenta Fuentes. Las investigadoras han vuelto a contactar con algunas de las mujeres con las que vienen hablando desde hace años. No ha sido fácil: muchas de ellas han vuelto por ahora al entorno rural del que proceden y no usan ni el móvil. Otras conservan la esperanza de una vuelta al pasado.
“Todavía piensan que se va a abrir la frontera y van a volver a su trabajo habitual”, mientras, se han sostenido en gran medida gracias a la ayuda vecinal. No es una sopresa para Fuentes esta resistencia basada en el apoyo mutuo, estrategias que ya pudieron observar en el informe anterior, “hay una red de ayuda y de solidaridad intragrupal muy fuerte dentro de las porteadoras, están localizadas en barrios concretos en los que todas se echan un cable”.
Muchas han pasado de enfrentarse a los riesgos de la frontera a los riesgos de la enfermedad: se han dedicado a trabajar cuidando a enfermos de covid. “En Marruecos hay una población altísima de personas que tiene diabetes, se complicó con el covid. Justamente en el norte muchas de estas porteadoras han pasado al cuidado de enfermos, incluso ellas mismas se hacían las mascarillas ya en el tramo final, al principio iban sin mascarilla porque no se sabía de la gravedad de la situación”, relata la investigadora.
Una economía de frontera
Al transporte alegal de mercancías desde las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla a territorio marroquí se le llama comercio atípico, un eufemismo para no definirlo como contrabando, actividad económica característica de las fronteras. Es innegable, sin embargo, que esta actividad atípica se da en una frontera atípica. Antes de que en 1995 España entrara en el espacio Schengen, desplazarse entre los enclaves y el territorio marroquí no se diferenciaba de moverse en el interior del país, pero el afán europeo de controlar los flujos migratorios que pudiesen llegar a través de estas fronteras transformó las condiciones de acceso. La población residente en las provincias adyacentes de Tetúan y Nador podrían acceder a los enclaves a condición de pernoctar en Marruecos, el resto de las personas marroquíes deberían pedir para ello un visado especial llamado “visado limitado múltiple”. Unos y otros necesitarían un visado común para viajar a la península.
Al mismo tiempo: Ceuta y Melilla son zonas francas, las mercancías que llegan no deben pagar aranceles. Sin embargo, según contextualiza el informe, ambas ciudades “crearon un impuesto de recaudación municipal a la importación para gravar toda la mercancía que llegaba a sus puertos, el Impuesto sobre la Producción, los Servicios y la Importación (IPSI) a la importación. En clave de cifras, la recaudación de este impuesto supone casi la mitad (44,6%) de los ingresos de Ceuta (Presupuestos de Ceuta 2019)”.
Para completar el marco es importante señalar que en Ceuta no había un paso de aduanas, el único paso es de personas y no de mercancías. En Melilla sí había una aduana, hasta que en agosto de 2018 Marruecos la cerró de manera unilateral. Desde entonces en ninguno de los dos enclaves se puede exportar mercancía a Marruecos de forma legal.
“En febrero de 2019 el Reino de Marruecos publicó un informe producto de una Comisión Transfronteriza donde se reconocían las vulneraciones que estaban sucediendo en la frontera entre Ceuta y Marruecos, en relación con las mujeres porteadoras”
El informe mapea de qué manera se extienden lo beneficios de esta exportación alegal: desde los impuestos que ingresan las ciudades autónomas, pasando por los empresarios que mandan mercancía al país vecino a cambio de una comisión a las porteadoras, es decir, a un coste mínimo, hasta a los gendarmes que cobran comisiones o directamente son propietarios de algunos de los coches que atravesan llenos de carga la frontera. Los beneficios durante mucho tiempo han sido también políticos, la activación económica de una zona del país tradicionalmente empobrecida como es el Norte marroquí y una vía de alivio económico que contuviese el descontento social, en una región tradicionalmente combativa.
Sin embargo, las porteadoras, el elemento central de todo este marco, han sido las que menos se han beneficiado de su trabajo, Fatema murió haciendo noche esperando su ticket, uno de los 2.000 papeles que se concedían a las primeras mujeres que llegaban a Tarajal II, imprescindibles para volver con la mercancía. Para aquel entonces, consideran las investigadoras, el porteo ya estaba destinado a desaparecer.
“En febrero de 2019 el Reino de Marruecos publicó un informe producto de una Comisión Transfronteriza donde se reconocían las vulneraciones que estaban sucediendo en la frontera entre Ceuta y Marruecos, en relación con las mujeres porteadoras. Este informe se debatió en las cortes marroquíes, se elaboró una estrategia para poner fin al contrabando de mercancías entre España y Marruecos”, recuerda el informe. El perjuicio a la economía marroquí con la entrada de mercancía del exterior que no pagaba aranceles, o las condiciones de trabajo de estas mujeres, eran las razones esgrimidas para acabar con esta realidad.
Pero los cambios venían de antes, en la investigación apuntan a la apertura de Tarajal II como principio del fin. Las muertes en el paso de Tarajal, con un año especialmente duro en 2016 impulsó la demanda de construir un segundo paso específico para el porteo, pero, como señalan las investigadoras, también susupo la institucionalización y regularización. A golpe de muertes y escándalos reflejados en los medios las condiciones fueron cambiando: De las 4.000 originales que podían pasar por dia pasaron a las 2.000, las mercancias dejaron de ser transportadas en la espalda y se hizo obligatorio el uso de carrito —que había de comprarse a un empresario de la zona y cuya carga (el doble de lo transportado hasta entonces) no era remunerada con una comisión mayor—. Al dificultarse todo las tarifas se alejaron de las cifras de miseria y ahí fue cuando empezaron a incurrir los hombres. El resultado, las mujeres pasaron de tener cuatro días a la semana para trabajar (o al menos intentarlo) a tener dos.
La última persona en fallecer fue un hombre, en condiciones similares a las que causaron la muerte de Bouchra. Pasó poco tiempo hasta que cerraron Tarajal II, en principio para hacer obras. “Desde 2015, cada vez que hay un cierre es con la excusa de que van a mejorar algo o que van a hacer obras, todo el mudno sabíamos que ese cierre no era como los anteriores”, el informe señalado, era la prueba más clara de que Marruecos tenía otros planes para la población del Norte, relata Fuentes.
La respuesta marroquí
“Al principio del confinamiento se cerraron de repente las fronteras, sin ninguna alternativa por la parte del estado marroquí. Aquí hay que hablar de dos puntos: porque en la frontera están las porteadoras —y porteadores— que diariamente cruzaban, pero también hay personas que están contratadas dentro de Ceuta: la gente que trabaja en los restaurantes, que tiene trabajo fijo en empresas... Cuando se cerró la frontera sufrieron todas y todos”, apunta Latifa Benaaziz, activista radicada en Tetuán.
Benaaziz, que integra también el Partido Socialista Unificado, recuerda además que no solo las porteadoras (y después los porteadores) dependían del comercio atípico. “Los comercios que están abiertos en Castillejos —pueblo marroquí más cercano a Ceuta—, restaurantes, tiendas, cafeterías... toda esa gente vivía del contrabando, de la gente que venía a hacer sus compras a Castillejos, mucha gente del sur”. Si al cierre de las fronteras se le suma la crisis del covid19, el resultado es una gran parte de la población desempleada. “Muchas familias se quedaron en una situacion muy difícil”, apunta la activista. “Llegaron a no tener para comer, para pagar los gastos, la electricidad”.
Las ayudas públicas fueron escasas y duraron pocos meses: “Para familias con tres niños eran como 120€, para familias con dos hijos, unos 80”, calcula Benaaziz. “Las mujeres se quedaron sin trabajo, la mayoria son responsables de familia, niños y padres, les han dejado con sus problema y no han hecho nada de nada”, critica.
Desde hace dos meses hay manifestaciones todos los viernes en Castillejos, son los trabajadores en Ceuta que lo han perdido todo. La policía, cuenta Benaaziz, primero optó por la vía de la represión deteniendo a cuatro personas, les soltaron días después, con una condena de seis meses de cárcel sin aplicar. El Estado tiene otra estrategia para Castillejos: “Van a hacer una zona comercial y una zona industrial para que haya trabajo, también para las mujeres y los jóvenes”.
Cuenta la activista que han empezado ya a registrarlos para ser reclutados. Se prevé que las porteadoras empiecen a trabajar en la industria de alimentación y textil. Habría también en el horizonte ayudas al pequeño comercio: “las mujeres y hombres que quieren se autónomos, montar pequeños negocios, pueden entrar en un programa que inició la Wilaya de Mdiq Fnidek para la gente de este pueblo, la idea es darles créditos sin intereses o con interés simbólico, tambien ventajas fiscales”, comenta Benaaziz.
“Conociendo el perfil de estas mujeres sabemos que nunca van a trabajar en este tipo de fábricas, allí se trabaja seis días a la semana de 10 a 12 horas. Es un trabajo que no les permite compatibilizar con sus obligaciones familiares”
Fuentes afronta con escepticismo el destino que Marruecos dibuja para las porteadoras. “Conociendo el perfil de estas mujeres sabemos que nunca van a trabajar en este tipo de fábricas, allí se trabaja seis días a la semana de 10 a 12 horas. Es un trabajo que no les permite compatibilizar con sus obligaciones familiares. ¿Quiénes trabajan en la maquila? Trabajan fundamentalmente mujeres jóvenes. En la industria de la exportacion son mujeres que trabajan antes de casarse”. Para APDHA se tratan de condiciones que no encajan en la sociedad marroquí.
En las zonas francas como las que existen en Tánger y Tetuán y están construyendo en Castillejos, empresas francesas, italianas y españolas producen a bajo coste, gracias a largas jornadas laborales y escasos salarios. “Quieren que se asienten industrias con este enfoque de just in time, ‘fabricamos en el norte de Marruecos y en una hora lo tenemos en Algeciras’”, resume Fuentes. Pese a los planes de Marruecos la investigadora no cree que se pueda acabar con el contrabando: “sabemos que es inherente a las fronteras desiguales. Sabemos que contrabando va a existir, pero esa cantidad de mujeres porteando esa cantidad de mercancía... eso no va a volver”.
De fondo, los derechos de estas mujeres, supeditados siempre a intereses económicos o políticos que no las tienen en cuenta, una subalternización posibilitada por el estigma: “se les compara con trabajadoras sexuales por el hecho de pernoctar fuera de la casa, de tratar con varones constantemente”, comenta Fuentes. “Además se dedican a una actividad considerada ilegal. Ellas esconden en sus propias familias inclusive que trabajan como porteadoras, dicen que van a Ceuta a trabajar de empleadas del hogar”. Por otro lado, el hecho de tener que pasar tanto tiempo ausentes de sus hogares, registra el informe, les lleva a sentir frustración y culpa.
Autocrítica
En un modo distinto, frustración y una cierta culpa es lo que destilan las conclusiones del informe de APDHA. Desde la organización y los colectivos activistas que se preocuparon por la situación de estas mujeres, Tarajal II debía ser la solución para mejorar sus condiciones de trabajo y reducir los riesgos que corrían. Pero no fue así.
Con Tarajal II se institucionalizó el porteo. “Pasó de ser una actividad muy pequeñita, eran muchas mujeres, pero iban a trabajar los días que ellas podían y cuadraban en su horario. Lo tomaban como un complemento temporal para sacar a su familia adelante, luego se convirtió en una estructura más férrea”. Cada vez menos mujeres podían vivir del porteo, cada vez las esperas eran más largas, y luego estaba la competencia de los hombres, atraídos por un negocio que se había vuelto más lucrativo. De fondo, la decisión marroquí de acabar con la práctica.
Así que esta vez, en lugar del decálogo de medidas que llevaron con motivo del primer informe al Parlamento Europeo o a los partidos estatales, se han centrado en revisar las consecuencias no deseadas de su incidencia política y se preguntan si al centrarse en las duras condiciones de las porteadoras no apartaron el foco de las relaciones estructuralmente desiguales entre el Norte y el Sur. “Hacemos mucha autocritica de qué mal lo hemos hecho, qué mal ha salido todo”. Se trata, en palabras de Fuentes de asumir una crítica “hacia las asociaciones que vamos como eruditos, dando recetas mágicas. Queríamos hacer esa parte de autoreflexión del proceso”.
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Cuando empezaron con esta forma de "vida", es porque no tenian futuro, era un "trabajo" duro, eran explotadas por los empresarios de las dos partes, aparte de exponerse al mal tiempo y trasnochar esperando que se les abra la frontera para cruzarla, una vez cruzada, pasaban con temor a que se les expolie la "mercancia" o abonar que digamos un arancel al funcionario y no al Estado, nunca tuvieron futuro ni nunca lo tendran, la mayoria volvieron de donde vinieron con todas sus familias con menos salud cuando empezaron, viendo sus casas con bajos precios.
El gobierno más de izquierdas de la historia considera que lo mejor ahora es aumentar las exportaciones de armas. No preocuparse, no van a dejar a ninguna porteadora ni a ningún saharaui atrás.