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Feminismos
¿Hay que abandonar el feminismo? Potencias y límites en la coyuntura actual
Cuando el feminismo se vuelve institucional, clasista y punitivista –y esto está ocurriendo incluso en muchos movimientos contraculturales europeos–, este feminismo –que hoy es hegemónico– ¿nos resulta útil para afrontar las luchas en las que estamos?
Después de unos años de gran potencia del movimiento feminista parece que nos encontramos con algunos de sus límites. La fuerza que hemos sido capaces de desplegar no está exenta de peligros si apostamos por un feminismo que sirva para transformar la sociedad y no para apuntalar el statu quo. El primero al que se enfrenta es el de su institucionalización: el de su conversión en ideología que sirva para dar legitimidad “feminista” a políticas neoliberales, gobiernos, instituciones y al propio Estado –que también sostiene nuestra opresión–. A veces parece que esta configuración del poder en la que estamos lo asume todo siempre que nuestras luchas no aparezcan como suficientemente trabadas con la redistribución del poder y la riqueza. ¿Lo están las luchas feministas? ¿Todas? ¿O necesitamos un feminismo “con apellidos”? También hemos visto como este movimiento es utilizado para impulsar políticas de carácter punitivo y de reforzamiento del sistema penal –como aquellas que criminalizan la prostitución o las que buscan nuevas penas o el castigo como única vía de solución para la cuestión de la violencia machista–. ¿El feminismo mainstream solo genera víctimas necesitadas de protección estatal? Y si es así ¿cómo cortocircuitamos estos planteamientos?
Frente a este feminismo de Estado, luchas feministas de base –como las de carácter sindical o de clase– proponen una agenda autónoma hermanándose con aquellos feminismos latinoamericanos con fuertes componentes de feminismos comunitarios, decoloniales y populares –de pobres, de putas, de trans…–, capaces de desbordar la agenda de paridad neoliberal. Por tanto, la principal fractura del feminismo hoy no es la cuestión de la prostitución o de los derechos trans, sino aquella que separa a un feminismo del poder –que sirve como herramienta de gobierno– y uno de base o autónomo –capaz quizás de generar contrapoder–.
Pero, ¿qué podría ser un feminismo autónomo más allá de definir por contraposición a lo que no está en las instituciones? ¿Podemos hablar de unos contornos definidos que nos permitan lanzar propuestas conjuntas? ¿A la potencia de esta oleada feminista le ha correspondido un nivel equiparable de nuevas organizaciones de base? ¿Qué “demandas” se han visibilizado estos años de lucha? ¿Hemos generado una agenda propia? ¿Cuáles serían sus contenidos? ¿Se han transformado en conquistas? ¿A qué otros desafíos nos enfrentamos con la popularización del feminismo? ¿Necesitamos un feminismo que ponga en el centro el reparto de la riqueza aunque no parezcan temas “de mujeres”? ¿Esta nueva ola ha relanzado los nuevos pánicos morales sobre el sexo, nuevos puritanismos, intentos de criminalización del trabajo sexual o que han impulsado un aumento de la transfobia? ¿Puede que nuestros discursos estén reforzando algunos de los efectos indeseables de esta nueva ola? ¿Estamos asistiendo a un declive de esta ola y qué lo provoca? ¿Esto constituye solo un problema o abre nuevas oportunidades?
Punitivismo, represión y pánicos sexuales
En los últimos años, el #Metoo y la insistencia en poner en primer plano la violencia sexual ha tenido resultados ambivalentes. Por un lado, hemos puesto en la agenda la violencia sexual y los abusos en todos los ámbitos, también los militantes. Cosas que estaban normalizadas por fin se verbalizan, por fin dejan de excusarse. Probablemente este cambio cultural es uno de los mayores logros de este último ciclo de movilización feminista. Sin embargo, quizás hemos construido sin querer un imaginario de pánico sobre la sexualidad. Quizás la hemos dibujado como un ámbito únicamente de peligro y no de disfrute, de exploración. Nos ha faltado (y mucho) hablar del placer, de lo que implica conquistar ese espacio siendo mujeres, de lo que ganamos en libertad, en autonomía, en goce.
Vale también la pena abrir el debate sobre nuestra categorización como víctimas porque esta concepción católica y pasiva de la sexualidad de las mujeres también es un pilar que sujeta el orden de género
Vale también la pena abrir el debate sobre nuestra categorización como víctimas porque esta concepción católica y pasiva de la sexualidad de las mujeres también es un pilar que sujeta el orden de género, enquista sus lógicas y refuerza los marcos estructurales de la violencia de género. A ellos se les presupone un deseo siempre despierto y el pleno dominio de su voluntad y sexualidad. Aunque a veces esta se representa también como algo salvaje e incontenible, un argumento que ha servido históricamente tanto para legitimar la violación, como para sexualizar el racismo -los moros, los negros, los “otros” racializados de turno, esencialmente incapaces de contener sus impulsos sexuales-. A nosotras, por el contrario, se nos presupone pasivas, atesoradoras de un deseo celosamente guardado para recompensar, para agradecer con él a un varón. De ahí provienen algunas de las objeciones feministas a la Ley del Sí es Sí, que tal y cómo está formulada nos ata a esta concepción de la sexualidad femenina, mientras sitúa la agencia y el deseo en el terreno masculino. Nos envía un mensaje inequívoco: el sexo y el placer son dominios de los hombres, territorios hostiles para las mujeres.
Asistimos también a esos peligros: de la victimización y el mojigatismo sexual. Las campañas de terror sexual desatadas en los medios después de violaciones y asesinatos son funcionales a la limitación de los comportamientos y movimientos de las mujeres; a su contención, personal y sexual. El miedo nos hace más pequeñas, nos encierra, nos hace restringir movimientos y dejar escapar oportunidades.
También inaugura un nuevo peligro de reforzamiento del sistema penal, tanto por la cuestión de las violencias machistas, como por los llamados “delitos de odio” –que se han impulsado en parte por una demanda de colectivos LGTBIQ–. Aquí, en vez de atender a una dimensión política que tiene como horizonte la transformación social, se buscan respuestas en un sistema judicial que es patriarcal y que pone en el centro el castigo y la victimización; se individualizan los casos y las soluciones mientras se deja de lado su dimensión estructural.
¿Qué hemos ganado y qué nos queda por ganar en la lucha contra todas las violencias? ¿Hay que volver a hablar de sexo o simplemente confiar en que la sociedad ya está en lugares distintos? ¿Los discursos reaccionarios respecto de la sexualidad/identidades no normativas pueden tener consecuencias más allá de lo simbólico? ¿Cómo trascendemos la victimización? ¿Qué soluciones más allá del Estado somos capaces de imaginar y de poner en marcha? ¿Qué significa realmente tener una visión antipunitiva, se refiere solo a rechazar el ámbito penal –como solución privilegiada– o podemos estar reproduciendo su marco político/afectivo en nuestros entornos y organizaciones? ¿Qué pasa con la violencia que recibimos las disidentes sexuales o de género? ¿Cómo se combaten? ¿Cuando hablamos de violencia machista estamos incluyéndolas? ¿Por qué no?
La cuestión del sujeto
El feminismo ilustrado de la órbita PSOE –pero también sectores de los nuevos feminismos radfem– quieren erigirse en vigilantes de las fronteras del sexo: quién puede definir qué es una mujer podrá convertirse en portavoz de sus demandas –sobre todo en portavoz institucional–. En el feminismo de base, que hace bandera de la diversidad de su composición, hay menos debate pero lo hay ¿hemos retrocedido en esta cuestión? Tanto esta guerra como la de la prostitución en muchos sitios también se han lanzado para romper las asambleas del 8M –cuyas demandas les resultan demasiado radicales- y descomponer parte de la fuerza del movimiento con el objetivo de obtener un feminismo más “manejable” para el poder. Además, sabemos que no es un debate teórico porque el sujeto del feminismo (como cualquier otro sujeto de transformación) se forma en las propias luchas.
¿Ha dejado de tener valencia política la categoría mujer? ¿Es útil? ¿Podemos superarla incluyendo a todos los sujetos que desafían el orden de género?
Cuando los fundamentalismos cristianos y las extremas derechas hablan de ideología de género no distinguen, hacen causa común contra los derechos de las mujeres y las disidencias sexuales: ambos desestabilizan el orden social. Entienden, mejor que algunas feministas, que es parte de la misma guerra. Desde una perspectiva de las visiones más emancipadoras, no podemos pensar un feminismo como exclusivo de las mujeres, de sus cuerpos o de sus experiencias. ¿Ha dejado de tener valencia política la categoría mujer? ¿Es útil? ¿Podemos superarla incluyendo a todos los sujetos que desafían el orden de género? ¿Y a los hombres? ¿Siguen siendo útiles estas identidades? ¿Cómo rompemos fronteras identitarias de nuestras luchas que nos impiden lanzar luchas más fuertes? ¿Se pueden tratar de derrocar el orden social desde luchas compartimentadas? ¿O cómo se podrían componer entre sí? ¿Tenemos que abandonar estas luchas compartimentadas y sumarnos a movimientos de transformación más amplios? ¿Las llevamos al interior de las organizaciones por la vivienda, el trabajo, a los espacios de apoyo mutuo, etc…)? ¿O seguimos en espacios “separatistas”?
La cuestión de la clase
El feminismo institucional se mueve mejor en las cuestiones sexuales. Si el eje que explica la desigualdad de género es el sexual, todas estamos oprimidas por igual, mientras que si se le da centralidad a la división sexual del trabajo quizás hay que empezar a reconocer las diferencias entre nosotras. No somos todas iguales. Hacerse con el capital político del feminismo se vuelve así más resbaloso cuando su contenido se une a cuestiones materiales y redistributivas como pretende el movimiento de base. Desde ese feminismo nos llegan demandas que son ignoradas o arrinconadas por los partidos “feministas” de gobierno, como las sindicales, muchas de ellas relacionadas con el sector de cuidados, –las de las trabajadoras domésticas que no tienen todos los derechos o las de las Kellys, descontentas con la reforma laboral, entre otras–. También se omiten las luchas que tienen que ver con la desprotección en la que quedan las migrantes sin papeles o las que están sujetas a las restricciones que les impone la Ley de Extranjería. El feminismo como ideología de gobierno tiene muchas dificultades para asumir estas demandas.
Desestabilizar el orden de género tiene que hacer parte de un proyecto más amplio de transformación de carácter universalista que se oponga al capitalismo y al colonialismo
Nosotras creemos que desestabilizar el orden de género tiene que hacer parte de un proyecto más amplio de transformación de carácter universalista que se oponga al capitalismo y al colonialismo. ¿Sirve el feminismo para hacer esto? ¿Por qué? ¿Es deseable seguir apoyando un feminismo interclasista como la alianza que se materializa en las grandes manifestaciones del 8M donde caminamos junto a ministras, empresarias y aquellas que quieren su 50% del infierno? ¿Para qué nos es útil? ¿Justifica la ofensiva reaccionaria la necesidad de estas alianzas? ¿Cómo avanzar entonces con nuestras propias propuestas?
Organización y herramientas de lucha
Hablar de organización es hablar de cómo imaginamos las luchas presentes y futuras, sus conflictos y los espacios de articulación y potencia que despliegan. A nuestro modo de ver es pensar los lugares posibles de creación de contrapoder y actualizar nuestras prácticas para ir construyendo otra sociedad posible. Si abandonamos cualquier ilusión de lo que se puede alcanzar mediante la política institucional ¿cómo construimos estos otros espacios que articulen unas prácticas autónomas, antipunitivistas capaces de poner la reproducción de la vida, la clase, las luchas antiracistas en el centro? ¿Cómo generamos contrapoderes que transformen la realidad existente? ¿Tiene el feminismo que atravesar otras luchas en marcha o debe configurarse en espacios separatistas que impulsen una agenda feminista específica? ¿Deben acaso estos espacios hacerse eco de las otras luchas de transformación social o de ampliación de los sujetos políticos? ¿Se puede hacer una política de transformación efectiva desde el identitarismo? ¿Qué fuerzas nos dejamos fuera si definimos estrechamente los límites del sujeto de lucha? Si decimos que nuestra lucha es por cambiar la sociedad, ¿acaso para eso no necesitamos también a los hombres cis?
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Que las instituciones, e incluso el capitalismo, actúen desde el "feminismo" no es más que una estrategia de fagocitosis para neutralizarlo. Considerarlo como feminismo es hacerles el juego, es blanquearles su finalidad desmovilizadora por cuatro migajas.
Sobre la categorización como víctimas, al decir que es una concepción católica y que hace pasivas a las mujeres en su sexualidad, con el consiguiente refuerzo de los marcos estructurales de la violencia de género, paso del estupor al cabreo. Cuando nos matan, nos apalean, nos violan, compran nuestros cuerpos para su uso y disfrute, tenemos salarios más bajos, somos más pobres, no nos dejan expresar nuestro género con independencia de nuestros genitales...somos las víctimas. Esa es la palabra que define la situación que vivimos en esta sociedad patriarcal, no es una opinión es un hecho. Pero si se quiere confundir el concepto víctima con victimización (querer ser víctima) y concepto mojigatería (no querer demostrar que tenemos deseo sexual) con aclarar al hombre si nos apetece o no follar, a mi me da que no estamos hablando de lucha feminista, es más, no sé ni de qué estáis hablando.
Y sí, el sistema judicial es patriarcal, pero no porque ponga en el centro el castigo y la victimización, sino porque hay doble vara de medir, según seas mujer, hombre o ninguna de las dos opciones, o seas pobre o ricx, blancx o negrx....
El poner adjetivos al feminismo como interclasista, identitario/separatista...es dañar el concepto tan universal de igualdad entre hombre y mujer, que es también igualdad entre hombres e igualdad entre mujeres, de manera que lleva implícito la igualdad entre personas (sin etiquetas).
La igualdad entre personas es acabar con todas las estructuras sociales, culturales, etc, que conllevan cualquier desigualdad injusta. Y esto es el FEMINISMO, y aquí entramos todxs lxs que realmente queremos acabar con cualquier, y digo cualquier, Injusticia desde la honestidad.
Por desgracia se avanza muy lento en el derribo del patriarcado: machismo más neoliberalismo. Así, necesitamos el feminismo más que nunca. Es desde esta óptica feminista, sin etiquetas que pongan palos a las ruedas, desde donde se debe iniciar todas las luchas.
¡Enhorabuena! Necesitamos más reflexiones como esta. Mucha gente habla de lo mala que es la ultraderecha, o del miedo que les da, o de cómo combatirla, pero casi nadie analiza seriamente las causas de su éxito.
Soy hombre cis, anarquista cardíaco y ex-feminista radical. Sí, ex. De hecho soy una de las muchas víctimas del feminismo. El feminismo hegemónico, o 'de Estado' como se le llama aquí muy acertadamente, me ha arruinado la vida para siempre. Como bien dice una amiga abogada, en este país los hombres vivimos en libertad condicional permanente. Es decir, tenemos menos derechos que las mujeres. El afán punitivo y legislativo nos ha llevado a una situación injusta de la que tenemos que salir lo antes posible, o acabará explotando.
Por mucho que me repugne, sería deshonesto no admitir que cada vez me identifico más con algunos de los discursos de Vox. Por supuesto no les voy a votar, porque les he visto el plumero y sé que es todo fachada. Pero otra gente sí, les votará.
La izquierda se ha perdido en el posmodernismo, y el mundo se está llenando de ex-feministas con sed de venganza, un combustible muy valioso para los reaccionarios. No sé vosotras, pero esto no es lo que yo tenía pensado cuando me apunté al feminismo.
Un hombre hetero comentando. De corazón os digo,qué pena que no publiquéis mi comentario de hace unos días y deis cabida al espíritu crítico entre mujeres. Que digo yo que tendremos algo que decir sobre este artículo. Gracias por estar Salto,pero qué pena que no estéis a esto.
Me gustaría que se hablase de la violencia que ejercen las mujeres, pues todos usamos la violencia que tenemos a nuestro alcance. Alguien fuerte utilizará su físico contra el pequeño y este usará la violencia psicológica contra los fuertes y no solo para defenderse. No hay bellas ni bestias, solo humanos destructivos que quieren dejar de serlo.
Sucede que vamos demasiado deprisa y necesitamos soluciones rápidas para la inmensa maraña de problemas que se nos presentan a diario. Y sobre todo, somos muy tontos/as, y si no explicamos las cosas debidamente, caemos en la dicotomía del bien y del mal: blanco y negro; mujer y hombre; etc.
Recuerdo un documental que compartieron en el mensual anarquista Todo por Hacer, sobre la revolución de las mujeres de Rojava. En una escena aparecía una especie de campo de reconversión para hombres. Las mujeres reían cuando les preguntaban cómo se las arreglaban sin hombres en invierno, desde la cima de un monte mientras miraban, abajo, lejos, a un grupo de hombres agazapados tras una roca, en el lecho de un río, esperando a ser reconvertidos. Desde TPH aplaudían esta feliz idea.
Para entender el sexo hace falta estudiar un poco de biología y entender porqué está ahí. Ver que existe una cosa llamada ritos de apareamiento y todo lo que eso supone en las relaciones entre los sexos y las violencias que se ponen a disposición de unos y otras.
Lo de rebelarse contra la genética es algo para el siglo que viene, o el siguiente.
Hay muchas cosas interesantes mezcladas con preguntas conducidas hacia ideas muy desafortunadas. Juego la vida a que esto no lo habéis escrito ni una mujer,ni trans,ni una migrante pobre.
Empezar diciendo que el feminismo es hegemónico me parece un desfase: cuando estàn violando, fuera y dentro de casa;nos echan de los trabajos al emarazarnos,hay países donde abortar es ilegal; la mayoría de las que hacemos trabajos de cuidados totalmente invisibilizados somos mujeres y trans, o sea, decir que el feminismo ahora es hegemónico es un desfase que no os podéis permitir. La mayoría de las identidades medicalizadas y patologizadas por depresión,ansiedad, las que tenemos trabajos peores pagados,las trabajadoras del hogar y maternando criaturas, joder,es que me parece mentira leeros así. Trabajo en una tienda de artesanía y el 80%de las identidades mujeres se compran lo que les gusta a a su marido; tengo mil amigas madres solteras con padres vientos maltratadores que les hacen la vida un infierno; y otras cientas en relaciones abusivas de dependencia donde los señoros,no siempre ni solo hombres cis aunque mayoría, con autoestimas hundidas sujetando los egos machunos. De verdad vamos a empezar a hablar de sexualidad libre cuando la mitad de la población sigue sintiendo vergüenza en gran mayoría por la manera en que es mirada su regla? Educación hacia el asco, hacia la depilación laser,la anorexia, la sobrecarga de responsabilidades emocionales,todo vinculado a la identidad mujer. Y vamos a cuestionar que las identidades de género no generan identidad y las violencias adscritas a dichas identidades ,cómo las vamos a desactivar? Este escrito,os sugiero que penséis hacia quién iría dirigido, es una de las claves, hacia quién para que se sientan interpeladas a currar cambios: porque el feminismo de base es consciente ya de todo este curro que queda. A un señor intelectualoide de izquierda con sus privis le vendría genial leer este artículo. Responsables todas,pero a la hora de la verdad, responsabilidad de boquilla un poco.
Yo soy un hombre étero que desde que tiene uso de razón no ha podido encontrar una sola, una ídem que justifique la desigualdad o la "discriminación" (léase como la exclusión y o motivo de despreccio y victimización con todo lo que conlleva) por motivos de sexo, color de la piel etc., al que, también le surgen algunas dudas:
Es feminismo equivalente a igualdad entre los diferentes sexos, incluid@s todas las variantes, color de piel, lugar de nacimiento, etc., o no?
De ser la respuesta afirmativa, qué problemas tenemos, aparte de una lucha internecina por el poder entre nosotras? No estamos siendo inconsecuentes con la acepción "feminismo"?
Importa la persona (ser miembr@ de la raza humana) en si, o si ha cambiado de género?
Es feminismo llegar a una posición de poder usando las mismas heramientas que usa el patriarcado?
Importa más quién que el cómo?
Que significa ser "femenina" o "masculina" y quien se atribuye la definición?
No estamos replicando los mismos patrones "patriarcales" en la lucha por la igualdad?
Puede alguien citar a una, solo a una, reina, primera ministra, gran empresaria, acaudalada, que practique la prostitución pasiva ( que cobre por prostituirse) o alquile su vientre?
Pierde una nacida mujer algún derecho, prestigio o reputación por el hecho de que una nacida hombre sea reconocida como mujer o ganamos todas?
Qué diantres nos puede importar como se defina un@ miembr@ de la raza humana, su vestimenta, comportamiento, etc., siempre que respete a l@s demás y contribuya a enriquecer la diversidad?
Tan insegur@s somos que necesitamos el aprobado para poder vivir nuestras vidas con mínimo de dignidad?
Aparte de preguntas, tengo algo que narrar: Soy padre de una hija de 41 años de edad (descendiente única) a la que he tratado de educar en igualdad, sopena de los, seguramente, machismos subyacentes de una persona que nació hace 67 años y vivió sus primeros diecinueve en este país. He tenido que forzarme a ver durísimos documentales sobre las abyectas prácticas más horrendas del patriarcado basadas en La Cultura. siempre las Culturas de los países en donde se llevan a cabo día sí y día también.
Desde la compraventa, ( por un paraguas averiado y un par de barriles de cerveza) de una menor de 12 años que aparentaba, por su tamaño, ser más joven que mi hija de siete. Como su marido metía a la menor, -ignorando los alaridos de miedo y sus lágrimas- en un saco para llevarla a su nuevo hogar.
Su madre (también de doce otr@s herman@) aconsejaba a la niña que, hiciera lo que hiciera su marido de veinticinco, no huyera de su nuevo hogar: una choza de paja en la que dos años más tarde la encontro una señora de nacionalidad británica que, a menudo, tenía que caminar dos días para llegar a esos remotos lugares. La encontró sola, incontinente y destrozada. Incontinente porque, aunque supuestamente, no deberían haber practicado sexo hasta los caatorce, su marido la forzó. El exmarido se había llevado a la criatura porque era varón.
Ahora vemos en los noticiarios, sin inmutarnos,como en Afganistán -no és el único país- muchos padres, alegando no poder mantnerlas venden a sus hijas de cinco años a pervertidos pederastas.
Ya, para terminar: Que clase de sociedad permite estas "culturas"?
En que les fallamos a nuesto@ hij@s para que en el siglo XXI sigan sucediendo estas atrocidades?
Estamos practicando el feminismo integral o solo el que nos conviene a cada un@ de nosotr@s en particular? Regional, nacional o universal?
Es abolición real de la esclavitud -allá donde ocurra- un cometido feminista o no?
Educamos o dejamos que los de siempre nos eduquen?
Vamos a seguir peleandonos por el color de las cortinas o el palabro que vamos a usar?