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Feminismos
El feminismo afianza su propia revolución en Túnez
La Revolución de los Jazmines parece marchitarse. Una oleada de protestas agitó el país en enero y febrero, coincidiendo con el décimo aniversario de la caída del dictador Ben Ali, génesis de las Primaveras Árabes. Aproximadamente 1700 manifestantes han sido detenidos y uno de ellos falleció desde que comenzaron los disturbios. Túnez es hoy un país desangrado por una grave crisis económica agudizada por la pandemia, y en el que la mayoría de sus ciudadanos adolece de falta de oportunidades tras una década de frágil proceso democrático.
Las promesas de cambio que inspiraron la revolución de 2011 han quedado reducidas a papel mojado y decepción, excepto para el movimiento feminista que sí ha ganado influencia en la sociedad tunecina y hoy celebra el Día Internacional de la Mujer. Las mujeres han pasado a ocupar un papel crucial en política, con una presencia incuestionable en el aparato de poder del Estado; un escenario histórico sin precedentes en los países de la región.
En la última década, las tunecinas se involucraron activamente tanto en la lucha por sus derechos como en reivindicaciones colectivas. Además, los expertos coinciden en que jugaron un papel fundamental en las protestas gracias a su papel pacificador y al sentimiento de unión que emergió con la revolución.
“Túnez fue el país con más mujeres en la calle; aquí hubo un movimiento de solidaridad entre nosotras, al contrario que en los otros países árabes”, explica a este periódico la cofundadora de la Asociación Tunecina de Mujeres Democráticas (ATFD, por sus siglas en francés), Nabila Hamza.
El primer éxito de las mujeres en la Túnez post-Ben Ali fue la Ley Electoral de 2011. Esta fue votada para formar la asamblea nacional que debía redactar la nueva constitución, e imponía la paridad y la alternancia de candidatos y candidatas en las listas electorales. La disposición, apoyada por progresistas e islamistas, permitió que las mujeres se sentaran en más del 40% de los escaños de esta asamblea.
Como resultado, la Constitución de Túnez de 2014 contempló normas nunca vistas siquiera en algunos países de Occidente. Entre ellas, el artículo 20 que procura “la igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer”; o el artículo 46, que garantiza la “igualdad salarial” y “la paridad entre hombres y mujeres en todas las asambleas electas”.
Ley Electoral de 2011, apoyada por progresistas e islamistas, permitió que las mujeres se sentaran en más del 40% de los escaños de esta asamblea nacional que debía redactar la nueva constitución
Desde la Revolución de los Jazmines, Túnez también ha progresado en la prevención y el castigo a cualquier tipo de maltrato contra las mujeres. En julio de 2017, el parlamento aprobó una ley pionera en el mundo árabe, reconociendo la violencia de género como un problema nacional. El texto también protege a las menores que sufrían violaciones; sus agresores ya no quedaban impunes aunque contrajesen matrimonio con las víctimas.
“Esta nueva legislación, inspirada en la ley española [Ley Integral contra la Violencia de Género, 2004], ha significado un logro muy importante para los derechos de las mujeres en Túnez, que ni siquiera se contempla en muchos países europeos”, apunta la vicepresidenta de la Federación Internacional de los Derechos Humanos, con sede en París, Hafidha Chekir.
Desafíos actuales
Sin embargo, el último informe publicado por el Centro de Investigación, Documentación e Información de la Mujer (Credif, en fránces) sobre violencia de género en espacios públicos, revela que tres de cada cuatro tunecinas han sufrido violencia sexual fuera de su hogar. Una situación de vulnerabilidad que también se produce dentro de los domicilios, y que se acentuó con el confinamiento durante la pandemia. Hasta junio de 2020, según la ex ministra de la Mujer y la Familia, Asma Shiri, las denuncias por cualquier tipo de violencia contra la mujer se multiplicaron por siete durante la cuarentena.
Aunque si hay una reivindicación fundamental en la que coinciden las mujeres feministas en Túnez, ésa es la herencia igualitaria. Se trata de uno de los últimos ámbitos del ordenamiento jurídico que no responde a los principios de la nueva constitución y se rige por la sharía (ley islámica). La periodista Khadija Souissi, especializada en Estudios de Género, afirma con rotundidad que los próximos desafíos de la mujer en Túnez pasan por “conseguir la herencia paritaria, y acabar en la práctica con la disparidad salarial”.
Tres de cada cuatro tunecinas han sufrido violencia sexual fuera de su hogar. Una situación de vulnerabilidad que también se produce dentro de los domicilios, y que se acentuó con el confinamiento durante la pandemia.
La herencia no igualitaria emana del Corán e impone que las mujeres deben heredar la mitad de los bienes que el hombre, ya que era éste quien debía asumir la responsabilidad económica de la familia, según el libro sagrado de los musulmanes. Un debate que ya se abrió en 2018, cuando el gobierno del progresista Beji Caïd Essebsi se posicionaba a favor de legislar sobre la igualdad de derechos sucesorios. No obstante, este intento se truncó debido a la férrea oposición de los sectores más conservadores de la sociedad tunecina, y a la complicidad de gran parte de la formación islamista Ennahda.
Otra de las grandes demandas es el matrimonio entre musulmanas con hombres de otra religión. En 2017 se aprobó bajo el ejecutivo de Essebsi, pero la realidad es que pocas mujeres encuentran notarios que “quieran contradecir sus convicciones” para participar en estos enlaces por lo civil.
La complejidad del feminismo en Túnez
Túnez ha disfrutado tradicionalmente de espacios de libertad y progreso más ambiciosos que los de sus vecinos árabe-mulsulmanes en materia de igualdad. Su primer presidente, Habib Burguiba, abolió la poligamia, impuso el matrimonio de mutuo acuerdo y aprobó el divorcio en 1957, casi veinticinco años antes que en España; o el aborto, aprobado en 1973, adelantándose a países como Estados Unidos, Francia o Alemania.
“La emancipación de la mujer tunecina de hoy es una extensión de los avances reformistas de Burguiba, que sirvieron para empezar a igualar al hombre y a la mujer en nuestro país”, reconoce la Premio Nobel de la Paz, Ouided Bouchamaoui, desde su despacho en Túnez capital.
Desde la caída de Ben Ali, el hombre que dirigió el país como una dictadura prácticamente impermeable desde 1987, una amalgama de partidos laicos, liberales y socialistas, pero también islamistas, han acelerado un proceso de igualdad entre hombres y mujeres que parece tan imparable como intrincado.
Con Burguiba, Túnez aprobó el divorcio en 1957, casi veinticinco años antes que en España; y el aborto en 1973, adelantándose a países como Estados Unidos, Francia o Alemania
La irrupción del partido islamista Enhahda (Partido del Renacimiento) desde 2011 y su líder Rachid Ghanouchi, que volvió de un largo exilio tras la huida de Ben Ali para desempeñar un rol central en la política tunecina, complican el camino hacia la igualdad de derechos y oportunidades. Inspirado en la ideología de los Hermanos Musulmanes en Egipto, el Partido del Renacimiento ha ido moderando su discurso para amoldarse a los nuevos tiempos.
Hoy, Ennahda sigue siendo el partido predominante en el parlamento de Túnez, a pesar de haber perdido influencia, y es el que más diputadas aporta. A este partido pertenece Souad Abderrahim, que en 2108 se convirtió en la primera alcaldesa de una capital del mundo árabe. Las parlamentarias de Ennahda reivindican “su propio feminismo”, rechazan algunos de los derechos que ya se creían consolidados, como el aborto, y defienden otros como la herencia igualitaria. La participación política del fundamentalismo religioso de los salafistas, condenados al ostracismo con Ben Ali, supone la mayor amenaza de regresión para el feminismo.
“Los países musulmanes viven hoy una esclerosis religiosa. Los católicos tuvieron el Concilio Vaticano II en los años 60, nosotros aún lo esperamos, y ese es hoy nuestro desafío capital”, apostilla en perfecto castellano Nabila Hamza. Para esta reconocida intelectual “el islamismo y el feminismo no son compatibles”.
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Me parece una buena noticia, las mujeres de esa tierra necesitan ser tratadas de igual a igual. Ánimos!!
Gabe Abrahams Villaescusa
Tenéis mucha faena me hacer en muchos países donde la mujer está agredida continuamente por costumbres y normas primitivas, ... montad chiringuitos subvencionados en todos estos países para que dentro de 500 años podamos manifestarnos el 8M