Estados Unidos
Mark Bray: “En Estados Unidos nos encontramos ante una situación sin precedentes para el antifascismo”

Mark Bray es historiador especializado en materia de derechos humanos, terrorismo y política radical. Fue uno de los impulsores del movimiento Occupy Wall Street y cuenta con dos libros publicados en España: La traducción de la anarquía (Volapük Ediciones, 2015), con el que nos acerca a la experiencia de Occupy, y Antifa (Capitán Swing, 2017), el detallado estudio de la historia del antifascismo y de la filosofía que subyace al movimiento que se convirtió en todo un superventas sobrepasando el nicho de la izquierda alternativa. Sus trabajos han aparecido en The Washington Post, Foreign Policy, Critical Quarterly y ROAR Magazine. Después de una estancia en España, volvió hace un año a su país para darse de bruces con un nuevo mandato de Donald Trump. Actualmente es profesor de historia en la Universidad de Rutgers de Nueva Jersey.
En los días posteriores a la Orden Ejecutiva de Trump que designó a Antifa como “organización terrorista” y a la entrevista con Mark Bray, el autor empezó a recibir amenazas que le han obligado a trasladarse a España con su familia, según explica en un mensaje enviado el domingo 5 de marzo: “Varias figuras famosas de la extrema derecha me atacaron en X, lo que ha hecho que reciba amenazas de muerte. La organización de Charlie Kirk, Turning Point USA, ha intentado que me despidan de mi trabajo, y el fin de semana pasado recibí un correo electrónico amenazante señalando mi dirección particular. Por todo ello me he visto obligado a trasladar todas mis clases a internet y mudarme con mi familia a Madrid para pasar el año. Espero que para entonces la situación se calme. Ya veremos”.
No hace ni un año de la toma de presidencia de Trump y, en estos pocos meses, Estados Unidos se ha adentrado en una espiral autoritaria sin precedentes en la historia reciente norteamericana, con un retroceso evidente en materia de derechos civiles y de protección a las minorías. Y no parece que haya posibilidad de revertir ese proceso en el corto plazo; precisamente el asesinato de Charlie Kirk ha venido a apuntalar esa tendencia, un hecho que el movimiento MAGA ha achacado a la izquierda, aunque sin una base concreta.
Sí, así es. Básicamente, Trump y sus aliados están utilizando el miedo y la indignación, muy reales, de muchos conservadores cristianos, blancos, frente a una década de progreso social en términos de género, raza, sexualidad, etc., para intentar revertir victorias —incompletas— de los movimientos sociales y “hacer a Estados Unidos grande de nuevo” regresando a un pasado imaginario donde los hombres cristianos blancos gobernaban en todos los aspectos de la vida. No critican la democracia en sí, sino que argumentan que “la izquierda” ha estado haciendo trampas y robando elecciones y, por lo tanto, para salvar la democracia, deben destruirla.
Por su parte, los movimientos sociales llegaron a esta administración Trump debilitados por la represión a la que habían venido enfrentándose por las protestas en defensa de la causa palestina. Bueno, también hay que destacar que dicha represión fue perpetrada al igual por republicanos y demócratas en puestos de poder.
Y sí, incluso antes de que hubiera evidencia alguna sobre quién disparó a Charlie Kirk, Trump atribuyó el tiroteo a “la izquierda”, así, en genérico, aunque las ideas políticas del autor de los disparos no encajaran perfectamente en ninguna perspectiva ideológica. De hecho, aunque Tyler Robinson estaba más influenciado por los videojuegos e internet que por cualquier otra cosa, la derecha sigue catalogándolo de izquierdista.
Siguiendo la tradición de autoritarios de generaciones pasadas, creo que lo que se busca es dar la impresión de emergencia para declarar “temporalmente” la ley marcial, ya sea de manera explícita o implícitamente
Precisamente Trump acaba de firmar una orden ejecutiva que designa a Antifa como “una organización terrorista doméstica”, ya hizo un amago en su primer mandato tras la muerte de George Floyd. Hemos hablado en otras ocasiones de que lo que su administración denomina como tal no es una organización, no cuenta con estructura organizada, no tiene líderes… Estaría, pues, intentando ilegalizar unas ideas, algo así como si quisiera proscribir el ecologismo o el feminismo. En todo caso, ¿cómo se podría concretar esa decisión en la práctica?
Si bien es cierto que Trump declaró su intención de convertir Antifa en una organización terrorista en 2020, no llego a materializarlo. Todo fue pura apariencia. Esta vez, sin embargo, emitió una Orden Ejecutiva, pero aún no tiene fuerza legal específica, ya que no existe un mecanismo legal para que grupos nacionales sean designados oficialmente como organizaciones terroristas. Es difícil predecir qué va a significar esto en la práctica. Por supuesto, el riesgo es que se convierta en una nueva categoría para reprimir la disidencia en general: cuatro días después de la Orden Ejecutiva que catalogó a Antifa como organización terrorista, el Departamento de Seguridad Nacional emitió un comunicado condenando la violencia “alineada con Antifa”. Así pues, podemos ver que en muy poco tiempo se ha ampliado el alcance de su término represivo de manera lo suficientemente ambigua para incluir ahí a quien les dé la gana. Y, de hecho, el comunicado calificó varios actos de violencia cometidos por personas sin ideología política identificable, como el tiroteo del director ejecutivo perpetrado por Luigi Mangione, como “violencia de izquierda”. En fin, siguiendo la tradición de autoritarios de generaciones pasadas, creo que lo que se busca es dar la impresión de emergencia para declarar “temporalmente” la ley marcial, ya sea de manera explícita o implícitamente.
Lo cierto es que esa medida, como otras similares —hace unos días reunió a todos sus generales para exhortarles a “vigilar al enemigo interior” y justificar el despliegue militar en las ciudades estadounidenses— vienen a incidir en la estrategia de represión a todo lo que huela a izquierda e incluso a progresismo en su sentido amplio.
Sí, claro. Trump acaba también de emitir una directiva de seguridad nacional para “contrarrestar el terrorismo doméstico y la violencia política organizada” dirigida a cualquier organización, grupo o individuo que muestre alguno de los siguientes indicadores de violencia: antiamericanismo, anticapitalismo, anticristianismo, apoyo al derrocamiento del gobierno de Estados Unidos, “extremismo migratorio”, “extremismo racial”, “extremismo de género”, hostilidad hacia quienes mantienen las ideas tradicionales estadounidenses sobre la familia, la religión y la moralidad… Incluso asocian a las ONG liberales a lo que denominan “violencia política de izquierdas”.
Creo que el objetivo de todo esto siempre ha sido representar al Partido Demócrata como una hidra de múltiples cabezas: una cabeza es Antifa, otra es Black Lives Matter, otra es la DEI (políticas de diversidad, equidad e inclusión) o la Teoría Crítica de la Raza (CRT), y otra son las personas transgénero y el feminismo. En cierto modo, adopta una estructura similar a la teoría del Gran Reemplazo, lo que hace que todas estas cosas sean, según su manera de pensar, manifestaciones nefastas del Partido Demócrata y, en última instancia, se podría rastrear todo hasta el dinero judío personalizado en George Soros.
Lo que realmente necesitamos es una huelga general, pero la fuerza laboral estadounidense no está tan sindicalizada como en otros países y sus líderes no son militantes. Muchos, probablemente la mayoría de los estadounidenses, ni siquiera sabe qué es una huelga general
Pese a todo, y visto que el partido Demócrata sigue en estado de shock e incapaz de plantear una alternativa eficaz al autoritarismo de Trump, nuevamente es la sociedad civil, el activismo, las organizaciones sociales y los sindicatos los que están plantando cara en todas partes. Lo hemos visto en Los Ángeles, en Washington y en tantos sitios.
Sí, el principal movimiento de oposición es el de resistencia al ICE (el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EEUU), que en su mayoría se ha materializado en organizaciones locales que monitorean e intentan interferir en las acciones de la agencia en barrios de inmigrantes. Esto también ha incluido protestas regulares frente a sus instalaciones, que a menudo han sido atacadas con armas químicas y proyectiles no letales, particularmente en Chicago. Los liberales también organizaron una protesta denominada Sin Reyes en primavera, que tuvo una gran repercusión en todo el país, y aparentemente se planea otra para el próximo mes. La gente en Washington DC y Los Ángeles también ha protestado de manera bastante contundente contra la ocupación de sus ciudades por parte de la Guardia Nacional. En fin, parte del problema de intentar agrupar la resistencia a sus políticas es que Trump está atacando de tantas maneras a la vez que ha dividido a la gente.
Lo que realmente necesitamos es una huelga general, pero la fuerza laboral estadounidense no está tan sindicalizada como en otros países y sus líderes no son militantes. Muchos, probablemente la mayoría de los estadounidenses, ni siquiera sabe qué es una huelga general —ese es, sin duda, el caso de mis estudiantes universitarios—. Creo que nos encontramos ante una situación inusual y posiblemente sin precedentes para el antifascismo: hemos superado el antifascismo preventivo de los grupos antifa de posguerra, que buscaban mantener a la extrema derecha fuera del poder; sin embargo, aún no hemos llegado al antifascismo de la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial, caracterizado por la guerra abierta y de operaciones guerrilleras partisanas. Espero que no acabemos en esto último.
Cambiando de tema, como judío que bebe de la tradición progresista de izquierdas de ese pueblo, has afirmado en numerosas ocasiones tu defensa de los derechos del pueblo palestino y contra el colonialismo y el genocidio que se está perpetrando en Gaza. Vemos ahora mismo que el régimen sionista se mantiene básicamente, y casi exclusivamente, por el apoyo de Estados Unidos y esa soledad ha quedado patente en la última asamblea de la ONU. ¿Se puede mantener ese apoyo indefinidamente?
Así es, soy orgullosamente judío antisionista. Pero es que somos muchos, sobre todo entre las generaciones más jóvenes aquí en Estados Unidos. Si bien el apoyo a Israel sigue siendo muy fuerte en este país, se ha debilitado en los últimos dos años. Por ejemplo, una encuesta reciente mostró que el 60% de los votantes desaprueba que se envíe ayuda militar a Israel. Además de la oposición de la izquierda, cabe mencionar que también ha habido cierta oposición al apoyo a Israel por parte de ciertos segmentos de la extrema derecha, como Tucker Carlson, basada esencialmente en motivos antisemitas. Sin embargo, el lobby sionista sigue siendo muy poderoso y la élite política de este país ha invertido mucho, tanto literal como figurativamente, en la negación del genocidio palestino en estos últimos dos años. En todo caso, con Trump en el cargo, hay poco margen para un cambio político significativo y temo que pueda pasar otra generación para que termine el apoyo incondicional a Israel.
¿Hay algún dato que nos permita ser optimistas en el medio plazo con respecto a la situación en Estados Unidos?
Bueno, parece que tanto Trump como sus políticas en realidad no gozan de tanto apoyo popular. Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses desaprueban su gestión en casi todo esto. Además, muchos liberales se están volviendo más militantes y cada vez tienen menos confianza en que las formas de resistencia tradicionales sean suficientes. Así que tal vez veamos una ola de resistencia verdaderamente histórica en los próximos años. Si no, me temo lo peor.
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