
“Tío, esto es mejor que la droga.”- Un encapuchado a otro en la batalla de Urquinaona.
Mirar a un lado, mirar a otro. Sentirte libre, al fin. Tras lo ocurrido la última semana en Cataluña, queríamos compartir con vosotras algo al respecto. Os proponemos una lectura de lo que ahora está ocurriendo. No tiene un orden, ni una idea principal. Más bien, un mensaje a todas las que representan el tumulto. Os invitamos a leer el texto como más os plazca, de abajo arriba, o saltando de párrafo en párrafo. Como en la revuelta, los fogonazos son imprevisibles y desordenados.
1:
En ocasiones, cuando hay poca luz basta una simple chispa para conocer lo que te rodea. En ocasiones, en la soledad una simple voz se convierte en comunidad. En ocasiones, una ostia de un madero no indica dolor, tan solo saber que estás vivo. En ocasiones, basta tan solo una mirada y un lugar para conocerse plenamente.
2:
Se les ve en los ojos el miedo, el miedo al tumulto, a la masa revuelta, a nuestras sonrisas cómplices. Y de repente, la calle se convierte en nuestra. Porque una calle nuestra es una calle con nosotros. Durante la revuelta, la gente escoge su bando. Solo hacía falta mirar a los balcones de los pisos turísticos para darse cuenta de la disconformidad de los turistas. Algunos bajaban a grabar y hacerse selfis en la barricada, como si se tratase de un pasatiempo típico del sur de Europa. Asombrados, sus móviles acabaron siendo leña de barricada. Mientras tanto, un currante del Delivero aviva la barricada con cartones. A su lado, una camarera de un bar reparte periódicos viejos para ayudar a encender el fuego. La complicidad es siempre una acción, no una idea.
3:
Quito, Santiago de Chile o Barcelona. No se trata de conflictos aislados. Es parte del virus que se propaga, un presentimiento sobre el fin. Un alzamiento de la multitud, de todas. Desde las comunidades indígenas derrocando al gobierno de Ecuador, a chavales catalanes con la camiseta del Barça tirando piedras a la policía. Todas hartas de un presente que no se sostiene, en el que ha llegado el momento de posicionarse, de tomar partido por un bando. Nos han obligado a ello.
4:
En estos días de guerra, de éxtasis total junto a tus hermanas, hemos visto a Pablo Chill-E llevar limones a los manifestantes para paliar el efecto del gas-pimienta tirado por los “pakos”. También hemos visto la solidaridad del sello LaVendición con toda la gente que está en las calles. Porque tenemos algo que nunca tendrá el enemigo: que en nuestras tropas se encuentra lo diferente. Unas tropas que, fundamentalmente, comparten las ganas de querer vivir de otra forma y la sensación de que nos están jodiendo, y que no vamos a aguantar más. Cuando todas las que compartan este sentimiento nos encontremos, seremos imparables. Porque nos necesitamos a todas, desde las que están hartas de no tener pasta, hasta los que teniendo curro viven puteados. También a la familia que va a ser desahuciada y al que roba para llenar la nevera. Cuando esto suceda, entenderemos la magnitud de la catástrofe actual. Solo quedan dos bandos: o nosotros o ellos.
5:
Profanar es devolver lo sagrado, lo exclusivo de los dioses, al uso de los vivos. Cuando el pacifismo radical se opone al alzamiento de la barricada y la quema de contenedores, en realidad está defendiendo el “uso” que el poder le da al contenedor. Nosotras, sin embargo, en esa acción convertimos el objeto para tirar la basura, en el objeto para defendernos de ella, es decir de la policía. Los objetos son siempre sus usos y no sus formas.
6:
Aquí está el 15M de la generación de la crisis. Ya no nos encontrarán más veces sentados en el suelo con las manos en alto. Las manos ya no comunican nada. No hay posibilidad de diálogo, ni de pacto. De repente, nos damos cuenta de que la guerra siempre había estado ahí. Que todo lo que habíamos vivido hasta ahora solo había sido puro espectáculo. Sin embargo, hay quien piensa todavía que la casa se puede limpiar, aunque sepan que está totalmente en ruinas.
7:
En estos días de guerra, el enemigo también se moviliza. El bombardeo continuo desde los medios de comunicación con la supuesta amenaza terrorista que representan los “violentos”, no es más que una muestra del nerviosismo que reina ahora entre las tropas enemigas. Utilizan el antiterrorismo como una forma de gobernar. Porque el poder lo tiene claro. ¿Desobedecer un mandato judicial parando un desahucio? 7 años preso. ¿Currar 12 horas, sin cotizar, por un sueldo de mierda, con miedo al despido? Lo que nos han impuesto, lo que tienes que tragar para ser catalogado como buen ciudadano. Al final, todo va a ser terrorismo menos trabajar. Pues no, hemos dicho basta. Ya hemos comprendido que nuestra única violencia es existir.
8:
En estos momentos uno de nuestros mayores retos es, sin duda, cuidarnos. Porque cuidarnos es estar juntas. Quizás todavía no sabemos cómo vivir detrás de la barricada, pero sabemos que no queremos volver a la soledad cotidiana de nuestras vidas. Darnos una vida en común, en la que ahora mismo, el pasamontaña nos hace estar más seguras y da parecido a lo diferente. Existe una intuición de un nuevo mundo pero, sobre todo, una confirmación de la muerte del viejo, de una civilización agotada.
9:
A quienes todavía no saben dónde ir pero al menos se sienten.
A quienes están detrás, haciendo de la retaguardia un lugar seguro.
A quienes están delante, haciendo del cuerpo una última barricada
A quienes desean y sienten que esto ya no tiene vuelta atrás.
Al tumulto. A la masa iluminada por el fuego.
A todas, pero juntas.
Otoño 2019,
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