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Economía y titulares de guerra
Suenan tambores de guerra en el viejo continente. Aunque para unos pocos, esos tambores suenan más bien a caja registradora. Las guerras siempre han sido un negocio. Siempre hay países y empresas que se aprovechan de los conflictos bélicos, bien sea porque se convierten en los productores y proveedores de aquellos productos que dejan de fluir desde los países en guerra, como el caso de los ingentes beneficios que ha obtenido Estados Unidos con la venta de gas licuado para suplir al gas ruso, bien sea porque se convierten en proveedores de las armas que destruyen esos territorios dejando regueros de cadáveres a su paso, tal y como estamos viendo en las cuentas de resultados y sus valorizaciones en bolsa de las principales empresas armamentísticas del planeta en los dos últimos años.
Que vivimos tiempos convulsos es algo que no se le escapa a nadie. La invasión rusa en Ucrania no parece terminar nunca y nos acercamos a posiciones en las que la desesperación de Putin por acabar de una vez con un conflicto que no es capaz de ganar puede pasar a posiciones más agresivas. Pero también vemos a presidentes como Emmanuel Macron hablando de saltarse las normas internacionales mandando, ya no solo dinero y armas a Ucrania, sino proponiendo el envío de tropas europeas a luchar en el conflicto.
Y, por supuesto, no nos podemos olvidar del genocidio que está perpetuando el Estado de Israel sobre la población palestina, que ya supera las 30.000 víctimas, muchas de ellas niños y niñas, con la complicidad directa de los Estados Unidos e indirecta de la Unión Europea o de gobiernos como el español que han seguido comprando y vendiendo armas a Israel pese a las promesas de dejar de hacerlo tras el estallido en octubre.
Los tambores de guerra se convierten en declaraciones institucionales que nos invitan a tener miedo. La doctrina del shock vuelve a la carga y los poderes políticos, acompañados por los medios de comunicación, meten miedo a la población mostrando unos peligros de guerra que muchos expertos ven como improbables, porque si Putin no puede con Ucrania, quién se puede creer que lo intente con la Unión Europea y la OTAN. Pero ese miedo en la población genera el marco perfecto para poder influir en la opinión pública. Para meternos miedo. Para que aceptemos que es más necesario invertir en armas que en la necesaria transición ecológica o en fortalecer los estados de bienestar europeos.
¿Y quién sale ganando con todo esto? Pues los de siempre: los grandes fondos de inversión y bancos que están detrás de esa industria de las armas y los señores de la guerra que las dirigen. Unos grandes fondos de inversión y bancos que invierten y prestan a la industria armamentística, y que son los mismo que están detrás, mediante publicidad o sentados en sus juntas de accionistas, de los principales grupos mediáticos del planeta que nos alertan de esa supuesta guerra que, según ellos, parece casi inminente que nos lleva a aceptar que se gaste más en armas.
En el programa de hoy vamos a hacer un repaso a este giro bélico, tanto de la perspectiva política económica y de discurso que está protagonizando las instituciones y gobiernos europeos, como por parte de los medios de comunicación y sus titulares. Para ello, en este programa vamos a contar con la investigadora del Centre Delàs Tica Font y el periodista Miquel Ramos para analizar esos dos ángulos tan ligados entre sí.
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