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Revolución rusa
Siéntense y disfruten de la revolución bolchevique
Repaso a películas soviéticas, europeas y americanas sobre la Revolución Rusa y al cine durante los gobiernos de Lenin y Stalin.
Pocos esperaban a la altura de 1917 que fuera precisamente en Rusia donde se constituyera el primer estado de inspiración marxista. Pero en aquel año, el sueño de un Estado dirigido por trabajadores, que pudiera fin a la explotación y a las desigualdades sociales parecía cerca de realizarse en Petrogrado.
Aunque el nuevo Estado soviético todavía necesitaría superar una guerra Civil de tres años para afianzarse definitivamente, la "Revolución de Octubre" de 1917 se convertiría en un símbolo dentro y fuera de Rusia, objeto de fascinación, de entusiasmo y de terror al mismo tiempo: un hito fundamental que marcaría profundamente el devenir no sólo de Europa sino de todo el globo a lo largo del siglo XX.El arte más importante
El 7 de noviembre pasó a ser una importante festividad en la URSS, una fecha que además pronto se conmemoraría a través del cine. El “nuevo arte” encerraba unas posibilidades que no se les escapaban a los dirigentes bolcheviques, pues ya durante la Primera Guerra Mundial había sido explotado en los países contendientes para mantener el sentimiento nacionalista entre la población y evitar cualquier atisbo de duda ante la lucha.
De todas las artes, el cine es para nosotros la más importante, opinaba Lenin, y a partir de mediados de la década de 1920, el nuevo estado soviético se implicó de lleno en la gran pantalla. Frente a las películas vanguardistas y experimentales de inspiración constructivista de los primeros años de la URSS -como Aelita (1924), que narra el viaje a Marte de un joven ruso para ayudar al derrocamiento del rey marciano- las autoridades deseaban films sin ambigüedades ni viajes a otros mundos: un cine que sirviera de forma eficaz para educar en los principios del socialismo y de la Revolución a una población en su mayoría campesina y analfabeta, tradicionalmente despolitizada y cuya máxima preocupación era su propia subsistencia.Los cineastas retratarían con el apoyo estatal algunos episodios históricos a los que los bolcheviques concedían gran valor como pasos previos en el camino hacia la toma final del poder, como sería la Revolución de 1905 (El acorazado Potemkin, 1925). Concretamente, la Revolución de Octubre sería trasladada a la gran pantalla por el mismo director, Serguéi M. Eisenstein, en 1927 con Octubre. El propio Eisenstein había desarrollado una teoría innovadora sobre el montaje (“El montaje de las atracciones”), la cual establecía a grandes rasgos que mediante determinadas asociaciones de imágenes era posible provocar en el espectador un shock emocional que lo conduciría a adquirir los conceptos e ideas que el director deseara.
Lenin envuelto en un halo de luz como si fuera un enviado del cielo
En Octubre abundan las secuencias rapidísimas y agresivas de unos pocos fotogramas y los primeros planos de rostros: burgueses riendo de forma malévola mientras linchan a un trabajador en la insurrección fallida de julio de 1917, el gobierno provisional haciendo una exagerada reverencia ante las potencias extranjeras que exigen que Rusia continúe en la guerra y Lenin envuelto en un halo de luz como si fuera un enviado del cielo. Salvo el propio Lenin, Trotsky (cuyas secuencias en la película fueron eliminadas durante el período de Stalin) y Kerenski (presidente del gobierno provisional), el protagonismo durante la mayor parte de la película es concedido a masas vigorosas de trabajadores, campesinos y obreros que de una forma extraordinariamente cohesionada y coordinada consiguen llevar a cabo la Revolución y entregar el poder a su ídolo Vladimir Ulianov, al que veneran de forma entusiasta.
No obstante, la proporción de películas propagandísticas lanzadas en los años 20 fue significativamente menor a la de melodramas y comedias, y en especial, a la de películas importadas del extranjero (sobre todo estadounidenses), que hacia 1924 superaban por muchísimo en número a las producciones soviéticas.La mayor parte de realizadores soviéticos eligieron la tranquilidad y la eficacia inmediata que ofrecía un cine tradicional dirigido no a la movilización política, sino a proporcionar distracción: relato lineal y realista, actores profesionales, protagonistas individuales, montaje simplemente narrativo e inspiración y tratamientos literarios o teatrales. Muchos trabajarán para la MEJRABPOM, una productora de cine semindependiente que perseguía la eficacia comercial dentro y fuera de la URSS.
La Revolución de Octubre volvería a los cines soviéticos con Lenin en Octubre (1937). Diez años después del film de Eisenstein, la situación había cambiado en la URSS. El período de la NEP (Nueva Política Económica) había sido sucedido por la colectivización masiva del campo y los planes quinquenales. Afianzado en el poder desde finales de los 20, Stalin deseará acabar con la relativa apertura y libertad artística del período anterior, intensificando la censura e intervención del poder político en la producción cinematográfica. La exportación de películas extranjeras disminuyó drásticamente y en todas las artes se impuso el llamado realismo socialista, estilo que se defendía que contribuiría de forma más efectiva a educar a los soviéticos en el espíritu del socialismo. Las nuevas directrices del realismo socialista afectaron tanto a los vanguardistas como a los partidarios de un arte más comercial, puesto que imponía una representación idealizada de la sociedad comunista y restringía las experimentaciones. Con un estilo realista, se glorificaban las figuras políticas, se retrataba heroicamente a trabajadores y campesinos, y en conclusión, se trataba de transmitir la idea de un futuro rosa para la URSS bajo el comunismo –quizá el ejemplo más cursi de realismo socialista lo encontremos hoy en día en Corea del Norte o en las pinturas murales de cualquier guardería de nuestro barrio.
Es en este contexto en el que se filma Lenin en Octubre (1937) de Mijaíl Romm y Dimitri Vasilyev. Siendo una película ya sonora, nos muestra un Lenin algo neurótico y con tics graciosos, interpretado por Boris Shchukin. Comparado con Octubre de Eisenstein, se trata de un montaje más tradicional y sin experimentos, que narra los preparativos de Lenin para el derrocamiento del gobierno provisional y que tendría relativamente buena acogida en la crítica occidental.Los sucesos de Octubre 1917 serían revisitados por cineastas rusos décadas más tarde en películas como La huida (1970) o, ya tras la caída de la Unión Soviética, en Angels of revolution (2014) o Sunstroke (2014), ésta última mostrando ya una visión negativa de la Revolución.
Comunistas come-niños o traidores a la izquierda
Tanto la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética de Rusia) y luego la URSS (cuando en 1922 se le unieron Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia) se convirtieron en el referente de múltiples organizaciones obreras en el resto del mundo. Los gobiernos occidentales, naturalmente, no vieron con buenos ojos la constitución de aquel estado comunista que podía servir de ejemplo para una revolución en sus respectivos países y combatieron a los bolcheviques en distintos frentes. Por un lado, británicos, franceses, estadounidenses y otros participaron activamente en el intento de derrocamiento de los “rusos blancos” del nuevo estado bolchevique durante la Guerra Civil Rusa (1918-1921) y contribuyeron a aislarlo internacionalmente, impidiendo su ingreso en la recién creada Sociedad de Naciones.
Por otro lado, el miedo a la revolución llevó a los gobiernos progresistas y conservadores a continuar adoptando de forma más intensa medidas sociales y laborales con el fin de mejorar el nivel de vida de las capas sociales más desfavorecidas. A terminar de ahuyentar a los trabajadores del comunismo y a propagar la idea de que las condiciones de vida en el capitalismo eran infinitamente preferibles contribuyeron algunas películas producidas ya en la década de 1920 en Gran Bretaña, Estados Unidos o Alemania.
Es preciso señalar que el clásico monstruo socialista/comunista come-niños ya estaba presente en la literatura desde finales del siglo XIX, cuando, tras el aplastamiento de la Comuna de París (1871) se extendió el miedo entre los sectores sociales más acomodados a que las clases trabajadoras conquistaran mayores cotas de poder. Aparecieron así novelas distópicas que retrataban la destrucción de ciudades como Londres en manos de salvajes muchedumbres revolucionarias. Tras 1917, se producirán películas que trasladen la acción a una distópica Rusia dominada por los bolcheviques. Con más o menos matices, La novela de un mujik (1927), El agente británico (1934), La condesa Alexandra (1937) o El acorazado Sebastopol (1937) contrapondrán unos protagonistas occidentales (o rusos blancos) humanos y con principios morales, con unos bolcheviques sanguinarios y ávidos de poder.
Con el inicio de la Guerra Fría, alcanzarán notorio éxito las películas de espías infiltrados en la Unión Soviética, retratada generalmente como un estado policial, gris y asfixiante. La Revolución rusa será incluso escenario de una película de animación, Anastasia (1997), donde se achacará el levantamiento popular contra los Romanov a una maldición de Rasputín –sí, cada vez que ves esta película muere un historiador entre terribles sufrimientos-.No obstante, no todos los ejemplos serán en apariencia tan maniqueos y habrá lugar para películas que introduzcan críticas a la política exterior estadounidense. Claro que un sector de la intelectualidad occidental de izquierdas no se prestará a la demonización de la Revolución rusa. Incluso en Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, se producirán películas favorables a una alianza con la URSS y transmitirán una imagen benevolente de Stalin como Misión en Moscú (1943) o Song of Russia, (1944). Otros, sin embargo, se distanciarán críticamente de su antaño referente soviético y expresarán una sensación de desengaño ante la deriva autoritaria del régimen bolchevique. Figuras históricas de la izquierda comprometidas con la causa comunista como Rosa Luxemburgo o Emma Goldman advirtieron ya pocos años después de la Revolución de que el nuevo estado soviético se estaba convirtiendo en una especie de “dictadura burguesa” en la que el poder real no estaba en manos de los trabajadores sino en una élite de burócratas. Las purgas de Stalin, novelas como 1984 de Orwell o las propias intervenciones violentas de la URSS en Hungría (1956) y Checoslovaquia (1968) hicieron el resto para alejar a la Nueva Izquierda de Moscú, la cual pasó a buscar sus referentes en los movimientos de descolonización del Tercer Mundo, la Cuba castrista, la Revolución Cultural de China o el Vietnam de Ho Chi Minh.Un exponente de esta visión de izquierdas y crítica con la URSS puede observarse en Rojos (1981) de Warren Beatty, un film que mezcla la nostalgia hacia el espíritu de unidad y solidaridad que se vivía en los días de la Revolución de Octubre con una sensación de decepción ante el posterior autoritarismo de los bolcheviques.
Cuando separas a un hombre de lo que más quiere, lo que haces es eliminar lo que tiene de único, estás eliminando la disidencia (…) y cuando eliminas la disidencia, estás asesinando la Revolución. Revolución es disidencia gritará el protagonista John Reed (inspirado en el periodista norteamericano comunista que marchó a la URSS) a Grigory Zinoviev, uno de los máximos dirigentes del gobierno bolchevique.