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Economía
La crisis (2008-?) y su reflejo en el cine actual
Desde que hace ya casi 10 años estallase la que según los expertos es la peor crisis económica desde el crack del 29, han sido muchas las películas que se han esforzado por tratar de entender cuáles fueron los mecanismos que nos condujeron a todos hacía el abismo.
En algo parecen coincidir la mayoría de las producciones internacionales sobre el tema y es que buena parte de la causa de la crisis ha sido el desconocimiento que gran parte de la población tenía sobre el sistema económico y sus estructuras. Esto ha permitido que mucha gente haya sido sencillamente engañada por los bancos, o pecado de ingenua ante las soluciones que ciertos políticos ofrecían y que, en el fondo, no hacían más que agravar la situación. Por ello, muchos directores se han lanzado a ese estudio sobre las dinámicas económicas, de modo que a través del cine todos podamos tener una mayor y más clara información sobre el tema y, armados con esta herramienta, seamos capaces de tomar mejores decisiones en un mundo en el que la sociedad civil cada vez se muestra más activa y participativa en el ámbito social y político.
Por otra parte, este tipo de películas contribuyen a qué entendamos que la crisis de 2008, como fenómeno global, no se encuentra enmarcada dentro de un ámbito nacional, sino que muchas de sus características son compartidas entre países tan distintos como Noruega y España, sin que ello impida que existan una serie de particularidades locales que afecten al desarrollo de los movimientos económicos.
Por último, no deja de ser interesante las soluciones que este tipo de películas nos proponen al drama económico y social. La mayoría presenta un nulo interés por mostrar una salida a la crisis, ya sea por querer centrarse en otros aspectos de la misma o por no ser capaces de encontrar una luz al final del túnel. Otras, en cambio, nos hablan de una resolución violenta en la que el crimen es mostrado como una de las válvulas de escape de la situación, aunque no logre resolver por completo el problema. Por último, las películas más conservadoras nos muestran a personajes para los que el haberlo perdido todo no es tan dramático, pues han conseguido aprender importantes lecciones vitales por el camino y se han vuelto a levantar y a rehacer, relativizando el desastre social y económico.¿Nadie vio venir la crisis?
La pregunta que nos hemos hecho muchas veces a lo largo de este tiempo es si nadie vio que nos aproximábamos al hundimiento y si nadie pudo hacer nada por evitar ese colapso. Ese es precisamente el título del documental que Chris Smith estrenó en 2009 en Toronto, con muy buenas críticas: Collapse. La película se basa en una extensa entrevista a Michael Ruppert, ex-agente de policía en Los Ángeles y que, tras una exhaustiva investigación, había desarrollado una serie de ideas propias de la llamada teoría de la conspiración. Conclusión: nadie hizo caso al bueno de Ruppert, se le tomó como un loco paranoico y caso cerrado. Lo malo es que, por lo menos en cuanto a sus teorías económicas, Ruppert había dado en el clavo y había predicho, mucho antes de que sucediera, la crisis del 2008.
Pero nadie escuchó a los Rupperts, ni tan siquiera a los expertos en economía que decían a gritos que algo se estaba haciendo mal. Todo siguió como estaba, y las consecuencias fueron terribles no para banqueros y políticos, que habían hecho estallar la burbuja, sino para la gente de a pie, víctima de prácticas fraudulentas. Eso es precisamente lo que estudió Hans Petter Moland en 2012, lo que sucede con la población común en Cuando las burbujas estallan. Focalizando su documental en Vik, una ciudad noruega, analiza cómo años antes a la crisis, los bancos habían comenzado a ofrecer productos financieros supuestamente libres de riesgo que la mayoría de los ciudadanos compraron. Cuando estalló la crisis, esos activos demostraron no ser tan seguros como se habían vendido, y la ciudad entera se endeudó, pues todo el dinero invertido valía menos que el papel de las facturas que no podían ya pagar.
No podemos dejar de citar una de los documentales más conocidos sobre la crisis, especialmente porque consiguió llevarse el Oscar a Mejor documental en la edición de 2011: Inside Job, de Charles Ferguson. Para muchos, la mejor explicación sobre las razones de la crisis financiera y cómo esta estalló en Estados Unidos. Y toda esa información nos llega a través de las entrevistas a personajes que estuvieron directamente relacionados con las causas de la crisis: altos cargos del FMI, de la Reserva Federal, consultores, o economistas desfilan a través de la cámara de Ferguson y, como pueden, tratan de dar las explicaciones pertinentes y de justificarse, poniéndose, sin embargo, en total evidencia.Y, si hablamos de documentales, tampoco podía faltar a la cita el enfant terrible del género en Estados Unidos: Michael Moore y su Capitalismo, una historia de amor (2009). El polémico director lleva casi treinta años haciendo lo mismo: películas melodramáticas, sensacionalistas, y, desde luego, donde no existe ninguna pretensión de enfocar con objetividad las problemáticas que plantea. Pero al mismo, tiempo, y quizá por todo lo anterior, es uno de los documentalistas con mayor capacidad para llegar al gran público, algo nada desdeñable. Puede que haya un exceso de dramatismo en la forma en que Moore emplea los materiales de archivo, y sobre todo, en cómo muestra la pérdida de poder adquisitivo y el incremento del desempleo en la sociedad estadounidense, pero, desde luego, la tragedia que viven muchas familias a causa de la crisis es totalmente real.
El cine de ficción también ha retratado la crisis
Si nos movemos al campo de la ficción también nos encontraremos con una amplia galería de producciones de muy distinta tipología. Comenzaremos con una de las más polémicas y perturbadoras, Cosmópolis (2012), de David Cronenberg. El director canadiense adaptaba prácticamente palabra por palabra una novela que Don DeLillo publicó en 2003 y que, de alguna manera, ya establecía que el mundo entero iba a colapsar si las cosas seguían igual. Y eso es precisamente lo que nos encontramos en la película de Cronenberg, con un Nueva York apocalíptico, frío y ajeno, y con un vanidoso yuppie que viaja en una limusina a cortarse el pelo como protagonista. El personaje, interpretado por Robert Pattinson, se muestra totalmente amoral y despiadado, metáfora del capitalismo que ha engullido a la civilización. Sin embargo, su vida también corre peligro ahora, seguramente debido a que, con sus actos, ha provocado la ruina de alguien que, desesperado, recurre a la venganza como medio de paliar su desgracia. No obstante, se trata de una película que no es fácil de digerir, pues casi toda ella transcurre en la limusina del personaje, presentando un carácter tan minimalista que generó tantos odios como amores entre la crítica y que, desde luego, no funcionó en taquilla.
Una propuesta mucho más dulcificada es la que realiza John Wells en The Company Men (2010), donde vemos como el American Dream se desvanece, sin demasiados aspavientos ni sensiblerías, eso sí, cuando aparece la crisis. Se trata de un contenido drama que deja recaer todo su peso en sus actores: Ben Affleck, Tommy Lee Jones, Kevin Costner y Chris Cooper, entre otros. En este caso, vemos una visión ciertamente conservadora de la crisis, en la cual los grandes ejecutivos que encarnan sus actores protagonistas van descubriendo, gracias a lo desfavorable de la economía, que hay todo un mundo más allá de sus millonarios sueldos, que no todo es materialismo y, sobre todo, que tienen hasta una familia a la que pueden dedicar tiempo ahora que están en la calle. Incluso el personaje de Affleck aprende que su cuñado, interpretado por Costner, no es un ser indigno por ser un carpintero de clase media, y que el trabajo manual no es tan denigrante como pensaba en un principio. Todo un descubrimiento, sin duda.
En el otro extremo, un drama crudo y duro sobre la madrugada en la que una de las principales compañías financieras entra en quiebra y se lleva por delante al mundo entero. Así de simple. Y así de real es Margin Call (2011), del entonces debutante J.C. Chandor, que se basó evidentemente en el colapso de Lehman Brothers para escribir el guion. Un reparto de lujo, encabezado por Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons y Zachary Quinto se afana por explicar cómo sucedió el desastre paso a paso, sin demasiadas explicaciones técnicas, centrándose en el drama personal de los implicados en tomar decisiones tan dramáticas como el sacar al mercado todos los activos tóxicos de la empresa para salvar con ello los muebles, pero al precio de contaminar a toda la economía.Y de los responsables de la crisis nos movemos hacia los que trabajan para esos responsables. En Up in the air (2009), de Jason Reitman, conoceremos a Ryan Bingham (George Clooney), el empleado estrella de una empresa dedicada a despedir gente de otras empresas. Tras el amable telón de fondo de una comedia romántica arquetípica se esconde el verdadero drama que sirve como telón de fondo para la película: el funcionamiento de un sistema laboral tan perverso que, incluso, contrata a personas para despedir gente, para hacer creer al que ponen de patitas en la calle que, en realidad, le están ofreciendo un futuro mejor, que dejarle sin sueldo es una enorme oportunidad para crecer como persona, encontrarse a sí mismo y descubrir su lugar en el mundo. La pobre discípula de Ryan, interpretada por Anna Kendrick, servirá en ciertos momentos como los ojos del espectador, que no puede sino asombrarse ante la retórica que despliega su maestro al despedir a la gente. Pero lo más terrorífico de la película es caer en la cuenta de que realmente existan personajes que, desde distintos ámbitos, intentan inculcarnos ese tópico, presente también en otras producciones como The Company Men o Larry Crowne, de que quedarse en el paro es una nueva oportunidad vital, trivializando las terribles consecuencias que puede llegar a tener para una gran masa de la población.
Nada que ver con la que es claramente una de las mejores películas del pasado 2016: Comanchería, de David Mckenzie. El título original, Hell or high water, hace referencia a una expresión anglosajona que podría traducirse como “contra viento y marea”, y nos habla de la determinación de los protagonistas para sobrevivir le pese a quien le pese, cueste lo que cueste, y pasando por encima de quien sea, incluyendo a los responsables de arruinarles la vida: los banqueros. En este western actualizado, el sol abrasa un paisaje devastado y desértico, metáfora del paisaje interior de los personajes, que lo han perdido todo hasta quedarse en la nada más absoluta, desnudos y tan solo armados con el deseo de volver a encarrilar sus vidas, sea como sea. En esta película, los grandes villanos no son ni indios ni confederados, sino el sistema bancario, que ha arruinado a la población con menos recursos, y los oprime hasta límites asfixiantes. Además, la película nos muestra como ese mismo sistema puede acabar generando la rebelión y la violencia contra él mismo, a pesar de que aquí se encuentre ciertamente estilizada.
Los grandes villanos no son ni indios ni confederados, sino el sistema bancario
En España, la crisis global se vio agravada por otra crisis interna, la de la especulación inmobiliaria o la “crisis del ladrillo”, así que es lógico que existan varias producciones que hablen sobre el particular. Destacaremos aquí Os fenómenos (Los fenómenos) (2014) de Alfonso Zarauza. Sobre la base de una magistral interpretación a cargo de Lola Dueñas, se nos cuenta la historia de Neneta, una mujer a la que su pareja (Luis Tosar) abandona, junto a su hijo recién nacido. Sin trabajo, Neneta decide buscarse la vida cómo sea y el único puesto disponible parece ser el de peón de obra. Frente al machismo imperante en su profesión, Neneta debe demostrar que ese no es solo un “trabajo de hombres”, al tiempo que a través de sus ojos vamos descubriendo el funcionamiento de la industria del ladrillo, la corrupción que la pudre internamente, la especulación y las estafas y, sobre todo, el comienzo de una crisis que se ha ido cocinando a fuego lento con todos esos ingredientes y que justo ahora parece estar lista para ser servida. Puede que no sea la joya de la corona, ni la mejor película que se haya rodado sobre el tema, pero, desde luego, es una más que digna muestra de cine con conciencia social muy bien trazado, que combina dos grandes problemas que achacan a nuestra sociedad: los problemas laborales y sus múltiples derivaciones (trabajos precarios, en negro, desempleo, etc.) y las diferencias de género (brecha salarial, “trabajos de hombres” versus “trabajos de mujeres”, etc.), y todo ello enmarcado gracias a una excelente fotografía en un ambiente typical Spanish o, en este caso, typical Galician.
Otro de los efectos más terribles de la crisis es el drama que muchas familias viven a diario al haber sido o estar siendo desahuciadas. Ese es el tema que escogió Eduard Cortés para su película Cerca de tu casa (2016), aunque para ello seleccionó una óptica muy particular: la del musical. Silvia Pérez Cruz compone las canciones y protagoniza la cinta, intepretando a una joven que es desahuciada junto con su marido y su hija pequeña y que, al irse a vivir con sus padres, se da cuenta de que ellos están en la misma situación que ella: a punto de ser desahuciados. Cortés trata en la película de rehuir del realismo social aportando ese toque surrealista que siempre aportan los musicales, pero también para proporcionar una cierta luz a la tragedia que miles y miles de personas viven cada día en nuestro país. El objetivo de la película no es tanto profundizar en las causas del problema, por lo que puede pecar de algo simplista, sino el contar desde la emoción las pesadillas y las esperanzas de quienes se encuentran en esa situación.Del mercado inmobiliario también saben mucho los italianos, y de ahí la película que Paolo Virzi firmó en 2013, basada en una novela de Stephen Amidon: El capital humano. En esta ocasión volvemos a encontrarnos con los financieros responsables de la ruina de millones de personas a base de vender productos tóxicos, pero también a un promotor inmobiliario de clase media alta que sueña con convertirse en un gran burgués y, debido a su ambición, se mete el solo en la boca del lobo al intentar jugar a las finanzas sin saber nada sobre el tema y escuchando los envenenados consejos del financiero sin escrúpulos. La película también se atreve a esbozar los efectos que las acciones de estas personas tienen sobre el resto de la población a través de un crimen que sucede al comienzo de la película y que servirá como hilo conductor hasta que se resuelva al final de la misma: el asesinato de un ciclista, atropellado por un lujoso todoterreno.
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Me ha gustado el artículo, algunos títulos no los conocía. Gracoas