Una escultura que es una alegoría al mar pone en peligro la vida animal de una isla

Los ecologistas advierten de que la intervención artística de la prestigiosa escultora Cristina Iglesias en el edificio del faro de la isla Santa Clara de Donostia será un efecto llamada para el turismo en el reservorio natural, que desde 1968 está cerrado de octubre a mayo, durante el periodo de migración y anidamiento. 

Isla de Santa Clara Donostia
La isla de Santa Clara de Donostia, con el edificio del faro casi en la cima. Foto: Joan

Cristina Iglesias es una escultora de éxito, con obras expuestas en lugares públicos de Italia, Brasil, Reino Unido, Dinamarca, Estados unidos y México, entre otros  países, además de ser la autora de la puerta-pasaje del Museo del Prado. Es de Donostia y en 2016 su ciudad le concedió el galardón Tambor de Oro. Dos años después, la artista anunció que donaría su obra más importante a Donostia, y la alcaldía se mostró agradecida y aseguró que llevaría a cabo — 1,4 millones de presupuesto— la instalación artística en la isla Santa Clara, donde anidan los gaviones y la lagartija parda se ha hecho endémica, ya que sin apenas humanos, la vida pirata es la vida mejor. 

Santa Clara es el islote que se encuentra enfrente de la playa de la Concha, la playa de la barandilla blanca de hierro forjado donde actrices y actores posan con estilo y elegancia para los medios de comunicación cuando acuden al festival de cine que se celebra en septiembre, el Zinemaldia.

Pocas estrellas del brillante firmamento hollywodiense se han acercado a Santa Clara, donde hay un chiringuito en verano, que vende cerveza fresca a quien llega a nado, en piragua o con la barca motora —seis euros el viaje—. Un bando de 1968 prohibió que se visitara la isla en periodo de migración y de anidación, de octubre a mayo, y los donostiarras lo han cumplido rigurosamente. Las lagartijas y los gaviones han prosperado en el reservorio natural. 

Ante el reclamo turístico de la escultura, la asociación Parkea Bizirik propuso trasladar la escultura al paseo Nuevo, a 400 metros de la isla y donde cualquier paseante podría disfrutarla

Desde el primer momento, las asociaciones ecologistas alertaron de que la obra de la escultora de prestigio internacional iba a suponer un reclamo, tanto para el turismo selecto del festival de cine como para el turismo de industria, ese que se come la ciudad y expulsa al vecino, humano o animal, por lo que mostraron su rechazo al emplazamiento escogido y propusieron que la obra se llevara a cabo en el paseo Nuevo, un muelle a 400 metros de la isla que ya es tierra firme, y donde cualquier paseante podría disfrutarla y ninguna ave, invertebrado ni planta vería peligrar su continuidad. 

Pero a final del pasado año, arrancaron las obras, que ya han vaciado el interior del edificio del faro de Santa Clara para acoger la intervención artística, una imponente alegoría a la mar, una protección metafórica esculpida en bronce.

Gaviota patiamarilla
Huevos de gaviota patiamarilla, una especie que anida a ras del suelo, en la isla Santa Clara de Donostia, en una foto cedida por Parkea Bizirik.

En Santa Clara, las gaviotas patiamarillas anidan en el suelo y es la única casa en la costa vasca, junto con el islote de Izaro de Bermeo, para el gavión, una gaviota tremenda, del tamaño de un ganso. Las aves migratorias también encuentran acomodo en los meses de invierno y la lagartija parda, habitual en la península, se ha hecho endémica en este islote (Podarcis hispanicus sebastiani), donde de tanto tiempo de no estar con nadie, ha crecido. “El gigantismo es una característica de muchas especies endémicas y en Santa Clara hay ejemplares de esta lagartija de hasta 15 centímetros”, explica Joseba Gurutz De Vicente, miembro de la asociación Parkea Bizirik.

“Nos parece que este proyecto es para la industria turística, pero si llegamos a todos los rincones de la tierra, tendremos un montón de pérdidas naturales”, recuerda De Vicente

Desde la asociación temen que el Ayuntamiento de Donostia se plantee modificar el bando para abrir la isla al turismo todo el año y, a escala reducida por su inaccesible entrada, convertir Santa Clara en una réplica guipuzcoana de la icónica ermita de San Juan de Gaztelugatxe de la costa vizcaína. “Un Gaztelugatxe es incompatible con los nidos, los pollos de las aves y las lagartijas”, advierte De Vicente. “Nos parece que este proyecto es para la industria turística, pero si llegamos a todos los rincones de la tierra, tendremos un montón de pérdidas naturales”, recuerda De Vicente. 

En la mañana de ayer, la plataforma llevó a Juntas Generales de Gipuzkoa la petición de paralización de las obras. Las matemáticas políticas no acompañan a las gaviotas y lagartijas, por lo que más allá de algún cabeceo de ligera empatía por parte de los representantes de los partidos políticos al mando, poca más hallaron los ecologistas en dependencias institucionales. 

Ni siquiera confían en que el presupuesto municipal trastocado por la pandemia mundial, que esperaba cerrar el año con un superávit de 1,2 millones pero recientemente el concejal de Hacienda ha anunciado la solicitud de un préstamo a corto plazo de 30 millones para hacer frente a las contingencias de la crisis social derivada de la sanitaria, consiga posponer o paralizar unas obras que inicialmente iban a costar 1,4 millones y ya se han elevado a tres. Y es que aunque estas matemáticas sí acompañan a los bichos salvajes, los humanos domesticados parecen no estar por la labor. 

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