Energía nuclear
El otro problema de la energía nuclear: la distorsión del mercado eléctrico

El precio que se asigna a la energía nuclear es una trampa.
enriquedans.com
22 ene 2024 02:50

Artículo publicado originalmente en EnriqueDans.com.

Los interesantes efectos de la desconexión nuclear de Alemania el pasado 2023 y su comparación con la pro-nuclear Francia dejan al descubierto «el otro problema» de la energía nuclear, adicional al hecho de no ser renovable ni limpia, de ser muy peligrosa (incluyendo incidentes silenciados) y de no tener ninguna solución para el almacenamiento de las entre veinte y treinta toneladas de residuos de alta intensidad que cada reactor genera anualmente: el efecto que provoca sobre los mercados eléctricos.

La energía nuclear tiene una característica fundamental e intrínseca que no se puede cambiar: una vez puesta en funcionamiento, una central nuclear no puede detenerse sin incurrir en unos costes descomunales. Esto da lugar a un aporte al tejido energético de un país que es prácticamente constante, predecible y generalmente considerada como barata. En realidad, el precio que se asigna a la energía nuclear es una trampa, porque obvia el hecho de que el «tiempo de recuperación» para una central nuclear es de entre 10 y 18 años, dependiendo de la riqueza de los minerales de uranio utilizados como combustible. Esto significa que una central nuclear debe funcionar durante al menos una década antes de que toda la energía consumida para construirla y alimentarla se haya recuperado y la central comience a producir energía neta, una cifra que se reduce a un año en el caso de la energía eólica y a menos de tres en la energía solar.

Pero más allá de las consideraciones sobre su peligrosidad o su precio, que ya es obviar que hay un elefante enorme en la habitación, tenemos algo adicional: ¿que efecto provoca sobre la oferta energética de un país el hecho de que exista una elevada cantidad de energía prácticamente garantizada y casi inalterable? Simplemente, que otras fuentes de energía alternativas y que son no solo genuinamente más baratas sino, además, verdaderamente renovables, se ven desincentivadas.

Esto significa que una central nuclear debe funcionar durante al menos una década antes de que toda la energía consumida para construirla y alimentarla se haya recuperado y la central comience a producir energía neta, una cifra que se reduce a un año en el caso de la energía eólica y a menos de tres en la energía solar.

Las diferencias entre Alemania y Francia lo reflejan claramente: que Alemania ya no dependa de la energía nuclear ha estimulado que se invierta mucho más en la generación de energías renovables y en el consiguiente almacenamiento, al tiempo que se ha incrementado sensiblemente la importación de energía limpia de sus vecinos nórdicos. En contraste, invertir en renovables en Francia, dado que su mercado está abastecido de manera constante con energía nuclear, está claramente desincentivado, lo que prácticamente impide que se desarrolle un tejido de generación que proporciona energía más barata, genuinamente limpia y prácticamente carente de peligros.

Esto da lugar a un panorama de futuro en el que Francia cambia su actual situación aparentemente buena – una de las tasas de emisiones per cápita más bajas de todos los países desarrollados – por un futuro en el que se ve obligada a mantener sus centrales de carbón hasta el año 2038, en lugar de poder eliminarlas mucho antes (en 2030 como plantea Alemania). ¿Por qué? Simplemente, porque la disponibilidad de energía nuclear coarta claramente toda iniciativa de crear iniciativas renovables, al dejar muy poco espacio en el mercado para la comercialización de la energía que generan.

¿Qué ha pasado en Alemania desde el cierre de la última central nuclear? Muy sencillo: la producción de las centrales de carbón se ha mantenido estable o incluso ha disminuido debido a las buenas condiciones meteorológicas, y el hueco dejado por las nucleares ha sido cubierto por energías renovables, bien generadas dentro del país o importadas de los excedentes de los países escandinavos. La extensión de la vida de las centrales nucleares alemanas, como indica un análisis reciente, no solo no era necesaria para garantizar la estabilidad energética, sino que además, no habría contribuido a rebajar los niveles de emisiones.

¿Qué ha pasado en Alemania desde el cierre de la última central nuclear? Muy sencillo: la producción de las centrales de carbón se ha mantenido estable o incluso ha disminuido debido a las buenas condiciones meteorológicas, y el hueco dejado por las nucleares ha sido cubierto por energías renovables, bien generadas dentro del país o importadas de los excedentes de los países escandinavos

Esa conclusión, que quita totalmente la razón a los pro-nucleares, se debe precisamente al efecto que la producción estable de las centrales nucleares tiene sobre el mercado eléctrico: prolongar la vida útil de las centrales nucleares, además de tener un coste elevadísimo en inversiones que prácticamente siempre se financian con dinero público (¡qué gobierno va a negarse a hacerlas ante el chantaje de que hacerlo puede comprometer la seguridad!), habría desincentivado gravemente la inversión en energías renovables en el país.

Las centrales nucleares y su producción inflexible provocan congestión en la red eléctrica y en los mercados nacionales, y eso es precisamente lo contrario de lo que se necesita para que grandes proporciones de energía eólica y solar puedan tener oportunidades de comercialización. Es decir, las centrales nucleares y su extrema rigidez son incompatibles con los sistemas de red modernos y flexibles que tendremos en el futuro, y que estarán abastecidos por energías renovables. Sin peligros, sin problemas de residuos y sin inyecciones periódicas de dinero público.

Precisamente ese efecto es el que ha provocado que ACER, la Agencia Europea de Cooperación de los Reguladores de la Energía, procediese a modificar los horarios intradiarios de apertura de puertas interzonales para diferentes regiones de cálculo de capacidad, debido a las diferentes posibilidades de ofrecer capacidad interzonal sobrante del período del día siguiente (que ahora fluctúan más ampliamente por las mayores variaciones que experimentan los sistemas de generación renovable). Que ese mercado sea atractivo para las compañías que ofrecen energías renovables es una función inversa de la cantidad de energía nuclear que se oferte en cada mercado: a menos energía nuclear, más disponibilidad de huecos que rellenar con energía barata, limpia y no peligrosa, y más incentivo para que las compañías que invierten en renovables puedan recuperar su inversión.

Las centrales nucleares y su extrema rigidez son incompatibles con los sistemas de red modernos y flexibles que tendremos en el futuro, y que estarán abastecidos por energías renovables. Sin peligros, sin problemas de residuos y sin inyecciones periódicas de dinero público.

Las consecuencias son claras: incluso en la muy pro-nuclear Francia, existe una fuerte oposición al desarrollo de un nuevo programa nuclear, protagonizada no por la población general, sino por ochocientos científicos relevantes en ese ámbito. La razón es clara: más centrales nucleares, además de un mayor peligro y de un problema mayor de residuos que, no nos engañemos, nadie ha logrado solucionar de manera satisfactoria, implica un retraso del desarrollo de la generación de energía que realmente nos hace falta en el futuro: la renovable.

La viabilidad económica de una planta nuclear es de por sí muy difícil de demostrar si tenemos en cuenta todos los costes implicados. Desde el inicio de la energía nuclear comercial, esa industria ha sido constantemente apuntalada por enormes subsidios gubernamentales, que constituyen los fondos de los que realmente viven las compañías implicadas. Destinar más dinero de los impuestos a la energía nuclear no la hará ni más segura, ni más limpia, ni más económica en términos reales. Pero además, esos subsidios a una industria madura distorsionan los mercados de electricidad al otorgar a la energía nuclear una ventaja injusta e indeseable sobre alternativas energéticas realmente limpias y seguras, y desincentivan la inversión que realmente define el futuro de la energía.

Los únicos que quieren más energía nuclear son los que viven de ella. No te equivoques y no compres sus argumentos ni los de sus interesados voceros. Son mentira.

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