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Armas nucleares
China, Rusia y la bomba
Es profesor emérito de historia en de la Universidad de Albany y autor de "Confronting the Bomb: A Short History of the World Nuclear Disarmament Movement" (2009).
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Incluso las alianzas internacionales pueden deshacerse cuando las naciones se enfrentan a la locura de un holocausto nuclear. Una ilustración de este punto se produjo el pasado mes de septiembre, cuando Vladimir Putin volvió a amenazar a Ucrania y a otras naciones con una guerra nuclear. “Para defender a Rusia y a nuestro pueblo, sin duda utilizaremos todos los recursos armamentísticos a nuestra disposición”, dijo el presidente ruso. “Esto no es un farol”. En respuesta a esta declaración y a la tajante condena de la ONU de las amenazas nucleares rusas, el presidente chino Xi Jinping emitió en noviembre una declaración pública en la que arremetía contra “el uso o las amenazas de uso de armas nucleares”. Para “prevenir una crisis nuclear” en Europa o Asia, insistió, el mundo debe “abogar por que no se puedan utilizar armas nucleares” y “no se pueda librar una guerra nuclear”.
¿No están estas dos naciones con armamento nuclear alineadas actualmente en su resistencia a la política exterior de Estados Unidos? Sí, lo están, y cuando se trató de la guerra de Putin contra Ucrania, Xi se abstuvo de sugerir una retirada rusa. Pero la guerra nuclear, como dejó claro el líder chino, es sencillamente inaceptable. No era la primera vez que una alianza ruso-china se veía alterada por una disputa sobre el uso de armas nucleares.
Un conflicto aún más profundo se produjo a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, cuando, irónicamente, los papeles de ambas naciones eran exactamente los contrarios. En aquella época, el gobierno chino, dirigido por Mao Zedong, estaba embarcado en un programa de choque para desarrollar armas nucleares. En octubre de 1957, el programa armamentístico chino obtuvo un importante logro cuando los gobiernos ruso y chino firmaron el Nuevo Acuerdo Técnico de Defensa, en el que los rusos acordaban complementar la ayuda nuclear que ya habían prestado a los chinos suministrándoles un prototipo de bomba atómica, misiles y datos técnicos útiles. Pero los funcionarios rusos pronto tuvieron razones para dudar de la conveniencia de ayudar al programa de desarrollo de armas nucleares de China.
Como recordó el primer ministro soviético Nikita Jruschov, al mes siguiente, en un cónclave moscovita de dirigentes del partido comunista de todo el mundo, Mao pronunció un discurso sobre la guerra nuclear que sobresaltó a los asistentes. Según el líder soviético, la “esencia” del discurso de Mao fue: “No debemos temer a la guerra. No debemos temer a las bombas atómicas ni a los misiles. No importa qué tipo de guerra estalle -convencional o termonuclear- venceremos”. Cuando se trató de China, Mao dijo: “podemos perder más de trescientos millones de personas. ¿Y qué? La guerra es la guerra. Pasarán los años y nos pondremos a trabajar produciendo más bebés que nunca”.
Mao dijo: “podemos perder más de trescientos millones de personas. ¿Y qué? La guerra es la guerra. Pasarán los años y nos pondremos a trabajar produciendo más bebés que nunca”.
Khrushchev encontró las observaciones de Mao “profundamente inquietantes”, y recordó con irritación: “Todo el mundo, excepto Mao, pensaba en cómo evitar la guerra. Nuestro lema principal era 'Adelante con la lucha por la paz y la coexistencia pacífica'. Sin embargo, ahí estaba Mao . . diciendo que no debíamos tener miedo a la guerra”. A principios de 1958, al aumentar las dudas soviéticas sobre la fiabilidad de los dirigentes chinos en materia de armas nucleares, Jruschov decidió aplazar el envío del prototipo de bomba atómica a China. Finalmente, el gobierno soviético no sólo retiró su ayuda al programa de armas nucleares chino en 1960, sino que tomó medidas que pusieron a la Unión Soviética en desacuerdo con los dirigentes chinos.
Una de estas medidas fue la elaboración de un acuerdo sobre un tratado de prohibición de pruebas nucleares con los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, un acuerdo que, en parte, estaba diseñado para bloquear la capacidad de China de convertirse en una potencia nuclear. Este giro soviético hacia un tratado de control de armas nucleares y desarme con Occidente fue duramente combatido por los dirigentes chinos, que estaban decididos a desarrollar armas nucleares y, en 1964, lo habían conseguido. Mientras tanto, las desavenencias chino-soviéticas se acentuaban: los chinos se retiraban del Consejo Mundial de la Paz, dominado por los soviéticos, y competían ferozmente con los rusos por el liderazgo del movimiento comunista mundial.
Hay algunas lecciones que pueden extraerse de estos incidentes, en los que grandes potencias mostraron signos de virar hacia una guerra nuclear. La más obvia es que incluso los aliados militares pueden vacilar, en ocasiones, cuando ven que una confrontación internacional se desliza hacia un desastre nuclear. Otra, menos evidente, es que las naciones con acceso a armas nucleares no se ven necesariamente frenadas a la hora de amenazar o emprender una guerra nuclear por la perspectiva de represalias nucleares por parte de otras potencias nucleares. O, dicho de otro modo, la disuasión nuclear no es fiable. Por encima de todo, estos y otros acontecimientos subrayan el hecho de que, mientras existan las armas nucleares, el mundo sigue estando en peligro.
Afortunadamente, abolir las armas nucleares antes de que destruyan el mundo no es una perspectiva totalmente utópica. Gracias a la presión popular y a los tratados de desarme, el número de armas nucleares en todo el mundo se ha reducido desde 1986 de unas 70.000 a 12.700. Además, en enero de 2021 entró en vigor el Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, elaborado y aprobado por una abrumadora mayoría de las naciones del mundo. Desgraciadamente, ninguna de las nueve potencias nucleares del mundo ha firmado o ratificado este tratado de abolición de las armas nucleares. Hasta que no lo hagan y, por tanto, dejen de producir, almacenar y distribuir armas nucleares a otros países, el mundo seguirá viviendo en un estado de peligro nuclear, sujeto sólo a ocasionales destellos de cordura por parte de estas mismas naciones armadas nuclearmente. Sin duda, las personas de todo el mundo merecen un futuro mejor.
Traducción de Raúl Sánchez Saura