Coronavirus
Españoles en el extranjero impulsan el apoyo mutuo ante la insuficiente respuesta institucional

Las quejas por la gestión y el trato de las embajadas proliferan en las redes sociales, pero también las respuestas ciudadanas ofreciendo ayuda. Grupos e iniciativas persiguen que los españoles atrapados en otros países puedan compartir información oficial, avisos de aerolíneas, conocimientos profesionales o escucha activa. 
1 abr 2020 07:00

La incertidumbre es, probablemente, el sentimiento más repetido durante estos días entre quienes están lejos de sus casas. Cuando empezó a estallar la crisis sanitaria, primero se instó a los españoles a volver a sus hogares; después se les invitó a quedarse donde estaban y evitar desplazamientos. Durante el proceso vieron cerrar fronteras, espacios aéreos y alternativas. Muchos cogieron la mochila y probaron suerte, haciendo noche en aeropuertos hasta que saliera el siguiente avión que les devolviera a casa. Pero no todo el mundo podía, o quería, permitirse asumir el riesgo, exponer o exponerse, comprar billetes por precios desorbitados o simplemente abandonar —o alcanzar— otro país a consecuencia de las medidas sobre las fronteras. 

Si en algo coinciden los españoles en el extranjero es que la atención de las embajadas ha decepcionado a la inmensa mayoría. Centenares de ciudadanos quedaban atrapados en India y otros tantos recibían mensajes contradictorios o no conseguían obtener información por parte de los organismos oficiales. El gobierno ha declarado haber ayudado a volver a casa a unos 18.000 españoles en el extranjero desde la declaración del estado de alarma, pero el proceso es lento y la atención la valoran como insuficiente. Muchos se fueron buscando mejorar sus oportunidades laborales y se encontraron con una pandemia y un confinamiento. En ese contexto, solo quedaba una alternativa: buscarse la vida o apoyarse en otros.

las redes personales y sociales

Rafael López es matemático e investigador en la Universidad de València y llegó a Italia el 3 de febrero para desarrollar un proyecto del Ministerio de Educación. Cuenta que, estando en Cosenza (Calabria), un día “se empezó a percibir una especie de calma tensa en el ambiente, en las televisiones se comenzó a difundir la situación de Lombardía pero aquí en el sur parecía que no iba con nosotros”. La cosa cambió, dice, con el anuncio del confinamiento: “Te planteas que va a ser breve, pero empiezas a ver ciertas insinuaciones en la dirección de la repatriación”. La sensación de que se iba a tratar de un “fin de semana largo”, define, se desvaneció pronto. 

A Rafael el estallido de la crisis sanitaria le pilló en Italia: “Un día se empezó a percibir una especie de calma tensa que parecía que no iba con nosotros, pero pronto entendimos que no se trataría de un fin de semana largo”

Hace una semana se reabrió el espacio aéreo entre Italia y España sólo con fines de repatriación. Rafael está en contacto con el consulado de Nápoles: dice que las administraciones les han ofrecido alguna alternativa, como coger un barco, lo que él la consideró arriesgado. Se muestra bastante optimista con el papel de los organismos oficiales —opina que el Gobierno “está velando por las personas que están en su situación”—, y se ha tomado su encierro con una filosofía diferente a la que se observa en los vídeos denuncia de españoles en el extranjero: “Yo estoy bien donde estoy y entiendo que el Gobierno tiene otras prioridades”.

Eso no implica que no quiera volver a casa: la situación se advierte larga y cree que lo más prudente es estar con los suyos, pero no a costa de “correr riesgo a nivel sanitario o cívico”. El matemático contrasta las opciones para regresar a España con una compañera de universidad que se encuentra en la misma situación que él, pero en Roma. “Es curioso, al final tejes una red de información fiable que va incluso por delante de los anuncios oficiales”, dice. 

Arantxa Moliner ha decidido quedarse en Australia en vez de intentar regresar a Barcelona. Lleva allí cinco meses: “Decidí venir después de cinco años trabajando como psicóloga en Barcelona. Era el último año en el que podía pedir un permiso de work and holiday para venir, así que decidí irme a la aventura, ¡y menuda aventura al final...!”. Al llegar se unió a grupos de redes sociales de españoles en Autralia. La joven cuenta que cuando las cosas empezaron a ponerse más en tensión, publicó un post en este espacio para ofrecer lo que tenía, desde comida hasta apoyo psicológico: “Lo que nos salva a todos son los otros, si no nos ayudamos entre nosotros estamos perdidos”, sostiene. 

No era la única que tenía esa visión: Sergi Pino la compartía. Trabajador social de Barcelona, llegó a Australia y comenzó a trabajar en restauración y, a mediados de marzo, se quedó sin empleo de la noche a la mañana. “Fue por esas fechas cuando empezamos a recibir noticias de manera simultánea en las que se nos invitaba a regresar a nuestros países al tiempo que se cancelaban muchos vuelos”. Se vio sin trabajo, sin demasiados ahorros y con la sensación de que ni irse ni quedarse era demasiado seguro. Dedujo que no era el único que estaría en esa situación, así que creó un Grupo de Apoyo Mutuo (GAM) de españoles en Australia.

Sergi perdió su trabajo en Australia de la noche a la mañana. Se vio sin ingresos, con pocos ahorros, noticias contradictorias y sin saber qué hacer, así que creó un Grupo de Apoyo Mutuo para quienes estuvieran en la misma situación

“La idea era agruparnos y apoyarnos, ya debe de ser difícil estar en España con toda esta situación, así que imagínate estar fuera de casa y tener que tomar decisiones”, explica Arantxa, que conoció a Sergi por esta vía. Se refiere al riesgo de comprar un vuelo sin ninguna garantía de que no se quedarían tirados en aeropuertos de escalas. En el grupo se iba compartiendo la información que se conocía y testimonios de gente que ya había empezado los trámites y el trayecto: “Se ha producido un lugar al que acudir, aunque sea online, para conectar con gente que está en la misma situación”.

No es el único espacio creado con este fin: proliferan las iniciativas que pretenden poner en contacto a españoles en situaciones parecidas por diferentes partes del mundo para resolver preguntas lógicas: hacia dónde hay vuelos desde mi origen, qué compañías operan... Al apoyo que supone poder hablar con alguien que está en situación, Arantxa añade la utilidad de estos grupos para compartir noticias veraces y documentos oficiales, centralizándolos en un lugar común en el que consultar dudas o intercambiar pareceres: “Es imposible si lo quieres hacer tú solo, y es difícil también hacerlo con gente de tu país de origen cuando a lo mejor hay diez horas de diferencia y tu familia está durmiendo”. 

Mientras Arantxa se volcaba en el desarrollo del grupo, pensaba en la situación de su hermana. Xenia Moliner había conseguido por fin el trabajo de sus sueños en el sector audiovisual en Nueva Zelanda, pero quedó atrapada en Japón antes de poder acudir al país. Llamó a la embajada para pedir asesoramiento, pero lamenta la atención recibida. Escribió en grupos de españoles en Japón y, si bien afirma haber obtenido alguna respuesta positiva, en su caso fue la gente local la que le brindó más apoyo: “Te encuentras a mucha gente amable y generosa”.

La joven ha conseguido participar en un par de programas que le permitirá tener alojamiento durante los dos meses que dura su visado en Japón: “No es lo que tenía planeado, pero es lo que hay. Creo que ante estas situaciones no queda otra que buscar alternativas y hacer la situación tuya, diseñarla a tu manera”. Hasta ha decidido intentar aprender algo de japonés durante el tiempo que esté allí.

El GAM de españoles en Australia, que en una semana agrupó a 400 personas, funciona bajo una máxima: “Qué tengo yo para ofrecer, qué se me da bien a mí”. Organizan actividades y comparten información oficial

En Australia también han pensado en los próximos días y en cómo sobrellevar la cuarentena, por lo que han ido un paso más allá en el planteamiento del GAM: quieren organizar actividades como clases de francés o talleres de cocina, compartir materiales de entretenimiento y prestar apoyo en el aspecto psicológico con el fin de hacer más fácil la situación a nivel emocional. El grupo, que en una semana agrupó a 400 personas, funciona bajo una máxima: “Qué tengo yo para ofrecer, qué se me da bien a mí”, ilustra Arantxa. Sergi reconoce, sin embargo, que la gente ahora está en el punto de decidir qué hacer: si quedarse en Australia o volver a casa. 

¿# Seamos responsables?

No todo es comprensión o amabilidad. A Arantxa le indignaron algunos tuits bajo el hashtag #seamosresponsables que instaban a los españoles en el extranjero a volver inmediatamente: “Igual yo no tengo 3.000 euros para regresar, o no sé qué hacer... Eso es volver a culpar al ciudadano, decirle '¡que la próxima vez la pandemia no te pille fuera de casa!'”. 

Sergi reconoce que la duda de si quedarse o irse es la parte más complicada y más común. “En el grupo al principio la gente sí manifestaba la preferencia de quedarse, pero a la que hay vuelos asequibles, se los compran”, comenta. Él ha decidido intentar volver a Barcelona lo antes posible porque es allí donde tiene una oportunidad de trabajo, pero sabe que tomar una decisión no es fácil, entre otras cosas por el desamparo institucional y la incerteza de si alcanzará el destino. 

La incertidumbre entre si quedarse o irse es la parte más complicada y más común: el principal motivo es la sensación de desamparo institucional y la incerteza de si lograrán alcanzar su destino

Jaume Portell, periodista catalán, reside desde hace meses en Senegal. Él manifiesta que no tiene intención de volver: “Si voy, no sé cuándo podré volver a Senegal, y prefiero seguir aquí haciendo mi trabajo. Es innegable que el sistema sanitario senegalés es muy débil”, pero, matiza, “hay un hilo pequeño de esperanza que es que, desgraciadamente, los países africanos tienen experiencia en combatir epidemias y reaccionan con bastante rapidez: en Senegal hay 142 casos, 27 están curados y, si bien los positivos siguen aumentando, de momento no ha muerto nadie... y han tomado medidas bastante drásticas para evitar la propagación del virus”.

Arantxa tampoco se plantea regresar. “No tengo trabajo allí y no sé qué va a pasar en España, y en todo el trayecto puedo llegar a poner en peligro a otras personas si soy portadora”. Su visado en Australia no caduca hasta noviembre y está aplicando a trabajos: intentará aguantar ahí un tiempo apoyándose, si hace falta, en amigos. En cualquier caso, defiende que afrontar el regreso también debe de ser difícil: “No es simplemente volver a casa, es que vuelves a un sitio que ahora mismo es muy hostil”, si bien entiende que hay gente que quiera volver lo antes posible. 

Vuelta a casa pero no a la normalidad

Cristina Romero fue una de las personas que apresuró su regreso. Trabajaba dando clases de ciencia en un instituto de Tailandia y tenía un vuelo programado a finales de marzo para visitar a su familia en Alicante. Su madre le alertó de que las cosas se estaban poniendo feas en España: “No le hice mucho caso, pero luego empecé a leer noticias de que el Ministerio de Exteriores urgía el regreso de los españoles que estábamos fuera y me puse a buscar vuelos”. Tampoco fue ayudada cuando llamó a la embajada, e intentó localizar a cuatro aerolíneas sin éxito.

Pero tiró de contactos, amistades y sobre todo de iniciativa, porque en realidad ella ya había tomado la decisión: “En España está la gente a la que quiero, y pensar en mi familia y no saber cuándo la iba a volver a ver me generaba angustia”. Se fue directa al aeropuerto de Bangkok, donde describe la situación cómo caótica y estresante: “Yo miraba las pantallas informativas y el 95% de los vuelos estaban cancelados”. Pero consiguió un billete y se subió al avión. Ha cogido muchos vuelos a lo largo de su vida pero dice que la sensación que tuvo en ese trayecto no la ha sentido jamás: “Casi todos estábamos volviendo a casa. No se levantaba nadie, no lloraba ningún niño, no había conversaciones en voz alta, sí muchos intercambios de sonrisas. Yo sentía una especie de ambiente de alivio”, interpreta. 

“Al final es hacer un poco de acción social, pero es difícil, porque solemos preocuparnos por nosotros mismos. Pero esta crisis ha demostrado que si no hacemos red estamos perdidos”, defiende Arantxa

Quienes se quedan fuera, al menos de momento, imaginan cómo será el regreso. Rafael dice que de alguna forma el confinamiento le ha hecho replantearse muchas cosas, entre ellas en qué se traducirán el encierro y las consecuencias sociales y económicas del covid19. “Tengo la sensación de que estamos luchando contra un virus externo (producido por la biología), pero a la vez internamente en cada casa estamos luchando contra un virus que procede de nosotros y que de alguna forma todo el mundo tiene”. ¿Qué virus? “Creo que a día de hoy se están cuestionando todos los valores que se basan en el egoísmo o en la deshumanización de la sociedad. Y creo que el confinamiento, a pesar de todas las dificultades, es una oportunidad grande para recapacitar, reconstruirnos y empezar a construir una nueva sociedad”. 

Arantxa defiende que durante mucho tiempo se han promovido culturas individualistas, pero que el verse en una situación desconocida y hostil ha hecho que se comprenda, de forma casi espontánea, que tales posicionamientos no son eficaces para enfrentar una pandemia. “Al final es hacer un poco de acción social, pero es difícil. Solemos preocuparnos por nosotros mismos, pero creo que la única solución para este tipo de cosas es preocuparnos por todos. Si no hacemos red estamos perdidos”, concluye. Porque lo que diferencia a una sociedad avanzada, defiende, no es que tenga la mejor tecnología, sino que se cuide mutuamente: que existan vínculos y sean fuertes.

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Gracias por el artículo y la entrevista. Mucho ánimo al resto de compañeros que estáis en el extranjero. Adelante!

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