Europa castiga a España

Coronavirus
La economía política del covid-19

La salida propuesta para la actual crisis económica y social provocada por el covid-19 repite la historia de las pasadas crisis: todo para las grandes empresas y la economía financiera, y las migajas para el resto.

Traducción: Isabel Pozas González
14 jul 2020 06:00

Los gobiernos de todo el mundo están intentando apuntalar un sistema capitalista en quiebra mediante (¡sorpresa!) la inyección de dinero a ricos y empresas, en especial a las del sector financiero. En otras palabras, en esta época de crisis sin precedentes y dificultades económicas, se repite la historia de siempre.

Estuvimos en la misma situación hace poco más de una década, aunque el desempleo ha aumentado de una forma mucho más dramática que durante el colapso económico de 2008. Aquella crisis económica global tardó mucho en llegar, pero cualquiera que estuviera dispuesto a fijarse sabía que era inevitable. Durante la burbuja bursátil de los años ‘90, los operadores no dejaban de repetir que la espectacular subida de los precios no podía durar, pero mientras la mayoría pensara que aquel largo periodo alcista no iba a acabar, ellos no iban a irse de la fiesta. Cuando estalló la burbuja, surgieron nuevas formas de especulación que siguieron con la fiesta financiera varios años más. El lubricante que utilizaron en el último asalto fue el crédito, que disparó los precios de la burbuja inmobiliaria y posibilitó que continuara el gasto de los consumidores frente a la reducción de los salarios hasta que la especulación se volvió insostenible.

Los gobiernos de todo el mundo están intentando apuntalar un sistema capitalista en quiebra mediante (¡sorpresa!) la inyección de dinero a ricos y empresas, en especial a las del sector financiero

Sin más burbujas que hinchar, solo los gobiernos de las cuatro mayores economías del mundo destinaron 16,3 billones de dólares estadounidenses (unos 14,5 billones de euros) durante 2008 y 2009 a rescatar a los financieros que habían hundido la economía mundial y, en mucha menor medida, como estímulo económico. Estados Unidos destinó 11 billones de dólares, casi 10 billones de euros, de los que más de 700.000 millones fueron a parar a los capitalistas a través del Programa de Alivio de Activos en Problemas (Troubled Assets Relief Program); la Unión Europea, 4 billones de dólares (3,5 billones de euros); Japón, 667.000 millones y China, más de 500.000 millones. Las economías más pequeñas hicieron lo mismo. El Banco de la Reserva de Australia dio 1.800 millones de dólares australianos (unos 1.100 millones de euros) a los financieros para que apuntalaran el sistema bancario. El Banco de la Reserva de India hizo lo propio y entregó 60.000 millones de rupias (casi 710.000 millones de euros).

Y todo, simplemente, para lidiar con la inminente crisis de 2008. Como el estancamiento continuaba, muchos de los bancos centrales más destacados del mundo decidieron inyectar de nuevo inmensas sumas de dinero al sector financiero. En concreto, a través de programas conocidos por el nombre técnico de “expansión cuantitativa”. Esto consiste en que los bancos centrales compran grandes cantidades de bonos emitidos por sus propios gobiernos, bonos corporativos y/o bonos hipotecarios. Y con todo lo que hablan los gobiernos del mundo de tomar medidas “sin precedentes” para lidiar con la espectacular debacle económica que ha desatado la pandemia del covid-19, la mayor parte del dinero que se ha destinado se ha hecho en forma de nueva expansión cuantitativa.

Una milonga económica

El supuesto propósito de los programas de expansión cuantitativa es estimular la economía incentivando la inversión. Según esta teoría, una bajada de los tipos de interés a largo plazo incentivaría a las clases trabajadoras a comprar o refinanciar sus hogares, animaría a las empresas a invertir porque podrían disponer de préstamos más baratos y haría bajar el valor de la divisa para aumentar las exportaciones haciendo más competitivos los productos locales.

En realidad, los programas de expansión cuantitativa hacen que caigan los tipos de interés de los bonos debido a la distorsión resultante de su demanda, lo que permite a los vendedores de bonos ofrecer tipos de interés más bajos. Los especuladores, que buscan valores con mayor beneficio potencial, en cambio, compran acciones, con lo que elevan los precios e inflan la burbuja del mercado bursátil. El dinero que no se utiliza para la especulación termina aparcado en las arcas de los bancos, lo que incrementa sus beneficios, o se presta a empresas para que recompren sus acciones, otro método de elevar el precio de las acciones sin invertir nada.

En efecto, estamos hablando de cantidades ingentes de dinero se mire como se mire. Solo en “expansión cuantitativa”, la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón gastaron en los años que siguieron al colapso de 2008 unos 9,35 billones de dólares u 8,3 billones de euros, si nos gusta más. He aquí el desglose:

  • La Reserva Federal dedicó 4,1 billones de dólares en tres programas de expansión cuantitativa que finalizaron en noviembre de 2014.
  • El Banco Central Europeo dedicó 2,6 billones de euros en sus programas de expansión cuantitativa, que no finalizaron hasta finales de 2018.
  • El Banco de Inglaterra dedicó 375.000 millones de libras a su programa (unos 415.000 millones de euros).
  • El Banco de Japón dedicó más de 200 billones de yenes (más de un billón y medio de euros); la cifra exacta no está disponible. La expansión cuantitativa de Japón ha sido tan grande y ha durado tanto tiempo que el Banco de Japón ya posee acciones por un valor más alto que la economía del país entero.

Pensemos en todas las necesidades sociales que se podrían haber cubierto con esas sumas. Por ejemplo, el think tank británico Policy Exchange calculó en 2015 que las inversiones que había que hacer en transporte, comunicaciones e infraestructuras de agua en el país tenían que ser, como mínimo, de 170.000 millones de libras.

Eso es menos de la mitad de lo que el Banco de Inglaterra ha gastado en su estrategia de expansión cuantitativa. Estados Unidos podría haber liquidado toda la deuda de los estudiantes, arreglado todos los colegios, reconstruido los sistemas de agua y alcantarillado avejentados, limpiado los terrenos industriales contaminados y reparado las presas; todo esto por 700.000 millones de dólares menos de lo que ha gastado en su expansión cuantitativa.

El rescate de la crisis económica causada por el covid-19 se ha dirigido mayormente a las salas de juntas corporativas y a las cuentas bancarias de los ricos

Dada su historia reciente —que para nada es una aberración en la historia de esos gobiernos capitalistas—, no nos sorprende que el rescate de la crisis económica causada por el covid-19 se haya dirigido mayormente a las salas de juntas corporativas y a las cuentas bancarias de los ricos.

Paquetes de estímulo. ¿a quién se estimula?

La Reserva Federal, como muchos bancos centrales, es “independiente” del Gobierno. La razón que se da es que se evita la “interferencia política”, pero en realidad es para que las élites de las instituciones financieras puedan continuar haciendo lo que quieran sin consecuencias. Y, como de costumbre, la Reserva Federal no actúa por sí sola; el Congreso y la Casa Blanca también están haciendo lo que pueden para inyectar gigantes sumas de dinero a los financieros y a los empresarios industriales.

Hasta ahora, el Congreso ha aprobado dos paquetes de estímulo que se han convertido en ley, uno a finales de marzo y el segundo, en abril. La Cámara de Representantes ha aprobado una tercera, pero el Senado no parece dispuesto a aceptarla, y hay razones para dudar de que los demócratas de la Cámara se tomen realmente en serio este último esfuerzo.

El primer estímulo es la ley CARES (siglas en inglés de Ayuda, Rescate y Seguridad Económica), por valor de dos billones de dólares, aprobada el 27 de marzo. Gracias a esta ley, los estadounidenses van a recibir un único cheque de 1200 dólares del Gobierno federal. Teniendo en cuenta que el alquiler mensual medio en la mayoría de las ciudades de Estados Unidos es más alto, esos cheques son símbolos que sirven para ocultar adónde ha ido a parar la mayoría del dinero. Y no ha ido a familias que se han quedado sin trabajo.

El 24 de abril se aprobó y sancionó una segunda ley de estímulo por valor de otros 500.000 millones de dólares. La mayoría del dinero de esta segunda ley de estímulo se ha destinado al Programa de Protección de Pagos (PPP) que aparecía en la ley CARES, un programa de préstamos destinados a las pequeñas empresas que se pueden perdonar si esas empresas emplean el dinero en mantener las nóminas de sus empleados; el PPP se ha quedado sin dinero en dos semanas. Los demócratas han dicho que querían que el dinero de esta ronda fuera a los gobiernos estatales, los cuales se enfrentan a bajadas repentinas de ingresos tributarios, pero, como de costumbre, capitularon de inmediato cuando los republicanos dijeron que no.

La ley CARES incluía 250.000 millones de dólares para respaldar el seguro de desempleo, 500.000 millones en ayudas para la industria y los gobiernos estatales, otros importes dirigidos directamente a sectores específicos y 350.000 millones para el PPP. Suena bien, ¿a que sí? Sin embargo, del dicho al hecho hay un trecho.

Las disposiciones tributarias del estímulo por el coronavirus aprobado por el Congreso de EE UU “benefician abrumadoramente a los estadounidenses más ricos”, según Democracy Now

Antes de que se aprobara el segundo paquete complementario de estímulo, ya era obvio que gran parte del dinero del estímulo se destinaba a las grandes empresas. Y no solo eso, hasta ahora, la ley CARES incluye más bajadas de impuestos a las grandes empresas. Según Democracy Now: “Un comité del Congreso informa de que las disposiciones tributarias del estímulo por el coronavirus aprobado por el Congreso el mes pasado va a beneficiar abrumadoramente a los estadounidenses más ricos. Cuatro de cada cinco contribuyentes beneficiados por el limbo jurídico tributario temporal de 70.000 millones de dólares son millonarios o billonarios. De media, les van a caer del cielo 1,6 millones de dólares, lo que hace diminuto el pago de 1.200 dólares a los trabajadores estadounidenses”.

Manipulación del Programa de Protección de Pagos

Mientras tanto, gran parte del dinero del PPP no ha ido a parar a las empresas familiares que se vieron obligadas a cerrar por la pandemia de covid-19. Al menos 75 empresas que cotizan en bolsa han recibido fondos del programa, que se supone que es para ayudar a las pequeñas empresas. La agencia Associated Press informa de que:

“Se suponía que el Programa de Protección de Pagos era para inyectar dinero a las pequeñas empresas, que normalmente tienen menos acceso al dinero rápido y a los préstamos; 349.000 millones de dólares en préstamos de emergencia para ayudarlas a mantener los puestos de trabajo y a que las facturas se pagaran a tiempo. Pero al menos 75 empresas que han recibido la ayuda cotizan en bolsa, según ha descubierto Associated Press, y algunas con un valor de mercado muy por encima de los 100 millones de dólares. El 25% de esas empresas había advertido a los inversores meses antes (mientras la economía funcionaba sin problemas) de que tenían dudas sobre su viabilidad. Tras revisar las miles de solicitudes, la Associated Press identificó las 75 empresas, receptoras de un total de 300 millones de dólares en préstamos públicos a bajo interés. Ocho empresas, o sus subsidiarias, recibieron el máximo posible, 10 millones de dólares, incluida una empresa de software de California que se enfrentó a una investigación de la Comisión de Valores y Bolsa a finales del año pasado por errores contables que sobrestimaban sus ingresos”.

Hasta los palmeros de las grandes empresas del canal de noticias económicas por cable CNBC han dicho que: “Grandes empresas que cotizan en bolsa han solicitado cientos de millones de dólares del fondo de emergencia del Programa de Protección de Pagos, según demuestra el último informe publicado por Morgan Stanley”. Este informe estima que, por lo menos, 243,4 millones de dólares del total de 349.000 millones entregados en el PPP a fecha de 21 de abril (para ese día el PPP ya se había quedado sin dinero) fueron a manos de empresas que cotizan en bolsa.

Las cifras anteriores podrían quedarse cortas; un artículo posterior del Washington Post decía que “cientos” de empresas que cotizan en bolsa han recibido en total más de mil millones de dólares en fondos del PPP, aunque se ha devuelto parte de ese dinero debido a la presión pública. El 80% de los solicitantes se han quedado sin nada porque el fondo se acabó.

Los informes publicados discrepan en el cálculo de beneficiarios indebidos del PPP porque se rinden pocas cuentas. Más allá de querer proteger a los contribuyentes privilegiados del escrutinio público, como es habitual, puede que la razón sea que varios miembros del Congreso han recibido dinero del programa. La administración Trump se niega a dar información; no nos sorprendería descubrir que también tiene algo que esconder. Politico dice que: “Al menos cuatro miembros del Congreso se han visto beneficiados”, pero el número total podría ser mayor. “Es un grupo bipartidista de legisladores que ha reconocido tener vínculos estrechos con empresas que han recibido préstamos del programa —empresas de sus familias o en las que sus parejas desempeñan puestos de alta dirección”, según informa Politico, y da el nombre de dos demócratas (Susie Lee, de Nevada, y Debbie Mucarsel Powell, de Florida) y dos republicanos (Roger Williams, de Texas, y Vicky Hartzler, de Missouri).

exenciones fiscales para el 1%

Según informa The New York Times, se ha introducido una exención fiscal en la segunda ley de estímulo que solo se aplica a empresas con ingresos de 25 millones de dólares y otra disposición permite que los miembros de los hogares que ganan al menos medio millón de dólares al año se deduzcan aún más las pérdidas comerciales de los beneficios en bolsa. Esas deducciones permitirán que los beneficiarios reduzcan lo que tienen que pagar en impuestos sobre las rentas del capital. Victor Fleischer, profesor de Derecho Tributario de la Universidad de California, Irvine, le dijo al Times que: “Muchas de las exenciones fiscales de los estímulos están ‘simplemente dándole dinero a los ricos”.

Y teniendo en cuenta los estafadores que ocupan la Casa Blanca, no nos cogerá por sorpresa que existan beneficios especiales para los dueños de bienes raíces. Una de las golosinas incluidas en los paquetes de estímulo permitirá a quienes poseen empresas a través de sociedades o estructuras similares utilizar todas las pérdidas que reclamen en sus declaraciones para compensar impuestos procedentes de otros ingresos que tendrían que pagar, tales como los beneficios del mercado bursátil, eliminando la cantidad límite que se podía reclamar. Esas sociedades puede que sean muy rentables, pero siempre que aparezca una pérdida en los papeles, los propietarios pueden compensar impuestos. Jesse Drucker, de The New York Times, en una entrevista al programa Fresh Air de la National Public Radio, estimó que esta exención fiscal para los ricos le costará al Gobierno 135.000 millones de dólares —y, básicamente, todo irá a parar al 1% más rico.

Reuters informa de que el Gobierno de Trump ha entregado “millones de dólares del dinero de los contribuyentes estadounidenses a una serie de firmas que han eludido pagar los impuestos estadounidenses”

Esta enorme exención fiscal no se ha redactado específicamente para el sector inmobiliario, pero lo más probable es que sea el más beneficiado, ya que el funcionamiento corporativo del sector, a menudo, está estructurado de ese modo. El señor Drucker apuntó que:

“En el mundo real, la verdad es que puedes tener un negocio inmobiliario totalmente rentable que genere pérdidas a la hora de declarar impuestos, porque los promotores inmobiliarios consiguen reducir el valor de sus edificios. Eso se convierte en una deducción. Y el resultado es gente como Jared Kushner y Donald Trump —hasta el punto de que hemos tenido cierto conocimiento de sus impuestos de los últimos años y hemos visto que han declarado grandes pérdidas en sus declaraciones de la renta. En muchos casos, casi seguro que es el resultado de algunas de esas disposiciones favorables que les permiten reducir el valor de sus edificios. Así que la cuestión es que cualquier cambio que se haga en la legislación tributaria que posibilite que la gente explote al máximo sus pérdidas podría beneficiar perfectamente a los inversores inmobiliarios, porque tienen muchísimas pérdidas. Y en el caso de Jared Kushner y Donald Trump, no tenemos que especular con ello. Sabemos que en años anteriores han declarado grandes pérdidas que los dejarían en posición para beneficiarse de esto”.

En estas leyes de estímulo, ni siquiera se ha introducido la disposición más básica para poner límites al destino del dinero. Por ejemplo, aunque hay una cláusula que prohíbe el uso del dinero para la recompra de acciones y pagos extra a ejecutivos, la cláusula siguiente permite al secretario del Tesoro, Steve Mnuchin (el Rey de la Ejecución Hipotecaria), no aplicar la prohibición. Ni esas medidas están para exigir que los beneficiarios empresariales paguen impuestos. Reuters informa de que el PPP ha entregado “millones de dólares del dinero de los contribuyentes estadounidenses a una serie de firmas que han eludido pagar los impuestos estadounidenses”. Doce empresas, receptoras de 104 millones en préstamos, utilizan paraísos fiscales para evadir impuestos, siete de ellas no han pagado nada.

La Reserva Federal ofrece billones de dólares

La contribución de la Reserva Federal a los ricos va más allá de estas dos leyes de estímulo. A finales de marzo, ya había destinado más de tres billones de dólares en préstamos y compra de activos a raíz del rápido colapso de la economía. En este dinero se han incluido entregas recientes a un nuevo programa de expansión cuantitativa que se ha anunciado hace poco y para el que la Reserva Federal había prometido gastar 700.000 millones de dólares en compras de bonos del Tesoro e hipotecarios, además de múltiples programas de préstamo. Aunque la mayoría de los fondos procederá de la impresión de dinero, 450.000 millones han salido de los dos billones de dólares de la Ley de Estímulo CARES aprobada por el Congreso.

Tras el anuncio que hizo el 23 de marzo, la Reserva Federal anunció el 9 de abril otra ronda de medidas, destinando esta vez 2,3 billones de dólares en préstamos y créditos para negocios y gobiernos locales. El punto fuerte de esta ronda es el “Programa de Financiamiento de Minoristas”, y por el nombre parece que esos préstamos se van a destinar a pequeños negocios, pero se van a dar a empresas de hasta 10.000 empleados que ingresen hasta 2.500 millones de dólares. No es exactamente lo que nos viene a la cabeza cuando pensamos en “minoristas”. El paquete de medidas podría haber inyectado 6 billones de dólares al sistema financiero, pero ese dinero, si de verdad se ha gastado, parece mayormente destinado a los bolsillos de los especuladores.

Con los gobiernos estatales y locales con unos niveles de ingresos peligrosamente bajos por la crisis económica, lo que pone en peligro los programas sociales, ¿qué quiere hacer la Casa Blanca? La única “solución” que ha exigido Donald Trump es el recorte de los impuestos sobre la nómina, la fuente de ingresos de la Seguridad Social. El presidente alega que quiere que se recorten “temporalmente” los impuestos salariales, pero esto no hay que verlo solo como muestra de su completa incapacidad de decir la verdad, sino como su deseo manifiesto, y el de su administración, de hacer recortes en la Seguridad Social. Recortar los fondos del programa de jubilaciones es una buena manera de socavarlo, que es lo que desea Wall Street desde hace tiempo. Aunque no hubiera razones perversas detrás, ¿un recorte temporal de impuestos sobre las nóminas le daría un empujón a la economía? Rotundamente no, según dice el Centro de Prioridades Políticas y Presupuestarias en un comentario del 12 de mayo.

“El presidente Trump ha dicho que no apoyará ningún rescate ni medidas de estímulo adicionales como respuesta a la crisis humana y económica causada por la pandemia de covid-19 a menos que incluya un recorte temporal de impuestos salariales”, ha dicho el Centro. Los paquetes de estímulos solo son efectivos: “Si proporcionan con prontitud recursos a las personas y empresas que más lo necesitan, que es más probable que gasten, en vez de ahorrar, el dinero extra que reciban”. Pero el plan de Trump tampoco funcionaría. El Centro ha dicho que:

“Recortar la parte que pagan los empleados en impuestos sobre la nómina ayuda más (en dólares) a los que más ganan, que probablemente necesiten menos la ayuda y no gasten la mayoría o nada del dinero extra. Hace menos por quienes tienen pocos ingresos y nada en absoluto por los que han perdido el trabajo, lo que agrava aún más los puntos débiles de esta propuesta. Y recortar los impuestos sobre la nómina del empleador es una forma inefectiva de apoyar a las empresas para que contraten y la inversión. Ahora, el problema principal de las empresas es que faltan clientes que compren sus productos, tanto por las medidas de distanciamiento social como porque los ingresos de los clientes han bajado dramáticamente a la vez que ha aumentado el desempleo. Las empresas no van a contratar (o quedarse con) más trabajadores o invertir en más equipamiento del que necesitan para producir los bienes y servicios que realmente pueden vender”.

Ya hay indicios de que esos beneficios imprevistos que las grandes empresas han recibido de la administración Trump se han depositado en cuentas bancarias, y no en inversiones. El economista Jack Rasmus ha calculado que la pérdida de ingresos para las decenas de millones de estadounidenses que se han quedado sin empleo les ha costado un total de 1.300 millones de dólares en sueldos perdidos. El profesor Rasmus señala que las empresas no están invirtiendo como resultado de las reducciones salariales, lo que deja en ridículo la “teoría” económica de que el problema de las recesiones son los “salarios rígidos” —es decir, aquellos salarios que no bajan lo bastante rápido ni lo suficiente durante las recesiones. Dice que:

“Están acaparando los 1,74 billones de dólares en préstamos y subsidios de rescate. Y los 650.000 millones de dólares en recortes de impuestos empresariales de la legislación de rescate hasta ahora (de la que se oye muy poco en la prensa, añado). Los depósitos en efectivo a corto plazo por parte de las empresas solo en fondos de dinero institucional (una sola fuente) han subido de los 2,3 billones de dólares que tenían antes del 1 de marzo a los 3,3 billones que tienen hoy. Eso supone un aumento de un billón de dólares en depósitos en efectivo por parte de las empresas solo en fondos de dinero institucional. Y se está depositando más en entidades de crédito. La media a largo plazo de los depósitos empresariales en las entidades de crédito se ha situado alrededor del 5% (el 6% con Obama y el 4,6% con Trump en el periodo de 2016 a 2019); y ha pasado al 15,8% desde el 1 de marzo. Las empresas e inversores están acumulando el dinero y metiéndolo en sus cuentas a corto plazo en bancos, fondos y quién sabe dónde más, tanto en paraísos fiscales como dentro del país”.

Es probable que destinen gran parte de ese montón de dinero a la recompra de acciones, dividendos, a la especulación, a la compra de empresas y a aumentar los esfuerzos de presión más adelante. En 2018, las empresas estadounidenses gastaron más de 1,1 billones de dólares en la recompra de acciones, y en 2019, aunque aflojaron un poco el ritmo, recompraron acciones por valor de más de 700.000 millones. La recompra de acciones es un gasto totalmente improductivo —no son más que empresas que compran sus propias acciones dándoles a aquellos que venden una prima sobre el precio de mercado y aumentando la rentabilidad de los accionistas que quedan, porque habrá menos gente para repartir beneficios. A los especuladores les encantan.

UK, la UE y Canadá: mucho para las financieras, migajas para los trabajadores

El capitalismo es un sistema global, por lo que el uso de una crisis en beneficio de los ricos y poderosos no se limita a Estados Unidos, aunque sea el centro del sistema capitalista global y sean los primeros en respaldar a sus triunfadores. Tax Watch UK (Vigilancia Tributaria del Reino Unido), organización que se describe a sí misma como un “think tank de investigación”, ha descubierto que entre los beneficiarios de los préstamos del Covid Corporate Financing Facility (Mecanismo de Financiación Empresarial para la Covid) del Banco de Inglaterra hay 13 empresas vinculadas a paraísos fiscales o que “se han visto envueltas en polémicas por cuestiones financieras”. Esas 13 empresas han recibido 4.800 millones de libras (unos 5.300 millones de euros), casi el 30% del total. Tax Watch UK informa de que, entre ellas, está Baker Hughes, una subsidiaria de General Electric, “que está envuelta en un litigio fiscal de un millón de libras por un impago de impuestos de 2004”.

El Gobierno británico, encabezado por el mentiroso de Boris Johnson, no se ha cortado a la hora de repartir dinero entre las empresas

El Gobierno británico, encabezado por el mentiroso de Boris Johnson, no se ha cortado a la hora de repartir dinero entre las empresas. El Banco de Inglaterra ha destinado 200.000 millones de libras para la expansión cuantitativa (compra de bonos), 330.000 millones de libras en garantías de préstamos para empresas y una cantidad no especificada para “liquidez a corto plazo” para el Gobierno, entre otras medidas. Aparte, Whitehall ha destinado diez mil millones de libras a tres programas distintos de préstamos, exenciones en el impuesto de bienes inmuebles, subsidios directos para pequeñas empresas, subvenciones para la “innovación” y otros puntos. ¿Y para los trabajadores? Un total de 14.700 millones de libras de financiación adicional para el National Health Service (el Sistema Nacional de Salud) y un aumento de 7.000 millones para el programa Universal Credit y otras prestaciones. En conjunto, la balanza se inclina a favor del capital.

Del mismo modo que en Estados Unidos y Reino Unido, la mayoría del dinero que ha destinado la Unión Europea a apuntalar la economía durante la pandemia de la covid-19 es para expansión cuantitativa. La Unión Europea se ha comprometido a invertir 1,35 billones de dólares en la compra de títulos emitidos por los sectores público y privado antes de junio de 2021 en su Programa de Compras de Emergencia para la Pandemia.

La Unión Europea también va a ofrecer una ampliación de 540.000 millones de euros al Mecanismo Europeo de Estabilidad, un programa de préstamos al estilo del Fondo Monetario Internacional en el cual el dinero se presta a los gobiernos con la condición de que los receptores implementen una austeridad severa. (Bajo este programa, la Unión Europea saldó la deuda del Gobierno griego con los bancos europeos, y eso significa que Grecia tiene la deuda con las instituciones de la Unión Europea en vez de con los bancos, que no ha hecho nada por reducirla, sino que ha forzado a Atenas a aplicar una austeridad estricta que ha desahuciado a los griegos). Y además de esto, la Unión Europea ha inyectado otros 200.000 millones de euros a las empresas. Para los trabajadores, nada más que, relativamente, migajas: 37.000 millones de euros “para apoyar la inversión pública en hospitales, [pequeños negocios], en el mercado laboral y en las regiones bajo presión” y 100.000 millones para protección de los trabajadores y los puestos de trabajo. La balanza de vuelve a inclinar a favor del capital.

La UE ofrece una ampliación de 540.000 millones de euros en préstamos al estilo del FMI, en el cual el dinero se presta a los gobiernos con la condición de que los receptores implementen una austeridad severa

De vuelta al otro lado del Atlántico, Canadá ha anunciado múltiples programas que incluyen la expansión cuantitativa. El Banco de Canadá ha implementado varios programas de expansión cuantitativa para la compra de bonos corporativos, bonos de los gobiernos federales y provinciales, bonos hipotecarios y pagarés (deuda a corto plazo emitida por las empresas), así como programas para dar crédito y “apoyar la estabilidad del sistema financiero canadiense”. El Banco de Canadá no facilita el coste total de esos programas; se ha comprometido a gastar 5.500 millones de dólares canadienses (3.600 millones de euros) a la semana, sin fecha límite, en solo dos programas: la compra de bonos del Gobierno federal y la compra de bonos hipotecarios. El balance general del banco central da una idea de lo que se ha gastado hasta ahora, revelando que los activos totales que posee han pasado de 120.000 millones de dólares el 11 de marzo a 498.000 millones el 11 de junio. Eso supone 378.000 millones de dólares, y hay más por llegar.

¿Cuánto gasta Canadá en los trabajadores? 116.000 millones de dólares en “ayudas directas a las familias y empresas” y 4.000 millones en el sistema de salud. Es mucho menos y, además, una parte de ese dinero irá a parar a empresas.

Aunque en esta ocasión se incluyen más ayudas directas para los trabajadores (a los líderes políticos no les ha quedado más remedio que dorarles la píldora dada la crisis de neoliberalismo y que nadie se ha olvidado de los enormes subsidios que les dieron a los mismos financieros responsables de la crisis de 2008), la abrumadora mayoría del dinero distribuido va a ir a parar al sector financiero y a grandes empresas. Hay que volver a preguntar: ¿no hubiera sido mucho más útil utilizar este dinero para necesidades reales y pagos directos a las personas en vez de apoyar a un sistema financiero sobredimensionado y derrochador? Más directamente, ¿cuánto tiempo pueden los pueblos del mundo seguir creyendo que funciona un sistema con crisis tan frecuentes y que necesita unos rescates tan grandes?

Artículo original
El artículo original, The Political Economy of Covid-19, fue publicado en Znet. Ha sido traducido por Isabel Pozas Gonazález.
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Integradoras sociales, enfermeras, educadoras, auxiliares y otros perfiles de personal laboral se enfrentaban a la incertidumbre de ser cesados en plenas vacaciones de Navidad.

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