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Comercio justo
Reflexiones sobre el comercio justo como alternativa de consumo
¿Cómo podemos integrar las diferentes alternativas de consumo responsable que se ofrecen desde distintos ámbitos? Esta ha sido la pregunta orientadora de la merienda-tertulia organizada por REAS Madrid en el contexto de la presentación de AGROPIA, un emprendimiento rural en el altiplano peruano que comercializa, entre otros, chips de papas de distintas variedades andinas con la certificación de comercio justo.
Después de servir el desayuno y llevar a los hijos y las hijas a la escuela, la jornada de trabajo comienza andando una hora hasta llegar a la chacra, la tierra donde María y su esposo siembran distintas variedades de papas nativas de diferentes colores. Allí, en el altiplano peruano, en la región de Huancavelita, a unos 3500-4200 msnm, nació en 2008 AGROPIA, una cooperativa agraria que apoya a sus 120 socios y socias en la producción orgánica de distintas variedades de papa andina y otros tubérculos, su procesado en chips y su posterior comercialización.
En una región con altos índices de pobreza, donde la agricultura y la ganadería convencionales son las actividades principales, los productores y las productoras, habiendo reservado una parte de la producción para el autoconsumo, venden el resto, en este caso las papas, en el mercado local a un precio muy bajo, insuficiente muchas veces, para cubrir los costos de producción.
En este contexto, surge AGROPIA, como un emprendimiento rural de pequeños productores y productoras de distintas comunidades de la zona.
Los socios y socias reciben capacitaciones y asesoramiento para hacer la transición al cultivo orgánico de los tubérculos. La tierra se prepara para la siembra, incorporándose el bocachi o abono orgánico que ellos mismos preparan en sus chacras con el estiércol de sus animales y los restos de cosecha. Se aplican bioles orgánicos y distintas técnicas como la rotación de cultivos o la asociación con otras plantas beneficiosas para controlar las plagas y nutrir el terreno. «Tenemos que cuidar el medio ambiente, si nosotros nos vamos ¿quién va a trabajar la tierra?» afirma rotundamente María, que hoy, día 30 de enero de 2019, ha sido la voz representante de AGROPIA en España, en la merienda-tertulia organizada por REAS (Red de Economía Alternativa y Solidaria) e IDEAS Comercio Justo. La visita de María, de la cooperativa AGROPIA, se enmarca en el proyecto «Barrios por el Comercio Justo», subvencionado por el Ayuntamiento de Madrid y que la cooperativa IDEAS Comercio Justo está desarrollando en el distrito de Arganzuela. REAS Madrid ha promovido este evento en el marco del Convenio con el Ayuntamiento de Madrid para la promoción de la Economía Social y Solidaria en la ciudad de Madrid, en el espacio vecinal autogestionado EVA Arganzuela, distrito en el que REAS trabaja en la dinamización de iniciativas locales con este enfoque.
En 2014 AGROPIA comienza la construcción de su propia planta procesadora con el apoyo técnico y financiero de distintas instituciones públicas y privadas, tanto peruanas como internacionales, para elaborar los chips de papa. La cooperativa asegura la compra de 1500 kg de papas a cada persona asociada y el resto de su producción se vende en el mercado local, pero, esta vez, a un precio más elevado por ser producción orgánica.
María se unió a la cooperativa en 2012. Ahora, aunque su volumen de producción es menor y dedican, ella y su esposo, un mayor esfuerzo para trabajar la tierra, reciben un precio más justo por las papas, aparte de ahorrar en la compra de insumos. Además, saben dónde acaban sus papas: en chips que se venden en mercados especializados locales y nada menos que en Europa, en países como España, Francia, Alemania, Austria o Bélgica.
«Queremos producir más para que nuestros hijos reciban una mejor educación. La papa sobra», afirma María. Y es que los productos bajo la denominación de comercio justo todavía son de consumo minoritario en países como el nuestro, por lo que, de momento, solo pueden procesar un determinado volumen de papas.
IDEAS es la cooperativa española de comercio justo que apoya a AGROPIA a través de programas de cooperación, asistencia técnica, importación, distribución y venta de sus productos en España. Este tipo de organizaciones busca una mayor equidad en el comercio internacional, ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de las personas productoras y trabajadoras que puedan estar en condiciones de exclusión o pobreza.
Estos productos llevan una certificación asociada que garantiza el cumplimiento de los diez principios que rigen el comercio justo.
Llegados a este punto, uno de los interrogantes que más se escucha entre los asistentes a la merienda-tertulia se relaciona con plantearse si caben este tipo de alternativas dentro del concepto de consumo responsable.
Cabe matizar que los productos de comercio justo que proceden otros países generan una mayor huella ecológica que los producidas en España, si tenemos en cuenta su envasado y posterior transporte hasta que llegan a nosotros y a nosotras. «Lo que ocurre es que, en el caso de las patatas fritas producidas en España, es difícil conocer las condiciones en que han sido producidas, mientras que las que en las que se producen con certificación de comercio justo podemos conocer con detalle toda la cadena de custodia del producto», nos comentaban desde la cooperativa IDEAS. Prueba de ello es el testimonio de María, que nos contaba cómo se producen sus papas azules y rojas.
Son productos cuyo consumo no es habitual en España. De hecho, desde las organizaciones como IDEAS se intenta lograr el balance con la producción local, comercializando productos no comunes en el país de destino. Es el caso de la panela, los frijoles, el cacao o, en este caso, los chips de papas de colores.
Consumir local es una apuesta que genera un importante impacto sobre nuestro entorno más cercano, pero ¿es suficiente? ¿sabemos las condiciones en las que se ha producido lo que estamos comprando, quien lo ha hecho y si están asegurados sus derechos?
Otra reflexión interesante surge en torno a la idea de si necesitamos este tipo de productos (refiriéndonos no solo a los procedentes de comercio justo, si no también productos orgánicos o ecológicos, artesanales y locales) o si todos y todas podemos asumir su precio.
Quizás la pregunta debería hacerse desde otra perspectiva: en lugar de cuestionarnos la compra por el elevado precio, por qué no preguntarnos la razón de que el resto de los productos sean tan baratos. ¿Queremos consumir productos que no afecten a nuestra salud individual o queremos, además, generar un impacto positivo en nuestro entorno? Abrir el debate hacia cuestiones como la soberanía alimentaria, la agroecología, los espacios cooperativos, los productos bio o de comercio justo, puede aportarnos diferentes enfoques para dinamizar reflexiones colectivas.
Lo que no podemos obviar es que vivimos inmersos en un mundo globalizado, cuyo sistema imperante se basa en el crecimiento exponencial y en el libre movimiento de capitales sin la intervención social (y cada vez menos la estatal), y que todos nuestros actos están interconectados con realidades tan distintas como la de María, a las que somos totalmente ajenos.
Tal vez no hay una solución única, por eso debemos propiciar estos espacios de debate, abiertos a todas las opiniones. Aprovechar el sistema ya impuesto para hacer saltar esa chispa que incite a la reflexión, a la inquietud. Repensar juntos lo que nos gustaría en nuestras vidas, recuperar nuestro derecho a decidir y afrontar la responsabilidad de hacerlo.
Nunca consumir había sido un acto tan político.