La flor del yrupé vuelve a ver la luz en el primer documental de Candela Sotos

La ópera prima de la artista visual Candela Sotos recupera la memoria de Guillermo Fernández-Zúñiga, pionero del cine científico y documentalista de la guerra civil.
Fotograma del documental ‘Yrupé’, dirigido por Candela Sotos
Fotograma del documental ‘Yrupé’, dirigido por Candela Sotos.

Algunas de las flores más bellas de la naturaleza florecen solo una vez al año, con el agravante de la nocturnidad, lo que dificulta aún más poder admirarlas. Entre ellas se encuentra el yrupé, un nenúfar amazónico provisto de tallos espinosos que le sirven de defensa natural. Originario del río Paraná —cuyas aguas recorren Argentina, Paraguay y Brasil—, su excepcional flor cuenta con más de un centenar de pétalos blancos y carnosos. De documentar esta rara avis de la naturaleza se encargó en 1954 Guillermo Fernández-Zúñiga, quien rodó la película La flor de Irupé, obra que durante décadas se consideró perdida. 71 años más tarde, la artista visual Candela Sotos presenta Yrupé, su ópera prima, que recupera y revisita el legado de este pionero del cine científico.

La película, estrenada en España dentro de la sección Tiempo de Historia de la 70ª edición de la SEMINCI de Valladolid, donde ha conseguido el Premio DOC. España, se origina a partir de la exploración en los archivos familiares de Sotos, sobrina-nieta de Fernández-Zúñiga. La obra se configura como un proyecto de investigación y creación articulado en torno a dos ejes. El primero, desarrollar un estudio botánico sobre el ciclo vital del yrupé, trabajo que llevó a la autora en 2018 a Argentina, donde colaboró inicialmente con la Universidad Torcuato Di Tella y, posteriormente, con el Jardín Botánico Carlos Thays de Buenos Aires. El segundo eje se centra en profundizar en el análisis de los archivos fotográficos y manuscritos de su tío-abuelo, actualmente depositados en el Ministerio de Cultura y conservados en Filmoteca Española.

Todo se inició en 2015, cuando Candela Sotos comenzó a saber de la trayectoria profesional de Fernández- Zúñiga. “La primera vez que tuve noción del archivo fue tras una charla con mi madre en la que quise saber algo más de este pariente lejano que, como yo, se había dedicado a la fotografía y el cine. A partir de ahí empecé buscando información en internet, posteriormente contacté con su hija a través de la Asociación de Cine Científico y así empezó todo”, recuerda.

Finalmente Sotos pudo acceder al archivo Fernández-Zúñiga, catedrático de Ciencias Naturales, cineasta y fotógrafo. En este fondo, gran parte del cual se encuentra aún sin catalogar, la artista descubrió un conjunto de materiales de notable relevancia que incluye películas —varias de las que realizó se consideran hoy desaparecidas, presumiblemente destruidas por el museo tras la guerra, debido a la filiación republicana de su autor—, guiones y notas de campo, así como una extensa colección fotográfica, entre la que sobresale una valiosa documentación visual inédita de la guerra civil española, de gran valor histórico y documental. El archivo conserva, además, correspondencia manuscrita dirigida a familiares, amigos y colaboradores, que ofrece una perspectiva íntima sobre su vida y obra.

Adentrarse en la biografía de Guillermo Fernández-Zúñiga supone recuperar la figura, casi desconocida, de un intelectual de notable relevancia cultural y social, que atraviesa la historia del siglo XX

Adentrarse en la biografía de Guillermo Fernández-Zúñiga supone recuperar la figura, casi desconocida, de un intelectual de notable relevancia cultural y social, que atraviesa la historia del siglo XX. Licenciado en Ciencias Naturales en 1932, inició su carrera profesional en el ámbito de la enseñanza. Combinó su carrera de biólogo con su pasión por el cine. Realizó varios cortometrajes en colaboración con el también cineasta y biólogo Carlos Velo, en los que documentaron el comportamiento de insectos, con la idea de apoyar audiovisualmente tesis científicas. Su compromiso con la educación lo llevó a participar activamente en las Misiones Pedagógicas como responsable del servicio cinematográfico, también intervino en varias expediciones como las llevadas a cabo en Ayllón (Segovia, 1931); Navalcán (Toledo, 1932) o Alcázar del Rey (Cuenca, 1934). Impulsado por una profunda conciencia social y una firme defensa de la educación pública, Fernández-Zúñiga concebía el cine de divulgación como una herramienta fundamental para elevar el nivel cultural de la población y reducir la brecha existente entre los habitantes de las grandes ciudades y aquellos de las zonas rurales más desfavorecidas.

Durante la guerra, colaboró con el Ejército de la República en la realización de los noticieros España al día y Gráfico de la juventud, producidos para el Servicio de Propaganda Gubernamental. Esta labor le permitió convertirse en testigo privilegiado de diversos acontecimientos históricos, capturando con su cámara escenas del frente, trincheras, desfiles, brigadistas internacionales o los emblemáticos puentes de la Batalla del Ebro. Tras la derrota republicana, se exilió en Francia, donde fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, que también documentó con su cámara. Posteriormente fue trasladado a los de Bram y Gurs, del que logró escapar antes de ser deportado por la fuerza a un campo de exterminio en Alemania, desde donde emprendió finalmente el camino hacia el exilio en Argentina.

En 1947, ya instalado en Buenos Aires, comenzó a trabajar en los Estudios San Miguel, fundados en 1937 por el empresario navarro Miguel Machinandiarena. Esta productora colaboraba con algunas de las figuras más destacadas de la época en el país, estrellas como Libertad Lamarque, Imperio Argentina, una joven Eva Perón o el reconocido actor y director Hugo del Carril, autor de Las aguas bajan turbias (1952), una de las películas más emblemáticas de la cinematografía argentina, en la que Fernández-Zúñiga desempeñó el cargo de jefe de producción. Otros títulos en los que trabajó durante su periplo argentino fueron Mi vida por la tuya (Roberto Gavaldón, 1949); Los isleños (Lucas Demare, 1950) y Surcos de sangre (Hugo del Carril, 1950). De forma paralela, continúa con su dedicación por el cine científico reutilizando tiras de celuloide sobrante de los rodajes en el estudio. Gracias a ello pudo realizar los documentales Las abejas (1951) y La flor de Irupé (1954).

“Gracias al cultivo del yrupé he aprendido a acompasar mi tiempo creativo a los ritmos pausados de su crecimiento, prestando más atención a la observación y al cuidado”, dice Candela Sotos

Es en este punto donde volvemos a la película de Candela Sotos, en la que, bajo una estructura a manera de diario de trabajo, documenta las diferentes etapas del proceso de reproducción de esta planta acuática, cuyo nombre de origen guaraní se traduce como “plato que lleva el agua” evocando tanto su morfología como su profundo vínculo con el entorno natural y cultural del que proviene. Sotos filma todo el proceso, desde la plantación de las semillas hasta su florecimiento, compartiendo con gran entusiasmo cada avance. “Trabajar con plantas me ha hecho percibir de forma diferente lo no humano. Gracias al cultivo del yrupé he aprendido a acompasar mi tiempo creativo a los ritmos pausados de su crecimiento, prestando más atención a la observación y al cuidado. En este proceso me han acompañado también muchas lecturas de autoras como Donna Haraway, María Puig o Stefano Mancuso”, explica Sotos.

Paralelamente, la directora entabla una serie de conversaciones con diversas personas en torno a la memoria de su tío-abuelo y los archivos conservados. Entre ellas, su madre —sobrina de Fernández-Zúñiga— quien aporta una mirada cercana y tierna sobre el personaje; el subdirector del Real Jardín Botánico de Madrid, con quien analiza las imágenes desde una perspectiva botánica centrada en las especies vegetales representadas; y varios trabajadores de la Filmoteca Española, implicados en la conservación y estudio del material. Al mismo tiempo, se intercalan fragmentos de los archivos recuperados junto con la lectura de cartas escritas por Fernández-Zúñiga, a través de las cuales se reconstruyen diferentes pasajes de su vida. Uno de ellos alude a la realización del documental Las abejas en el que retoma un proyecto perdido en el que trabajó con Carlos Velo en la década de 1930. Para llevarlo a cabo diseñó una colmena con paredes de cristal, que permitía filmar a las abejas sin molestarlas, instalándola en el salón de su propia casa. En Danza III, un trabajo previo a Yrupé, Candela Sotos hizo una relectura contemporánea del proyecto en colaboración con su hermano, Miguel Sotos —arquitecto y carpintero—, con quien construyó una nueva colmena de observación de abejas, a partir del análisis de los textos de Carlos Velo y Guillermo Fernández-Zúñiga.

A medida que se reconstruyen la vida y la obra de Fernández-Zúñiga, la película plantea también cuestiones relacionadas con la falta de recursos destinados a la adecuada preservación de los archivos públicos. Asimismo, evidencia la paradoja que surge cuando un archivo privado es donado y pasa a formar parte de una institución pública, pero su consulta permanece sujeta a la autorización de la familia donante. En este caso, los herederos del legado Fernández-Zúñiga, por motivos ideológicos, se oponen a su plena difusión para evitar que los materiales sean utilizados con fines políticos. El archivo fue hallado casi por azar en 2011, olvidado en unas latas, incluso el propio autor en alguna ocasión lo había dado por perdido. Este fondo documental incluía además numerosas fotografías inéditas del fotógrafo alemán Walter Reuter. Sotos consiguió acceder al archivo al enfocar su investigación en el ámbito científico. Posteriormente, y con el respaldo de un asesoramiento jurídico especializado, exploró la posibilidad de difundir los materiales relacionados con la guerra civil. Para ello, estableció el mencionado mecanismo de análisis de las imágenes en colaboración con un experto en botánica, centrando la atención en las plantas representadas. Esta perspectiva, que introduce la neutralidad propia del enfoque científico, permite al espectador acceder íntegramente al contenido de las imágenes, planteando una reflexión crítica sobre los límites entre lo público, lo privado y lo político en la gestión de la memoria histórica.

Trabajar con archivos convierte al artista en una suerte de arqueólogo que indaga entre legajos y negativos, cuyas investigaciones pueden conducir al hallazgo de verdaderos tesoros considerados perdidos. “En 2021, estando ya de vuelta en Madrid con la posproducción, necesitaba algunos materiales de archivo como recursos para la película, así que escribí al Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken —museo dedicado a la preservación, investigación y difusión del arte cinematográfico argentino— para solicitarlos”, recuerda la directora, quien también cuenta que, en ese tiempo, la investigadora cinematográfica Agustina Wetzel le puso tras la pista de una vieja película “en la que creía haber visto una planta de yrupé, así que también pregunté por ello y, efectivamente, pese a que se consideraba perdida, se conservaba en el museo una copia en 16mm de La flor del irupé, que había sido catalogada muy poco antes por Carolina Cappa”. Gracias a este descubrimiento la obra fue digitalizada y ahora Yrupé ofrece la posibilidad de poder volver a ver la película perdida de Fernández-Zúñiga, en la que lo que comienza como un filme científico sobre la vida de la planta se transforma en la recreación de una leyenda guaraní, rodada con influencias del cine de vanguardia y resonancias surrealista, a través de la coreografía de una bailarina que nos trasporta al universo fílmico de Maya Deren.

Guillermo Fernández-Zúñiga siguió siendo igual de prolífico tras su regresó a España en 1956. Su vinculación con el cine no solo se mantuvo, sino que se consolidó al incorporarse como director de producción en UNINCI (Unión Industrial Cinematográfica), una productora activa durante 13 años, entre 1949 y 1962, pero que a pesar de su breve existencia se convirtió en referente del cine gracias a títulos emblemáticos como Bienvenido Mr. Marshall (1953), Fulano y Mengano (1959), A las cinco de la tarde (1961) o Viridiana (1961). Lo que le llevó a colaborar con cineastas como Luis Buñuel o Juan Antonio Bardem y actores como Paco Rabal o Fernando Rey.

Simultáneamente siguió produciendo y realizando documentales científicos y educativos con su propia productora, Zúñiga Films, de la que saldrían títulos como Florinda y el viento (1965), Un pequeño colonizador verde (1968), Guerra en el naranjal (1971), La mosca de las frutas (1971), Encinares (1973), La lagarta (1974) o El agua en la vida (1974). Todos ellos se encuentran actualmente disponibles de forma gratuita en Platfo, la plataforma de contenidos audiovisuales del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA).

Su espíritu docente le llevó a la Escuela oficial de Cinematografía donde impartió la asignatura de Cine científico y sus técnicas. En 1966 impulsó la creación de la Asociación Española de Cine e Imagen Científicos (ASECIC), la cual presidiría hasta su fallecimiento en 2005.

La película de Candela Sotos no solo recoge este legado desde una mirada contemporánea en la que ciencia, memoria, recuerdos de familia y arte confluyen y florecen, en diálogo con la obra pionera de Guillermo Fernández-Zúñiga, sino que además pone en valor una planta, el yrupé, que cada vez se ve menos debido a que los humedales son incendiados para ser convertidos en macrocultivos de soja o en pastos para la ganadería intensiva. Gracias a la película, ahora, una planta de yrupé crece y se reproduce por si sola en el Jardín Botánico de Buenos Aires y pronto otra lo hará en el de Madrid.

Cargando valoraciones...
Comentar
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando...
Cargando...
Comentarios

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...