Chile
El Chile que desafió a Piñera reclama su papel en la redacción de la nueva Constitución

Después de 28 días de movilizaciones ininterrumpidas se abre un proceso para redactar una nueva Constitución en Chile. Entre los protagonistas de las revueltas reina un sentir general: el nuevo texto no debe ser redactado entre cuatro paredes por los mismos de siempre.
Cabildos abiertos Chile
Desde finales de octubre se han creado cabildos populares abiertos en todo Chile.
24 nov 2019 06:00

Sábado, cinco de la tarde. Un grupo de vecinos de los alrededores de la calle Marín, en la comuna de Santiago Centro, se reúne alrededor de unas mesas plegables plantadas en la acera de la calle Bombero Patricio Canto Feliu; un callejón apenas transitado, que desemboca en la Avenida Vicuña Mackenna. El nombre de la calle, que conmemora a un joven bombero fallecido en el año 62, no puede ser más apropiado en estos días en los que el Cuerpo de Bomberos parece ser el único que se salva de la animadversión ciudadana.

En este grupo de personas que se reúne bajo un sol de justicia, encontramos desde pensionistas que ya superan los tres cuartos de siglo, hasta estudiantes que apenas rondan la veintena. Todos ellos forman el cabildo popular del sector Marín. Una de las tantas asambleas ciudadanas que proliferan estas semanas tanto en la capital como a lo largo y ancho del país.

“En términos de vecindad, [las asambleas vecinales o cabildos] supone una oportunidad enorme para conocernos y ayudarnos mutuamente a mejorar nuestras vidas”, cuenta Carmen

Para Leo, arquitecto de 29 años, los cabildos son “una forma efectiva de hacer política de base sin intermediación de representantes partidistas”. Entre estos espacios, encontramos desde algunos, que abarcan temáticas concretas, como la lucha por el clima o los derechos de los pueblos originarios, hasta asambleas vecinales, que surgen con el mero fin de autoorganizarse para discutir y hacer frente a la contingencia. “En términos de vecindad, supone una oportunidad enorme para conocernos y ayudarnos mutuamente a mejorar nuestras vidas”, cuenta Carmen, profesora jubilada e integrante de la asamblea del sector Marín.

Hoy todos están ligeramente desconcertados. La madrugada del jueves 14 de noviembre, un grupo de parlamentarios que abarca la práctica totalidad de las fuerzas con representación en el Congreso, presentaba el Acuerdo por la Paz y la nueva Constitución. Un documento, tan ambiguo como inesperado, que a través de varios mecanismos plebiscitarios abre la puerta a la redacción de una nueva Constitución para Chile.

La apertura de un proceso constituyente ha sido una de las demandas centrales de los manifestantes durante las jornadas de protestas que han paralizado el país estas semanas. Sin embargo, hoy el optimismo no es unánime entre los asistentes. La mayoría, no se fía de la repentina buena voluntad, de aquellos que hasta hace apenas unos días se oponían tajantemente a cualquier solución que fuera más allá de una mera reforma constitucional.

Más allá de los disturbios y los saqueos que los medios parecen seguir empeñados en mostrar, estas semanas ha surgido un movimiento ciudadano, completamente al margen del poder político, que pretende tener voz en la redacción de la nueva constitución

Mientras la “Comisión Constitución” de la asamblea, conformada por aquellos que tienen mayores conocimientos jurídicos, trata de esclarecer algunos de los puntos más enrevesados del acuerdo, algunos toman notas, y otros escuchan atentamente para lograr comprender la letra pequeña del acuerdo. Durante el desarrollo del encuentro, circulan conceptos desconocidos para la mayoría de los allí presentes, como quórum, plebiscito ratificatorio o Convención Mixta Constitucional; pero reina un sentir general: la nueva constitución no debe ser redactada entre cuatro paredes por los mismos de siempre.

LA OTRA CARA DE LAS PROTESTAS

Más allá de los disturbios y los saqueos que los medios parecen seguir empeñados en mostrar, estas semanas ha surgido un movimiento ciudadano, completamente al margen del poder político, que pretende tener voz en la redacción de la nueva constitución. “Mi principal miedo es que el proceso sea cooptado por los mismos rostros de la política actual”, comenta Leo, que al igual que Carmen, sostiene que la participación de las comunidades de base en el proceso es indispensable. 

Paralelamente a las movilizaciones, el pueblo chileno se ha organizado en torno a estas asambleas o cabildos, donde se discute sobre la coyuntura actual y se trata de preparar a la ciudadanía para unos meses que se antojan frenéticos.

La hoja de ruta que marca el acuerdo prevé un primer plebiscito en abril, que decidirá si el órgano que redacte la nueva Constitución será una Convención Constitucional o una Convención Constitucional Mixta. La diferencia entre ambas reside en que la Mixta, estaría integrada en partes iguales por parlamentarios en ejercicio y miembros electos para el efecto, mientras que la Convención Constitucional estaría formada únicamente por miembros elegidos para el efecto.

“Mi principal miedo es que el proceso sea cooptado por los mismos rostros de la política actual”, comenta Leo

Aquí se encuentra el primer reto para el movimiento popular, conseguir movilizar a la ciudadanía para que el futuro órgano constituyente no esté conformado por los mismos representantes políticos responsables del estallido social. “En el escenario de impugnación al régimen político y económico que estamos viviendo, es fundamental que quienes redacten el texto sean personas electas específicamente para esa función, y no quienes son parte del problema y privilegiarán mantener el status quo”, señala Javier, abogado y miembro de la Corporación de Derechos Humanos 4 de agosto y de Unidad Social, una plataforma surgida en agosto de 2019, que abarca desde sindicatos emblemáticos como la CUT hasta asociaciones estudiantiles o de represaliados por la dictadura.

Pero, en el caso de que venciera la Convención Constitucional, ¿garantiza esta opción que los partidos políticos no vayan a colocar rostros nuevos con el mismo ADN político? Desafortunadamente, la respuesta es no, y aquí la tarea de las organizaciones de base será titánica, pues deberán competir contra auténticas maquinarias electorales, dotadas de más recursos y con una dilatada experiencia en el mundo de las campañas electorales.

“El camino va a ser largo, y mi principal miedo es que el pueblo chileno no tiene memoria. Esto puede acabar muy bien o muy mal”, señala Vivi, profesora en Santiago 

La elección de los representantes del futuro órgano constituyente, prevista para octubre de 2020, pondrá a prueba la madurez y fortaleza del movimiento. Una batalla que será desigual y que enfrentará a quienes tienen los medios y los recursos, contra los que tan solo tienen la voluntad y el anhelo de cambiar las cosas. Aquí la articulación entre las distintas asambleas y espacios de participación será más importante que nunca. Como menciona Javier, “una articulación fuerte podría permitir la construcción de un sujeto capaz de portar un programa del pueblo y de postular sus propios representantes para la Convención”. No será sencillo, y a los chilenos les queda la tarea más ardua, canalizar todas las demandas surgidas a lo largo de 30 años bajo un único proyecto de país.

MÁS ALLÁ DE LA CONVENCIÓN

“El camino va a ser largo, y mi principal miedo es que el pueblo chileno no tiene memoria. Esto puede acabar muy bien o muy mal”, señala Vivi, profesora en Santiago. Al igual que a Leo, le preocupa que la historia se vuelva a repetir y que una escalada de tensiones pueda desembocar en un nuevo golpe militar.

Muchos de los participantes de la asamblea vivieron bajo la dictadura. Por edad, algunos eran adultos plenamente conscientes cuando los militares derrocaron por la fuerza el Gobierno constitucional de Salvador Allende, y otros, ni siquiera habían nacido, pero crecerían y se criarían bajo la dictadura cívico militar.

“Para las generaciones que crecimos bajo el yugo de los militares, los cabildos significan aprender a ejercer nuestros derechos y nuestros deberes”, nos dice Vivi, que como profesora es consciente de la importancia de la educación en este proceso. “Somos hijos de una dictadura que dejó marcada nuestra forma de pensar y nuestro actuar. No sabemos ejercer nuestros derechos como ciudadanos, porque nunca nos dejaron hacerlo, y ahora debemos aprender, aunque sea por nosotros mismos”.

Como decía Vivi, la fusión entre dictadura y neoliberalismo, no solo instauró un modelo económico que acabó con una larga tradición de participación del estado en la economía, sino que también impuso un nuevo modelo de ciudadanía, que extirpaba cualquier lazo comunitario, presentando al individuo como consumidor más que como ciudadano. El asociacionismo, el uso del espacio público, la participación política, o la afiliación sindical, se vieron severamente restringidas, si no prohibidas, durante los años de Pinochet, lo que dejó una profunda huella en la sociedad chilena.

Los años de la dictadura cívico-militar produjeron en el pueblo chileno un “síndrome de pérdida del sentido de comunidad” que aún se mantiene a día de hoy

José Bengoa, uno de los más célebres historiadores chilenos de las últimas décadas, señalaba en su obra La Comunidad Reclamada, que los años de la dictadura cívico-militar produjeron en el pueblo chileno un “síndrome de pérdida del sentido de comunidad” que aún se mantiene a día de hoy. El terror ejercido por el gobierno del general Pinochet, encerró a las personas en sus mundos privados y sustituyó los afectos, las solidaridades y la idea de comunidad local, por el miedo al otro y las inseguridades.

La represión de la dictadura fue acompañada además por un modelo económico, que ahondaba aún más en esta idea del ciudadano como individuo-consumidor y no como miembro de una comunidad. El neoliberalismo en Chile es un sistema que trasciende lo meramente económico y que determina las relaciones sociales y humanas. Así, la desaparición de lo público, ha provocado la segmentación de la sociedad en grupos que parecieran vivir en universos distintos, y ha reemplazado la comunidad local por “las redes de confianza, basadas en orígenes sociales o adscripciones religiosas”. De este modo, en lugar de un espacio público e interclasista, nos encontramos con lo que Bengoa llama “espacios sociales”, cuyo acceso es restringido a los miembros de un determinado grupo social.

Al margen de lo grotesco e inoportuno, las palabras de Cecilia Morel, esposa del presidente Piñera, al calificar el estallido social de “invasión alienígena”, son el reflejo de esta distancia sideral que existe entre las clases sociales en Chile. Para las clases más pudientes, el pobre es como si no existiera. No sabe qué piensa ni como vive, pues ni se cruzan con él. Un otro, totalmente ajeno a su realidad, con el que tan solo comparten nacionalidad porque lo dice un carnet de identidad, y al que efectivamente ven casi como si fuera un extraterrestre.

Las palabras de Cecilia Morel, esposa del presidente Piñera, al calificar el estallido social de “invasión alienígena”, son el reflejo de esta distancia sideral que existe entre las clases sociales en Chile

También va de esto lo que ocurre hoy en Chile. De la recuperación de un sentido de ciudadanía y de comunidad que fue arrebatado por la dictadura, y que no ha sido devuelto por la democracia. En este sentido, la nueva Constitución se concibe como un medio y no como un fin en sí mismo. Como un nuevo marco que permita ampliar el horizonte democrático de la sociedad, a través de la sustitución de privilegios por derechos y de la participación e integración de todos sus miembros.

Por ello, la labor de los cabildos y asambleas como antídoto de la atomización social, es más importante que nunca. Porque, como dice Leo, “no se trata únicamente de una forma de canalizar demandas, sino de generar relaciones humanas que recompongan el tejido social que perdimos hace ya 50 años”.

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