Bolivia
El país que sueña con el mar

En Bolivia cada 23 de marzo se celebra el día del mar, una fecha en la que recuerda su reivindicación internacional de acceso al océano Pacífico mientras conmemora una guerra perdida contra Chile que ha servido para conformar su identidad nacional.
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La Armada boliviana desfila por las calles de La Paz como parte de las celebraciones del día del mar. Miguel Egea
27 mar 2023 12:00

Si quisiéramos recorrer Bolivia de este a oeste podríamos comenzar a caminar por las fértiles Tierras Bajas amazónicas para después subir más de 6.000 metros a algunos de los picos más imponentes de la cordillera de los Andes. Siguiendo nuestro camino hacia poniente llegaríamos al Altiplano, una gigantesca meseta a unos 4.000 metros de altura. Dejaríamos atrás los nevados, que es como llaman aquí a esas gigantescas montañas, y podríamos hacer una parada a las orillas del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, o en el salar de Uyuni, dependiendo si fuimos más al norte o más al sur. Retomado el aliento quizás nos plantearíamos continuar hacia el oeste y llegar hasta el océano Pacífico, a apenas 200 kilómetros: habría que sacar el pasaporte, cambiar la hora de nuestro reloj y cruzar la frontera chilena hacia los puertos de Arica, Iquique o Antofagasta.

Sin embargo no siempre fue así. Cuando Bolivia se independizó de la Corona española en 1825, la flamante nueva República que tomó el nombre del libertador contaba con más de dos millones de kilómetros cuadrados de territorio (hoy tiene apenas la mitad), incluida toda la costa entre el paralelo 21º y el 24º. Las riquezas que los españoles expoliaron del cerro de Potosí habían estado fluyendo hacia Europa desde los puertos del Pacífico y desde ellos se siguió comerciando tras la independencia. Apenas 50 años después, en 1879, Bolivia perderá a manos de Chile todo el Departamento del Litoral, y con él, su salida al mar.

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Autora: Sofia Zeni

La pérdida del Litoral: una lección de historia

En Bolivia es común explicarle a los niños que la guerra del Pacífico se perdió porque los chilenos aprovecharon el carnaval para robarles el mar y los bolivianos estaban demasiado borrachos para responder, “el presidente andaba farreando” dicen las maestras en las escuelas. Esta forma de contarse la historia tiene que ver, según algunos, con una tendencia de la sociedad boliviana a minusvalorarse. Lo cierto es que la cronología comienza el 14 de febrero de 1879 con la invasión del puerto de Antofagasta, a la que siguió rápidamente la del resto de la costa. Para cuando la noticia llegó a La Paz, en la noche del 25 de febrero, martes de carnaval, la mayor parte del Departamento del Litoral boliviano había sido ya ocupado por las tropas chilenas.

Según Rafo Puente Calvo, autor de uno de los manuales fundamentales para entender la historia de este país, Recuperando la memoria: una historia crítica de Bolivia, esta leyenda popular tiene que ver con una auténtica incompetencia y falta de capacidad de actuación del gobierno boliviano de la época. Pero este episodio fue solo la culminación de un proceso que llevaba varios decenios en curso, y es que una inmensa mayoría de la población que vivía en el Departamento del Litoral boliviano era de origen chileno. Como ejemplo Antofagasta, que en el censo de 1875 contaba con 6.000 habitantes, de los cuales 600 eran bolivianos y 5.000 chilenos. Además, la mayor parte de las empresas instaladas en la región también eran chilenas o peruanas, y eran ellas las que se estaban encargando de movilizar las riquezas que salían de las minas del interior del país.

En Bolivia es común explicarle a los niños que la guerra del Pacífico se perdió porque los chilenos aprovecharon el carnaval para robarles el mar y los bolivianos estaban demasiado borrachos para responder, “el presidente andaba farreando” dicen las maestras en las escuelas

Mientras los oligarcas y políticos bolivianos de la época, cuyos apellidos e intereses se mezclan en la historia, estaban concentrados en la explotación de las minas y en la protección de sus negocios personales, en Chile se estaba formando una institucionalidad estatal más o menos estable. Este Estado vecino mejor consolidado había decidido invertir, al contrario que el boliviano, en varias naves de guerra. Cuando hacia la mitad del siglo XIX en Europa se vive la Revolución Industrial, se produce un abandono masivo de los campos de cultivo junto con una mayor demanda de comida por parte de las ciudades. De la noche a la mañana, el guano y el salitre que tanto abundaban en el litoral boliviano, se convierten en productos de altísima demanda al otro lado del océano por sus increíbles propiedades fertilizantes que los incas ya habían descubierto mucho antes de la colonia. Esta riqueza redescubierta en la zona, sumada al abandono de la región por parte del Estado boliviano y al hecho que de facto ya estaba ocupada por ciudadanos y empresas chilenas precipitan la invasión.

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Estatua de Eduardo Abaroa, héroe de la guerra del Pacífico, en la céntrica plaza de La Paz que lleva su nombre. Miguel Egea. Miguel Egea


Hubo varios intentos fallidos de recuperar la costa, el más famoso la perdida batalla de Calama en marzo de 1879, donde al mando de los bolivianos, Eduardo Abaroa, falleció. En 1884 se pone fin a la guerra, con Chile como vencedora, entre tiempo este Estado ha continuado su avance hacia el norte y ha tomado también parte del que hasta entonces era litoral peruano, los actuales puertos de Iquique y Arica. En 1904, finalmente, se firma un Tratado de Paz y Amistad entre Bolivia y Chile, que sigue vigente a día de hoy y reconoce la soberanía chilena sobre los territorios ocupados.

La reivindicación marítima está incluso escrita en la Constitución Política del Estado de 2009: “el Estado boliviano reclama su derecho irrenunciable e imprescriptible sobre el territorio que le dé acceso al océano Pacífico y su espacio marítimo”

La construcción de un imaginario colectivo patriótico

La del Pacífico no es la única guerra que despojó de una región a Bolivia, mucho más sangrienta fue la guerra del Chacho contra Paraguay, de 1932 a 1935, donde se perdió gran parte de la región sureña del Chacho a favor de la república vecina. A nadie se le ocurre disputar a día de hoy la propiedad de ese territorio, como tampoco la de aquellos que a lo largo de los más de 200 años de historia de Bolivia fueron perdidos o vendidos al Brasil, al Perú o a la Argentina. Sin embargo la cuestión del litoral es muy diferente, y es que la reivindicación marítima está incluso escrita en la Constitución Política del Estado de 2009: “el Estado boliviano reclama su derecho irrenunciable e imprescriptible sobre el territorio que le dé acceso al océano Pacífico y su espacio marítimo”. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Inmediatamente después de la guerra se pone en marcha un proceso de construcción de la identidad nacional en torno a la pérdida del Litoral. Lo explica Huascar Oscar Piérola Dorado, doctorando de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, cuya tesis versa sobre la estrategia y la retórica de la cuestión marítima en el Estado boliviano. Según Huascar, la del Pacífico es la primera guerra que libra Bolivia en un contexto en el que se estaba construyendo una identidad nacional propia. Desde lo estatal se empieza a delimitar cierto horizonte político a nivel internacional y a partir de 1952, año de la Revolución que estableció el sufragio universal, se empieza a pensar en una política marítima que sostenga esta reivindicación del acceso al litoral. Las dictaduras militares del 64 al 82 aprovechan los casi 100 años que se llevaban ya de heroificación de ciertos personajes como Abaroa para construir un imaginario que justifica el rol de las fuerzas armadas, alimentando una retórica nacionalista provechosa para potenciar los liderazgos políticos de turno.

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Una orquesta militar rinde tributo a los restos de Eduardo Abaroa en La Paz el 22 de marzo de 2023. Miguel Egea

Con el paso de los años esa retórica ligada a la figura de Eduardo Abaroa y al desastre del Litoral ha calado en la sociedad boliviana y aunque la perspectiva de una nueva guerra está muy lejos de la mente de los gobiernos y los ciudadanos, en el plano discursivo se mantiene la cuestión marítima como una reivindicación de primer orden. Rafo Puente lo describe así: “es una especie de sentimentalismo, seguimos siendo un país enclaustrado reivindicando un mar que todos saben que no vamos a recuperar… puro patriotismo vacío”. La suya es una perspectiva bastante crítica sobre la cuestión, pero no dista demasiado de la que se puede escuchar al preguntar a cualquier boliviano sobre el asunto: las palabras que más se repiten son “anhelo” e “imposible”.


El Estado plurinacional y la agenda marítima

En 2004 se realiza un referéndum sobre política en materia de hidrocarburos y una de las cuestiones que se aprueba es la siguiente: “¿Está usted de acuerdo con la política del Presidente Carlos Mesa para utilizar el gas como un recurso estratégico para recuperar una salida útil y soberana al océano Pacífico?”. El presidente no durará mucho en el cargo y en el año 2006 comenzará el mandato de Evo Morales y la Asamblea Constituyente que fundará el Estado Plurinacional y aprobará la actual Constitución. El protagonismo que ha adquirido la idea de repensar la cuestión del acceso marítimo hace que el gobierno de Evo herede esta agenda del mar y que adquiera una centralidad política e ideológica.

En 2013, después de documentar ampliamente la historia de sus reivindicaciones y de las relaciones internacionales sobre esta cuestión con el país vecino, el gobierno de Morales demandó a Chile ante la Corte Internacional de Justicia para hacer valer una supuesta “obligación de Chile de negociar de buena fe y de manera efectiva con Bolivia para llegar a un acuerdo que garantice a esta última una salida soberana al océano Pacífico”. La sentencia del tribunal de La Haya negó que Chile tuviera esta obligación, aunque daba vía libre a los dos países a negociar en un “espíritu de buena vecindad”, cosa que no ha sucedido, ya que las relaciones bilaterales entre ambos Estados están rotas desde 1978.

En 2013, el gobierno de Morales demandó a Chile ante la Haya para hacer valer una supuesta “obligación de Chile de negociar de buena fe y de manera efectiva con Bolivia para llegar a un acuerdo que garantice a esta última una salida soberana al océano Pacífico”

Preguntado sobre si esta sentencia internacional concluye con el asunto, Huascar Piérola piensa que la derrota de La Haya no echará por tierra todo lo que se ha construido en más de 100 años: “ya está institucionalizado, es parte del calendario cívico del Estado, es parte del currículo escolar, es algo cotidiano, es parte del imaginario de nación y de la memoria colectiva”. Tiene razón, el Estado no ha abandonado su reivindicación marítima, que recupera todos los 23 de marzo, a pesar de la evidencia de su imposibilidad práctica. El pasado jueves, como cada año, se rindió honores a los restos de Abaroa y se realizó una gran marcha militar en La Paz con la presencia de las autoridades del país, discurso reivindicativo incluido.

Existen varias instituciones del Estado dedicadas en cuerpo y alma a la reivindicación marítima. Una de ellas es el Registro Internacional Boliviano de Buques, perteneciente al Ministerio de Defensa. Además de autorizar a los buques a llevar la bandera boliviana, desde sus oficinas de La Paz controlan en tiempo real la posición de cada embarcación que navega bajo su pabellón. La parte más delicada de su trabajo la realiza el capitán Wilson Santos, jefe de la unidad de relaciones internacionales del registro. El capitán viaja habitualmente a Londres, donde ha representado en numerosas ocasiones a Bolivia ante la Organización Marítima Internacional. La mera presencia de Bolivia en esta organización perteneciente a la ONU es un triunfo de la agenda marítima del Estado. Santos asegura que su país es respetado dentro de la organización, y que, de hecho, se le tiene cierta consideración especial al tratarse de un Estado sin litoral con presencia marítima. En las reuniones técnicas en las que participa se debaten controversias internacionales y protocolos que una vez aprobados serán de aplicación en todas las aguas del mundo.

Bolivia ha ratificado la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, lo que le otorga libertad de navegación y supone que, a pesar de ser un Estado sin litoral, pueda dar su bandera a embarcaciones y ejercer el control sobre ellas. Actualmente ha enarbolado unas 500 naves, la inmensa mayoría son barcos mercantes que se mueven en la Hidrovía Paraguay-Paraná, un camino fluvial de más de 3.400 kilómetros que une Bolivia con Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina. Esta es la salida natural del país al océano Atlántico, a través de su principal puerto de exportación, Puerto Quijarro, que se puede ver al este del mapa al comienzo de este artículo.

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Programa informático desde el que se controla la posición de los mercantes que recorren la Hidrovía Paraguay-Paraná. Miguel Egea


En busca de una salida

Hablando con los transeúntes en La Paz queda claro inmediatamente que la cuestión de la salida al mar no solo es un anhelo poético, también está fuertemente ligada a la idea de la necesidad de una salida económica a la situación del país. La perdida del mar no sería más que una de tantas injusticias históricas que han hecho que Bolivia se sitúe siempre a la cola en las listas económicas. El Banco Mundial situaba su PIB per cápita en 2021 solo por delante del de Haití, Nicaragua y Honduras en su continente.

Basta con mirar a tu alrededor en cualquier parte de este país para darse cuenta de la aguda incidencia de la pobreza y la desigualdad. Probablemente un acceso al mar podría empezar a cambiar las tornas, pero es una posibilidad que queda bastante lejos de la realidad y los verdaderos esfuerzos por encontrar una salida a su situación en la economía internacional se centran en otros ámbitos.

La cuestión de la salida al mar no solo es un anhelo poético, también está fuertemente ligada a la idea de la necesidad de una salida económica a la situación del país

Hace pocos días el vicepresidente David Choquehuanca estuvo en la Comisión de Estupefacientes de la ONU en Viena pidiendo que se inicie un proceso de examen crítico de la clasificación de la hoja de coca como estupefaciente. Los bolivianos defienden su uso tradicional, nutricional y terapéutico, y su derecho a industrializar su producción y comercialización. Si esto resultara, la hoja, uno de los cultivos más representativos del país, podría ser vendida en todo el mundo en su estado natural.

Pero la principal apuesta actual es el litio. Este material, necesario para las baterías de cualquier componente electrónico, podría convertirse en el nuevo oro en un mundo que demanda continuamente mejoras tecnológicas. A través de la empresa pública Yacimientos de Litio Bolivianos, el Estado está preparando su explotación y exportación a todo el mundo. El pasado enero se firmó un convenio con el consorcio chino CBC para la instalación de dos complejos industriales de extracción, y este fin de semana ha anunciado que otras cuatro empresas han demostrado disponer de la tecnología de extracción directa del litio: son dos chinas, una estadounidense y otra rusa. De la capacidad de negociación del Estado sobre los beneficios que estas empresas dejen en el país dependerá que la riqueza que genere el nuevo recurso sea redistribuida o que se perpetúe la antigua tradición de minería extranjera que tanta miseria ha aportado a este rincón del mundo.

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El salar de Uyuni, al suroeste del país, es la reserva de litio conocida más grande del mundo. Miguel Egea

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