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Bielorrusia
De Minsk a Gomel, dos formas de pensar Bielorrusia
Hace dos semanas, el orden establecido en la antigua república soviética durante un cuarto de siglo se quebraba tras el cuestionamiento de los resultados electorales. Mientras gran parte de la población exige un cambio, otra reivindica la labor de Lukashenko, acusando a la oposición de responder a una agenda neoliberal.
Al caer la noche, el pitido de los coches se volvió más seguido, casi continuo. La noticia ya era oficial: el resultado de las elecciones presidenciales en Bielorrusia, de este domingo 9 de agosto, daba como vencedor a Alexander Lukashenko, por sexta vez consecutiva. Símbolo de rechazo, a los cláxones les acompañaban los aplausos de los jóvenes que se iban reagrupando en las aceras, caminando todos hacia el centro de la capital. Allí, las fuerzas policiales ya habían interrumpido el tráfico alrededor de los edificios oficiales e impedido todo acceso, obligando así a la multitud que se iba formando a reunirse en la zona de Niemiga, cerca del río del mismo nombre. Internet ya no funcionaba. Permanecería cortada tres días más.
Al grito de Uxodi (“Lárgate”), los numerosos manifestantes se pusieron en marcha hacia el norte, en dirección al parque de la Victoria, para intentar alcanzar uno de los pocos puntos elevados de la ciudad. Pero rápidamente irrumpieron los primeros furgones de policía, de los cuales salieron numerosos agentes antidisturbios. Sin mayor resistencia, desalojaron las anchas avenidas dejando el paso libre a los equipos especiales de intervención (Omon), encargados de arrestar a los sujetos más activos. Numerosas personas fueron detenidas durante esta primera noche de protestas.
“La oposición dirá que hubo trampa, como suelen decir siempre”, anunciaba unos días antes Alexei Dzermant, politólogo y simpatizante del gobierno bielorruso. “La oposición se compone fundamentalmente de dos bloques: el bloque liberal, que desea privatizar la industria nacional, y el bloque etnonacionalista antirruso, que quiere conformar una Bielorrusia de habla bielorrusa únicamente. Es una unión de circunstancia con un solo interés común: derrocar al presidente”.
Un intervencionismo estatal fuerte en la economía, el rechazo de las privatizaciones y el mantenimiento de gran parte del sistema social socialista permitieron a Bielorrusia resistir con mayor eficacia que sus vecinos el derrumbamiento de la URSS
Elegido por primera vez como presidente en 1994, Alexander Lukashenko se convirtió prácticamente en el único actor político del país desde entonces. Su llegada al poder significó el final de la implementación de reformas neoliberales en la antigua república soviética de Bielorrusia. Un intervencionismo estatal fuerte en la economía, el rechazo de las privatizaciones y el mantenimiento de gran parte del sistema social socialista permitieron a Bielorrusia resistir con mayor eficacia que sus vecinos el derrumbamiento de la URSS.
Confiado en su popularidad, el dirigente reforzó su poder y se hizo omnipotente en el escenario político, acumulando victorias electorales. En la última recogía, oficialmente, 80% de los votos frente a su principal oponente, Svetlana Tikhanovskaya, la cual obtuvo, también siguiendo los datos oficiales, el 10% de los sufragios.
Esposa del bloguero Sergey Tikhanovski, Svetlana fue propulsada candidata después de que su compañero debiera abandonar la campaña tras ser detenido, en mayo, por “disturbios contra el orden público” y por “violar la ley electoral”. Algo inédito, se juntaron alrededor de ella otros dos equipos después de que sus candidatos respectivos fueran inhabilitados: el del banquero Viktor Babariko (detenido por corrupción) y el del empresario y antiguo diplomático Valery Tsepkalo (quién no pudo registrarse como candidato al no reunir las 100.000 firmas necesarias).
“La verdad, a ella no la conocíamos ni siquiera hasta el mes de mayo”, cuenta Anna Kirova , profesora de idiomas en la Universidad Estatal Lingüística de Minsk, “yo no tenía pensado ir a votar hasta que empezaron a impedir a los demás candidatos presentarse, entonces decidí votar por ella en rechazo de todo eso”.
Convertida en la principal rival del inamovible presidente, Svetlana Tikhanovskaya se hizó muy popular entre la juventud urbana de la capital. Su único programa, según como lo anunciaba en sus discursos, era expulsar a Lukashenko del poder y organizar nuevas elecciones en seis meses.
“Ella puede no tener programa, pero los que la rodean si lo tienen, son figuras conocidas del neoliberalismo”, asegura Aleksei Dzermant. Rompiendo con la retórica habitual de injerencia proveniente del Oeste, el Gobierno acusó a la candidata de ser la marioneta de los sectores oligárquicos rusos cuyos fines son las privatizaciones de las empresas públicas bielorrusas. “Desde el acercamiento del presidente Lukashenko con la Unión Europea en el caso del conflicto ucraniano, la oposición interna perdió mucho apoyo por parte de sus aliados occidentales, no es de extrañar que se hayan buscado otros”, explica el politólogo.
“Svetlana es un producto de marketing, la creación de los medios de comunicación” suelta con una sonrisa Nikolai Ladutko, militante del Partido Comunista y antiguo alcalde de Minsk (2010-2014). “Nuestro pueblo no caerá en la trampa, pues conoce exactamente la realidad de nuestro país. Somos un ‘Estado con economía de mercado orientada socialmente” y eso es lo que se va a defender. Claro que la oposición nos tiene mucha ventaja a nivel de la batalla mediática, pues disponen de muchos recursos”. El hombre se refiere a la multitud de medios, autodenominados independientes, que existen en el país. Muy populares, conforman una red impresionante de canales alternativos a los del Estado en cuanto a la difusión de información, principalmente en internet.
“El Estado está atrasado en cuanto a lo que sucede en las redes sociales”, admite Alexei Dzermant, “existen numerosos canales de oposición que disponen de muchos medios, además de recibir el apoyo de actores externos, entre ellos el canal Nexta”. Fundado por el periodista Stepan Putilo, en 2015, el canal Nexta (que significa “alguien” en bielorruso) posee hoy más de tres millones de seguidores en su canal de Telegram. Su equipo de redacción está basado en Polonia y no duda en reconocer el papel de coordinador que juega dicho medio en las protestas en Bielorrusia. A Nexta se le suma el canal Belsat cuya creación, en 2007, está directamente ligada al Ministerio de Asuntos Exteriores de Polonia, como se indica en su propia página web.
“La represión que hubo después del anuncio de los resultados fue lo que puso la gente en la calle, y todo eso se supo gracias a estos medios independientes que empezaron a compartir las imágenes de los heridos”
“Estos medios jugaron un papel importante mientras los medios estatales trataban de ocultar la gravedad de lo ocurrido”, opina por su parte Sasha Romanova, directora del medio independiente KYKY. “La represión que hubo después del anuncio de los resultados fue lo que puso la gente en la calle, y todo eso se supo gracias a estos medios independientes que empezaron a compartir las imágenes de los heridos. Los oficialistas solo hablaban del tiempo como si no hubiese pasado nada”. Cerca de 7.000 personas habrían sido detenidas durante las noches de protestas. Y lo cierto es que, dos semanas después de las elecciones, el rechazo al presidente y de su política autoritaria parece unánime en Minsk.
En la calle, muchas personas exhiben su preferencia por la opositora derrotada: camisetas con su emblema (un mano haciendo el signo de la victoria, un corazón y un puño cerrado) o pulseras de color blanco (otro símbolo de adhesión a Svetlana Tikhanovskaya). En varias ventanas del centro de la ciudad ondea la bandera roja y blanca, convertida en el símbolo de la oposición.
Antiguamente utilizada por los sectores ultranacionalistas, este emblema se ha popularizado de manera masiva hoy en día, desbordando claramente su círculo militante de origen. Sus colores son los de la primera República Popular de Bielorrusa, fundada en 1918. También fue la bandera nacional cuando, a la caída de la URSS, se proclamó la independencia del país en 1991.
Un referéndum organizado en 1995 volvería a plantear los colores de la bandera actual, rojo y verde, relacionada con la que había sido la bandera de la República Soviética Socialista de Bielorrusia. “La juventud urbana de la capital siempre le fue hostil al poder central —argumenta Aleksei Dzermant— su electorado tradicional se encuentra en provincias, dentro de la clase trabajadora y de los que trabajan para el Estado. Incluso la juventud”.
Gomel, capital regional situada en el sur del país. Mientras las noticias internacionales mostraban a Minsk como hundiéndose en el caos, las protestas en la segunda ciudad de Bielorrusia (cerca de medio millón de habitantes) eran claramente más modestas. El martes 12 de agosto, las tentativas de trasladar hasta aquí las masivas movilizaciones de la capital fracasaron.
Centenares de personas se reunieron por la tarde en la Avenida Sovietskaya con carteles y consignas de rechazo al dirigente. Agrupaciones compuestas por un público familiar fueron toleradas. Pero al anochecer las autoridades ya no permiten reuniones de gente en las zonas céntricas. “¿Dónde vivís chicos? Dad media vuelta, por aquí no paséis”, le ordenaba un policía con pasamontañas, desde su vehículo, a un grupo de jóvenes en la misma avenida. Sin descanso, los agentes vigilaban a los numerosos paseantes nocturnos entre los cuales se disimulaban los manifestantes sabiendo que, en cuanto la ocasión fuese propicia, se aglutinarián para formar un cortejo compacto y lanzar consignas en contra del resultado electoral. La mayoría de ellos son estudiantes y universitarios. De repente, se forma un grupo, unos veinte. Con brutalidad los policías los dispersan, detienen a algunos y persiguen a los que salen corriendo entre los árboles del parque que bordea la avenida. A medianoche, las calles de la ciudad quedan vacías.
“Yo voté a Alexander Lukashenko por la tranquilidad que aportó al país, por la estabilidad y la paz”, explica Alexander Lebedev. Estudiante de biología, el joven tiene 19 años y también vive en Gomel. Es militante de la BRSM (Unión de la Juventud Republicana de Bielorrusia), una organización juvenil estatal heredera del “Komsomol” de la época soviética. “Claro que muchos estudiantes están en contra del dirigente, pero también tengo unos amigos que votaron por él. A mi me gustaría hacer una manifestación de apoyo, pero eso no depende de mi”.
La ausencia en las calles de los partidarios del dirigente bielorruso durante la campaña y después del resultado alimentaron fuertemente la tesis del fraude masivo. Poco antes de las elecciones, una fuerte propaganda se desarrolló en torno a la afirmación de que en realidad Alexander Lukashenko solamente representaba al 3% del electorado.
“La ausencia de manifestaciones de apoyo también se puede explicar por un factor cultural, los bielorrusos no exteriorizan mucho las cosas”, argumenta Evgueni Volodchenko. Joven bloguero de 28 años, Evgueni se hizó relativamente conocido al abrir un canal de youtube en el que denunciaba, según él, las mentiras mediáticas de la oposición.
“Los opositores están en la calle, se muestran, se agitan, son muy activos en internet pero por una razón muy simple: es que es su trabajo”, afirma convencido el joven, mencionando de nuevo los medios ligados a países exteriores. “Tal vez sea un error que el gobierno le conteste a la guerra mediática solamente mediante la fuerza policial, pero también creo que sería muy delicado empezar a dividir el país, sería echarnos los unos contra los otros”, concluye.
El domingo 16 de agosto de 2020, por primera vez, Alexander Lukashenko reunía sus partidarios en la Plaza de la Independencia en Minsk. Miles de personas se desplazaron desde todo el país para venir a demostrar su apoyo al dirigente. Sorprendiendo a propios y extraños, este apareció para dar un discurso al aire libre, recordando el contexto de su llegada al poder en los años 90 y aludiendo a los éxitos del pasado.
Acorralado por las protestas diarias de la oposición, el gobierno tomaba así la decisión de contraatacar en el mismo terreno. Tal vez demasiado tarde, ya que a dicha concentración, le contestó la mayor manifestación ciudadana de oposición en la historia reciente del país. Miles y miles de personas se reunieron alrededor del Museo de la Victoria recubriendo la ciudad de rojo y blanco.
“Eso nunca se ha visto antes”, se exclamaban los asistentes. Jóvenes, ancianos, niños, las filas de manifestantes parecían infinitas. “Esto es una debilidad de nuestro sistema de poder vertical — confesaba Aleksei Dzermant— las movilizaciones en el bando progubernamental suelen esperar que la orden llegue desde arriba, la oposición no tiene que esperar ninguna orden—. Desde entonces, numerosas manifestaciones de apoyo a Lukashenko se organizaron por todo el país mientras siguen las demostraciones de rechazo por parte de los oponentes.
Refugiada en Lituania, Svetlana Tikhanovskaya reclamó ayuda a la Unión Europea, afirmando esta última no reconocer el resultado de las elecciones. Moscú, por su parte, dio señales de respaldo al gobierno bielorruso, provocando un giro completo en la retórica gubernamental: los países vecinos del Oeste, especialmente Polonia, Lituania y Ucrania, han sido claramente acusados, por el dirigente, de fomentar las protestas en el país. La polarización y división que tanto temía Evgueni Volodchenko son ya casi inevitables.
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No he parado de leer artículos sobre este tema de numerosas fuentes en los últimos días y, por desgracia, este análisis me ha parecido de los peores. El maniqueismo entre una oposición supuestamente neoliberal (cuando hay muchas tendencias en ella, aunque no sean dominantes) y un gobierno que parece guardar las esencias del socialismo (cuando es dictatorial de la peor calaña, con todo el apoyo de otro autócrata regional, Putin, y con serios problemas económicos y políticos que mucha gente socialista en el país critica) es infumable. Me gustaría leer análisis más profundos, complejos y con una perspectiva emancipadora que no he encontrado en este. Saludos!
me da absolutamente igual lo que pase en Bielorrusia, completamente irrelevante
Vaya vergüenza de artículo. Claramente escrito por el típico europeíto tankie, que no ha visto una URSS en su vida, pero sabe que estaría más contento lamiendo la misma bota de siempre si pintasen la suela de color rojo.
Por mucha nostalgia que uno pueda tener de la URSS y de la idea del estado comunista, hay que estar completamente descarrilado de la realidad para creerse que Lukashenko representa esa misma idea. Lukashenko es el arquetipo de lo que quiere ser Putin: un líder que usa la retórica soviética y paneslávica para perpetuarse en el poder, aplicando pese a ello políticas neoliberales y privatizando los restos del estado para beneficio de sus amiguetes. Y para cuando la retórica no les vale, ya controlan los resortes del Estado y lo usan para manipular las elecciones a su antojo. No entiendo como nadie cree que las elecciones en Bielorrusia fueron justas, democráticas o representativas...
En fin. Si para "defender el comunismo" hay que defender a un dictador y a su dictadura, prefiero defender la democracia y que me acusen de marioneta neoliberal. Lo que hay que leer, peñita.
A ver ¿no puedes decir cuál es la única empresa pública que queda en la economía bielorrusa? Porque me imagino que no habrá más de una después de la oleada neoliberal que se aplicó en el país (según lo que dices).
Cito de la web del gobierno bielorruso en inglés, traduciendo: https://www.belarus.by/en/invest/investment-climate/privatisation
"Programa de privatización en Bielorrusia
Una parte integral del apoyo a la inversión en Bielorrusia es su amplio programa de privatización, el cual, a largo plazo, está diseñado para que el 90% de las empresas en propiedad del estado sean transferidas a la propiedad privada."
Esto lo he encontrado buscando "privatization in belarus" en Google. Aquí, quien no sabe de que va esto es porque no quiere saber.
Bueno, en Google no sé, pero desde los libros se saca eso: el Estado bielorruso participa en 47% del PIB nacional, 75% en el sector industrial (a pesar de que el sector público solo represente 11,4%). cerca de 40% de los trabajadores son empleados por el Estado, lo que no es poca cosa. Y no hablamos de los recursos naturales, como el caso de los bosques (40% del territorio) de propiedad estatal completamente. En cuanto a lo del "patio de recreo" del dictador también lo veo algo frágil como análisis pues se nota una subida muy rápida del nível de desarrollo (según el PNUD) del país respecto a sus vecinos ex-sovieticos (con cifras de primera categoría en cuanto al sistema sanitario). O bueno, tal vez es que los demás sean más corruptos aún, también puede ser.
Dices "en Google no sé" como si no te hubiese pasado la web oficial del gobierno bielorruso como fuente. Claramente no tienes el mínimo interés en enterarte de que ocurre en Belarus si no encaja tu narrativa cutre postsoviética. Sois incapaces de imaginar un futuro donde no haya un señor con bigote diciéndoos que hacer. Qué pena. En fin, pásalo bien en la realidad alternativa de tu enciclopedia.
Bueno, el gobierno bielorruso como fuente también le da 80% de los votos a Lukashenko. Pero entiendo que el problema de fondo era el bigote... para eso, efectivamente, una enciclopedia no sirve.
Defíneme primero qué llamas "público" cuando hablamos de una dictadura. El estado español tenía, en tiempos de Franco, muchas más "empresas públicas" de las que tiene ahora. Sobre el papel, claro: eran "empresas públicas" controladas por el genocida y sus amiguetes.
De poco sirve que los beneficios vayan al estado, a lo público, cuando lo público y las propias arcas del estado están en control de manos privadas que roban a espuertas. El estado bielorruso en su totalidad es el patio de recreo de Lukashenko.
Las empresas estatales estaban antes y después de Franco. Ese es el sentido de lo público, ¿lo entiendes ahora?. Son del estado, no de los gobiernos (sea del tipo que sean). Los personajillos pasan, lo público se queda.
Los personajillos pasan el bastón a otros personajillos y lo público se va privatizando. Exactamente como en las democracias neoliberales.
El lema ("ujodí") se traduce simplemente por "vete" (no tiene los matices de "lárgate").
Después de todo, la cosa está muy clara. Detrás de toda la parafernalia democratica de la oposición, se esconden sus verdaderos objetivos: la privatización masiva de lo público y la liberalización de la economía.
No hay más que ver de dónde viene la financiación de esos medios "independientes", cómo mediatizan la actividad política a su gusto, imitando a la oposición violenta venezolana, y como los candidatos y sus apoyos provienen de las elites económicas
La privatización masiva de lo público ya está ocurriendo, de manos de Lukashenko y sus colegas. Parar esta privatización es precisamente es una de las cinco demandas de la huelga masiva de trabajadores en Bielorrusia, de la que este sesgadísimo artículo no dice ni pío.
Venezuela es Venezuela y Bielorrusia es Bielorrusia, y ni Tikhanovskaya es Guaidó ni la situación está tan clara ni tiene tantos paralelismos como das a entender.