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8 de marzo
La ola de los feminismos en red: contra el poder y por los mundos de vida
Desde hace unos años una ola global de movilizaciones feministas digitales sacude el mundo. No es algo que le ocurre sólo al feminismo, sino que es un momento transversal híbrido, disperso y múltiple. Incluso se podría decir que es un cambio de sensibilidad tras el ciclo de las multitudes indignadas que se inició con la Primavera árabe. Aceitadas por la comunicación en redes digitales, las luchas de las mujeres, las protestas contra las violencias machistas y el feminicidio, interpelan el mundo desde su raíz, cuestionan los paradigmas de dominación e incluso plantean alternativas a la crisis civilizatoria, económica y ecológica. La interdependencia, la reivindicación de lo común, la lucha por la vida, su entorno ambiental y los cuidados están en el centro de los debates contra la violencia sistémica.
La contradicción es que toda esa potencia de interconexión en redes de las luchas feministas pasa por las grandes plataformas tecnológicas y alimenta estos gigantes corporativos globales simplificados en el acróstico GAFAM. Y como señala la investigadora catalana Berta Flores: si el feminismo quiere cambiar el mundo, tiene que cambiar la red.
El activismo digital de las mujeres ha potenciado el feminismo, no sólo porque expande y visibiliza los temas feministas en la esfera pública sino también porque promueve una nueva dinámica de implicación. Las organizaciones formales ya no estructuran el movimiento feminista. La comunicación por sí misma, desde los blogs a los hashtags, se han convertido en la estructura de organización: las redes convocan y son la convocatoria.
Se habla de este fenómeno como una “cuarta ola feminista”, la que coincide con la extensión y uso de Internet. Pero el hecho tecnológico no puede ser central para nombrar esta constelación de feminismos que desordena todos los ámbitos.
No se puede desentrañar la dimensión in situ y on line de estos nuevos feminismos, los debates transnacionales gestados en red donde las discusiones son descorporeizadas e incluso anónimas, en contraste con las protestas que se autoconvocan en las calles o las asambleas presenciales, que exponen los rostros o que los tapan, y que en todo caso muestran la interpelación de los cuerpos femeninos o feminizados.
Las multitudes conectadas feministas se caracterizan entonces por poner en escena (física y digitalmente) el cuerpo. “La cuerpa”, como le dicen en América Latina, feministiza la política: es lo común, lo que borra dicotomías entre lo privado y público. Y a la vez es transnacional y onlife, a la vez figurativa y encarnada, singular y universal. De forma simbiótica, es cuerpo y máquina, vulnerabilidad y expresión lanzada a las demás.
Las mujeres, la comunicación, Internet
La Conferencia Mundial de Mujeres de 1995 en Beijing fue la primera que pudo seguirse con detalle y a distancia por Internet. Desde los noventas, los movimientos sociales actúan, se enlazan y organizan también en las redes. Los mismos medios alternativos devienen redes de medios.
Muchas activistas se especializan como comunicadoras eficaces e inmediatas de sus propias acciones, periodistas de su aparición pública, cronistas involucradas, narradoras situadas y fotógrafas capaces de denunciar, narrar y mostrar las violencias.
La politización feminista de mujeres comunicadoras será paulatina. Y también las periodistas cobrarán un papel cada vez más relevante en impulsar este devenir feminista, como se pudo apreciar en las convocatorias a las huelgas de mujeres para el 8 de marzo en los últimos años o en la incidencia del #MeToo. Pero no sólo ellas.
En el seno de las movilizaciones de los pueblos indígenas de América Latina, por ejemplo, desde los noventa las mujeres plantearán una denuncia incómoda contra sus propios compañeros, pueblos y costumbres, contra la violencia y la opresión patriarcal, mostrarán la urgente “lucha dentro de la lucha”. De las comunidades indígenas y de los espacios subalternos surgen interpelaciones desestabilizadoras para el feminismo. Y estos debates incursionan en las redes interpelando más allá de las fronteras.
La politización de las mujeres en las organizaciones populares y las comunidades indígenas será una revolución de las cosmovisiones. En el choque con las ONGs y con la academia, se muestran distancias ineludibles: el clasismo, el racismo, la colonialidad del género. La vía de la autonomía, la complementariedad, la tierra y el medio ambiente, lo común serán algunas de las respuestas. La necesidad imperiosa de autorepresentación es el campo de intervención para cineastas, fotógrafas, radialistas, narradoras, grafiteras y creadoras.
En este florecimiento de vínculos de comunicación y distribución de voces en Internet, aparecen -porque siempre habían estado- las mujeres tejedoras de redes, enlazadoras de mundos. Todo tipo de formatos y géneros usarán el testimonio, la experiencia encarnada y la documentación de los agravios en primera persona. Expresar el daño y convertir el dolor en fuerza colectiva.
Ocurren procesos de indignación ante la violencia feminicida y espacios de reflexión desbordados e híbridos, en los territorios, las comunidades, las calles de las ciudades, las escuelas y universidades. Y a la vez, las mujeres ya no sólo pueden reunirse en un salón, alrededor del pozo de agua o en el mercado. A pesar de una brecha digital brutalmente feminizada, muchas se comunican sin mediar presencia, se contagian de indignación, se cuentan dolores y agravios, se transforman y reinventan. Las mujeres participan en reuniones en sus barrios o en sus pueblos, asisten a encuentros locales, regionales, nacionales, pero también juegan con los espejos del reconocimiento y el apoyo mutuo a distancia: en redes digitales. El contagio y la viralización de memes, la réplica y apropiación de formas de protesta, de lemas y carteles, de talleres y seminarios y materiales de todo tipo. Poner el cuerpo, defender el aire, la tierra y el agua. Tomar una cámara, un micrófono, una plancha de grabado, un hashtag, un canal de Youtube o un rap. O convocar a una Agència 8M por Telegram y ver que acuden 400 comunicadoras dispuestas a documentar una Huelga internacional de mujeres.
Las hackfeministas: por una red libre
Contra esta capacidad de enunciación de las mujeres, la lluvia digital de insultos o “shitstorm” adquiere una agresividad brutal. La misma violencia disciplinadora en las calles y hogares se amplifica en las redes e intenta expulsar a las mujeres que incomodan del espacio digital. Son legiones de troles en defensa de la masculinidad. Ante esto, aparecen en los últimos años una miríada de grupos y colectivas destinadas al autocuidado en la red, la ciberseguridad y el apoyo mutuo en caso de ciberagresión.
Pero la escasez de mujeres en los campos de la programación y de las ingenierías arroja nuevas preguntas sobre estos dispositivos digitales que no son neutrales, que traen su marca de origen con un poder devastador y colonizador. Las enormes masas de datos sobre los que hoy se construye la inteligencia artificial presentan sesgos aterradores que amplían exponencialmente la dominación, blanca, masculina, de clase, heteronormada, occidental.
Hackear el patriarcado, como dijo Montserrat Boix, es entonces un reto mayor, algo así como cambiar el sistema de raíz.
Aparecen en ese espacio las hackfeministas con la voluntad de romper y crear otra técnica, una que no esté capturada por el poder y el dinero, que revalorice la empatía y la diferencia, que abogue por las herramientas libres, la ecología y la autonomía, que esté al servicio de la vida y acabe con los monocultivos de las corporaciones tecnológicas que arrasan con la diversidad.
¿Es posible un Internet en código femenino, dice Graciela Natansohn en Brasil? Desde el TransHackFeminismo se ensayan prácticas y se desestructura un mundo binario y cerrado para encontrar nuevas terminaciones y potencias aún por escribir.
La captura neoliberal: la moda es feminista
De alguna manera, esta floreciente sensibilidad feminista contra el poder patriarcal y capitalista es capturada en un formato consumista neoliberal que se promociona y extiende como estilo.
La extensión de una moda feminista, despojada de sus elementos más subversivos, acaba haciendo apología de lo dado, donde lo femenino subordinado no es una interpelación contrahegemónica ni una exigencia de justicia, sino un recurso de marketing excéntrico, que refrenda el individualismo, la subjetividad emprendedora y el éxito a cualquier costo. Al invisibilizar las incomparables trayectorias de las mujeres, esta actitud postfeminista, post-raza, post-queer refrenda el ideal capitalista de una “self made (wo)man”. Si una mujer no es exitosa, es que no se esforzó lo suficiente. En la cultura de masas global, las “celebrities” se posicionan como feministas y animan a las mujeres a enfocarse sobre sí mismas y sus aspiraciones.
La popularización del feminismo genera entonces un doble filo, por un lado jamás ha habido tantas mujeres exigiendo derechos y denunciando las violencias. Por otro, las mujeres son llamadas a construir sus aspiraciones dentro del sistema de méritos capitalista y patriarcal, reforzando el privilegio de raza, de clase y heteronormado, prestándose incluso a agendas neoconservadoras y xenófobas.
Paradógicamente, la frivolización del feminismo contrasta con la ineludible crítica interseccional de las mujeres afroamericanas y la reflexión sobre la colonialidad del género que hizo Maria Lugones desde América Latina. El tema del racismo, como el del ecologismo, son centrales en los nuevos feminismos.
Las paradojas
En este mundo impuro, enredado y complejo, esta contaminación entre el modelo neoliberal feminista y el feminismo como fuerza política disruptiva, puede apreciarse en muchos espacios, por ejemplo en las campañas de hashtags como el #MeToo, iniciado por las mujeres de Hollywood y extendido a 85 países, provocando reacciones en cadena en cada contexto y país. A partir de una plataforma corporativa como Twitter, se ha conseguido la mayor campaña global contra el acoso sexual en espacios laborales que jamás haya habido. Desde las actrices de Hollywood hasta las estudiantes en México y Chile.
Transversal, híbrida, impura, esta ola de feminismos en red muestra contradicciones continuamente. Y pone en escena no sólo nuevas potencias sino los puntos ciegos, los grandes problemas de desigualdad interseccional, el colonialismo de datos, la dependencia y el control, la definición misma del sujeto mujer y, en fin, la urgencia de acabar con las violencias que atraviesan y destruyen los mundos de vida.
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