Este no es otro artículo sobre el declive de las cuencas mineras

La población repunta tras décadas en caída libre en unas localidades que están ofreciendo un nuevo atractivo: vivienda barata en tiempos de estrés inmobiliario.

Historiador y redactor de Nortes.me
BSK: @diegodiaz1981.bsky.social

2 sep 2025 06:00

Solo los observadores más atentos captaron un movimiento discreto e inesperado. Tras décadas en caída libre, Mieres y Langreo volvieron a recuperar población en 2024.El motivo no ha sido el éxito de los planes de reindustrialización, la reapertura de las minas de carbón o la llegada de alguna gran multinacional, sino algo bastante más banal, y hasta cierto punto imprevisto: la subida generalizada del precio de la vivienda ha convertido a las cuencas mineras en refugios contra el estrés inmobiliario. Lugares donde alquilar o comprar un piso es bastante más asequible que en las principales ciudades asturianas. Hoy en Idealista un piso de 120 metros en el centro de Mieres puede encontrarse por menos de 100.000 euros. Alejándonos un poco del corazón de la villa, se ofertan casas con una pequeña parcela de jardín por menos de 30.000 euros. Todo ello en poblaciones que cuentan con buenos servicios públicos, excelentes comunicaciones, una vida social y cultural bastante notable en relación a su tamaño —no llegan en ningún caso a los 40.000 habitantes—, e incluso varios restaurantes de revista y Guía Michelín.

Una reconversión a cámara lenta

Nada de lo que tienen hoy las cuencas mineras cayó del cielo. Las enormes movilizaciones de los años 80 y 90, con la huelga general de 1991 como punto de inflexión, arrancaron al Estado tres grandes conquistas: un cierre gradual y no abrupto de la minería de carbón, una reducción no traumática de la plantilla, a través de buenas prejubilaciones y no de despidos, y grandes inversiones públicas, los llamados Fondos Mineros, destinados a generar nuevos empleos y mejorar la calidad de vida en comarcas que perdían la que había sido desde finales del siglo XIX su principal fuente de riqueza.

El carbón asturiano, de muy difícil extracción, incapaz de competir en una economía global con las grandes explotaciones a cielo abierto de Sudáfrica o Colombia, tenía fecha de caducidad. El movimiento obrero logró sucesivas prórrogas a través del conflicto y la negociación. El punto y final se pudo alargar hasta el 31 de diciembre de 2018. Entre medias, las cuencas asturianas se fueron acostumbrando a vivir sin carbón. Perdieron la mitad de su población, pero no hubo una hecatombe social.

“Fue un cierre a la alemana, y no a la británica”, explica el historiador Rubén Vega en referencia al final, sin apenas ayudas ni compensaciones, de casi 200 explotaciones mineras en Reino Unido durante los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher y su sucesor John Major. Todo ello a pesar, explica Vega, de que en el caso británico el líder de la gran huelga minera de 1984-1985, Arthur Scargill, haya quedado para la posteridad como un íntegro e insobornable héroe de la clase trabajadora, mientras José Ángel Villa, el histórico dirigente del Sindicato Obrero Minero de Asturias, termina hoy sus días enfermo y apestado, tras haberse descubierto que había amasado una fortuna irregular de 1,4 millones de euros en sus 34 años al frente del Soma-UGT.

La caída demográfica

Las prejubilaciones altas mantuvieron el poder adquisitivo y amortiguaron los efectos del cierre de las minas, pero no la pérdida de población. Con el cierre de los pozos, muchas familias mineras decidieron comprarse un piso en Gijón o en Oviedo, cerca de sus hijos, que empezaban sus estudios en la universidad. Otras optaron por regresar a sus pueblos de origen, en Castilla y León, Extremadura o Andalucía.

Más de 21.000 casas están vacías en las cuencas mineras asturianas, el 20% del parque de vivienda. La media de edad supera los 50 años, y solo el 10% de la población es menor de 15

Cuando los jóvenes terminaron los estudios se encontraron escasas posibilidades de acceder a un empleo acorde con su cualificación, y en un alto porcentaje optaron también por marchar a otras localidades, dentro y fuera de Asturias. A día de hoy más de 21.000 casas están vacías en las cuencas mineras asturianas, el 20% del parque de vivienda. La media de edad supera los 50 años, y solo el 10% de la población es menor de 15.

A diferencia de las comarcas mineras del suroccidente asturiano y León, que siempre funcionaron como economías de enclave y nunca desarrollaron una industria asociada al carbón, las cuencas asturianas del Caudal y del Nalón sí tuvieron desde el siglo XIX una industria siderúrgica que empleaba el carbón para la fundición del hierro. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX esa industria siderúrgica fue desplazándose de las cuencas mineras a Avilés y Gijón, donde aprovechando la cercanía a los puertos y la existencia de grandes extensiones de terreno se desarrollaron instalaciones más modernas, como la antigua acería pública Ensidesa, hoy propiedad de la multinacional ArcelorMittal.

La reindustrialización de las comarcas mineras ha sido históricamente una de las principales reivindicaciones del sindicalismo asturiano, y la eterna promesa de los gobiernos del PSOE, la fuerza hegemónica en el Principado desde la Segunda República

La reindustrialización de las comarcas mineras ha sido históricamente una de las principales reivindicaciones del sindicalismo asturiano, y la eterna promesa de los gobiernos del PSOE, la fuerza hegemónica en el Principado desde la Segunda República y el gran partido de gobierno desde la recuperación de la democracia y la autonomía de 1981. La “fabricona” capaz de reemplazar los puestos de empleo destruidos nunca llegó, en parte, como explica el escritor Miguel Muñoz, porque las cuencas solo se desarrollaron “por una casualidad histórica que fue el descubrimiento del carbón en un momento en el que toda la industria lo necesitaba para funcionar”.

Algunos de los proyectos para la reconstrucción del tejido económico de las cuencas funcionaron, como Valnalón, un parque tecnológico ubicado en la antigua Fábrica de La Felguera, y que emplea en sus edificios de ladrillo rojo a casi 1.800 personas, o TK Elevator, una factoría puntera dedicada a la producción de escaleras mecánicas y pasillos rodantes. Otros, sin embargo, fracasaron estrepitosamente como Alas Alumnium, que recibió 13 millones de euros públicos para una actividad fabril que apenas duro seis años. La sensación que ha quedado hoy en el imaginario popular es la de una gran frustración colectiva, el despilfarro de un maná que no se volverá a repetir. Los nuevos fondos para la Transición Justa, todavía en ejecución, distan mucho de los 6.000 millones de euros que se recibieron entre 1998 y 2005 en concepto de Fondos Mineros.

La ampliación de la factoría de Bayer en Lada o la reconversión del Pozu San Jorge de Aller en un centro de almacenamiento de datos son en la actualidad las noticias más esperanzadoras de una anhelada reindustrialización que demasiado a menudo no ha pasado de los titulares periodísticos. La industria aporta hoy el 18% del empleo en Mieres y el 13% en Langreo, muy lejos de los municipios más industrializados del País Vasco, cuya modélica reconversión industrial mira hoy con envidia una Asturias mucho más terciarizada, dependiente en mayor medida del tirón de la hostelería y el turismo, y en la que miles de sus jóvenes más cualificados han emigrado a otras partes de España y del mundo en busca de mejores empleos.

Frente a los discretos resultados de los planes de reindustrialización, el otro gran destino de los Fondos Mineros tuvo a la larga efectos más positivos. Hablamos de las inversiones destinadas a infraestructuras

Frente a los discretos resultados de los planes de reindustrialización, el otro gran destino de los Fondos Mineros tuvo a la larga efectos más positivos. Hablamos de las inversiones destinadas a infraestructuras, un apartado que fue desde nuevas vías de comunicación con el centro de Asturias a la construcción de bibliotecas, piscinas y polideportivos. Gracias a ellas la calidad de vida mejoró para unos habitantes cuyo paisaje cotidiano durante décadas fueron humos, naves, vías de tren y escombreras atravesando las poblaciones.

Aunque las cuencas no formen parte de la Asturias de postal que se vende en las campañas de promoción turística, la recuperación medioambiental de unos valles rodeados de montes y bosques es quizá uno de los mejores legados del final de la minería. Tras más de un siglo bajando negras, las aguas volvieron a ser trasparentes en ríos en los que se retomó la pesca y se abrieron paseos fluviales. También gracias a los Fondos Mineros se construyeron sendas verdes para el ocio y el deporte, se crearon nuevos equipamientos culturales o se recuperaron algunos, pocos, elementos de arquitectura industrial que se han convertido en señas de identidad de unas localidades cuyo urbanismo siempre ha distado de ser el mejor de los posibles.

La mejora del paisaje urbano y la calidad de vida de las comarcas mineras es el caballo de batalla del Conceyu para la Transición Xusta, una organización nacida con el final del carbón y de las centrales térmicas para luchar por la participación ciudadana en el diseño del futuro de las comarcas. “Nadie quiere vivir en zonas degradadas urbanística y ambientalmente”, explica Esmeralda Palacio, presidenta de la entidad, que también persigue la recuperación del patrimonio industrial así como la mejora de las riberas urbanas del río Nalón, hoy ocupadas por esqueletos de antiguas industrias abandonadas, sin unas orillas que puedan ser disfrutadas por la comunidad. Desde el Conceyu sueñan con un valle verde paseable a pie o en bicicleta que vaya desde las zonas urbanas hasta el vecino Parque Natural de Redes, reconocido por la UNESCO como Reserva de la Biosfera en 2001.

También José Manuel Zapico, secretario general de CCOO de Asturies, considera que la recuperación paisajística de los valles mineros, el acceso a los espacios naturales, los servicios, el precio de la vivienda y la calidad de vida pueden ser tan importantes como el empleo para fijar población, en un momento en el que las comunicaciones “ya no obligan a vivir al pie del pozu”. Mieres y Langreo están a 30 minutos de Oviedo y Gijón, por lo que muchas personas pueden trabajar en un lado y vivir en otro si encuentran alicientes para hacerlo.

En este cambio en las estrategias de captación de población la cultura juega un papel creciente. La gente no solo quiere transportes, servicios y vivienda asequible, sino también actividades. Mieres, con 36.000 habitantes y un presupuesto de más de un millón de euros para actividades culturales, es el Ayuntamiento que más abiertamente ha decidido jugar esta carta. Luis y Julia, ambos con teletrabajo y una niña recién nacida, no solo decidieron asentarse en Mieres porque la familia de él tenía allí una casa libre, sino también porque “ofrece todos los servicios de una pequeña ciudad y mucha actividad cultural”.

90 años después de la Revolución de Octubre de 1934, las cuencas mineras ya no responden a la imagen revolucionaria de antaño, pero tampoco se han convertido en los cinturones de óxido en los que florece la extrema derecha al calor del resentimiento de los perdedores de la globalización. La derecha creció en las últimas elecciones, pero sigue siendo minoritaria. Tres de los principales Ayuntamientos mineros están gobernados por IU. Cuando Vox trató de movilizar a los vecinos contra un centro de migrantes en Sotrondio, se encontró con una sonora concentración de apoyo a los jóvenes africanos que residen allí. Y es que, como ya avisábamos al principio, este no es otro artículo sobre el declive de las cuencas mineras.

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