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Arte
Amaia Vicente: “Mi proceso de trabajo es mi proceso biológico”
En su obra, que aúna la artesanía con la tecnología, Amaia Vicente mezcla conceptos como casa, fronteras, Europa, paraísos y capitalismo, tecnología y artesanía.
Amaia Vicente (Bilbao, 1976) abre las puertas de su casa a pie de calle. Cuando explica la importancia de cada rincón, se entiende que las capas conceptuales de su obra atraviesan su cuerpo y su vida. “A los 22 años me diagnosticaron esclerosis múltiple. Pensé: ‘Es el momento’, y busqué todos los recursos a mi alcance para hacer el arte que quiero”. Conceptos como casa, fronteras, Europa, paraísos y capitalismo se mezclan en una obra que combina tecnología y artesanía. “No tengo nada que ver con Frida Kahlo, y no me gusta nada que me comparen con ella”, advierte al hablar de las etiquetas que se le imponen desde fuera.
Tus piezas combinan varios niveles materiales y conceptuales. Tienes algo de programadora, de artesana, de costurera...
El concepto de belleza no tiene nada que ver si vienes del arte o de la programación, pero tiene un punto de conexión. Lo programado tiene que ser muy simple. En mi pieza Is Europe a Utopía? [un burka hecho con una bandera de Europa que trabajó en el festival austriaco ARS Electrónica], todas las capas del burka tienen un primer efecto simple, en el que luego puedes ir entrando. Suelo trabajar con personas que me ayudan con lo que no sé hacer. Les cuento mi idea y, a veces, a la gente le apetece a hacer cosas locas. También trabajo con costura y me ayuda mi ama, pero coser un burka le pareció demasiado impactante y no quiso hacerlo.
Hablas de “paraísos personales” frente a “paraísos artificiales”. ¿A qué te refieres?
Entiendo la casa como un referente básico, un paraíso personal donde puedes ser quien eres. El artificial es lo contrario. La sociedad está construida en función de la imagen que se ve: si eres alta, guapa, moderna... Yo, además, ahora llevo un bastón. Y lo social me interpreta desde esta imagen. Cuando hablo del burka, también hablo de lo que oculta.
Bajo tu burka europeo lo que no se ve son las voces de las mujeres...
Eso es. La idea era, frente al sistema del arte que no te deja tocar las piezas, que la tecnología reconociera los cuerpos y activara los testimonios. Si das vueltas alrededor, los oyes todos a la vez en un caos sonoro. El sonido tiene algo muy político.
Acabas de estar en Breslavia, Polonia, con una beca del Instituto Etxepare, haciendo un paisaje sonoro.
La grabación te permite salir de tu físico y transitar el tiempo y el espacio. Te permite viajar. También recojo entrevistas de gente. He hablado con ellos de política, sobre qué opinan de Europa, de si prefieren el zloty o el euro, de las fronteras, de las historias que recuerdan, no ya de sus abuelos sino de sus padres o suyas.
“Lo que quiero con mi arte es que te hagas consciente de tu corporalidad, de tus límites”
¿Te encuentras con muchas fronteras?
Sí. Y no solo físicas. También que la ciencia me diga: “Estás enferma. Ahora tienes este papel de discapacitada”. ¿Qué es la capacidad en este sistema neocapitalista? Mi trabajo tiene que ver con lo médico. La motivación personal es clara. El paisaje de mi cuerpo, que es un paisaje porque no es igual todos los días, cambia en el momento en que me diagnostican una esclerosis múltiple. Mi proceso de trabajo es mi proceso biológico.
Y tu respuesta al sistema ha sido: “Verás las capacidades que tengo”.
Exacto [risas]. En el doctorado empiezo hablando de eso. Se titula El cuerpo interface: la biopolítica de la carne y su tecnoestética. Yo estoy ahí. Sé cómo se me ha catalogado, pero estoy muy tranquila en mi frontera. Cuando quiero voy para allí o para allá. Las fronteras las puedes transitar siempre, aunque sea de manera precaria, absolutamente mortal. Entran ideas, olores, sabores. Son permeables, pero lo social no quiere que las entiendas así.
¿Qué es un cuerpo interface?
Un cuerpo que está comunicando todo el rato con sistemas tecnológicos. Ahora estoy trabajando con un exoesqueleto que me presta la Asociación de Esclerosis Múltiple de Bizkaia, porque a estas cosas solo tienes acceso en determinadas partes del mundo. Hablo de cómo el cuerpo se sitúa dependiendo de si eres un cuerpo enfermo, de mujer, blanco, negro... Lo que quiero con mi arte es que te hagas consciente de tu corporalidad, de sus límites. No puedes volar, que es mi sueño porque me encantaría ser un pájaro, pero con la tecnología, sucederá. Y tengo unas piernas que pesan un montón, así que pienso en unas mallas conectadas al sistema nervioso que permitan, simplemente, caminar.