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Antifascismo
Apuntes para una batalla de las ideas
Vox es la punta de lanza en España de una cruzada intelectual. Plantemos batalla en el terreno de las ideas, pero partiendo de un consenso común que nos distinga del orden neoliberal reinante.
De un tiempo a esta parte, Vox, como anteriormente le ocurrió a Podemos, enseñorea todos los debates presentándose como esperanza o amenaza. A diferencia de la formación morada, el partido de Santiago Abascal no parece tener tan claro que vaya con sus acólitos a asaltar los cielos —aparte de que, dándose el caso, trataría de defenderlos—. En este punto se presenta más humilde. Es consciente de que la influencia que puede ejercer no deriva tanto de su fuerza electoral —sus casi 400.000 votos en Andalucía son respetables, pero minoritarios—, sino de su capacidad de influencia en la agenda política: de marcar prioridades, proponer medidas y rechazar otras.
Frente a la derecha tecnocrática que tiende a eludir las disquisiciones intelectuales —la denostada “derechita cobarde”—, Vox aparece como una auténtica fábrica de ideas, y es precisamente aquí donde reside gran parte de su atractivo. A finales de 2017, Abascal se adhirió de manera entusiasta a la Declaración de París por “una Europa en la que podemos creer”. Partiendo de la constatación de estar viviendo una crisis, el manifiesto, suscrito por algunos de los académicos más conservadores del continente, es una llamada al combate contra la llamada falsa Europa, aquella que cree en el progreso de la historia, los derechos humanos, la igualdad, la diversidad… valores todos ellos propios de una utopía que, para estos ojos reaccionarios, se transmuta automáticamente en distopía.
El espíritu de las Luces y su énfasis en la emancipación constituyan por fuerza nuestro punto de partida alternativo
Que Marine Le Pen y Matteo Salvini hayan llamado a salvar a “la verdadera Europa” ya es de por sí suficientemente indicativo de cómo han calado las soflamas de la Declaración de París.
¿Qué hacemos con el manifiesto de nuestra particular alt-right? Combatir sus ideas con ideas. No deja de ser llamativo que la Declaración de París aluda a las raíces grecorromanas y cristianas de Europa, dotando así a su causa de una connotación sagrada, como si fuera otra guerra santa como las que se predicaron contra los idólatras, los musulmanes, los herejes protestantes y los impíos revolucionarios —aunque ahora, en principio, no se hable de tomar las armas—.
Ni una sola referencia a la Ilustración, eludida por su carácter secularizador y contrario a las tradiciones. De ahí que, por más tinieblas que contengan, el espíritu de las Luces y —especialmente— su énfasis en la emancipación constituyan por fuerza nuestro punto de partida alternativo.
Porque lo que nos distingue de los defensores del statu quo es que no tenemos miedo de los cambios
Aunque el tiempo no pueda ser representado como una flecha disparada hacia adelante, durante los siglos hemos ido acumulando una experiencia histórica. Hoy sabemos —aunque haya quienes prefieran no reconocerlo— que, al contrario de lo que se pensaba en el siglo XVIII, la cultura europea no es ni intelectual ni éticamente superior a ninguna otra; la diversidad, asimismo, nos ha demostrado la relatividad de los estándares morales. Sin embargo, continuamos pensando que los seres humanos tienen derechos inherentes, como son la libertad y la igualdad, aunque —y es esto lo que nos separa del pensamiento y la política mainstream— no nos cabe duda de que solo pueden ser disfrutados si son desarrollados en la práctica, lo que nos lleva a asumir un compromiso. Porque, como recuerdan dos filósofos provenientes de una de esas minorías a las que la Declaración de París niega su condición de europea, pero cuyas obras iluminan nuestro pensamiento, Spinoza y Marx, ser implica hacer y conocer la realidad supone transformarla.
Porque lo que nos distingue de los defensores del statu quo es que no tenemos miedo de los cambios. Si bien madame de Stäel apuntaba en sus Consideraciones sobre la Revolución Francesa que uno de los errores de los revolucionarios fue hacer tabula rasa con las instituciones del Antiguo Régimen, ¿qué otra cosa cabría hacer con las ruinas? Especialmente si, como se ufanaba un Buenaventura Durruti en plena revolución social de 1936, llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.
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Los fascistas no tienen puta idea de las raíces grecoromanas... y a la gente en general le importa más bien poco la filosofía de la Ilustración. Ese debate está genial para académicos, y por supuesto son ideas que habría que difundir, pero quien quiera centrar su atención en eso, en lugar de darle a la gente explicaciones reales, contundentes, relativamente breves y fáciles de entender (que no por ello simples), no se va a comer un rosco.
De la misma manera que quienes concibieron la Declaración de París no pretenden obligar a nadie a estudiar latín y griego en las escuelas, tampoco es mi intención que nos pongamos pelucas empolvadas y dediquemos toda una tarde a lanzarnos frases ingeniosas. El debate se centra en ideas y valores.
La derecha aduce (por ejemplo) que el principio de la jerarquía es consustancial a la sociedad humana: una jerarquía social, una jerarquía cultural, una jerarquía de género... De ahí las manifestaciones de Vox, que tan polémicas se nos hacen porque nuestra educación nos ha inculcado la noción de igualdad. Si Vox, o sus referentes teóricos (porque no veo a Abascal ni a Ortega Smith devanándose los sesos con estas cosas), recurren a la antigüedad grecorromana para fundamentar la jerarquía, ¿por qué no vamos a recurrir a la Ilustración? De lo que se trata no es de hacer un debate académico, sino de demostrar que hay ciertas ideas o, más bien, inquietudes y aspiraciones que están bien arraigadas en la historia del pensamiento humano, que no son idas de olla de cuatro universitarios postsesentayochistas que han engañado al resto.
Si es así entonces estoy totalmente de acuerdo. Lo que quería expresar es que debemos evitar en la medida lo posible los debates endogámicos sobre la inmortalidad del cangrejo, la jerga ininteligible, etc...
No veo gentes de izquierda en los medios explicando algo tan simple como que la clase trabajadora debe estar unida, y que trataran de separarnos por sexo, raza, nacionalidad, etc... para debilitarnos, como han hecho siempre. O incluso más simple aun, explicar que jamás un país se arruino por recibir inmigración, sino más bien al contrario. Sin embargo, todo se queda en el eslogan "vació" de "debemos ser solidarios" y ya. Que debemos serlo, pero hay que explicarle a la gente muchas más cosas, de la forma más sencilla posible, y dejar de encerrarnos los 4 de siempre en los debates elitistas que estamos cómodos.
Salud!
Dar la "batalla de la ideas" supone la renuncia tácita a construir consenso social. Porque si nos dedicamos a tirarnos piedras con hermosas y razonables ideas inscritas, ¿alguien sale ganando? Tal vez ni siquiera las élites. Más nos valdría comprender y conocer un poquito más.
Ante el miedo a los cambios en un sistema que se derrumba, habría que dar herramientas sencillas para afrontar el fin de la magia del crecimiento sin fin.
Comencemos, por reclamar transporte público de calidad que nos permita prescindir de ese objeto particular (fósil o eléctrico) que está en el origen de muchos problemas.
Esa es una medida, no un principio (que en este caso sería vivir en un entorno sostenible)
Una reflexión de 4 minutos sobre una posible solución al problema político: https://www.youtube.com/watch?v=wN44d1dz9qA