Análisis
Mirando al Este

Que la OTAN identifique a China como un desafío sistémico al mismo tiempo que anuncia un vasto programa para acelerar la innovación tecnológica no es obviamente una mera coincidencia.
17 sep 2022 05:10

“La fantasía de un mundo instintivamente pacífico puede ser reconfortante, pero de nuevo está llegando a su fin”, escribió Alex Karp, director general de Palantir, la empresa de Peter Thiel financiada por la CIA, en una siniestra carta abierta dirigida a los líderes europeos semanas después de la invasión de Ucrania. Cofundador de la empresa –y compañero de habitación de Thiel en Stanford a principios de la década de 1990–, Karp advertía al continente del alto coste de la complacencia frente a las “aspiraciones de un gobierno autocrático” y recordaba a sus dirigentes que durante las dos últimas décadas Europa “se ha mantenido al margen de la revolución digital, cuyos principales participantes siguen estando establecidos esencialmente en Estados Unidos”.

El mensaje era directo: innovar o morir. Adopten ustedes las tecnologías de Palantir, como ha hecho el ejército estadounidense, o arriésguense a la dominación. En otras ocasiones, Karp no ha sido menos contundente. “La inteligencia artificial militar determinará nuestras vidas y las vidas de sus hijos”, afirmó en una entrevista concedida en Davos en 2020. “Se trata de un juego de suma cero. El país que disponga de la inteligencia artificial más importante, la más poderosa, determinará las reglas. Ese país deberíamos ser nosotros o un país occidental”. A principios de junio Karp viajó a Ucrania para hacer un planteamiento similar al presidente Zelensky sobre el papel de la tecnología en la guerra moderna. La reunión supuso la primera visita de un alto director ejecutivo a Ucrania desde el comienzo de la guerra (Karp diría más tarde que Zelensky era uno de los poquísimos jefes de Estado que había conocido que podía imaginar como un director ejecutivo de éxito).

Semanas más tarde se anunció el lanzamiento de una expansiva arquitectura de “innovación” transatlántica, que contribuirá a hacer realidad precisamente lo que Karp y Palantir han estado defendiendo. En la cumbre de la OTAN de Madrid, la Alianza declaró la creación del “primer fondo de capital riesgo multisoberano del mundo” destinado a invertir en nuevas empresas y en otras entidades que trabajen en tecnologías dotadas de “un gran potencial militar”, entre las que se cuentan la inteligencia artificial, la autonomía del armamento bélico, el procesamiento de big data, la biotecnología y el perfeccionamiento humano mediante cualquier tipo de intervención genética, biomédica o farmacéutica. Como explicó el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, “el Fondo de Innovación de la Alianza contribuirá a alumbrar aquellas tecnologías incipientes capaces de transformar nuestra seguridad durante las próximas décadas, lo cual fortalecerá el ecosistema de innovación de nuestra organización e incrementará la seguridad de los mil millones de ciudadanos que dependen de nosotros”.

El Fondo es descrito como un complemento del nuevo Defense Innovation Accelerator of the North Atlantic de la OTAN, conocido por su inquietante acrónimo antropoide, DIANA. Siguiendo el modelo de la Defense Research Projects Agency estadounidense (DARPA), cuyo logro más conocido es la creación de Internet, DIANA comprenderá sesenta centros de innovación ubicados en veinte Estados miembros de la OTAN. La iniciativa, cuya sede europea se encuentra en el Imperial College de Londres, constituye un “esfuerzo conjunto de diversas entidades del sector privado, de entidades no gubernamentales y del mundo académico” para garantizar que la Alianza “pueda aprovechar lo mejor de las nuevas tecnologías con el fin de fortalecer la seguridad transatlántica”. Otros diez centros de aceleración proporcionarán financiación y patronazgo a empresas tecnológicas de nueva creación, cuyos productos sean de posible aplicación en el ámbito bélico, y habrá más de cincuenta “centros de prueba especializados” repartidos por la totalidad de Estados miembros de la Alianza.

La noticia fue recibida con entusiasmo por quienes acostumbran a efectuar graves declaraciones sobre el “retraso” de Occidente. Un editorial de The National Interest llegó a afirmar que “la innovación podría salvar a la OTAN”. Estos esfuerzos cíclicos por “salvar a la OTAN”, consistentes en encontrar una nueva razón de ser de la misma aproximadamente cada diez años, nos recuerdan la ocurrencia que afirmaba que la Alianza “intenta justificar su propia existencia de formas cada vez más imaginativas”.

Este impulso en pro de la “innovación” es producto de iniciativas de mayor envergadura. En Madrid se presentó el nuevo concepto estratégico de la OTAN, que sustituía el aprobado en 2010. El documento de dieciséis páginas describe un mundo muy diferente al recogido en el anterior Strategic Concept, dado que afirma que “la zona euroatlántica no está en paz” y, haciéndose eco de la retórica del gobierno de Biden, indica que diversos actores “autoritarios” amenazan nuestras democracias. La Federación Rusa representa “la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los Aliados y para la paz y la estabilidad en la zona euroatlántica”. Además, en una iniciativa de alcance histórico, el documento describe explícitamente a China por primera vez como un “desafío sistémico”. “Las ambiciones declaradas y las políticas coercitivas de la República Popular China desafían nuestros intereses, nuestra seguridad y nuestros valores”, afirma el nuevo Strategic Concept de 2022 (en relación con ello la OTAN invitó a los líderes de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda a la cumbre, lo cual constituye otra primicia histórica). Aunque el documento afirma que los Aliados “siguen abiertos a un compromiso constructivo con China”, la intención es reconfigurar la OTAN como una alianza militar antichina situada en los parámetros beligerantes de Estados Unidos y el Reino Unido.

Que la OTAN identifique a China como un desafío sistémico al mismo tiempo que anuncia un vasto programa para acelerar la innovación tecnológica no es obviamente una mera coincidencia. Aunque la OTAN y empresas como Palantir han aprovechado la invasión de Ucrania para impulsar este programa, Rusia no es el principal competidor de Occidente en el campo de las nuevas tecnologías. “La OTAN está preocupada principalmente por la innovación china (más que por la rusa) en el campo de las tecnologías emergentes y disruptivas”, escribió Simona Soares, miembro del International Institute for Strategic Studies, en un informe del German Marshall Fund publicado el año pasado. “China es el principal motor geopolítico de los planes de innovación de los Aliados”.

La reorientación es especialmente significativa para la UE. “Por primera vez desde la invasión de Europa por los mongoles en el siglo XIII, las potencias europeas perciben ahora a una potencia asiática como una amenaza directa”, proclamaba Jo Inge Bekkevold, antiguo funcionario de los servicios de inteligencia noruegos y miembro de su Institute for Defence Studies, en un reciente artículo publicado en Foreign Policy. Bekkevold prevé una nueva división del trabajo para la Alianza Atlántica en la que Estados Unidos se ocuparía de China y la UE de Rusia.

Hasta hace poco cundía el optimismo sobre la trayectoria de las relaciones entre la UE y China. Se había redactado el borrador de un ambicioso acuerdo global de inversiones, elaborado tras prolongadas negociaciones. En 2018 las fuerzas militares de la UE realizaron un ejercicio naval combinado con el Ejército Popular de Liberación chino en la base militar china de Yibuti. En 2020 China superó a Estados Unidos para convertirse en el mayor socio comercial de la UE. Y aunque Pekín ha culpado repetidamente a la “OTAN liderada por Estados Unidos” de la guerra en Ucrania, se ha abstenido en gran medida de criticar directamente a la UE. Los editoriales de los medios de comunicación chinos afirman que “una Europa más débil sirve a los intereses de Estados Unidos” y describen el alto precio que los europeos están pagando por las ambiciones imperiales estadounidenses, dado el aumento de los precios de los alimentos y la energía. “China y la UE deben actuar como dos fuerzas fundamentales en pro de la defensa de la paz mundial y compensar así las incertidumbres que pesan sobre el panorama internacional”, dijo Xi Jingping a los líderes de la UE en la cumbre celebrada en abril, exhortándoles a rechazar la “mentalidad de bloque rival” promovida por Estados Unidos.

Las relaciones se han deteriorado, sin embargo, durante los últimos meses y muchos países europeos han abandonado su “diplomacia de equilibrio” con China y se han alineado decididamente con Estados Unidos y la OTAN. La invasión de Ucrania y la reticencia de Pekín a criticar a Rusia por ello han acelerado este proceso. En abril, el jefe de la diplomacia de la UE Josep Borrell publicó una entrada en su blog titulada “On China’s choices and responsibilities” en la que fustigaba a Pekín por su “neutralidad prorrusa”. Los tres Estados bálticos se han retirado de la iniciativa 17+1 China-CEE, lanzada por Pekín hace una década para fortalecer las relaciones con Europa Central y Oriental. La semana pasada, la embajadora de Alemania en Pekín aprovechó su primer discurso público en el país para mostrar su preocupación ante la política china de “cero covid” y las tensiones en el estrecho de Taiwán.

No es de extrañar, pues, que los acontecimientos de Madrid hayan tenido una acogida fría en Pekín. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, condenó el nuevo Strategic Concept de la OTAN, arremetiendo contra la Alianza por promover el conflicto, la confrontación y “una mentalidad de Guerra Fría”. Cuando Alemania anunció posteriormente que enviaría aviones de guerra para participar en los ejercicios dirigidos por Estados Unidos en el Indo-Pacífico, la respuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores chino fue de burla, diciendo que ello “conjurará probablemente malos recuerdos y provocará una percepción negativa en muchos países del mundo”.

Tal vez los Estados miembros de la OTAN estén ahora más unidos que nunca detrás de Estados Unidos, pero es probable que haya desacuerdos sobre algunas de las actuales tecnologías en proceso desarrollo. El asunto que suscita más preocupación son los sistemas de armas autónomas letales (Lethal Autonomous Weapons Systems) o “robots asesinos”, que pueden buscar objetivos y matar de forma totalmente independiente. Varios miembros de la OTAN, como Bélgica y Alemania, se han mostrado mucho más reticentes que Estados Unidos y el Reino Unido sobre estas armas. El auge de este tipo de tecnología ha hecho temer una nueva carrera armamentística con China. Karp no muestra reticencia al respecto, afirmando que Palantir está trabajando en “un nuevo Proyecto Manhattan”. La empresa está ciertamente dispuesta a ir más lejos que la mayoría. En 2019 se hizo cargo del Proyecto Maven, auspiciado por el Pentágono, después de que Google lo abandonara por “cuestiones éticas”. El controvertido proyecto, que provocó el abandono del mismo por parte de algunos empleados de Google, tiene como objetivo construir sistemas de vigilancia impulsados por inteligencia artificial para vehículos aéreos no tripulados.

Las voces discrepantes han expresado serias preocupaciones sobre el asunto, aunque, como era de esperar, se les ha concedido poca visibilidad en los medios de comunicación. “DIANA y el Fondo de Innovación de la OTAN apartarán a los investigadores y desviarán la financiación de la investigación en áreas civiles clave, como la inteligencia artificial y los big data, reduciendo así los beneficios potenciales de la misma para la salud y el medio ambiente en un momento de aumento de la pobreza, la desigualdad, las pandemias y los desastres ecológicos”, escribió Stuart Parkinson, director de Scientists for Global Responsibility, en un correo electrónico esta semana. “Los programas de innovación como DIANA tienen muchas probabilidades de aumentar y afianzar el militarismo durante las próximas décadas, socavando así la seguridad de todos”.

Todo esto, sin embargo, supone buenas noticias para algunos. Europa se alinea decididamente tras Estados Unidos y la OTAN, mientras se habla profusamente de la “desvinculación de China”. Hay poca ambigüedad en lo que está ocurriendo. Dado que la gran mayoría del Sur Global se resiste a imponer sanciones a Rusia, la actual competición mundial es la de “Occidente” contra el resto del mundo, lo cual resulta atractivo para los intereses de Estados Unidos y de Silicon Valley. “La misión principal de nuestra empresa –dijo Karp en Davos en 2020– siempre fue hacer de Occidente, especialmente de Estados Unidos, el actor más fuerte del mundo, el actor más fuerte que jamás haya existido”. 

Sidecar
Véase también Susan Watkins, “Estados Unidos vs. China”, NLR 115. Artículo publicado originalmente por Sidecar, el blog de la New Left Review: “Looking East”, traducido con permiso expreso por El Salto.
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Bea
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