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El escritor y filósofo Néstor Roulet acuñó una frase para la posteridad: “El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Añadiría algo más, sobre todo entre quienes quieren mantener determinados privilegios, cuyos “tropiezos” son siempre a costa de los demás. Bajo dicha prescripción, aquellos que deberían velar por la salud del sistema bancario global, y haber aprendido algo de la Gran Recesión, parece que viven en un autoengaño eterno, al negarse a racionalizar la relevancia, significancia o importancia de evidencia contraria y argumentos lógicos que son opuestos a los suyos.
Ahora que la banca global, incluida la nuestra, está publicando beneficios récord, en parte como consecuencia del subsidio de los bancos centrales, es cuando debemos, al menos, mostrar cierta cautela. La banca occidental tiene pies de barro y las reformas post Gran Recesión fueron timoratas e insuficientes. Y sí, tropezaremos dos veces en la misma piedra como consecuencia de la defensa de determinados intereses de clases, en este caso la superclase bancaria, y el comportamiento gregario de cierta profesión económica y mediática.
Como ya nos advertía Hyman Minsky, es los períodos de expansión donde se larva la fragilidad tanto del sistema financiero, como de las familias y sociedades no financieras
Desde que la Administración Clinton impulsara la Ley Gramm-Leach-Bliley, que derogó Glass-Steagall, siempre ocurre lo mismo. Es en períodos de estabilidad económica donde se gesta la inestabilidad futura de la banca. El problema de fondo es que el sistema bancario no es un mero intermediario, y su fragilidad importa porque se irradia a la economía de manera exponencial. El objetivo fundamental del sistema bancario no es solo su rentabilidad, sino, por encima de todo, su estabilidad. Y, frente a los cantos de sirena, tal como ya nos advertía Hyman Minsky, a través de su famosa e impecable hipótesis de inestabilidad financiera, son los períodos de expansión donde se larva la fragilidad tanto del sistema financiero, como de las familias y sociedades no financieras.
Algunos datos sobre el apalancamiento del sistema bancario en derivados
Según la Comisión de Investigación de la Crisis Financiera de los Estados Unidos (FCIC, por sus siglas en inglés), los derivados desempeñaron un papel importante en el colapso financiero de 2007 a 2010, la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de la década de 1930. La existencia de millones de contratos de derivados de todo tipo entre instituciones financieras sistémicamente importantes, invisibles y desconocidos en este mercado no regulado, aumentó la incertidumbre y escaló el pánico. Ello se podía trasladar, también, perfectamente a Europa.
Pensábamos, ingenuamente, que, tras las duras consecuencias económicas, políticas y sociales de la Gran Recesión, se tomaron las medidas y reformas necesarias para que no se volviera a repetir semejante situación. Creíamos que la legislación de reforma financiera Dodd-Frank en Estados Unidos o la Unión Bancaria Europea cumplirían su promesa de frenar riesgos concentrados como los derivados. Pero no ha sido así. Vayamos a los datos.
El informe más reciente del regulador de los bancos nacionales de Estados Unidos para el trimestre que terminó el 30 de septiembre de 2023 detalla como los cinco grandes bancos estadounidenses (JPMorgan Chase, Goldman Sachs Bank USA, Citibank de Citigroup, Bank of America, y Morgan Stanley) poseen 223 de los 268 billones de dólares (sí, billones en terminología europea) en derivados que poseen todos los bancos estadounidenses, o al menos el 83%. Igualmente, esas mismas cinco compañías de tenencia bancaria controlan el 96% de los derivados de crédito. Las cinco gran compañías bancarias representan 5.8 billones de dólares en derivados de crédito frente a los 6 billones de todos los bancos de los Estados Unidos.
Las nuevas reglas de capital propuestas afectarían solo a aquellos bancos significativamente involucrados en derivados y otras estrategias de comercio de alto riesgo
Para evitar que se repita la explosión de los mega bancos de Wall Street, como ocurrió en 2008, los reguladores bancarios federales lanzaron en julio del año pasado una propuesta que impondría reglas de capital más altas a solo 37 bancos (de los 4.600 bancos existentes en Estados Unidos). Las nuevas reglas de capital propuestas afectarían solo a aquellos bancos significativamente involucrados en derivados y otras estrategias de comercio de alto riesgo. La reacción ha sido intensa por parte de los mega bancos de Wall Street, incluso corriendo anuncios de televisión que pintan una imagen falsa y distorsionada de lo que harían los aumentos de capital.
Pero, ¿quién está en el otro lado de estos intercambios de derivados con los mega bancos?, es decir, ¿quién es su contraparte? Según investigadores federales, hay contrapartes tanto de mega bancos como de contrapartes financieras no bancarias, que podrían ser compañías de seguros, firmas de corretaje, gestores de activos o fondos de cobertura. También hay contrapartes corporativas no financieras, que podrían ser prácticamente cualquier corporación nacional o extranjera. Este análisis lo podemos extender, con algún pequeño matiz, a la banca europea sistémica. En definitiva, la ciudadanía no tiene ni idea si posee acciones de una empresa cotizada en bolsa que podría explotar en cualquier momento debido a transacciones imprudentes en derivados con bancos globales.
Sin embargo, la falta de transparencia, como siempre ha señalado la profesora de Stanford Anat Admati, una referencia fundamental para comprender las dinámicas y el riesgo del sistema bancario global, ha aumentado lamentablemente. Esto se debe en parte a la negligencia de los reguladores y las autoridades monetarias y económicas.
Gracias a las puertas giratorias, Citigroup logró que esta reforma de Dodd-Frank fuera revocada en 2014
Para ilustrar este punto, en 2010, con la aprobación de la legislación de reforma financiera Dodd-Frank, se esperaba que los bancos tomaran dos medidas importantes con respecto a su exposición peligrosa a los derivados. Se les exigía trasladar los derivados a una unidad separada de la sociedad tenedora de los bancos, que no fuera el banco asegurado federalmente, para permitir su liquidación en caso de que los derivados provocaran su quiebra. Sin embargo, gracias a las puertas giratorias, Citigroup logró que esta reforma de Dodd-Frank fuera revocada en 2014. Además, Dodd-Frank también se presentó como una forma de obligar a los mega bancos a liquidar y compensar centralmente los derivados en cámaras de compensación de mercados organizados, con el fin de proporcionar estabilidad y transparencia a este mercado peligroso. Sin embargo, el último informe del regulador señala que poco más del 40% de las tenencias de derivados de los bancos se liquidaron en mercados organizados. Es decir, casi el 60% de los derivados siguen siendo un agujero negro opaco, compensado en mercados no organizados, conocidos como derivados OTC (over-the-counter).
Ante semejante Leviatán, solo hay una salida. Hoy más que nunca es necesario tanto una reducción de la concentración bancaria -exactamente lo contrario a lo que se está haciendo-, como obligar a los bancos a retener el riesgo. Ello reorientaría a que éstos volvieran de nuevo a la actividad bancaria tradicional. Sin embargo, olvídense, por las buenas no se hará.
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Recuerdan aquello de "son demasiado grandes para caer". Pues no tardarán mucho en hacerlo, y los Estados en asumir las consecuencias, vía ciudadanos, de tamaña barbarie e irresponsabilidad.