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Análisis
La economía ha puesto de los nervios a Feijóo y Génova
Mi gozo en un pozo. Ingenuamente pensaba que la llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del Partido Popular traería algo de calma y sosiego a la derecha española que, dicho de paso, aún no ha asumido los resultados electorales de los dos últimos comicios generales. La realidad no solo me ha quitado la razón. Peor aún, echo de menos a Pablo Casado. Su dialéctica y oratoria, especialmente su discurso contra lo que representa Abascal y su tropa, se encuentra a años luz de ese verbo suelto, por decir algo, que es Núñez Feijóo.
Algo debe pasar en estos momentos por las tripas orgánicas y los aledaños mediáticos del PP para lanzar una campaña tan burda como la desplegada estos días contra la legitimidad del Gobierno de España. Tiene, dicha campaña, todo el tufillo de estar orquestada y preparada en algún palacete oscuro, iluminado solo con la tenue penumbra que irradia un conjunto de velas encendidas para que no se vean los rostros de los ahí reunidos. Todo un giño a esos malos, malísimos, de la última saga del James Bond de Daniel Craig.
¡Es la economía, estúpido!
Parafraseando al estratega de la compaña política de Bill Clinton, James Cerville, “¡Es la economía, estúpido!” lo que está poniendo de los nervios a la ya de por sí histriónica derecha española. Las cosas no van como estimaban sus asesores, por cierto, muy flojitos, irrelevantes académicamente hablando. Planearon un escenario de recesión económica, al menos táctica, que no acaba de llegar. No solo eso, España es al país de los cuatro grandes de la zona Euro que más crece, y que más va a crecer. Pero además, lo nunca visto, nuestro país tiene la inflación más baja, gracias a la excepcionalidad ibérica en el precio de la luz, y, tras la reforma laboral de Yolanda Díaz, subidas del SMI incluidas, genera más empleo que el resto.
Para rematar la faena, la guerra de Ucrania ha dado a España una ventaja energética frente al resto de Europa que por primera vez nos sitúa en el centro. De ahí la llegada, bajo la batuta de otra mujer, Teresa Ribera, de Merck a Galicia y Andalucía; el establecimiento de Amazon en Zaragoza; o el aterrizaje que hará Cisco en Cataluña. Todo ello se une a la instalación de la gigafactoría de baterías en Sagunto.
Por eso han vuelto a las andadas, con discursos incendiarios, verborrea con tufillo cuasi-golpista, en aras a intentar cambiar la dirección de un viento que ya no sopla acorde a sus intereses
Mi tesis es que es la economía lo que en realidad ha puesto muy nervioso a Génova, y sus aledaños mediáticos. Además, temen también, dentro del esoterismo que rodea a esta gente, la buena suerte de Sánchez. Por eso han vuelto a las andadas, con discursos incendiarios, verborrea con tufillo cuasi-golpista, en aras a intentar cambiar la dirección de un viento que ya no sopla acorde a sus intereses. Es por ello que el Gobierno de coalición actual debe seguir con su guía de ruta para profundizar e implementar en los siguientes años aquellas políticas encaminadas a solucionar los problemas que más afectan al bienestar de las familias de clase media y baja española. Hablamos de vivienda, hablamos de salarios, hablamos de pensiones, hablamos de reparar el ascensor social que no funciona, hablamos de frenar a los extractores de renta patrios, hablamos de la seguridad de nuestros barios, hablamos de reindustrializar al albor de las ventajas energéticas patrias. ¡Queda mucho, muchísimo por hacer!
Feijóo y sus asesores
En este contexto, ¿quién asesora a Núñez Feijóo en materia económica? Es un misterio. Los errores y/o mentiras de ciertas afirmaciones sobre esta materia, que el líder de la oposición brama en distintos discursos, son muy preocupantes, bien por desconocimiento de quienes le asesoran, o bien porque simple y llanamente le mienten, trasladando al resto de la ciudadanía burdas trolas. Es verdad que en esta nuestra querida España el mentir está a la orden del día, basta echar una ojeada a las cloacas mediáticas y los bulos falsos inventados para destrozar y anular al adversario político, por cierto, bajo la batuta de miembros del partido de Feijóo.
Uno de los aspectos donde los asesores de Feijóo le jugaron una mala pasada, fue su rechazo a la excepcionalidad ibérica respecto al precio de la luz
Uno de los aspectos donde los asesores de Feijóo le jugaron una mala pasada, fue su rechazo a la excepcionalidad ibérica respecto al precio de la luz. Resulta sorprendente la amnesia del señor Feijóo sobre el por qué subía el precio de la luz, y la inflación patria. La razón había que buscarla en una reestructuración ideológica de un sector económico, el eléctrico, al albor de las directivas de la Unión Europea, pero donde, hete aquí, nuestro país, bajo la batuta de Aznar, del PP, fue, digámoslo suavemente, el más talibán del Reino. Corría 1997, durante el primer Gobierno de Aznar, cuando se promulgó la Ley 54/1997, de 27 de noviembre, del Sector Eléctrico (como transposición de la Directiva 96/92/CE de 19 de diciembre de 1996), que liberalizaba el mercado eléctrico. La liberalización del sector se apoyaba en la teoría neoclásica de que la división vertical de actividades y su posterior reglamentación específica pueden conseguir introducir la competencia y aumentar la eficiencia conjunta del sector eléctrico, lo que repercutiría en menores precios. La división resultante fue de generación, transporte, distribución y comercialización. Aún resuenan las palabras del que fuera Ministro de Industria en aquella época, Josep Piqué, garantizándonos que la liberalización de dicho sector era el maná que nos daría una bajada de precios. La realidad ha sido muy distinta, los precios de la luz han subido cinco veces más que el IPC, erosionando el poder de compra de las familias y la competitividad del tejido industrial español.
Pero sin duda el chascarrillo que más me preocupa del señor Feijóo es aquel que dice que el Estado debe comportarse como las familias porque está sujeto a las mismas restricciones. La mayoría de las economistas, y medios de comunicación en líneas generales utilizan una serie de afirmaciones que no son más que meras creencias falsas. Es falso que los gobiernos estén sujetos a restricciones presupuestarias como las familias o las empresas. Es falso que los déficits presupuestarios sean malos y una carga para la economía, salvo en una serie de circunstancias excepcionales. Es falso que los déficits públicos hagan aumentar los tipos de interés, desmantelar el sector privado y aumentar la inflación. Es falso que los déficits públicos confisquen ahorros destinados a la inversión. Lo sé señor Feijóo, sus asesores de esto no le han dicho nada porque de ello saben muy poquito. Luego llegan las sorpresas, y se desbaratan escenarios apocalípticos. Pero ese no es nuestro problema, sino el suyo.