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Análisis
El apoyo de Lula da Silva a Palestina tiene un alto precio
Tras la histórica demanda de Sudáfrica contra Israel en la Corte Internacional de Justicia de la Haya, ha sido ahora Brasil quien ha subido el tono de las críticas contra el genocidio, ante la asamblea de la Unión Africana (UA), el día 17 de febrero en Adís Abeba. Al explicar la disposición de Brasil para aumentar su contribución a la UNRWA el presidente brasileño criticó la insolidaridad de los países que suspendieron los fondos a la Agencia de la ONU. Lula da Silva aprovechó ese momento para hacer una digresión en la que afirmó que en Gaza no hay una guerra entre soldados de dos bandos, sino una masacre perpetrada por un ejercito altamente preparado contra mujeres y niños, recordando además las similitudes entre los métodos practicados por Hitler y lo que está sucediendo actualmente con los palestinos en Gaza.
La reflexión del presidente brasileño, que dicho sea de paso es lugar común para muchos judíos fuera de Israel, enfureció a Netanyahu, quien dijo que su homólogo brasileño había cruzado una línea roja, y orientó a su ministro de Relaciones Exteriores, Israel Katz, a convocar el embajador brasileño para comunicarle que declaraba al presidente de Brasil, hasta que pidiera perdón, persona non grata. El ministro Katz lo hizo rápidamente. Saltándose los cuidadosos ritos diplomáticos, el mismo día 19 de febrero, convocó una conferencia de prensa en el Museo del Holocausto en Jerusalén, y reprendió públicamente al embajador de Brasil Frederico Meyer. Tanto el fondo, como la forma, dieron a entender al Ministerio de Exteriores brasileño (Itamaraty) que el mensaje era una clara puesta en escena a modo de propaganda de guerra híbrida, con doble objetivo de descalificar al presidente de Brasil y humillar a su representante diplomático.🚨 Crise diplomática entre Brasil e Israel
— Karina Michelin (@karinamichelin) February 18, 2024
Lula, disse hoje em Adis Abeba, na Etiópia, que “o que está acontecendo na Faixa de Gaza não é uma guerra, mas um genocídio” e comparou às ações de Netanyahu à Adolf Hitler contra os judeus.
“O que está acontecendo com o povo… pic.twitter.com/FzAKQqrpFn
Brasil no sólo no rectificó su posición, como pedían las autoridades israelíes, sino que esa misma tarde el Itamaraty anunció dos medidas recíprocas. Por un lado, llamó a consultas en Brasilia a su embajador. Por otro solicitó a Daniel Zohar Sonshine, embajador del Estado sionista que compareciera, en la sede del Itamaraty de Rio de Janeiro, para dar explicaciones sobre la grave medida de su gobierno, donde se encontraba el Ministro Mauro Viera por motivo de la preparación de la reunión del G20 que se celebraría en aquella ciudad entre los días 20 y 21 de febrero.
En Brasil, apenas aterrizada la comitiva procedente de Etiopía, el pronunciamiento del presidente comenzó a cosechar también una cascada de críticas tanto, o más rabiosas, a las del ejecutivo sionista. El día 19 de febrero, Merval Ferreira, columnista del influyente periódico O Globo, dijo que Lula da Silva es defensor de Hamás, pese a que el presidente siempre ha condenado con dureza los ataques del 7 de octubre; Hélio Schwartsman, de La Folha de São Paulo, afirmó que la política exterior brasileña no es seria; el periódico conservador el Estado de São Paulo habló de vandalismo diplomático; y Guga Chacra, especialista de política internacional de la TV Globo News, fue aún más lejos al acusar al presidente brasileño de antisemitismo.
El poderoso lobby sionista en Brasil, aliado de la extrema derecha, puso en marcha la maquinaria propagandista antigobierno, con el objetivo de hacer al presidente rectificar
En el mundo político las reacciones fueron igualmente furibundas: el presidente del senado, Rodrigo Pacheco, solicitó al gobierno que se retracte; el gobernador del estado de Paraná, Carlos Massa, invitó al embajador de Israel a visitar su estado en demostración de solidaridad con Israel; mientras que el del estado de Goiás, Ronaldo Caiado, dijo que no es aceptable cercenar el derecho de Israel a defenderse (en otras palabras, quizás con defenderse, se refería a eliminar al pueblo palestino de Gaza). Hasta ahora, más de 90 diputados ya han secundado la iniciativa de las diputadas bolsonaristas Carla Zambelli y Bia Kicis (del Partido Liberal), para solicitar el impeachment del presidente en la Cámara de los Diputados, territorio hostil al Ejecutivo.
Por su parte, el poderoso lobby sionista en Brasil, aliado a la extrema derecha, puso en marcha la maquinaria propagandista antigobierno, con el objetivo de hacer al presidente rectificar. La Conferencia Israelita brasileña (Conib), conocida por perseguir a los periodistas críticos con los crímenes del ejercito israelí en Gaza, como es el caso del judío Bruno Altman, aprovecho la ocasión para emitir inmediatamente un comunicado en el que acusa al presidente de distorsionar la realidad.
El gobierno brasileño es consciente de haber puesto en su contra las poderosas fuerzas prosionistas en el campo doméstico, pero no por ello ha cedido en su apoyo a la causa palestina. Por el contrario, ha confirmado su posición y ha endurecido la respuesta diplomática ante el menosprecio de las autoridades de Israel, a través del jefe del Itamaraty Mauro Vieira y del ministro de las Relaciones Institucionales, Alexandre Padilla.
Dentro del país, las reacciones de condena a la posición del gobierno brasileño en relación con el genocidio en Palestina son coherentes con los dos factores que guían el estamento dirigente brasileño. Por un lado, se fundan en el complejo de inferioridad y en la dependencia de nuestras élites política, económica y cultural, que hacen suyas los intereses de Occidente, aunque sean comprobadamente espurios, como en el tema en cuestión. Para la clase dominante brasileña, defender las barbaries del estado colonial Israel, forma parte de la vigente lógica hegemónica mundial, en la cual Brasil tiene el papel de fiel lacayo. Por ello, el país es parte periférica del mundo occidental y por lo tanto, la potencia militar israelí es un ejemplo a seguir o cuando menos, debe ser respetada y temida. Pese a todas las evidencias del genocidio en curso, y las advertencias de la ONU sobre el drama humanitario que se vive en la Franja de Gaza, las élites brasileñas por mucho que se consideren civilizadas defienden el derecho de Israel a cobrar venganza contra la población civil para restablecer su hegemonía política y militar. Todos los atropellos diplomáticos que cometen EE UU, Europa y sus aliados, son respaldados como mecanismos de defensa para el mantenimiento de la seguridad mundial. Al fin y al cabo, son el faro del mundo libre, y cualquier pueblo díscolo, debe ser tratado como paria o como enemigo de la civilización occidental.
El racismo secular que imbuye a las élites del país, les permite justificar cualquier barbarie, siempre que sea dirigida contra las clases bajas
Por otro lado, el racismo secular que imbuye a las élites del país, les permite justificar cualquier barbarie, siempre que sea dirigida contra las clases bajas. Al igual que el ejecutivo sionista de Netanyahu, la clase dirigente brasileña, que vocifera contra los hechos constatados por Lula da Silva, también cree en el fondo que los palestinos son realmente “animales humanos”. Está convencida de que si hay tantas muertes de menores es porque “los millares de terroristas palestinos” ponen a sus niños como escudos humanos para protegerse de las bombas del ejercito israelí. Del mismo modo, siempre ha considerado ciudadanos de segunda a los pobres de las periferias de las grandes metrópolis nacionales, las víctimas inocentes de las incursiones asesinas de la policía militar en las favelas, serían meros daños colaterales de la guerra contra el crimen.
Pese a que Lula da Silva esté en su tercer mandato, esa misma élite jamás aceptará ser representada en los foros internacionales por un dirigente que procede de las clases populares. Lo toleran a regañadientes. Lo que diga será tergiversado con argumentos falsos para manipular y controlar el relato para el consumo interno. No perdonan la cercanía del presidente de la República con quienes consideran de segunda clase: ya sean los pobres de Brasil o el pueblo palestino. Les parece vulgar, por ejemplo, que cada año, Lula da Silva celebre las navidades con los recogedores de materiales reciclable de la ciudad de São Paulo. De hecho, las élites ricas del Centro y Sur del país no votaron por el candidato del PT y siguen coqueteando con el autoritarismo, venga de dónde venga. La putrefacta élite brasileña jamás esconde su preferencia por personajes siniestros de la talla de Netanyahu o de su amigo Bolsonaro.
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A las puertas de la incursión del ejército de Israel en Rafah, con su gobierno preparando ya la maquinaria de guerra para aplastar a la población civil gazatí y ahondar aún más si cabe la terrible la crisis humanitaria, Lula da Silva ha elegido el momento exacto para ejercer la máxima presión sobre los genocidas. Al igual que Hannah Arendt o Albert Einstein, que firmaron la carta publicada el 2 de diciembre de 1948 en The New York Times en la que se comparaba al partido del entonces primer ministro israelí Menajem Begin con los fascistas, Lula da Silva ha tenido la valentía de romper el pacto de silencio entre los lideres occidentales diciendo lo que incluso muchos judíos ya han denunciado: que el gobierno asesino de Netanyahu usa los terribles métodos de limpieza étnica que los nazis usaron contra los judíos en el Holocausto; y que, además, los usa escudándose en los mismos crímenes que fueron cometidos contra sus ancestros. El mundo sabe que en Palestina está ocurriendo un genocidio, aunque esté prohibido decirlo; sabe que los crímenes del gobierno de Israel apestan a los cometidos por la Alemania nazi en contra de los judíos.
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Desde luego, si las víctimas del tiroteo masivo del ejército israelí contra la población palestina apelotonada en busca de comida, hubieran sido perros, seguro que la noticia ocupaba la cabecera de los informativos.
A veces tengo la sensación, de que "alguien” considera antisemita a toda la Humanidad.
Este hombre, Lula, dice lo que se tiene que decir¡ que menos!