Canciones y conciencia obrera
La persecución actual de la libertad de expresión en el Estado español forma parte de una gran farsa llamada "democracia" que endulzaron en los años 80 para calzarnos una serie de instituciones herederas de una dictadura, con el único objetivo de continuar perpetuando en el poder a los dueños de la economía, la política, la justicia y la comunicación

Pablo llegó antes de las 9:30 a la Audiencia Nacional. El pasado 1 de febrero volvía a ser juzgado por cantar realidad. En la acera opuesta del edificio en la calle Génova, esperándole, permanecía un grupo de amigos y compañeros. Sujetaban casi en silencio una gran pancarta con un lema escrito en rojo y negro que nos recordaba a quienes nos habíamos acercado para informar.
Esa mañana se iba a juzgar en Madrid, otra vez, a una persona por ejercer su derecho fundamental a la libertad de expresión.
Fue imposible pillar a Pablo para hacerle unas cuantas preguntas antes de su entrada en el edificio de la Audiencia. Por eso decidí pasar a la sala habilitada para la prensa y escucharle desde allí. Al llegar, comprobé que otros medios y periodistas seguían el juicio contra los encausados en la 'Operación Araña', otro de los teatros que se han montado en los últimos años para perseguir el delito de enaltecimiento del terrorismo en las redes sociales.
Por mucho que se repitan las imágenes, no me acostumbro a ver a personas sentadas ante jueces para ser interrogadas por haber expresado ideas o sentimientos en algún momento determinado. En el caso de Hasel, la Audiencia Nacional le acusa de injuriar y calumniar a la Corona y a otras instituciones del Estado español, como la Policía Nacional y la Guardia Civil.
El caso es que el mensaje de Pablo sobre todas estas "cargas" públicas no es algo que hayamos escuchado o leído por primera vez a través de sus canciones. En algunos medios de comunicación se lleva hablando de las "amantes" del rey emérito desde hace años. Precisamente estos "rumores" comenzaron a debatirse coincidiendo con la "jubilación" del heredero de Franco, como si el hecho de que fuera ya un anciano le restara importancia a la vida que había llevado a costa del pueblo al que dice "deberse". Por eso, con muchísima razón, Pablo alegaba en su defensa que sus canciones solo cuentan lo que otros y otras ya han dicho o escrito. Sus expresiones son juicios de valor que ya se han realizado sobre los miembros de la Casa Real. Los tuits de Pablo enuncian una realidad social que por mucho que la Fiscalía del Estado se empeñe en perseguir, y como bien argumentó la defensa del rapero, continuarán siendo eso, una realidad social.
Lo mismo podríamos decir sobre la actuación de algunos miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en el ejercicio de sus "funciones". No olvidamos a los inmigrantes que fueron asesinados en la frontera sur mientras trataban de llegar a tierra firme, huyendo de la miseria a la que desde el primer mundo se les ha condenado. Aquel 6 de febrero de 2014, antidisturbios de la Guardia Civil decidieron descargar sus "pelotas de goma" sobre seres humanos indefensos. Pablo Hasel no debería ir a la cárcel por contar que la policía, en pleno siglo XXI y en nuestro Estado de "derecho", asesina impunemente. Tampoco debería pisarla 'Valtonyc' por cantar las juergas del Borbón en el Fortuna, ni mucho menos la gente de 'La Insurgencia' por asegurar que "terroristas" son quienes dejan caer de andamios a los de nuestra clase mientras se ganan la vida.
La fiscal que se encargó de interrogar el pasado 1 de febrero a Pablo insistió en conocer si Hasel estaba arrepentido por lo que había escrito.
Hasel no solo no se arrepentía sino que aseguró que continuaría denunciando lo que él consideraba hechos objetivos.
Y la fiscal volvía a la carga... "¿es consciente de lo que ha dicho y escrito? Es que usted cita como ejemplo de lucha a Isabel Aparicio. A lo que el rapero respondía: "Sé perfectamente por lo que estoy aquí. Yo tengo la libertad de sentirme representado por quien me da la gana. Hay manifestaciones que me parecen repugnantes y no pido prisión para quienes las piensan y las hacen. Cuando una persona está presa lo está en manos del Estado. Isabel Aparicio murió enferma en manos del Estado español. Yo tengo mis ejemplos de lucha y nadie me puede decir a quién admirar y a quien no".
Lo mejor, al menos para mí, llegó cuando la fiscal comenzó a hablar sobre el "verdadero fin" que se escondía tras las letras de Pablo: la movilización social. "Usted dice todas esas cosas sabiendo la gran cantidad de seguidores que tiene y la influencia que ejerce sobre ellos. Usted dice que hay que ir más allá de las manifestaciones". Pablo, sereno, volvía a responder: "Las manifestaciones no son suficientes para conseguir nuestros derechos. Ya me gustaría a mí que así fuese". Y no tardó en salir... "¿Usted está participando, o ha participado, en algún grupo anarquista insurreccionalista?" A lo que Pablo respondía: "No, señora. No he participado ni participo porque soy comunista".
Ahí estaba, ahí teníamos a la Fiscalía intentando meter en un mismo saco todo y a todos. Libertad de expresión, libertad de información, enaltecimiento del terrorismo, comunismo, movimiento libertario, etc. Lo importante era salvar de nuevo la imagen de las instituciones que mantienen el actual sistema en el que unos cuantos pueden decidir sobre la vida y libertades de otros muchos. Pablo Hasel, independientemente de no compartir con él algunas cuestiones ideológicas, mostró serenidad, entereza, valentía y coherencia frente a un tribunal que pretende encerrarle por contar verdades y por llegar, con sus canciones, a la conciencia de la clase obrera.
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