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Opinión
La caja, el ayuntamiento, el banco, la empanada y el calamar
La fundación de un banco que no tiene problemas en desahuciar familias, que no es capaz ni de perdonar la hipoteca a los afectados por la erupción de La Palma, era alabada, aplaudida y publicitada por el área de Bienestar Social de un ayuntamiento porque regalaba unas cuantas mochilas a los “pobres”.
Unos días después en un paseo por una de las zonas deprimidas de la ciudad, a uno de mis acompañantes le llamó la atención una inmensa caja tirada al lado de uno de los contenedores de basura. Era la caja de una televisión de 60 pulgadas, imposible de meter en el contenedor azul aunque no estuviera atestado de tetrabricks de leche de marca blanca.
La manera más fácil de unir estas imágenes en nuestras mentes pulidas en la insolidaridad y mancilladas por la Ana Rosa sería: Hay que ver esta gente que se supone que no tiene nada, que hasta le dan mochilas gratis para que vayan sus hijos a la escuela y se compran una tele tamaño cine. Luego se quejan en los servicios sociales y se quedan con el dinero de mis impuestos.
El mero hecho de llamarnos la atención una solitaria caja grande y no fijarnos en que el barrio por el que paseábamos tenía un mantenimiento bastante peor que la zona céntrica, por lo que se podía deducir del estado de su mobiliario urbano, de sus aceras y contenedores, denota cómo nos han tallado. Han conseguido lo que buscaban, que no veamos en un barrio obrero la problemática propia de las zonas empobrecidas, y además incluso nos dé por pensar que si las calles están sucias es porque además de aprovechados, los vecinos de estos barrios son unos marranazos que no cuidan el mobiliario urbano. Hace 10 años Owen Jones en su obra “Chavs la demonización de la clase obrera”, que he vuelto a releer este verano, nos advertía que los medios de comunicación y los políticos habían conseguido convertir a la clase trabajadora en objeto de miedo y escarnio desechando por irresponsables, delincuentes e ignorantes a una amplio sector de la sociedad cuyos miembros han sido estereotipados en sucios, vagos, manirrotos y aprovechados de los servicios sociales.
Si pudiéramos ser objetivos, sin necesidad de aplicar un análisis marxista o anarquista, veríamos la caja grande sin prejuicios, seguramente ni repararíamos en ella como nos pasa si la vemos en un barrio de clase media. Además, podríamos deducir inmediatamente, que si una institución pública agradece públicamente y además publicita la donación de unas mochilas y no es capaz de exigir al donante, el banco, que respete a las familias y no pida la ejecución de desahucios, es que esta institución tiene mucho menos poder que el banco y además quizá sea cómplice de sus desmanes.
Tras otra incursión en la calle descubro que el banco que estaba enfrente de La Caixa ya no está. El Sabadell ha puesto un cartel en el que dice que se han trasladado a una oficina situada en Linares, curiosa manera de evitar decir que han cerrado. Este cierre el ayuntamiento no lo ha denunciado en las redes sociales, ni tampoco el partido que detenta el equipo de gobierno. Quizá la fundación del Sabadell hay donado alguna mochila y no es cuestión de quejarse de que se vayan unos puestos de trabajo, un alquiler, algunas consumiciones en las cafeterías de alrededor y el servicio prestado a los vecinos que son clientes del citado banco.
Esto lo escribo en plena festividad de Halloween, en la que a pesar de las advertencias por parte de orientadores escolares difundidas por los medios de comunicación y las AMPAS de los peligros que supone imitar las pruebas de El juego del Calamar, veo a niños disfrazados de personajes extraídos de esta serie. Deduzco que estos disfraces han sido comprados por madres y padres que han cedido ante las súplicas de sus vástagos, lo mismo que hicieron para que pusieran el netflix, para comprar la televisión de 60 pulgadas y finalmente para dejarles ver la serie pese a no ser para menores. O quizá sea al revés, y todo es una excusa de los padres que les ponen la serie a los nenes desde que sueltan la mochila de la Caixa para que se entretengan y les dejen en paz.
Como podemos comprobar, la empanada mental que nos está provocando el razonamiento del irracional capitalismo se ve reflejada desde la simple visión de un cartón hasta las orientaciones sobre una serie que emiten en una plataforma digital que no tengo ni pienso tener. También esta empanada se refleja en lo que escribo, pero, quizá siendo radicales, es decir yendo a la raíz de las cosas, veamos con claridad el ayuntamiento vendido, el banco huido, la mochila caritativa, el barrio sucio, la caja solitaria y el calamar en su tinta.
Cómo llego a fin de mes con hijos que mantener
Con el carro en el garaje y solo once en la quiniela
Viviré con deudas por toda la eternidad
Pues siempre me ofrecen algo nuevo que comprar
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