Economía
Elecciones Europeas y el IPC: dirán que todo es mentira

Las personas que van a la compra constatan cómo el dinero vuela cada vez con mayor rapidez de sus monederos y billeteras. Convendría utilizar como indicador de incrementos salariales o pensiones el índice de la cesta de la compra.
27 may 2024 12:30

Ya se sabe que un tango es sólo eso, “un tango”. Pero cuando se para la mente, por un instante, a considerar el contenido de alguna que otra letra,  la cabeza asiente en automático.  Y es que, en el común sentido del respetable (ni derechas ni izquierdas), parece que funciona un esquema muy similar. 

Se anuncian los incrementos de precios al consumo (IPC) que se concreta en un número para cada año. Y quienes hacen los cálculos, para afinar esa media de incremento de precios, parece que no van nunca a la compra. Si se dice, por ejemplo, que en 2023 el IPC fue del 3,5, eso supondría que los precios de los productos habrán experimentado una subida media de ese porcentaje. Incluso en ocasiones, muy raras, se informa que el IPC de un año concreto es 0 o incluso que es negativo. Los últimos IPC son ejemplos de ello. En 2019 fue del 0,7. En 2020 fue de 0,5. En 2021, 1,2. Por aquello de compensar los precios subieron un 6,5. En 2022 se fijaron en 5,7 y en 2023 el IPC fue del 3,5.

Las personas que van a la compra constatan cómo el dinero vuela cada vez con mayor rapidez de sus monederos y billeteras. Y basta comparar precios de los productos en cualquier comercio del ramo o supermercado para comprobar que esto del IPC es “incorrecto”. ¡Dejémoslo ahí! Y casi con seguridad que el error, inocente por otra parte, se encuentra en meter en la “cesta de productos”, con los que se calcula el IPC, una cantidad tan variopinta de ellos que la media que se calcula es “absurda”.  Por otro lado, quienes trabajan y están sujetos a convenios o quienes jubiladas perciben incrementos de pensiones, algunos de esos productos nunca los adquieren o utilizan. Por ello convendría utilizar como indicador de incrementos salariales o pensiones el Índice de la cesta de la compra. Por ejemplo, sólo entre 2022 y 2024 los precios de los productos de primera necesidad han experimentado incrementos de precios muy por encima del estimado 3,5% del IPC de 2023. Un simple contraste de dos folletos el mismo supermercado, popular por otro lado, muestra el siguiente cuadro.

Si al precio de 2022 se le calcula el incremento del 3,5% los actuales precios no serían tan altos. En estos 4 productos todos han experimentado subidas entre el 7,07 al 23,25%. Cualquier persona, es preciso insistir, que realice la compra diaria para su hogar se percata de ello. Por respeto a ellas, y a la ciudadanía en general, el gobierno debe concretar la subida media real de lo que se suele llamar  “costo de la vida” y en función de ese indicador actualizar salarios y pensiones. 

Por otra parte es un hecho de que los precios de las materias fluctúan en los mercados mayoristas a lo largo de los años, variando al alza o a la baja en días y semanas. Estas fluctuaciones no parecen afectar a los precios de los productos de consumo que siempre experimentan un alza. Parece que los “tecnócratas” han instalado un mecanismo que permite avanzar pero no retroceder, mediante una uñeta que impide retrocesos. Ejemplos como la evolución del precio del trigo o la cebada, entre otros miles de productos, muestran en evolución formas muy parecidas a endiabladas montañas rusas. Aunque la evolución de los precios para las personas consumidoras suelen ser funciones lineales cuesta arriba siempre.

Como eso sería una “loca” carrera hacia ninguna parte, ¿no sería más oportuno controlar los precios?  -¡Qué dice Vd.- ¡Anatema en una sociedad de libre mercado!  Quien así se expresa parece no haber comprendido que el libre mercado sólo puede operar cuando las partes libremente acuerdan las transacciones. La cuestión es que hay derechos humanos, entre ellos a comer, vestirse, vivir bajo techo… que solo pueden ejercerse por obligación de supervivencia. Las personas que sólo pueden consumir alimentos o bienes de primera necesidad no son libres de hacerlo ya que o lo hacen o se mueren. Este pequeño matiz parece no encajar en la lógica perversa de los “mercados”, ya que cosifican los derechos de la ciudadanía para poder comercializar con ellos.  Un Estado que asume la protección de todas las personas que lo conforman no puede asumir esta perversión y debe poner cada cosa en su sitio, garantizando el derecho a una vida digna de las personas.  Menos aún la Unión Europea que de momento ha servido para materializar el mayor timo de la historia de la humanidad con el invento del euro. Quienes se acuerdan de las 25 pesetas de un café no se consuelan con que se haya multiplicado por 100 su precio. Primero porque los “insumos” -materias primas, transporte, comercialización...- no han experimentado ese aumento de costo. Segundo porque en la actualidad no gana 100 veces más que en 1998 (en pesetas). Otra vez se vuelve a pedir el voto para conformar un Parlamento Europeo. Pero ¿quién garantiza que se controlarán los precios de productos de primera necesidad?

Más allá de esa precaución exigible, el libre mercado puede funcionar sin trabas ningunas, para que entre ricos puedan adquirir en el juego de oferta y demanda los bienes y servicios que les apetezca libremente. Con la comida, la básica, la imprescindible para vivir saludablemente, no se juega, ni se puede hacer “negocio”. 

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Alkimia es un espacio de reflexión donde miembros o personas afines al Anarcosindicalismo dan su punto de vista sobre temas de interés general. En una sociedad en la que los medios de desinformación moldean la realidad al antojo de los poderes económicos y políticos, cualquier nueva vía de contrainformación se hace necesaria para lograr que se pueda conocer la realidad de la vida cotidiana de las personas a la vez que pueda servir para su transformación.
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