Educar contra el nazismo

El currículo educativo de Alemania obliga a enseñar en las aulas de forma extensa qué ocurrió en la época de Adolf Hitler, cómo se forjó el antisemitismo y el papel de los nazis durante la II Guerra Mundial.

26 ago 2019 06:00

Alemania es un país que siempre estará marcado por la época de Adolf Hitler, precursor del nacionalsocialismo, una ideología que llevó a la persecución y asesinato de judíos (aunque también de otras minorías) desde mitad de los años 30. Las cifras que manejan los dos principales centros de documentación del Holocausto, el Yad Vashem de Jerusalén y el Museo del Holocausto de Washington, hablan del exterminio de 17,6 millones de personas, entre las que figurarían seis millones de judíos. Casi un siglo después de uno de los mayores crímenes de la humanidad, el currículo escolar alemán habla de que se debe enseñar convenientemente a los alumnos en los colegios lo terrible de esta época.

Heike Lemke-Wegener es la directora del instituto bilingüe (español-alemán) Friedrich Engels de Reinickendorf, un barrio al norte de Berlín. Esta docente relata a El Salto que el temario del nacionalsocialismo se empieza a ver desde el noveno curso, es decir, cuando los alumnos tienen 14 años. “De la asignatura de historia, un tercio del curso se debe dedicar a la política. Aunque con esta edad es cuando empezamos a profundizar, con 9 y 10 años ya hacen alguna excursión o se les habla de lo que es el antisemitismo”, explica.

El decreto educativo de Berlín dice textualmente que “la misión de las escuelas es llevar a los estudiantes a su máximo potencial (...). El objetivo debe ser el desarrollo de personalidades capaces de oponerse decisivamente a la ideología nacionalsocialista y a todas las demás doctrinas destinadas a la tiranía”. Por eso no es posible que se deje para final de curso o se dé parcialmente un tema como el nazismo.

“Las leyes educativas son diferentes en cada Estado federado, pero en todos hay consenso sobre lo horrible que fue el Holocausto y así se debe enseñar. Se habla de que no podemos manipular ideológicamente a los estudiantes, pero no hay discusión en que la dictadura de Hitler fue criminal. Hay muchísimas fuentes históricas que lo corroboran”, narra Lemke-Wegener.

La profesora Antje Tschöpe trabaja en la escuela Tempelherren, del barrio Tempelhof, al sur de Berlín. En sus clases calcula que habrá un 80% de alumnos musulmanes. “Tenemos una asignatura en la que enseñamos a los pequeños qué es el judaísmo, qué fiestas tienen, en quién creen y cuáles son sus leyes religiosas. Cuando son un poco más mayores ya dan el III Reich y ahí se les enseña por qué los judíos fueron perseguidos en Alemania”.

Para apoyarse pedagógicamente, los alumnos han leído el libro Yo soy una estrella, de Inge Auerbacher, doctora en química que desde 1942 hasta 1945 vivió en el campo de concentración de Theresienstadt (República Checa), donde fue deportada junto a su familia. “Inge tuvo la suerte de sobrevivir y contó su experiencia en este libro. Ella tenía entonces 7 años, así que cuando vivió esa espeluznante experiencia era un poco más mayor que ellos ahora”, cuenta Tschöpe. Dice que el hecho de que el libro esté relatado bajo una perspectiva infantil, ayuda a sus alumnos a entender mejor el odio hacia los judíos. “Los niños luego me preguntan por qué ocurrió esto. Da igual lo que les responda, siempre se quedan insatisfechos”.

Escuela en Alemania 1
Patio del colegio Tempelherren en Berlín. Laura Cruz

En el caso de Veronika Ludwig, el instituto en el que da clase, Robert Jungk Oberschule, es polaco-alemán. “Doy historia, política y literatura, y en todas estas materias educativas sale el tema de los nazis. Cuando tienen 14 y 15 años solemos hacer un trabajo muy intensivo en colaboración con Polonia. También en Ética tenemos visitas regulares a sinagogas o museos. Cuando están en bachiller tienen una excursión a Sachsenhausen [campo de concentración a una hora de Berlín] y a la Topografía del Terror”, explica. La dureza de la visita a los campos de concentración exige una preparación previa para los estudiantes. “Antes de ir reciben un cuestionario en el que cada uno trabaja las preguntas por sí mismo o preparan exposiciones que exponen allí delante de sus compañeros. Por ejemplo, hay preguntas como ‘¿qué significa la ideología de raza del nacionalsocialismo?’, ‘¿cómo han sido actualizadas este tipo de ideas?’, etcétera”.

Sin embargo, la exhaustiva educación de Alemania sobre la cuestión nazi no evita que actualmente haya un partido neonazi (NPD) que se presenta a las elecciones y que la extrema derecha (Alternativa para Alemania o AfD) sea el principal partido de la oposición en el Bundestag actual. “Hace 15 años la fundación Friedrich Ebert hizo un estudio en el que decía que el 10% de la población tenía alguna tendencia al nazismo. Hasta la llegada de AfD no tenían a quien votar, porque votar a NPD se consideraba ‘sucio’ y muy ultra, pero ahora hay un partido que les ofrece un abrigo burgués. No es un fenómeno nuevo”, contesta la directora Lemke-Wegener.

En el barrio en el que está el instituto Friedrich Engels, AfD consiguió un 13,2% de votos en las elecciones federales de 2017 y subió 8,7 puntos respecto a los comicios anteriores. “Ver los resultados electorales en este barrio me asustó. Donde más los votaron fue en la parte norte del barrio, que es donde vive la gente sin problemas económicos. Me parece increíble que estas personas, sin tener ningún tipo de necesidad económica, sientan que la gente que viene huyendo del horror les vaya a quitar algo”.

En la clase de la profesora Tschöpe hicieron un ejercicio práctico a raíz de los sucesos de Chemnitz del verano pasado, cuando se sucedieron episodios violentos durante días, tras una manifestación nazi. “Escribí en la pizarra una pintada que se hizo en un restaurante regentado por judíos. Les pregunté a los niños que cuándo había sido escrito esto y todos me dijeron que en 1933 o en la época de Hitler. Cuando les dije que fue en agosto de 2018 se quedaron perplejos de que pudiese ocurrir actualmente”.

Veronika Ludwig también habla con sus alumnos sobre el pasado para poder entender el presente. “Damos la República de Weimar y por qué en cierto sentido el sistema de votación de Weimar permitió al NSDAP [partido de Hitler] llegar al poder. Era una democracia tan avanzada que incluso permitió a un partido así la oportunidad de gobernar, lo cual fue un escollo para la propia democracia”, apunta. “En clase de política debatimos sobre por qué hay estas ‘actualizaciones’ ideológicas. Tomamos como ejemplo a AfD frente al NSDAP, que, aunque diferente a lo de ahora, tiene muchas conexiones. Reflexionamos sobre por qué AfD es un nuevo peligro para la democracia y por qué la democracia siempre está en peligro”.

A finales de año AfD creó una plataforma virtual de denuncia para recoger quejas de alumnos si algún profesor decía algo malo de su partido en las clases. “Si un alumno o alumna denuncia a través de esa plataforma a sus profesores, ellos vienen al colegio o instituto y ponen una queja ante la dirección. A mi no me ha llegado ninguna, pero yo no me voy a callar ante esa gente”, explica la directora Lemke-Wegener a El Salto. “Aquí hablamos bastante de AfD porque la mayoría de mis alumnos son musulmanes y se sienten amenazados por ese partido. La islamofobia de AfD concierne directamente a mis estudiantes”, dice la profesora Tschöpe. “Me da igual esa plataforma. Yo tengo un pensamiento muy claro sobre el tema y en esta clase no se tolera el racismo. Somos una clase multicultural con niños de religiones de los cinco continentes”, reseña Tschöpe.

En las elecciones generales de 2017, AfD llevaba en su programa electoral que en las escuelas se incidiese menos sobre el tema del nacionalsocialismo para “orientar la educación a los tiempos más positivos de Alemania”. En 2017 Bjorn Höcke, su líder en Turingia, dijo en un discurso que “Berlín es la única capital de Europa que tiene un monumento a la vergüenza en el centro de la ciudad [el monumento a las víctimas del Holocausto]”. Esto causó un gran shock en Alemania. “Si tenemos un debate en el colegio con todos los políticos, tendríamos que invitar también a AfD porque está en el Bundestag. Todavía no hemos hecho nada así”, dice Lemke-Wegener. En todo el país hay una especie de pacto tácito o cordón sanitario para no pactar políticamente con AfD. “Tuve una alumna en bachiller que quería hacer un trabajo sobre nazismo y psicología. Le dije que por qué no analizaba un discurso de Bjorn Höcke y explicaba cómo manipula a la gente, qué adjetivos usa, cómo utiliza la palabra ‘nosotros’, etc. En historia en los cursos superiores también pueden hacer trabajos, por ejemplo, comparando discursos de Goebbels y de Höcke. Les animo a que investiguen sobre estos temas, esto no me lo va a prohibir nadie. Si quieren denunciar a través de la plataforma, que lo hagan”, argumenta la directora.

La profesora Tschöpe va todavía más allá. “A veces les digo a mis alumnos que se imaginen que Hitler tuviese Facebook. Lo fácil que sería para él descubrir quién es judío o quién es contrario a sus ideas supremacistas. Pues esta plataforma de AfD para denunciar a tus profesores es casi lo mismo”.

Todas las profesoras entrevistadas coinciden en que AfD tiene tendencias racistas muy claras. “AfD puede ser votado, pero para mi es un partido también antisemita. Su odio no solo se dirige a los musulmanes o los refugiados”, revela Antje Tschöpe. Veronika Ludwig recalca que en su instituto hay “bastantes chavales musulmanes que oyen por todas partes que AfD se ha declarado anti-musulmán y son bastante críticos con el tema”. También cree que en AfD “se han acostumbrado a que casi cualquier cosa que digan no tenga apenas consecuencias”. Esta profesora opina que la memoria histórica está amenazada en Alemania por este partido. “Pero ellos estrujan hasta el límite sus intervenciones y saben perfectamente lo que decir para no sobrepasar los límites de lo legal. Hay mucha gente en AfD que se dedica a la judicatura”, dice.

Interior de una escuela en Alemania
Interior del instituto Friedrich Engels de Berlín. Laura Cruz

En los institutos de Berlín se realiza un simulacro de elecciones cada cuatro años, coincidiendo con las elecciones locales y regionales de esta ciudad-Estado. Heike Lemke-Wegener habla de cómo es esta actividad. “Recibimos cabinas y papeletas casi iguales a las de las elecciones. Esto les sirve como preparación”. Desde los 12 años pueden participar en estos comicios ficticios. “Es muy positivo porque los mayores comentan un poco el procedimiento y luego recuentan los votos. Estoy muy contenta porque AfD nunca ha tenido muchos votos aquí, así que quiere decir que nuestros alumnos no están muy influenciados por estas tendencias”.

El procedimiento que se utiliza cuando algún alumno se salta las reglas en el tema del nazismo es muy contundente. “Alguna vez hemos visto alguna esvástica pintada en la mesa y, si pillamos a quien la dibuja, obtiene un castigo. Para ello nos reunimos en un consejo con todos los profesores. Puede llegar incluso a ser expulsado”, cuenta Lemke-Wegener.

Sobre la integración escolar de los refugiados, la profesora Tschöpe dice que en su colegio “no ha habido ningún problema. Tengo un alumno refugiado del que me siento totalmente orgullosa. Estoy feliz de ser su profesora porque lleva aquí desde 2016, habla genial alemán y siempre me pregunta lo que no entiende”.

Junto con el nazismo, en la clase de historia también se dan otros totalitarismos, como el fascismo italiano y el franquismo español. M. Ángeles Sánchez Laguna es una madrileña que da clase de español, alemán e italiano en el Wald Gymnasium de Berlín. “La diferencia es que en Alemania el nazismo perdió la guerra y en España el franquismo la ganó. Aquí les enseñamos con caricaturas de fuentes alemanas y tienen que hacer una mediación, es decir, elegir un papel y posicionarse, representarlo”, cuenta a El Salto. “Siempre se habla del genocidio judío, pero también les enseñamos que, por ejemplo, se ejecutó a siete millones de soviéticos”, recuerda.

“Aquí el nazismo no es ningún tabú, todo lo contrario. Se muestra continuamente en programas de televisión, museos y documentales. Un aspecto básico que les mostramos es la resistencia ante el nacionalsocialismo”, dice más tarde Veronika. “Eso sí, les podríamos enseñar la foto de los hijos muertos de Goebbels, pero no sin un contexto previo. Sería muy poco profesional y además les provocaríamos excesivo dolor con imágenes sensacionalistas”, advierte.

La directora del instituto Friedrich Engels ve grandes diferencias sobre cómo se enseña el franquismo en los institutos españoles. “Yo doy clase también de español y conozco el currículo de allí. Me gustaría que se fuese un poco menos neutral con el franquismo. Se trata como si fuese una época más y no se puede olvidar que nació de un golpe de Estado que se dio contra una república votada por el pueblo”. Lemke-Wegener no entiende por qué ocurre esto en las aulas españolas. “Podía comprenderlo al inicio, pero ahora ya ha pasado más tiempo. Educar es importante, se debe enseñar para recordar que nunca debe volver a ocurrir. No puedes exterminar una ideología, nazis ha habido y habrá. Pero los países que menos memoria histórica tienen son los que poseen una extrema derecha más fuerte”.

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