Actualidad árabe (y más)
La limpieza étnica de Israel en Gaza avanza hacia el éxito

El desplazamiento de la población de la franja hacia el Sinaí está planificado desde hace años y va por buen camino después de haber destruido más de la mitad de las viviendas en Gaza.
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Los palestinos intentan rescatar a los supervivientes y sacar cuerpos de los escombros después de que las bombas israelíes alcanzaran edificios cerca del hospital de los Mártires de al-Aqsa, matando a muchas personas en Deir al-Balah. Gaza, 22 de octubre de 2023 Mohammed Zaanoun/ ActiveStills

La situación sin precedentes en la Palestina histórica obliga a centrar la edición de esta semana de Actualidad Árabe a distintos aspectos del conflicto. En Gaza, los planes israelíes para terminar con la franja tal y como la conocemos hasta ahora avanzan en la buena dirección, después del desplazamiento forzado de más de un millón de personas y la destrucción de buena parte de la infraestructura civil del territorio. Además, Israel impone un silencio informativo total e impide el acceso a los periodistas internacionales mientras apunta con su tecnologia militar contra los periodistas gazatíes, quienes son los únicos ojos de la comunidad internacional sobre el terreno.

En Cisjordania, los colonos aprovechan que todas las miradas se posan sobre Gaza para atacar a los palestinos y forzar su desplazamiento. Mientras, en el norte de Israel, la evacuación de decenas de miles de israelíes prepara la posible escalada con la milicia libanesa Hezbollah.

La limpieza étnica de Gaza, un plan en marcha

La limpieza étnica perpetrada por Israel en la franja de Gaza desde el pasado 7 de octubre amenaza con ser un éxito. Las toneladas de plomo caídas desde el cielo y los miles de muertos —van más de 7.000, a los que hay que sumar más de mil desaparecidos bajo los escombros— continúan desplazando a centenares de miles de personas hacia el sur. Durante las últimas semanas, han salido desde Gaza miles de voces asegurando que no piensan abandonar sus casas y sus tierras. Que prefieren quedarse, aunque les cueste la vida bajo los bombardeos. Que eso de que el Estado de Israel les diga que abandonen sus lugares durante un período de tiempo breve y que más tarde podrían volver ya les pasó una vez. Fue en 1948, y jamás pudieron regresar a lo que hoy en día es Israel.

Más de la mitad de los edificios residenciales en toda la franja, un territorio de más de dos millones de residentes, están parcial o totalmente destrozadas

Pero veinte días de bombardeos incesantes han dejado una destrucción mayúscula. Más de la mitad de los edificios residenciales en toda la franja, un territorio de más de dos millones de residentes, están parcial o totalmente destrozadas. Todo ello hace que el mensaje que llega desde Gaza empiece a cambiar. “Espero que nos podamos ir de Gaza cuando abran la frontera”, dice Nour desde la franja en declaraciones a El Salto: “La mitad de mi ciudad, Gaza, está destruida. Seguir viviendo en Gaza será muy difícil”.

Philippe Lazzarini, Comisario General de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos —una organización muy moderada en sus declaraciones— lo denunció la semana pasada: “Hay más de un millón de personas que han huido de sus casas en la franja de Gaza; la marea de gente hacia el sur es incesante. Esto, me temo, se parece mucho a 1948”. Algunos líderes israelíes empiezan a hablar del asunto sin ninguna percepción de que estén diciendo algo malo, menos aún que constituya un crimen contra la humanidad. Primero fue el antiguo número dos del ministerio de Asuntos Exteriores israelí, Danni Ayalon, que manifestó en Al Jazeera la idea de desplazar la población de la franja hacia el sinaí egipcio, donde “la comunidad internacional les construiría diez ciudades”.

Ahora se ha conocido que es el mismo gobierno de Benjamin Netanyahu el que maneja planes para desplazar la población de Gaza hacia el Sinaí. Lo reveló el diario israelí Calcalist. Aunque esto pueda parecer ahora un escándalo, lo cierto es que las autoridades israelíes se plantean este desplazamiento, por lo menos, desde 2004. Lo publica el portal egipcio Mada Masr.

De hecho, es el mismo Mada Masr el que advierte que la limpieza étnica de la franja de Gaza no sería únicamente una creación de Israel. “Hasta ahora, Egipto ha rechazado un escenario de desplazamiento masivo”, dice una investigación de este portal independiente en relación al asentamiento de la población de Gaza en el Sinaí. Pero hay quien trabaja para hacerlo posible: “Sin embargo, las autoridades del país se encuentran bajo presión de gobiernos occidentales, que les ofrecen incentivos económicos en un intento por llegar a un acuerdo”. La limpieza étnica de Gaza está planificada. Y podría estar en marcha.

Israel impone el silencio informativo

“A Dios pertenecemos y a Dios regresamos”. Wael al-Dahdhouh, reconocido periodista gazatí con varias ofensivas militares israelíes a sus espaldas, llora con las rodillas en el suelo. Tiene enfrente a su mujer y a sus dos hijos, a los que ve sin vida por primera vez. Horas más tarde, Dahdhouh, con rostro fatigado, estaba de nuevo ante las cámaras de Al Jazeera, su medio de comunicación: “A pesar de todo, debemos seguir cubriendo estamos momentos excepcionales”, decía el periodista.

El silencio impuesto por Israel impide que haya observadores en Gaza, ni informaciones que no casen con la narrativa que difundan los líderes israelíes

Israel aprieta las manos contra el cuello de la franja de Gaza desde el pasado 7 de octubre. Lo hace a nivel humanitario, poniendo en riesgo la vida de centenares de miles de gazatíes y utilizando el sitio como arma de guerra, y lo hace también a nivel informativo. El silencio impuesto por Israel impide que haya observadores en Gaza, ni informaciones que no casen con la narrativa que difundan los líderes israelíes. Hay centenares de periodistas extranjeros que han pedido entrar en Gaza para contar a sus audiencias lo que está pasando. Están debidamente acreditados para ello. Pero Israel no lo permite.

Los periodistas palestinos que residen en Gaza son los ojos del mundo en el enclave, y los misiles israelíes patrocinados por la Casa Blanca los están cerrando. Van por lo menos 24 periodistas gazatíes asesinados desde el inicio del conflicto. Cada vez son menos quienes pueden informar, desde Gaza hacia el mundo, qué es lo que sucede ahí dentro. El pasado fin de semana, los bombardeos israelíes fueron un paso más allá en su esfuerzo por silenciar la información y la rendición de cuentas. La tecnología militar israelí, capaz de proyectar misiles al milímetro, bombardeó la residencia personal de Raji Sourani, la persona que encarna las aspiraciones palestinas para que los crímenes cometidos contra su pueblo sean juzgados por el Tribunal Penal Internacional.

Sourani es uno de los abogados y activistas más reconocidos de la franja. Es el fundador y director del Centro Palestino de los Derechos Humanos, que ayuda a la comunidad internacional a hacer un seguimiento de las agresiones que se cometen sobre la población gazatí. Pero la importancia de Sourani va más allá de ello. Junto con el colectivo israelí B’Tselem, Sourani trabaja desde hace años en una estrategia para llevar los crímenes de guerra cometidos contra los palestinos al Tribunal Penal Internacional. “Para recurrir a la jurisdicción universal, debes demostrar que has agotado las vías existentes a tu alcance y que no te han servido para encontrar justicia a dignidad”, contaba el propio Sourani meses atrás. Por eso, el abogado lleva años presentando denuncias por agresiones contra población gazatí ante el sistema judicial israelí.

Cuando Sourani salió del shock tras el bombardeo de su casa, al que sobrevivió “de milagro”, el activista ofreció una entrevista a Democracy Now. En ella, Sourani lamenta el papel del fiscal del TPI, el británico Karim Khan. “El fiscal emitió órdenes de arresto contra Vladimir Putin por los crimenes cometidos contra civiles durante la ocupación en Ucrania”, recuerda Sourani. “Pero aquí, donde tenemos una ocupación militar continuada y una población sofocada, el fiscal no está haciendo nada”.

El odio se extiende hacia Cisjordania

La extensión del odio alcanza Cisjordania. Desde el 7 de octubre, más de 100 palestinos en este territorio ocupado han sido asesinados. Muchos, a manos de soldados. Otros, a manos de colonos que reciben el apoyo de las fuerzas de ocupación. Como pasó en el pueblo de Qusra. El 11 de octubre, cuatro colonos armados penetraron en el municipio y abrieron fuego, matando a cuatro personas. La continuación de este tipo de crímenes y la ausencia de respuesta por parte de la Autoridad Palestina, que mantiene desde hace décadas un enfoque de no confrontación con Israel sin conseguir nada a cambio, hace que a muchos palestinos les hierva la sangre. También a algunos políticos. “Abbas es incapaz de hacer nada”, decía Othman Hassan, el alcalde de Qusra, días después del atentado. “No tiene la capacidad de protegernos. Nuestra única esperanza termina siendo que otros países tengan influencia sobre Israel [a la hora de defender a los palestinos].

“Estamos en guerra o no? Tu qué dirías?”, pregunta Mahmoud, un joven palestino. Él mismo responde: “Nuestra vida no cambia si hay guerra o si no la hay”. Mahmoud es residente del campo de refugiados de Deheisha, cerca de Belén, en Cisjordania. Sobre el papel, es territorio palestino. Pero nadie lo diría. “Las fuerzas de la ocupación”, como las llaman en el campo, penetran los callejones de Deheisha de forma recurrente. Y también penetran las casas de quienes viven allí.

“En mi casa han entrado en 12 ocasiones”, afirma Mahmoud en declaraciones a El Salto. “Una vez asaltaron la casa mientras dormía. Me golpearon en la cabeza. ¿Te lo puedes imaginar? ¡Mientras dormía!”. Mahmoud y los amigos que lo rodean enumeran ejemplos sin parar. Explican escenas que no les dejan de parecer humillantes, por más que sean parte del día a día. Detenciones arbitrarias, intimidaciones. Pero también asesinatos. “Van matando gente de cualquier manera. Uno aquí, dos allí, otro allá…”.

B’Tselem, un grupo israelí de defensa de los derechos humanos —y el primero que se atrevió a utilizar la palabra apartheid para describir la realidad actual en la Palestina histórica—, calcula que en 2022 hubo 146 palestinos asesinados en Cisjordania. Mahmoud y su gente expresan frustración por la ausencia total de rendición de cuentas contra los israelíes que perpetran los crímenes. Al mismo tiempo, también expresan frustración por el hecho de que toda la rendición de cuentas, por llamarlo de algún modo, caiga en su contra. Dicen que siempre tienen encima los ojos del ocupante. “Por supuesto”, responde Mahmoud: “Si salgo de Deheisha me da miedo que me puedan detener. Vivimos en un estado de terror”.

Fatah, el histórico partido de Yassir Arafat y de los Acuerdos de Oslo es hoy lo que muchos palestinos consideran un gestor del territorio ocupado a las órdenes de la entidad ocupante

En Cisjordania, muchos achacan la situación al papel que juega la Autoridad Palestina bajo el control de Fatah. El histórico partido de Yassir Arafat y de los Acuerdos de Oslo es hoy lo que muchos consideran un gestor del territorio ocupado a las órdenes de la entidad ocupante. “Son colaboracionistas”, lamentan Mahmoud y sus colegas: “Tienen sus propios intereses”. Incluso lo dice un joven palestino con pistola en la cintura que dice trabajar en una unidad policial de élite de la Autoridad Palestina. Reconoce que trabaja con ellos porque un trabajo es un trabajo.

Este grupo de jóvenes pide un cambio. “Queremos que Mahmoud Abbas se vaya”, dicen en referencia al presidente de la Autoridad Palestina y líder de Fatah. Algunos cálculos recientes —aunque anteriores al ataque de Hamás del 7 de octubre— estiman que si se celebrasen hoy elecciones en el conjunto de los Territorios Palestinos, solo el 35% de la población votaría por Fatah. Eso Abbas lo sabe desde hace tiempo. En 2021, Cisjordania iba a celebrar elecciones por primera vez desde 2006. Pero el jefe de Fatah las canceló en el último momento.

Esperando a Hezbollah desde el norte

La evacuación de decenas de comunidades en el norte de Israel y de más de 35.000 israelíes deja un paisaje desértico, solo interrumpido por la presencia de tropas militares. La zona fronteriza del norte de Israel se ha convertido desde hace días en zona de guerra, o por lo menos se prepara para serlo. El gobierno israelí y la milicia libanesa Hezbolá han reconocido en repetidas ocasiones que no están interesados en un conflicto abierto, pero las continuas hostilidades entre ambos hacen temer a una escalada bélica fuera de control.

En Rosh Hanikra, el último pueblo israelí antes de la frontera, hay una gasolinera donde sigue habiendo un civil. Se llama Maroon y atiende a El Salto: “La situación actual me asusta mucho. No me gusta estar trabajando aquí”, reconoce este joven de 24 años desde detrás del mostrador: “Pero por ahora lo tengo que seguir haciendo. Estoy bastante seguro de que en uno o dos días decidirán cerrar la gasolinera. No creo que permanezca abierta”. Maroon dice sentirse solo. “Todo el mundo de los pueblos de por aquí ya se ha ido”.

Maroon, como los militares que patrullan a su alrededor, da por sentado que Israel no atacará a Hezbollah si este grupo patrocinado por Irán no ataca primero a Israel. Palestino con nacionalidad israelí y de confesión cristiana, este joven pone en valor lo que le ofrece el Estado de Israel: “El Estado aquí me protege. También me da trabajo. En este país tenemos todo lo que se puede necesitar. Hay cosas que en otros países no existen. Ni en Gaza, ni en Líbano ni en ningún otro lugar”.

Más allá de Rosh Hanikra no hay nada más que un punto de guardia militar en la frontera. Allí está Yehuda, un hombre de 70 años que lamenta no tener edad para seguir en el ejército. En cambio, se moviliza a título personal para apoyar a las tropas en asuntos que prefiere no explicar. “Israel está en el frente del conflicto entre el mundo libre y el mundo islámico”, advierte en tono amenazador: “Lo que nos pase a nosotros aquí, si nosotros no logramos ganar esta batalla, llegará más tarde a Europa”, cuenta.

El nacimiento de Israel, recuerda Yehuda, fue el resultado del sentimiento de culpa global después del Holocausto. “El mundo se sentía culpable por lo que no había hecho —dice en aparente referencia a la no protección de los judíos— y lo tuvieron que compensar con la creación de este Estado”.

Obviando múltiples pruebas históricas que demuestran que el establecimiento de Israel supuso la expulsión de más de 750.000 indígenas palestinos, Yehuda alega que Israel “se construyó sobre desiertos y algun pantano, aquí no había nada”. Pero este voluntario que defiende el país en el que nació plantea dudas sobre el origen del proyecto nacional: “Este país se edificó sobre la historia antigua del Estado judío de 2.000 años atrás. Pero creo que lo tendríamos que haber construido en Canadá, y no en medio del mundo árabe. Este fue el gran error”.

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