La Toma de Granada: celebrar el genocidio, continuar la masacre

La celebración de la toma de Granada es un signo de salud de la arrogancia civilizatoria de occidente, de su orgullo asesino y de su incapacidad enfermiza para mirar de frente su dimensión sacrifical. Existe una línea de coherencia entre la celebración de la Toma de Granada y la tortura en Guantánamo, entre la Toma de Granada y el Estado colonial de Israel, entre el 2 de Enero y el violento maltrato y muerte de un hombre argelino en el CIE de Archidona.

Motin Archidona 2
Archivo El Salto Patio del penal de Archidona después de una intervención de los antidisturbios.
1492
2 ene 2018 09:53

Decir 2 de Enero es decir genocidio

Hemos de aprender a reconocer que los símbolos culturales de una nación, hegemonizados por el Estado y transmitidos por sus instituciones albergan una genealogía concreta en su relación de muerte con la otredad. Por lo tanto, la celebración, cada año, de la Toma de Granada del 2 de Enero de 1492, no es reivindicada a partir de una racionalidad enferma en el seno de una sociedad igualitaria, sino que representa un gesto abierto de ostentación institucional del legado genocida occidental en una sociedad educada, socializada y politizada en el racismo. Estos días, el horror del genocidio moderno cometido durante el siglo XVI contra los musulmanes es celebrado en el seno de la ciudad que se percibe como humana, la ciudad occidental civilizada.

No obstante, el encubrimiento de la violencia mortal de la masacre que funda la conquista de Granada pone en marcha la maquinaria de muerte de la civilización moderna a partir de 1492. A partir de entonces, sefardíes, moriscos, indígenas de Abya Yala, africanos y romaníes serán asediados, mutilados, expulsados e incluso exterminados a tenor del proyecto de homogeneización identitaria del imperio moderno español y europeo. Pero esta violencia histórica no es un hecho pasado; esta violencia sistémica se actualiza, con naturalidad brutal, en el terror que salpica la vida social contemporánea del régimen racial de la ciudad occidental en sus fronteras, en sus CIES, en sus guetos, en sus escuelas, en sus cárceles.

La narrativa, ni mucho menos abstracta, que anida tras la celebración de la Toma de Granada desemboca, cada 2 de Enero, en una banalización aparentemente folklórica de la barbarie. Sin embargo, lejos de ello, cada aplauso, cada gesto de orgullo racial y complicidad cultural; cada performance de ̒moros y cristianos̕, cada paso dado en los desfiles marciales de exaltación nacional, son parte de la influencia que los dispositivos del poder moderno desarrolla en la estructura interior de la sociedad española y de sus individuos, respondiendo a intereses imperialistas en el exterior y racistas en el interior. Es decir, esta celebración simbólica –nada abstracta, hemos dicho− se traduce, junto a muchos otros factores, en un fortalecimiento de la agenda imperialista del Estado y, por otro, en una legitimación de toda la estructura del control racial institucional hacia el interior cuyo objetivo es someter, disciplinar y domesticar a los sujetos postcoloniales y racializados en el seno de las sociedades europeas. Es la traducción política de tales símbolos la que articula la estructura del proyecto civilizatorio que provoca, alimenta y se regocija con esta violencia. Por eso podemos decir que existe una línea de coherencia entre la celebración de la Toma de Granada y la tortura en Guantánamo, entre la Toma de Granada y el Estado colonial de Israel, entre el 2 de Enero y el violento maltrato y muerte de un hombre argelino en el CIE de Archidona.

Decir 2 de Enero es decir masacre

Hablamos de un genocidio, pero no de cualquiera, sino de uno crucial: el gran genocidio sobre el cual se construye el primer Estado moderno de la historia de Occidente y su proyecto imperialista. Nada en el mundo volverá a ser igual tras este suceso que apenas comenzamos a interpretar pública y políticamente a través de la mirada justa: la mirada de nuestras ancestralidades. Nos referimos a la celebración de un genocidio que es preludio de los múltiples elementos sobre los que se pone en marcha la acumulación originaria del capital occidental y el colonialismo moderno. Lo que está en juego, por lo tanto, no es únicamente, la imposición de una identidad. La celebración de la toma de Granada es un signo de salud de la arrogancia civilizatoria de occidente, de su orgullo asesino y de su incapacidad enfermiza para mirar de frente su dimensión sacrifical. Y esta narrativa de higiene racial histórica se encarna en un Estado que se erige en tiempos de conflictos nacionales, como el estandarte de una posición política, ética, espiritual, en el mundo actual: una civilización de muerte que ha de ser superada.

Decir 2 de Enero es decir resistencia

La toma desemboca, tal y como hemos afirmado, en el exterminio y la expulsión; en la encomienda, en la plantación, en la conversión forzosa, en la pragmática racista. Sin embargo, una estrategia de denuncia no puede olvidar –tiene el deber de recordar− como aquellos pueblos enfrentaron la barbarie. Y al igual que aquella violencia se corresponde con la contemporánea, recordar la resistencia que ante la misma opusieron los propios ancestros implica visibilizar las múltiples resistencias vivas en la actualidad. Recordar, rememorar y honrar este hecho es entender que en cada motín y fuga puesto en marcha desde un CIE, en cada entrada por el estrecho, en cada manifestación pública contra el racismo podemos encontrar el espíritu de dignidad y lucha contenido en la Rebelión de las Alpujarras, en el fiero combate indígena frente al invasor, en el nomadismo de resistencia, en el kilombo. Tras cada gesto de resistencia anida una genealogía de dignidad que hoy se hace presente. En la ética epistemológica de Taha Abderrahman, en la mirada limpia de José Heredia Maya, en la tradición radical de Cedric J. Robinson, en la lucidez de Fausto Reinaga. En el amor revolucionario de Houria Bouteldja; en el diálogo intracultural de Sirin Adlbi Sibai, en el re−centramiento crítico de Hatem Bazian. Ahí, en cada gesto actual, en cada crítica y en las miles de batallas que quedan sin nombrar, asoman los rostros que la modernidad intentó cubrir para siempre y que, sin embargo, no dejan de resonar en nuestros corazones empujando una y otra vez nuestra resistencia ya que hoy, más que nunca, deja de ser una opción para transformarse en una necesidad.
Sobre este blog
Espacio de reflexión crítica destinado a:
Analizar y denunciar el racismo de Estado desde una perspectiva decolonial.
Revisar la construcción ideológica del Imperio español, su historia colonial y sus pervivencias, rastreando el origen de las relaciones de dominación y opresión que enfrentan las comunidades racializadas y/o provenientes de la migración postcolonial.
Desvelar las heterarquías del poder moderno en torno a la raza, la clase, el género, la sexualidad, la espiritualidad…
Afianzar las condiciones de posibilidad para el desarrollo de un antirracismo político en el Estado español.
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