Opinión
La utopía y la represión
La operación relámpago de la policía en el colegio Tomás Moro de Barcelona ha dejado rabia y aplausos. Nadie ha renunciado al voto que emitió esta mañana.
Joder, qué angustia. Casi me echo a llorar.
Son las primeras palabras que mando por Telegram después del momento que estábamos temiendo, que esperábamos, desde las cinco de la mañana.
En el colegio Tomás Moro hay aparente calma a las 13:10. Hace solo diez minutos, más de 60 policías nacionales han desmontado el referéndum en este lugar apartado del centro de Barcelona.
Se produce un aplauso. Nadie ha salido herido. Un muchacho ha tenido un ataque de pánico, dentro, cuando estaba con un centenar de personas protegiendo las urnas. Le han sacado a empujones y un espontáneo que apoyaba desde fuera se ha revuelto. Gritos. Fuera la policía colonial. Votaremos. Una multitud acompaña al cortejo policial. Lo empuja fuera del barrio. Y eso ha sido todo.
Hace un cuarto de hora casi todo el mundo que quería votar esta mañana lo había hecho. Nou Barris no es un barrio especialmente afín al independentismo. Las tertulias que se improvisan en los soportales, en la churrería, en el bar con la bandera de España, lo recalcan. Aquí ganaba el PSC, aquí ganó Ada Colau, aquí tiene muchos votos Ciudadanos. Aquí viven muchos policías nacionales.
Un barrio con un urbanismo sacado de una canción de La Banda Trapera del Río. En el que suenan más bachatas que sardanas. El distrito con más desahucios de Catalunya. Acento andaluz. Gritos de lo llaman democracia y no lo es.
La operación relámpago de la policía ha dejado rabia y aplausos. Nadie ha renunciado al voto que emitió esta mañana. Los de azul solo se han llevado un montón de papeles. No han atrapado, ni por un instante, el deseo que ha llenado las urnas.
En este barrio al costado de la Barcelona de los cruceros, el referéndum se ha ganado. A pesar de la angustia.
Mañana votarán otra vez. Y es difícil que se haya olvidado el castigo perpetrado hoy por el Estado. Es difícil que los cientos de personas reunidos en torno a ese deseo de una democracia real, cientos de miles en toda Catalunya, millones, digan lo que digan los números dentro de unas horas, acepten una nueva moratoria.
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