Tortura
Vía Laietana 43, el hoyo de la vergüenza

Entidades memorialistas y de derechos humanos catalanes piden que la comisaría, famosa por ser uno de los principales centros de tortura durante el franquismo, pero también en décadas posteriores, se convierta en un centro de memoria y de reparación.
Vía Laietana Ómnium
Acción el 20N en Vía Laietana durante 2022. Fotos cedidas de Òmnium Cultural

El Congreso de los Diputados aprobó en 2017, con los votos en contra del Partido Popular, que la Prefectura Superior de Policía de Barcelona, situada en Vía Laietana 43, se convirtiese en un centro de memoria de la represión franquista. Quien sea de fuera de Catalunya, quizás no sepa qué sucedió en aquellas instalaciones —aún en funcionamiento—, pero los y las barcelonesas aún tienen muy presente qué significa esta comisaría en el corazón de la Ciudad Condal.

Durante los años de la dictadura, a la comisaría llegaban personas pertenecientes a la resistencia antifranquista y los movimientos sociales y anarquistas, pero también, personas pertenecientes a la comunidad LGTBQ, prostitutas o gitanos y gitanas a quienes se encerraba sin haber delinquido. Allí, se les torturaba y se les maltrataba con total impunidad. Como escribe la abogada penalista Carla Vall i Duran en el prólogo del libro Torturades. Via Laietana, 43. Vint-i-dues dones, testimonis del terror (1941-2019) (Comanegra, 2023), de la escritora Gemma Pasqual i Escrivà: “Las paredes de la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, en Vía Laietana 43, han sido testigos silenciosos de una práctica sistemática de maltratos y torturas, con total impunidad y vulneración de los derechos fundamentales, delitos de lesa humanidad, con detenciones arbitrarias por causas políticas, por motivos de orientación sexual, de identidad de género, de militancia sindical, vecinal, de discriminación étnica, racial o por el compromiso con la lengua y la cultura catalanas”.

Crímenes del franquismo
Crímenes del franquismo 20 días de torturas en Via Laietana: la primera querella con la Ley de Memoria Democrática en vigor
Carlos Vallejo, torturado en Via Laietana por su militancia en Comisiones Obreras en 1970, espera que la nueva Ley de Memoria Democrática permita que por fin la justicia española investigue los crímenes del franquismo. La querella se engloba en una campaña para pedir que la comisaría de Via Laietana, “el agujero negro de la represión de la dictadura en Barcelona”, se convierta en un espacio de memoria.

Vía Laietana 43 es el símbolo de todo lo que puede estar mal en un Estado. Ahora, un total de diez entidades memorialistas y de derechos humanos, entre las que se encuentran Òmnium Cultural, Irídia Centre de Defensa de Drets Humans o la Comissió de la Dignitat, entre otras, han impulsado la campaña Via Laietana 43, fem justícia, fem memòria. Las entidades exigen que, aprovechando el inicio de mandato, el Gobierno de Pedro Sánchez dé un paso al frente y que acabe de una vez por todas con la “impunidad y la memoria viva del franquismo” que representa la comisaría y que se convierta en un centro de memoria y de interpretación de la represión política y la tortura, para que sirva como acto de reparación y reconocimiento para todas aquellas personas represaliadas y torturadas en el centro, tanto durante la dictadura franquista como en años posteriores. 

Vía Laietana archivo
foto histórica de a Vía Laietana

A las entidades les resulta incomprensible entender que, habiendo como hay un acuerdo político por parte del máximo órgano legislativo del Estado, pero también en la Generalitat de Catalunya y en el Ayuntamiento de Barcelona, aún no se haya ejecutado la decisión. Desde el 15 de junio de 2021, dos martes al mes se convocan concentraciones delante la comisaría. En ellas, algunas de las víctimas de violencia policial en esas instalaciones explican públicamente su caso de tortura.

“Cualquier transición a la democracia comporta que este tipo de espacios se transformen en centros de memoria en los que se recuerde la lucha y la resistencia contra la dictadura”, Xavier Antich

“Para nosotros, esto es una batalla fundamental. Hace años que somos testigos de una anomalía internacional. En el resto del mundo, y no solo en Europa, también en América Latina o en Asia, la gran mayoría de centros de tortura en momentos de dictadura han sido transformados. Se ha producido una restitución histórica de los espacios. Es inhumano que la comisaría de Vía Laietana continúe teniendo vida policial. Este centro debería servir para poder explicar los abusos policiales cometidos durante en franquismo pero también durante la transición a la democracia y los años posteriores”, asegura Xavier Antich, presidente de Òmnium Cultural, quien considera que se podría haber aprovechado el momento cuando entró en vigor la Ley de Memoria Democrática.

Para Antich, el hecho de que el cierre de la comisaría aún no se haya producido responde a una falta de voluntad política. “Cualquier transición a la democracia comporta que este tipo de espacios se transformen en centros de memoria en los que se recuerde la lucha y la resistencia contra la dictadura, y que sirvan para denunciar las prácticas policiales que se han llevado a cabo. Y no solo eso: también tiene que servir para dar cuenta de lo que se ha continuado haciendo durante estas décadas después de la muerte del dictador, puesto que las prácticas de maltrato han continuado. Tenemos casos certificados de violencia policial hasta 2020. El déficit democrático en términos memorialistas del gobierno español es preocupante, vamos a la cola del mundo. Y el caso de la comisaría de Vía Laietana es un caso muy concreto y que tiene un potencial simbólico muy grande: se trata de un centro en el que se ha torturado y reprimido durante 84 años”. 

“El ministro del Interior español, Rodolfo Martín Villa, en un intento de esconder bajo una losa de silencio e impunidad estos crímenes, ordenó en 1977 la destrucción de los archivos de los servicios policiales”, recuerda Carla Vall

Como escribe la abogada Carla Vall i Duran, “es imposible saber exactamente cuántas personas han sido torturadas en la Jefatura de Policía de Vía Laietana. El ministro del Interior español, Rodolfo Martín Villa, en un intento de esconder bajo una losa de silencio e impunidad estos crímenes, ordenó en 1977 la destrucción de los archivos de los servicios policiales”. Es importante destacar que, a pesar de los casos documentados de tortura y maltrato en las instalaciones de este enclave barcelonés, la comisaría de Vía Laietana ha continuado con su actividad policial de manera ininterrumpida. A propósito de las instalaciones, en 2011, el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos o Degradantes (CPT), a propósito de una visita a la comisaría que duró un mes, escribió: “Las condiciones de detención en la Prefectura Superior de la Policía de Barcelona (Vía Laietana) no han mejorado desde la visita de 2007. La zona de las celdas continua teniendo un aspecto lúgubre y sin luz natural, con escasa ventilación y una tenue luz artificial. El CPT recomienda que se tomen medidas sin más demora para mejorar las condiciones de detención de este centro”. 

Uno de los casos de tortura documentados por la escritora Gemma Pasqual es el de Xènia García Riera, detenida el 18 de octubre de 2019 en el marco de una huelga general convocada como respuesta a la sentencia contra el procés

Algunos de los casos de de tortura documentados en Vía Laietana 43 se recogen en el libro de Gemma Pasqual i Escrivà. La escritora documenta, sobre todo, los casos de mujeres que pasaron por el centro de detención, y no solo durante los años de la dictadura, sino también durante las décadas posteriores, puesto que en Vía Laietana 43 se ha continuado ejerciendo la tortura. Uno de los casos documentados por la escritora es el de Xènia García Riera, detenida el 18 de octubre de 2019 en el marco de una huelga general convocada como respuesta a la sentencia contra el procés. En aquel momento, Xènia tenía 22 años. Fue reducida en la manifestación y la policía le propinó varios golpes de porra. Durante el trayecto hacia la comisaría de Vía Laietana, también fue agredida; y así lo acredita el informe médico del Sistema de Emergencias Médicas (SEM), que la visitó una vez había sido trasladada a la comisaría de la Verneda. Está previsto que el juicio se celebre el 18 de diciembre de 2025. “De todos los casos, el de Xènia es quizás uno de los que más me ha impactado, por lo reciente que es”, explica Gemma Pasqual. “Me dolió mucho el caso de Núria Cadenes, porque es amiga mía, pero con el de Xènia me explotó la cabeza. No es a la que más han agredido, pero sí el que más me ha tocado porque su caso se dio en 2019, en plena democracia. Yo no quiero que en diez o veinte años yo o cualquier otra persona tenga que escribir sobre la comisaría de Vía Laietana 43”, explica la escritora. 

Gemma Pascual
Gemma pascual autora de Torturades. Foto de María Casas

Un componente de género que añade un plus de humillación

Gemma Pasqual explica que decidió centrar su libro en los casos de mujeres torturadas, porque si bien la tortura se asocia a un daño tanto físico como psicológico, en el caso de las mujeres también implica otro tipo de abusos: “En las mujeres, se produce un punto de humillación extra, que tiene que ver con que te traten como una menor o con los insultos. Muchos testimonios cuentan que cuando se las detenía y tenían la regla, no se les daban compresas. Las querían sucias y humilladas. Casi todas ellas también cuentan cómo cuando iban al baño, tenían que hacer sus necesidades con la puerta abierta”, explica Pasqual, para quien la tortura de mujeres tiene un componente claro de contenido sexual y obsceno.

De las casi 4.000 personas, según las estimaciones, de personas que pasaron por Laietana 43, Gemma ha documentado casos como el de la Rampova o el de Carme Travesset, la Petita

De las casi 4.000 personas, según las estimaciones, de personas que pasaron por Laietana 43, Gemma ha documentado casos como el de la Rampova o el de Carme Travesset, la Petita. La Rampova fue detenida por primera vez en 1970, con tal solo 14 años. Fue detenida, como explica Gemma Pasqual “por maricón”. La segunda vez que fue detenida, tenía 15 años y la torturaron. Se le aplicó la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, aprobada en 1970. “A causa de las palizas en la comisaría, la tuvieron que ingresar en el Hospital Clínic de Barcelona, en una sala penitenciaria, donde estuvo más de un mes. Como ya tenía antecedentes, fue condenada a un mes y medio de cárcel (…) Sin abogado, sin juicio, sin piedad, fue recluida en la cárcel Modelo de Barcelona (…) Su físico de adolescente andrógina y sus pelo largo y rubio hizo que tanto presos como carceleros, que actuaban como proxenetas, pero también como violadores, descargasen su sadismo, su homofobia, su machismo y su frustración con violaciones y palizas sistemáticas. Los presos pagaban a los vigilantes por violarla. De cinco en cinco , seis veces al día, a veces hasta ocho. Después le pegaban una paliza para demostrar que no eran homosexuales. A lo largo de su vida, la Rampova confesó que había tenido más violaciones que relaciones consentidas”, escribe Gemma Pasqual. 

Desafortunadamente, la Rampova falleció en 2021 y la escritora no pudo hablar con ella, pero sí que lo ha hecho con los demás testimonios. Carme Travesset, detenida en 1975, continua esperando que se haga justicia. Mientras Franco moría, ella era torturada en Vía Laietana 43. Escrivà recoge su testimonio en primera persona de la siguiente manera: “Me pegaban, me humillaban, me practicaron el sistema de tortura llamado la barra: me pasaron una barra de hierro entre las piernas y los brazos. Previamente me habían esposado las manos a la altura de las piernas, sosteniendo la barra entre dos mesas, de manera que el cuerpo me quedaba colgando hacia abajo. En esta posición me azotaron los pies descalzos con barras de hierro y correas. Cuando los pies estaban suficientemente hinchados e insensibles, me iban clavando el extremo de una barra de hierro terminado en punta, produciéndome intensísimas y vivas punzadas. Cada vez que me desmayaba, me descolgaban y me tiraban al suelo, y para que volviese en sí, me azotaban el cuerpo con las mismas barras de hierro y correas, apretándome ferozmente el estómago”. Estas torturas iban acompañadas de insultos y humillaciones de todo tipo. Este es uno de los dos veintidós casos documentados por Gemma Pasqual.

Las torturas de la Brigada Político-Social tenían un protocolo propio y en el libro se describen algunas técnicas, como la del corro, que consistía en pasarte a través de patadas a un detenido

El corro, la bañera o la cigüeña y algunos nombres

Las torturas de la Brigada Político-Social tenían un protocolo propio y en el libro se describen algunas técnicas, como la del corro, que consistía en pasarte a través de patadas a un detenido en el centro de un corrillo de policías, la de la bañera, que consistía en sumergir la cabeza de la persona detenida en una bañera o un cubo de agua hasta que se empezase a ahogar, o la de la cigüeña, que consistía en colocar a los y las detenidas con las muñecas por detrás del cuerpo y hacer que se agacharan, entre otras.

También se mencionan algunos nombres emblemáticos de Laietana 43, como el de los hermanos Creix, Pedro Polo Borreguero o Eduardo Bóveda Quintela. Este último, fallecido en 1968, tiene una Medalla de Plata al Mérito Policial que no le ha sido retirada, a pesar de haberse documentado de manera extensa su carrera como torturador. También Polo Borreguero tiene dicha medalla. En el caso de Antonio Juan Creix, acabó su vida laboral, tal y como explica Gemma Pasqual “haciendo tareas administrativas en la comisaría del aeropuerto del Prat”.

Por todos estos motivos, las entidades memorialistas exigen la salida del cuerpo policial de las instalaciones de Laietana 43 y que los crímenes que allí se cometieron no queden impunes. La Ley de amnistía de 1977 permitió la liberación de muchos presos de la izquierda española y catalana, pero “también exoneró de todas las responsabilidades al aparato de la dictadura: policía, políticos, militares, jueces, funcionarios...Todos los crímenes, ejecuciones y torturas, las cárceles y los escándalos, fueron borrados a golpe de pluma. No se tocaron las estructuras de la dictadura”, escribe Gemma Pasqual.

Xavier Antich indica que el hecho de que no se pueda tener acceso a todas las instalaciones, sobre todo a los sótanos, donde se llevaron a cabo la mayoría de torturas, comporta un riesgo de destrucción de pruebas. “Está comprobado que las marcas de ADN no desaparecen. Eso sí: cuanto más tiempo pase, más difícil será utilizar como prueba todas estas muestras. Estos espacios constituyen una prueba judicial que nos serviría para llevar a los tribunales a los responsables de aquellas torturas; para que lo que sucedió, no quede impune”. 

Vía Laietana no solo fue un símbolo de la política represiva en Barcelona y en Catalunya. Allí, no solo se torturaba, sino que se daban órdenes a otras jefaturas policiales. Se trata de un espacio físico y neurológico de la represión durante las cuatro décadas que duró el franquismo. Si bien se barajan diferentes modelos para la reconversión del centro, lo que se tiene claro desde las entidades es que no aceptarán una propuesta a medias: es decir, que haya unos espacios de memoria y otros para uso policial. “Solo puede haber un centro de memoria si sale hasta el último policía”, concluyen desde Òmnium Cultural.

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Y Layetana 43 abajo en 1976, camino de la sala Zeleste, en la calle Plateria, actualmente l´Argenteria, los grises y sus metralletas en mano, nos inquietaban. Martín Villa hacia de las suyas...Las ramblas al día siguiente serian nuevamente, el campo de batalla...

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