Trimestral 72 Infiltrados Lobo

Policía
Las cinco pieles de El Lobo

El agente infiltrado más conocido del final de la dictadura y la democracia española ha tenido hasta cuatro identidades diferentes y ha estado ligado a oscuros casos que incluyen la extorsión y la pornografía.

Al infiltrado y confidente policial Mikel Lejarza, natural de un caserío del municipio vizcaíno de Areatza y más conocido como ‘Lobo’, se le han llegado a facilitar hasta cinco identidades falsas. Algunos sostienen que falleció hace años o lo hicieron desaparecer. Según esa tesis, quien tras una operación de cirugía plástica defiende ser ‘Lobo’ es un impostor. Se trataría de una premeditada suplantación de identidad para seguir alimentando el mito. Entre los más firmes detractores del “falso Mikel Lejarza” se encuentra el historiador Xabier Makazaga.

Los autores que sienten fascinación por el ‘Lobo’ lo consideran como uno de esos “agentes oscuros” que trabajan para el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) cobrando en negro de los fondos reservados para que nunca puedan ser relacionados oficialmente con los servicios secretos. A pesar de esa distancia, Lejarza fue condecorado en 2010 con la Cruz del Mérito Militar con Distintivo Blanco del Ministerio de Defensa y con una medalla de oro de la Asociación Dignidad y Justicia en un acto celebrado en el auditorio de la fundación pública Instituto Oficial de Crédito en 2016, pero en 2018 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid desestimó un recurso contra la orden de la Guardia Civil que le denegaba una licencia de armas tipo B. A fecha de hoy, es imposible conocer cuántos delitos ha cometido el mito que afirma llevar más de cuatro décadas trabajando de espía.


Mikel Lejarza ha sido noticia este verano al firmar un comunicado en favor del “que te vote Txapote”, lema cuya utilización por parte de PP y Vox ofende a numerosas víctimas de ETA. El comunicado estaba encabezado por Daniel Portero, diputado del PP en la Asamblea de Madrid y presidente de la Asociación Dignidad y Justicia, y entre sus primeras firmantes estaban Ángeles Pedraza y Marimar Blanco, representantes del sector de las víctimas más afines a Génova. De este modo, Lejarza aparecía en la escena pública de la mano de la derecha recalcitrante y autoproclamada “constitucionalista”. El intento de restauración de la imagen pública de El Lobo en los últimos años ha tratado de eludir algunos de los episodios más inciertos de su biografía como cuándo y en qué circunstancias fue captado y, especialmente, qué hizo con las distintas identidades que los servicios secretos le facilitaron a lo largo de décadas. 

El decorador interiorista

Un sector de la historiografía defiende que El Lobo fue un agente ya captado y preparado por los servicios secretos franquistas años antes de la muerte del dictador. Sin embargo, Iñaki Egaña advierte que los antiguos compañeros de Lobo sostienen que este fue un “quinqui” rescatado de prisión a cambio de infiltrarse en ETA entre los años 1973 y 1975. Entre otros “éxitos”, se le atribuye la detención de cientos de militantes de ETA. También se le hace responsable de haber hecho fracasar la cinematográfica fuga de la cárcel de Segovia en 1976. El periodista Jonathan Martínez lo vincula con cuatro ejecuciones extrajudiciales y con la delación que provocó la detención de Jon Paredes Manot, uno de los cinco últimos fusilados por orden de Franco. 

Bajo la identidad de José Miguel Casas y con el nombre en clave de “Pizarro”, el Seced, creado en 1972, le encargó alistarse en la Legión en 1976 para intentar asesinar al independentista canario Antonio Cubillo

Los textos sobre El Lobo, que no establecen con certeza si nació en 1947 o 1951, cuentan con una importante laguna en torno a su etapa juvenil. Un libro publicado por el equipo de investigación del diario El País en 1984 llegó a señalar que Miguel Lejarza Eguía era un nombre falso, afirmando que las siglas de su identidad real correspondían a G.J.S. y que era hijo de un guardia civil. La partida de nacimiento de Lejarza había sido publicada en 1979 por Juan Cruz Unzurrunzaga en su libro Infiltración. 

La literatura del periodismo ‘patriótico que alimentó el mito aseguraba que, en 1971, tras fracasar en algunos negocios bodegueros, la policía valoró ficharlo. Son los años en los que se creó la Organización Nacional Contrasubversiva (ONC), el precedente franquista del actual Centro Nacional de Inteligencia. Un hermano de su madre, Canuto Egia, era guarda de seguridad en una empresa de calderería de Basauri y con la ayuda de un policía conocido encaminó al sobrino hacía su carrera como agente en el servicio secreto de la época, el Servicio Central de Documentación (Seced), creado desde la ONC. Todo esto ocurrió antes de que Lejarza cumpliera el servicio militar obligatorio.

Memoria histórica
Breve historia de la contrasubversión (1967-2018)
El nacimiento de los servicios secretos durante el franquismo se planteó como una forma de infiltrarse y provocar a organizaciones consideradas subversivas. Las consecuencias de ese modelo todavía se aprecian en cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.


Los periodistas más afines al mito, entre ellos Manuel Cerdán y Antonio Rubio, presentan a Lejarza como una víctima de un amigo íntimo que le habría seducido para entrar en un negocio de importación y exportación de vehículos desde Canarias que acabó en estafa, causándole un grave perjuicio económico. Este periodo, previo a su infiltración o captación como confidente, abarca algunas amistades peligrosas que rodearon la figura del joven Mikel Lejarza. El fallecido periodista Xavier Vinader afirmó que este amigo íntimo de Mikel Lejarza era Andrés Santamaría. Se trataba de un viejo conocido de la Policía, que estuvo preso en los años 60 en el Centro Penitenciario de Detención de Valladolid. Según datos de la Seguridad Social, fue el primer empleador del Lobo, quien trabajó para Santamaría hasta finales de 1972, un año después de su captación como confidente.

Otro hito en la carrera de Lejarza es el que habla de su perfil de emprendedor empresarial. Se le atribuye haber montado en 1972 un negocio de interiorismo tras abandonar sus estudios de Arte y Decoración en la academia Leonardo da Vinci de Bilbao. No es baladí mencionarlo, ya que precisamente fue este negocio la tapadera que habría servido a Lejarza para acercarse a la organización ETA. 

Los acercamientos de El Lobo fueron, según etólogos como Florencio Domínguez, a través de una amistad con un militante de ETA que salió de la cárcel de León a mediados de 1971. Durante uno de esos acercamientos conoció a una supuesta infiltrada que, por entonces, trabajaba en la fábrica de Firestone en Galdakao, como relató el periodista Fernando Rueda. Por entonces, el padre de Lejarza era empleado de la fábrica de Explosivos Río Tinto en Galdakao, y Lejarza vivía en Basauri trabajando como decorador de tiendas. 

Agente oscuro y extorsionador

Las agencias de prensa coinciden en señalar que El Lobo dio su principal golpe contra ETA en 1975, en una serie de confidencias que supusieron el encarcelamiento de algunos de los dirigentes de ETA político-militar, asestando “un duro golpe a la organización”, según RTVE. A la “operación Lobo” del Seced le atribuyen la desarticulación de dos comandos de ETA en Madrid, meses después de la “Operación Ogro” de ETA por la que resultó muerto Carrero Blanco, creador de los servicios secretos modernos. 

Mikel Lejarza manejó otras tres identidades falsas: José Miguel Casas Ferrer, José Miguel Torres Suárez y Julio Forcada Serrano. Bajo la identidad de José Miguel Casas y con el nombre en clave de “Pizarro”, el Seced, creado en 1972, le encargó alistarse en la Legión en 1976 para intentar asesinar al independentista canario Antonio Cubillo en el marco de la “operación Lejía”. Según afirma el propio agente, en 1979 pasó a llamarse José Miguel Torres Suárez y por orden del servicio secreto, ya rebautizado como Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid), participó en cursos organizados por la CIA y el Mosad. Ya en la década de los 80, Lobo cambió de nuevo su identidad por la de Julio Forcada. Según el periodista Fernando Rueda, la tuvo que abandonar cuando un ladrón le robó el macuto en Burgos y en el interior encontró una pistola que entregó a la Policía.

El Lobo reapareció a finales de los 80 en Euskal Herria ejerciendo su nuevo oficio: chantajista. La víctima elegida fue el dentista bilbaíno Pedro Ortiz, quien lo denunció por extorsión. Lejarza y Laura Alabar, acusada de ser la “dama negra” de los GAL, se habían hecho pasar por miembros de ETA que pedían el impuesto revolucionario al dentista. Una filtración al periodista Pepe Rei desveló que funcionarios del Estado español pagaron cinco millones de pesetas al dentista para que retirase la acusación contra Lejarza. Meses antes, El Lobo había sido encarcelado en la prisión de Martutene por estos hechos. La fianza de 200.000 pesetas para su libertad condicional fue depositada en 1987 por un miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, Agapito Félix Cepriá Gajate, cuñado de Lejarza.

Poco después, el periodista Pepe Rei localizó a El Lobo en su nueva guarida, ubicada a las afueras de Barcelona. El periodista contó que Lejarza regentaba, en una céntrica calle barcelonesa, una tienda de vídeos pornográficos denominada Cine Broadcast, que realizaba incursiones en una red de prostitución. Paralelamente, Lejarza comenzó a operar en el sector de la seguridad privada.

La leyenda de Mikel Lejarza pasó a la gran pantalla en 2004 gracias a la película El Lobo que fue producida de la mano de El Mundo TV

Camuflado bajo una nueva identidad facilitada por un alto cargo del ministerio de Asuntos Exteriores y la embajada española en México, el Lobo de principios de la década de los años 90, Miguel Ruiz Martínez, estaba dado de alta en la subsecretaria de Defensa y en la empresa de seguridad Orion. Se trata de una firma creada por el expolicía Leo Castro, acusado de ser jefe de operaciones de los GAL en Nafarroa. Según el periodista catalán David Fernández, desde la tapadera que ofreció Orion, Lejarza comandó la infiltración del agente secreto Josep Maria Aloi en la organización armada independentista Terra Lliure.

Tras su implicación en la red de escuchas ilegales en Barcelona, una organización de extorsión atribuida en una crónica del diario El País a la aristocrática familia Godó, propietaria del diario La Vanguardia, a El Lobo se le facilitó una nueva identidad a finales de los años 90. Por esas fechas estuvo dos meses en la cárcel de Quatre Camins, tras una condena a siete meses de prisión que no cumplió íntegramente. Por este affaire también fue condenado el coronel del Cesid Fernando Rodríguez.

Con una nueva madriguera ubicada en San Cugat del Vallés, El Lobo resurgió bajo la identidad de Gabriel Sánchez García, un ciudadano navarro nacido en Iruñea que había fallecido en 1987. De sus cenizas nació el nuevo agente mutado en Ave Fénix. A finales de los 90, la periodista Pilar Urbano contribuyó a engordar la leyenda de El Lobo con su libro Yo entré en el Cesid. La leyenda de Mikel Lejarza pasó a la gran pantalla en 2004 gracias a la película El Lobo que fue producida de la mano de El Mundo TV, el medio en el que trabajaba uno de sus valedores en prensa, Manuel Cerdán.

En 2017, Lejarza –o quien le suplanta, si se atiende a la denuncia de Xabier Makazaga–, quiso “obtener la nueva Licencia de Armas Tipo B”, tras “la novena renovación en 24 años de posesión de arma corta sin ningún incidente”, afirmaba entonces ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Es uno de los últimos rastros en los papeles oficiales del Lobo. En la actualidad, el nombre de Mikel Lejarza aparece ligado a la empresa de ciberseguridad Wolf Group, firma a la que representó en el congreso Osintomático Conference 2022.

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