Música
La rabia Riot Grrrl: jóvenes, feministas y radicales

La periodista Sara Marcus publica ‘Las chicas al frente. La verdadera historia de la revolución Riot Grrrl’, donde explica detalladamente la historia del movimiento contracultural Riot Grrrl, que a través de la música, el hazlo tú misma y la organización autónoma, desafió al sexismo y a la idea de que ya no hacía falta el feminismo.
Bikini Kill 2019 Londres
Concierto de Bikini Kill en Lóndres, 2019. Foto: Ralph PH
24 jul 2023 06:00

Durante los años 80, mucha gente en Estados Unidos, especialmente la derecha y sus medios de comunicación, daba por muerto al feminismo. Decían, como dicen hoy, que la igualdad ya existía y que, por tanto, ya no tenía sentido continuar siendo feminista o hablar de feminismo. Es en ese contexto donde nace el movimiento Riot Grrrl. El libro de la periodista Sara Marcus Las chicas al frente. La verdadera historia de la revolución Riot Grrrl (Contra, 2023) explica detalladamente la historia de este movimiento, juntando cuidadosamente las piezas desde su nacimiento, apogeo y declive.

El 24 de julio de 1991, después de un exitoso primer concierto de Bikini Kill en Washington DC, Kathleen Hanna, su líder y cantante, visita la Positive Force House en Arlington, Virginia, donde tiene lugar la primera reunión de un grupo Riot Grrrl. “Riot Grrrl fue un movimiento de punk rock feminista radical de mujeres jóvenes”, recuerda Marcus en conversación por email. El movimiento fue más activo en la década de los 90 en EE UU, Canadá y Reino Unido y “desarrolló y difundió sus ideas a través de reuniones y convenciones, revistas producidas de forma independiente, llamadas fanzines, y música punk”.

Sara Marcus lo conoce bien. También estaba allí. En 1994 era una adolescente de las afueras de Maryland atraída por una comuna de punk rock en Arlington. Un día, antes de una reunión, Marcus vio un archivador lleno de documentos sobre el Riot Grrrl. Estaba asombrada por el poder de las palabras y las imágenes y se preguntó qué había pasado con todas estas jóvenes feministas. Años más tarde, el recuerdo de ese maravilloso descubrimiento condujo a este libro.

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Las chicas al frente captura los embriagadores veranos de principios de los años 90. Esa ventana de tiempo libre de obligaciones que fue la oportunidad de diseñar, a partir de casi nada más que amistad, ruido y una visión inconformista y valiente, una manera de organizarse de forma autónoma para no tener que contar con la aprobación de los hombres que monopolizaban la escena artística. Una manera de buscar y canalizar el apoyo mutuo entre mujeres en un mundo de hombres.

“Recuerdo lo emocionante que fue estar en contacto con jóvenes pensadoras y artistas feministas de todo el país, pensando en las condiciones en las que vivíamos nuestras vidas”, afirma Sara Marcus

“Recuerdo sentirme muy enfadada por el sexismo y extremadamente aliviada de haber encontrado amigas que sentían lo mismo —afirma Marcus—, recuerdo lo emocionante que fue estar en contacto con jóvenes pensadoras y artistas feministas de todo el país, pensando en las condiciones en las que vivíamos nuestras vidas y reflexionando juntas sobre los libros que estábamos leyendo”.

Los principales grupos de esa escena fueron bandas como Bikini Kill, Heavens to Betsy, Bratmobile, y fanzines como Jigsaw, Sister Nobody, Chainsaw, Girl Germs, y por supuesto el que daba nombre al movimiento, Riot Grrrl. A eso se le sumó una red de jóvenes activistas feministas a las cuales Marcus da voz en su libro, incluidas Kathleen Hanna, Allison Wolfe, Corin Tucker, Jen Smith o Tobi Vail.

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Laura Pardo, ahora periodista musical y en su momento más conocida como Laura Bitch, cantante del grupo Aerobitch, recuerda la influencia que ejerció el movimiento Riot Grrrl para ella y para su banda. “Hay muchos detalles que delatan el peso que tuvo en Aerobitch. El hecho de que el nombre incluya una palabra despectiva para las mujeres, bitch, viene totalmente de esa influencia. Las primeras letras que hicimos iban en la línea Riot Grrrl. Yo me escribía los setlists en el brazo con rotulador negro”, comenta al respecto.

La periodista conoció el movimiento viviendo en Madrid en algún momento entre 1991 y 1992. Más tarde, del 94 al 96 vivió en Berkeley, California, donde el poso del movimiento seguía muy vigente. “Allí sí me junté a tocar con amigas fascinadas también por las Riot Grrrl”. En 924 Gilman, la famosa sala de conciertos autogestionada, la cantante de Aerobitch pudo ver en directo a muchos grupos Riot Grrrl como Bikini Kill o Team Dresch. “El movimiento en concreto reforzó un mensaje feminista que yo ya tenía asimilado —explica— y lo convirtió en algo con más conexión con mi vida”. Para Pardo, tanto el Riot Grrrl como la manera de hacer las cosas que lo acompañaba, lo que se conoce como el Do It Yourself (DIY, hazlo tú misma), “influyó totalmente en mi forma de ver la vida y hacer las cosas”.

El DIY y Olympia (estado de Washington) fueron cruciales para el nacimiento del movimiento y un punto importante también para sellos como Sub Pop o bandas como Nirvana, que aun siendo de Seattle, tuvieron sus raíces espirituales en Olympia, sitio también de nacimiento del sello indie K Records, dirigido por Candice Pedersen y Calvin Johnson. Sello fundamental, de nuevo, para entender el auge de las bandas formadas por chicas. Toda esa escena se alimentaba del espíritu DIY del punk que arraigó de manera peculiar en Olympia. Si eras de la escena y vivas ahí, era poco menos que obligatorio hacer algo creativo aunque no tuvieras la técnica para hacerlo. Mientras que en el verano de 1991, K Records organizaba la convención International Pop Underground, con más de 50 bandas de todas partes, muchas de ellas Riot Grrrl, en Washington DC, el hardcore, estructurado en torno al no menos crucial sello Dischord, había alcanzado altas cotas de solvencia musical y politización.

La combinación de estas dos escenas, con muchas cosas en común —el amor por la música—, pero también con muchas diferencias —el mensaje o la manera de relacionarse—, fue esencial para el movimiento. Fue ahí donde se unió la politización de la escena DIY de DC, con la espontaneidad de la escena de Olympia. Al fin y al cabo, el DIY encajaba como un guante en la idea de romper culturalmente con la mentalidad patriarcal. La idea en la que se basa el DIY, el “tú puedes hacer cualquier cosa”, en ese contexto, “significaba que era valioso hacer tu propia cultura, no solo consumir la cultura hecha por otros para ti”, recuerda Marcus.

Campo de batalla

Cada concierto de bandas como Bikini Kill se convertía en un campo de batalla y de denuncia del sexismo y la violencia sexual. Los conciertos de Kathleen Hanna no eran solo una diatriba punk. Eran sobre todo, una crítica enfocada a la propia escena. Hablaban de su propia hipocresía y la contradicción de su discurso: por un lado antisistema y por el otro de glorificación de las estructuras patriarcales más básicas.

Los conciertos no solo servían para recaudar fondos para casas refugio para víctimas de violencia sexual. Las intervenciones de las mujeres que formaban parte de las Riot Grrrl antes de los conciertos servían también como catalizador para que otras mujeres formaran sus propios grupos en sus pueblos y ciudades, o que se unieran a los grupos que ya estaban constituidos. De esta forma, los grupos Riot Grrrl nacían como espacios seguros donde las mujeres podían hablar de cualquier cosa, especialmente de las agresiones sexuales que habían sufrido.

“La música fue un gran vehículo para transportar los mensajes que reforzaban la autoestima, ayudaban a enfrentarse al machismo y empujaban a las mujeres a no tener un rol pasivo en la vida”, explica la periodista Laura Pardo

“La música fue un gran vehículo para transportar los mensajes que reforzaban la autoestima, ayudaban a enfrentarse al machismo y empujaban a las mujeres a no tener un rol pasivo en la vida”, explica Pardo. “El hecho de que se intercambiaran los roles y que sobre el escenario hubiera tías diciendo las cosas claras y poniendo sus normas, en vez de limitarse a ser las novias de los del grupo, era ya subversivo de por sí, así que tener un grupo y hacer música era el mejor ejemplo práctico de que las cosas podían cambiar”.

Y es que “las chicas al frente” no era solo un eslogan bonito. Más de una vez, tal como explica Marcus en el libro, las bandas de chicas tenían que ser protegidas por las mujeres que asistían a sus conciertos. Pedir que las mujeres ocuparan el frente del escenario no solo era una ocupación del espacio como reivindicación política, sino que, en muchos casos, se convertía en un método práctico para protegerse de las agresiones que recibían por parte de muchos punks hombres, que no les hacía ninguna gracia que les cantaran lo que eran en “su” concierto.

El éxito inesperado de Nirvana, una banda muy comprometida con las Riot Grrrl, lo cambió todo. Al crecer el movimiento, también aparecieron nuevos problemas y preguntas que contestar, como por ejemplo, la relación de los grupos Riot Grrrl con unos medios de comunicación que no eran especialmente amables o que simplemente las ridiculizaban. Fue ahí cuando apareció el debate sobre si las Riot Grrrl debían continuar en el underground o intentar llegar a más mujeres y ganar influencia.

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Más allá de la música, ¿hubiera existido el movimiento Riot Grrrl sin ella? Probablemente sí. Aunque canciones como “Rebel Girl” de Bikini Kill no hubieran existido nunca, el libro de Marcus deja claro que la música era una parte más del movimiento, aunque una parte muy vistosa y que llamaba la atención, pero no la más importante.

“La mayoría de las personas, si saben algo sobre Riot Grrrl, probablemente piensen que fue un grupo de bandas”, explica Marcus, pero los aspectos de base y políticos no son tan conocidos, “lo cual explica por qué enfaticé tanto esos elementos al escribir Las chicas al frente”. “Las bandas son maravillosas y su música tiene un poder perdurable”, pero es imposible apreciar el alcance total de su importancia histórica, “sin comprender también el resto de la red y el movimiento que estaba conectado a ellas”.

Lo que más sorprendió a Marcus al escribir el libro fue lo frescos y poderosos que eran aún los sentimientos de las personas, tantos años después, sobre la importancia de Riot Grrrl en sus vidas y lo doloroso que fue cuando las cosas comenzaron a ir mal. “Las personas a las que entrevisté me ayudaron a comprender el poder duradero de las inversiones y los deseos políticos, incluso en medio de una gran decepción, que es en parte lo que me llevó al tema de mi segundo libro, que acaba de salir en EE UU, bajo el título de Political Disappointment”.

Cambio cultural

Uno de los principales problemas a los que se enfrentó el feminismo fue dejar de hablar de la necesidad de un cambio cultural. Cuando el feminismo dejó de exigirlo, tal como recuerda Marcus en el libro, el patriarcado se apuntó una victoria. Imaginar una sociedad igualitaria entre hombres y mujeres, imaginar una sociedad sin patriarcado, pasaba también por imaginar y aspirar a un cambio cultural. Y ese cambio solo llegaría hablando, construyendo, y en el caso de las Riot Grrrl, poniendo en práctica otra manera de hacer cultura. Otra manera de construir un discurso que rompiera con la cultura masculina, cuestionando la manera que tenían de participar en ella las mujeres. Así se respondía con arte y música al machismo generalizado, y más concretamente al de la escena punk.

Las chicas al frente. La verdadera historia de la revolución Riot Grrrl es la historia bien documentada de la necesidad de ese cambio cultural, liderado por jóvenes feministas, armadas con palabras y guitarras.

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