Un autoretrato íntimo del encierro - 10

La semana política
Lo contrario del ASMR

El ministro de Seguridad Social patina pidiendo un cambio cultural para revisar al alza la edad de jubilación. José Luis Escrivá ha pasado esta semana un importante trámite de la Ley de las Pensiones en el Congreso.
Pablo Elorduy
2 oct 2021 05:38

A las once de la noche del martes, la lengua incandescente que sale del volcán de Cumbre Vieja en La Palma llegó al mar. Miles de personas han estado en los últimos días conectados a sus ordenadores contemplando los directos que registran el inexorable y paulatino recorrido de la lava, que ya ha cambiado la fisionomía de la isla. Los estragos son preocupantes, especialmente porque nadie puede aventurar cuándo terminará todo. Las imágenes sin embargo hipnotizan. Se unen al ruido, parecido al del océano, parecido al de una racha de viento eterna. 

En los comentarios de esos directos alguien menciona que seguir pegado a la pantalla es una experiencia ASMR. Las siglas corresponden a la Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma. Relativamente reciente, el concepto trata de designar el fenómeno por el que se producen sensaciones físicas placenteras como consecuencia de estímulos ligeros. Un pequeño hormigueo o, simplemente, el alivio momentáneo de la presión provocada por el estrés, son las recompensas de estar minutos u horas conectados a un canal en el que se reproducen susurros, los sonidos de pisadas sobre la arena de la playa, o movimientos de las manos.

Seguramente porque permite seguir atento a la pantalla pero aporta un simulacro de tranquilidad, el fenómeno ASMR atrae a miles de personas. Sin embargo, el tirón en redes sociales de contenidos “de relajación” —desde a vídeos de animales dándose achuchones, a recetas de cocina o procesos industriales de fabricación— supera con mucho al propio ASMR. En el caso del volcán de La Palma, es extraño que haya tanta gente buscando relajación en un desastre natural que tendrá un impacto social y económico aún incalculable. Hay algo, sin embargo, que anestesia la ligera bruma creada en torno a una jornada más delante del ordenador, de cara al público, o envuelto en el tráfico de la ciudad.

La calma chicha

Fundido a negro y cambio de decorado. Las declaraciones del ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá suelen ser lo contrario de la relajación y los hormigueos placenteros. Escrivá ha cometido algunos derrapes en lo que va de legislatura, el último se produce un par de días antes del primer paso parlamentario para la aprobación de su reforma de las pensiones. El jueves, el ministro logró sortear la solicitud de devolución del proyecto de ley que promovió el PP. La reforma, que incluye aspectos positivos como el rescate del Índice de Precios al Consumo como referencia para establecer la cuantía de las pensiones, seguirá su curso para ser aprobada, previsiblemente en noviembre. 

Pero no ha sido una semana fácil para el ministro. El 27 de septiembre se vio obligado a matizar el titular de una larga y seria entrevista publicada el día anterior en Ara: “Hay que hacer un cambio cultural en España para conseguir que se trabaje más entre los 55 y los 75 años”. En su favor, hay que reconocer que la pregunta se refiere a un tipo de trabajador determinado. No obstante, hay que añadir también que es el que parece concentrar todas las preocupaciones del ministro, que no se prodiga tanto hablando del desempleo y la precariedad juvenil como del “talento sénior”.

La cultura a la que se refiere Escrivá se parece sospechosamente a la que Guillem Martínez llamó la Cultura de la Transición y que fue destinada a esos trabajadores nacidos durante el baby boom y al calor del plan de estabilidad del 59. Empleados de banca —o de empresas de seguros, aerolíneas, de la industria, de empresas públicas privatizadas, etcétera— y, sobre todo, funcionarios. Son quienes han accedido a la jubilación temprana que Escrivá quiere atacar y quienes tuvieron y tienen el sentido común de escapar de la vida de ocho a cinco en cuanto pudieron.

En unas sociedades en las que el estrés laboral, el síndrome burnout y las dependencias de analgésicos están siendo motivo de alerta, la campaña del ministro Escrivá parece destinada al fracaso

La idea que el ministro trata de lanzar —con serias dificultades— es, a su manera, tranquilizadora. Se basa en un ideal de carreras laborales prolongadas en empresas seguras y prósperas, con derechos en progresión ascendente. A través de ese acceso a un buen trabajo van cayendo una serie de fichas: la entrada de la casa, la hipoteca pagada casi sin esfuerzo en cinco o diez años, quizá la casa de la playa, quizá el chalet de la sierra y, ya puestos, el fondo de pensiones complementario. Es una sonata de otoño en la que rebosa el talento sénior y las ganas de contribuir a la sociedad con el ejemplo. 

El hormigueo sensorial que quiere provocar el ministro, sin embargo, choca con un principio de realidad que, más bien provoca una sensación de opresión en el pecho o en la sien. Para la mitad más uno de la población, aquella que ya no vive bajo el paraguas de la Cultura de la Transición, la entrada en el mercado de trabajo es lenta, costosa y precaria, las carreras laborales son fragmentadas; para los parados de más de 55 años encontrar empleo es una quimera y, si los encuentran, sus bases de cotización se han devaluado de manera pausada pero inexorable. 

El economista Julen Bollain explicaba esta semana que los salarios actuales en España son casi 300 euros inferiores a los de hace 20 años, cuando se entró en el euro. Esa inseguridad impide el acceso a la propiedad o este se produce mediante el crédito, generando una cadena de deuda e incertidumbre que se expande durante un periodo progresivamente mayor de tiempo. La impotencia al ver que no se pasan los peajes mínimos para la supervivencia redobla el síndrome del quemazón y los problemas mentales que son ya un problema de salud laboral de primer orden.

Un estudio de 2019 (previo al coronavirus) promovido por una compañía privada de seguros indicaba que, en España, la jubilación reduce en un 27% los síntomas de depresión y aumenta la actividad física de quienes se han retirado respecto a los diez años previos. En unas sociedades en las que el estrés laboral, el síndrome burn out y las dependencias de analgésicos están siendo motivo de alerta, la campaña del ministro Escrivá parece destinada al fracaso.

Se han perfeccionado y multiplicado los vehículos digitales para conseguir un sucedáneo de relajación, pero la batalla por el tiempo —de la que hablan Yago Álvarez y Sarah Babiker en la revista de octubre de El Salto— se está presentando ya como uno de los grandes objetivos políticos del siglo. No parece que pueda detenerse con vídeos cuquis, sonidos estimulantes ni invocaciones al talento sénior. El plan de Escrivá puede salir adelante, al fin y al cabo hay muchos intereses que juegan a su favor, lo que no cuela, ni va a colar, es el envoltorio con el que lo presenta.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Solo para socias
Solo para socias Nueva carta mensual: “Redactor en crisis”, por Pablo Elorduy
Después de La Semana Política, el coordinador de Política de El Salto regresa a un formato periódico.
La semana política
La semana política Lo que pasó, pasó
Hora de algunas despedidas. Ada Colau tiene difícil volver a ser alcaldesa de Barcelona y la izquierda tiene difícil volver a convocar el espíritu de una época en la que pudieron cambiar muchas cosas.
La semana política
La Semana Política La nave del misterio electoral
La compra de votos en Melilla y otros puntos del Estado agita la última semana de campaña y muestra el auge del conspiracionismo.
Genocidio
Genocidio Los Gobiernos europeos reprimen las muestras de apoyo a Palestina ante la inminente masacre de Rafah
Estados Unidos suspende por el momento la entrega de bombas a Israel ante la perspectiva del arrasamiento de Rafah. La UE organiza un seminario con el ministro de Exteriores y sus gobiernos reprimen las muestras de apoyo a Palestina.
Universidad pública
Acampadas propalestinas “Es nuestro deber señalar la complicidad de nuestras universidades con el genocidio”
Arrancan las acampadas universitarias en Madrid para exigir el fin de las relaciones con Israel y el apoyo a las víctimas del genocidio. Las acciones de protesta están ubicadas en Ciudad Universitaria, centro simbólico de la lucha universitaria.
Opinión
Opinión ¿Por qué lo hacen?
Los estudiantes que ocupan Bolonia y otros lugares no pueden detener el Holocausto. Pero pueden señalar que estamos del lado de los colonizados de todo el mundo y que desertamos de la guerra que los nuevos Hitler nos están imponiendo.
Palestina
Universidades Estudiantes de la Universidad de Alicante acampan para pedir el final del genocidio
Comienzan la acampada con una jornada en la que han realizado charlas, asambleas y un taller de pancartas en el campus de San Vicent del Raspeig.
Desempleo
Reforma Podemos apoyará el nuevo decreto de subsidio al no incluir el recorte en la cotización para mayores de 52 años
Este acuerdo desatasca la Componente 23 para la recepción de fondos Next Generation y fue tumbado el pasado enero en el Congreso con los votos en contra de Podemos, PP, UPN y Vox.
Elecciones
Elecciones Aliança Catalana: a las puertas del Parlament de Catalunya atizando la xenofobia y escondiendo la ‘estelada’
El partido liderado por Sílvia Orriols llega con una campaña mediática promovida por los principales medios españolistas del Estado, con el discurso antiinmigración como punta de lanza y con el deseo explícito de hacerse con parte del voto de Vox.

Últimas

Formación El Salto
Formación El Salto Fotoperiodismo y movimientos sociales: una mirada a las luchas desde abajo a través de un objetivo
La Escuela de Periodismo Crítico de El Salto ofrece su primer curso presencial, en el que abordaremos, de la mano de nuestros fotógrafos, cómo plasmar a través de la imagen movilizaciones y resistencias.
Crisis climática
Nuevo hito climático El pasado mes fue el abril más caluroso jamás registrado
Con una temperatura promedio del aire en la superficie de 15,03ºC, el pasado mes fue 0,67ºC más caluroso que el promedio de dicho mes entre los años 1991-2020 y 0,14ºC más que el anterior récord, el de abril de 2016.
Educación pública
Huelga de profesorado La Marea Verde vuelve a vaciar las aulas para tomar las calles de Madrid
Con un seguimiento que supera el 65% la primera jornada de huelga del profesorado madrileño transcurre entre piquetes y marchas por todos los puntos de la Comunidad de Madrid para exigir que se reviertan los recortes.
Sphera
Libertades civiles La secuela de un infiltrado
Los nuevos movimientos ecologistas llevan tiempo siendo objeto de vigilancia y criminalización por parte de los cuerpos de seguridad del estado y la judicatura.
Energía nuclear
Cerrar Almaraz Una primavera para empezar a cerrar Almaraz
Unas palabras para explicar la urgencia del necesario cierre de la contestada central nuclear de Almaraz y sus argumentos.
Ecología
¿RENOVABLES? La lucha contra los megaproyectos eólicos en Euskal Herria
Dicen querer luchar contra el cambio climático, pero el despliegue renovable no va acompañado por medidas reales para reducir el consumo fósil.
Aborto
"Mi voz, mi decisión" Madrid se llena de estatuas masculinas en favor del aborto
Una acción del colectivo Violetas(N) viste al famoso Oso y el Madroño o al exministro Alonso Martínez con el pañuelo verde en defensa del derecho al aborto, dentro de la campaña “Mi voz, mi decisión” para combatir el auge de la extrema derecha.
Palestina
Opinión Israel deja a la humanidad sin refugio
Otra vez Israel nos demuestra que puede hacer lo que quiera. Sus tentáculos de intereses económicos y sus sofisticadas bombas son capaces de asesinar a la justicia misma.

Recomendadas

Cómic
Julie Doucet “Cada cómic es un experimento, no me gusta ceñirme a categorías asignadas por otros”
Julie Doucet, icono del cómic alternativo y feminista de los años 90, publica ‘El río’, su nueva novela gráfica que constituye un hito editorial, dado que llevaba un cuarto de siglo alejada del medio.
Universidad pública
Protestas contra el genocidio El consejero de Educación de Madrid pide sacar “la política” de la facultad de Políticas
La Comunidad de Madrid reacciona contra una declaración universitaria que exige al Santander, con quien la UCM mantiene un convenio, que deje de financiar proyectos contaminantes y a la industria armamentística corresponsable del genocidio en Gaza.