Diario de la crisis
Rita di Leo: “En las trincheras están los pobres ucranianos y los pobres rusos”

En esta ocasión Diario de la Crisis presenta una entrevista con la profesora de la Universidad Sapienza de Roma, Rita di Leo. Especialista en la historia de la URSS, está al día de la Guerra de Ucrania y del conflicto geopolítico que ésta entraña.
Rita di Leo
La profesora italiana Rita di Leo es especialista en historia de la Unión Soviética.
24 sep 2023 05:46

Rita Di Leo no necesita presentación: militante operaista, protagonista de los Quaderni rossi y de Classe operaia, las dos grandes revistas operaistas, profesora de Relaciones Internacionales y destacada sovietóloga. Con motivo de la publicación de su último libro L'età dei torbidi. Il ritorno delle trincee tra Stati Uniti, Europa e Russia (DeriveApprodi, 2023) le pedimos, en esta decimoquinta entrega del Diario de la crisis, un análisis preliminar de la situación internacional y de los protagonistas de la guerra librada entre Estados Unidos, Europa y Rusia. En esta entrevista y en este libro, Rita Di Leo nos muestra qué es un análisis lúcido del presente, poniendo a prueba su método, caracterizado siempre por la lectura precisa de los fenómenos históricos. El cuadro que esboza describe bien el drama de la no-política contemporánea. La política de potencia y lo que ella denomina la «teología del consumo» son los hechos del tiempo presente, los hombres del dinero los artífices del mismo, la política-proyecto y el principio-esperanza los incómodos parias. El conflicto bélico actual es el epílogo obvio de la historia reciente, que ha excluido la política y pretende controlar y distorsionar la dimensión de animal político de los seres humanos. Zelensky, Putin y Biden son los últimos artífices de un drama que responde a la lógica del beneficio, el consumo y la potencia. La entrevista ha sido efectuada por Andrea Rinaldi.

Partamos de lo más inmediato y comencemos por un personaje que apenas mencionas en tu libro. El presidente ucraniano Zelensky me parece que representa plenamente al hombre apolítico de nuevo tipo del que hablas, el instrumento perfecto de la teología del consumo, que navega a placer en las turbias aguas de la guerra, las tecnologías de la comunicación y los intereses privados. ¿Estás de acuerdo? ¿No crees que Boris Yeltsin, un personaje que has tratado ampliamente en tu libro, fue uno de los primeros especímenes de este tipo de político?
Respondo primero sobre Boris Yeltsin, un hombre producto del sistema soviético, enfrentado con el partido y con Gorbachov y que concedió espacio a hombres del sistema, quienes durante los casi diez años siguientes lo destruyeron y crearon a los oligarcas, mientras al mismo tiempo abrían las puertas a los consejeros del otro sistema, ante los cuales se sentían fascinados. En cuanto a Zelensky, sabemos que acaba de despedir al oligarca que le hizo presidente financiando su elección como presidente de Ucrania y que publicita iniciativas contra la corrupción endémica del país. En este sentido es un personaje del tiempo presente, un paladín de la comunicación, un gran actor. Lo que me interesa de Zelensky es el hecho de que es el primer judío que ha sido aceptado por la comunidad internacional como político. No como Einstein, Oppenheimer o los grandes escritores y poetas, no, como político. Porque antes de él sólo estaba Disraeli, pero era un judío convertido (y el francés de la década de 1930). Zelensky, hijo de dos científicos, que vivió en un mundo ruso-moscovita y aprendió la lengua ucraniana sólo cuando ello fue obligatorio, es el primer judío aceptado por la comunidad internacional, como nunca antes había ocurrido, esto hay que dejarlo claro. Aceptado por polacos y ucranianos, que tienen a sus espaldas el antisemitismo más bárbaro. Aceptado por Biden, a pesar de lo que sabe de su relación previa con Trump: se acaba de desclasificar la transcripción de una conversación entre Trump y Zelensky en la que el segundo agradece al primero el modelo que es para él y Trump se las arregla para deslizar una petición de procesamiento del hijo de Biden. Hay una foto de Zelensky con Biden en la que el presidente estadounidense le pone la mano en el hombro como a uno de sus hijos. Téngase en cuenta que los judíos europeos, en su experiencia como migrantes, sentían verdadero pánico ante los católicos irlandeses, considerados los más hostiles y acosadores en los barrios pobres de Nueva York. En cambio, no existe una imagen similar del presidente ucraniano con Netanyahu, porque Zelensky, querido por la comunidad blanca occidental, no lo es tanto en Israel, debido a la relación de este último país con Rusia. La elección de Zelensky está ligada a la cultura en la que se halla inmerso, porque es joven, un joven que ha tenido la oportunidad en los últimos diez años de conocer la sociedad occidental y las condiciones del Tercer Mundo, así como las de Israel. Zelensky ansía el estatus de Londres, Nueva York, París hasta el punto de aceptar el papel que el choque de políticas de potencia ha reservado a su país, esto es, el de luchar en su lugar, el de hacer destruir ciudades, industrias y, sobre todo, a las personas que viven en ellas, por la perspectiva de tener un lugar en la mesa de los vencedores después de la guerra.

Pensamiento
William Davies: “La mentalidad de la guerra se ha convertido en una forma habitual de organizar la sociedad”

El autor de Estados nerviosos, William Davies, estuvo en Madrid presentando un libro que explica cómo las redes sociales se están convirtiendo en un campo de batalla de emociones y sentimientos antes que de ideas o hechos.


Por un lado, tenemos al viejo Putin, hijo de un obrero soviético que construyó su éxito sobre la guerra desencadenada contra la sociedad de la antigua URSS una vez abandonado el modelo económico de la planificación económica y verificada la desaparición del Partido Comunista. Celebra la existencia de un Estado fuerte e independiente, que reniega de parte de su historia, como demuestran sus declaraciones sobre Lenin. Por otro, un joven actor, que construye su personaje político como el protagonista de una película de acción de serie B y que representa los valores occidentales del liberalismo. En cuanto a las sociedades ucraniana y rusa, ¿no crees que también existe este choque político-ideológico que polariza los consensos?
Fue Yeltsin quien aupó a Putin al poder. Tengo ideas sobre Putin diferentes a las predominantes. No porque me guste que haya decido de la noche a la mañana lanzar bombas sobre Ucrania. Para mí Putin es un político profesional. Es el hijo de un obrero, pero el hijo de un obrero de la aristocracia obrera, fue enviado a la escuela donde conoció a una profesora alemana, una judía, que lo tomó en sus manos y convenció a la familia para que le dejaran estudiar. No es sólo el hijo de un obrero, es el hijo del deseo de mejorar el sistema. Y cuando se dio cuenta de que ello era imposible, renunció a él. El 12 de septiembre apareció la noticia de que Putin había dicho que los soviéticos se equivocaron al invadir Checoslovaquia y Hungría. Igual que el día anterior a la agresión contra Ucrania había dicho que Lenin y Stalin se habían equivocado al dividir su gran país en repúblicas formalmente autónomas, porque tarde o temprano estas habrían exigido la autonomía. Como ocurrió después en 1991.

El análisis para entender el ostracismo de la política es centrarse en la integración entre los hombres del dinero y los hombres de la ciencia informática, que dio origen a la teología del consumo

Si seguimos contemplando a Putin como un hombre del sistema soviético, nos equivocamos. Es un político profesional que pasó seis años en Alemania, sabe alemán, conoce la sociedad occidental como ningún otro político soviético lo hizo jamás. Pero, ¿por qué invadió Ucrania? Porque pensaba que era un «asunto suyo», que formaba parte de Rusia, esto nos lo tenemos que meter en la cabeza, porque cuanto antes lo hagamos, antes encontraremos una solución para poner fin a esta guerra, a esta terrible tragedia, a estos terribles bombardeos, a estas matanzas de soldados, de ancianos, de niños. Debemos meternos en la cabeza qué es Ucrania para un ruso. He estado muchas veces en Rusia y en Ucrania. Para los rusos, se daba por sentado que Ucrania estaba un escalón por debajo de ellos, un poco como el mezzogiorno italiano para un piamontés. Ucrania se ha convertido en una sociedad industrial, en una sociedad agrícola-industrial en gran parte por iniciativa de los tres últimos secretarios del PCUS, ucranianos los tres, Kruschev, Brezhnev y Chernenko, de origen obrero, que lanzaron la industrialización de su país y la mecanización de la agricultura para compensar lo que Stalin había hecho durante la guerra contra los campesinos ricos en la época de la colectivización. Putin está de acuerdo con este pacto e incluso lo reivindica.

Lo que tenemos que comprender es que nos encontramos ante un enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia en el que desgraciadamente Ucrania se ha visto atrapada por las ambiciones de Zelensky y sus jóvenes ministros. Pero el enfrentamiento es entre Estados Unidos y Rusia: ni un solo soldado estadounidense, ni un solo húngaro, polaco o estonio está en las trincheras, están los pobres ucranianos y los pobres rusos. Pero la responsabilidad es de Putin, por un lado, y de Biden (y su ministro de origen ucraniano Anthony Blinken), por otro, y en medio está la ambición de Zelensky de convertirse en un gran político europeo.

En tu libro escribes: «La teología del consumo vive de un acuerdo sellado entre los hombres del dinero y los hombres de la tecnología y la ciencia, y ha arrinconado el uso de la fe y de la política». La sociedad occidental contemporánea, que encarna esta teología del consumo, se ha liberado así de la política y está procediendo a la ruptura del hombre-animal político en favor de un nuevo tipo de clase dirigente. ¿Este proceso nació y se desarrolló con el violento final del siglo XX, es decir, cuando implosionó la Unión Soviética? ¿Cuándo es derrotado lo que tu llamas el experimento profano de Lenin?
Quizá el ostracismo de la política comenzó antes del fin de la URSS. El análisis para entender este ostracismo es centrarse en la integración entre los hombres del dinero y los hombres de la ciencia informática, que dio origen a la teología del consumo. En el libro menciono el sótano de Filene, la «cuna» de la teología del consumo. Parece una broma, pero no lo es. En Boston hay un enorme supermercado no alimentario. Viví en Boston y Cambridge (MA) durante un año, porque estudié en Harvard y en el MIT y un amigo me dijo: «¿Quieres hacer buenas compras? Ve a Filene's Basement». Al dueño, Filene, se le había ocurrido vender todo tipo de artículos en el sótano de los grandes almacenes a una décima parte del precio. Un gran éxito. Piensa en China. Poder comprar, poseer, consumir ha llenado gran parte de nuestra vida cotidiana, dejando poco tiempo o interés para cualquier otra cosa. Si no nos damos cuenta de esto, no nos damos cuenta de la tragedia en la que estamos inmersos. No sé si te he respondido.

Hoy los motivos de la guerra que se libra en Ucrania siguen siendo los de la política de potencia, los protagonistas que cuentan son Estados Unidos y Rusia, el campo de batalla es Ucrania

Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 nos parecen dirimentes en el tablero internacional. En un artículo de 2018 incluido en el libro calificas de pasada a Joe Biden de interregno. ¿Crees que el futuro presidente volverá a ser el «primer hombre de la moneda en ascender al más alto cargo político», es decir, Donald Trump? ¿O quizá su compromiso más mediático que real con el líder ruso trunque su sueño de volver a la Casa Blanca?
Realmente no creo que Donald Trump tenga dificultades por los elogios vertidos sobre Putin. Putin elogió a Trump (y a Musk) y dijo, como hemos observado, que la URSS se equivocó al enviar los tanques contra Hungría y Checoslovaquia. En el año que he pasado en Estados Unidos he aprendido que mucho más que en Europa la sociedad estadounidense está dividida entre una élite cultural, pero también financiera y jurídica, y la plebe, no la subclase de Marx, no la gente de los Estados-nación, la plebe de siglos pasados. Trump es el presidente de la plebe, ahora bien la plebe no lee, sino que escucha la radio y ve la televisión. ¿Qué radios y televisiones? Las locales. Sólo la élite lee The New York Times. Los demás no leen; pero si lo hacen, leen el periódico provincial. Si Trump triunfa, será porque una vez más es capaz de convencer a la plebe. Es obvio que deseamos que no consiga convencerla y que aparezca otro candidato, pero, ¿quién? DeSantis, que parecía tener posibilidades, es peor que Trump. El resultado de las elecciones estadounidenses es realmente decisivo para nosotros europeos. Pero lo que debemos comprender es que los europeos, los italianos en particular, hemos tenido la oportunidad durante las últimas décadas de tener ideas «propias» y de saber posicionarnos. En Estados Unidos hay una élite a la que le asusta la idea de que gane Trump. Pero, ¿qué puede hacer? Biden es tan viejo que se le olvidan las cosas y puede salir a la luz que ha apoyado demasiado a su hijo.

Sin duda Biden ha perdido apoyos en los últimos dos años y parece que su política exterior también ha estado dictada por la necesidad de recuperar el terreno perdido, así como por intereses económicos y la influencia del ferozmente antirruso secretario de Estado Anthony Blinken. Sin embargo, lo que parece más decisivo, contemplado desde el exterior, es la existencia de una clase dirigente, lo que tu llamas una pequeña élite, empeñada en recuperar su dominio mundial, que tal vez sigue soñando con una vuelta a la hegemonía existente antes de 2001 o lo que tu llamas el momento unipolar. ¿Crees que esta elite estadounidense todavía no se han rendido al concepto de un mundo multipolar?
Por supuesto que anhela ese escenario, esta pequeña elite quiere volver al momento unipolar. Desde un punto de vista cultural se trata de los neoconservadores y los neoconservadores están en los think tanks, en los periódicos que lees, están por todas partes, y creo que les gustaría volver al periodo Clinton-Bush. El periodo de Clinton ha sido el más satisfactorio en la escena internacional para Estados Unidos, porque Bush fue en última instancia el presidente de las expediciones fallidas en Iraq y Afganistán. Pensar en Bush es, por lo tanto, difícil; la política exterior de Clinton fue, por el contrario, satisfactoria. No para nosotros, esto hay que tenerlo muy presente, porque fue Clinton quien impidió que la Unión Europea tuviera un ejército propio, que se dotara de una constitución, que se valiera por sí misma desde el punto de vista político, militar, institucional, etcétera. Nuestros sueños eran otros y tuvimos que renunciar a ellos.

El conflicto social surge de que han convencido a la clase trabajadora, a los que yo llamo «los hombres y mujeres del hacer», para que no luchen contra los patrones

¿Qué sueñan en cambio los rusos?
Los rusos sueñan con el primer Putin, el Putin de sus primeros diez años, que trajo seguridad salarial, pensiones, orden en las calles y que declaró: «Seguimos siendo una potencia y debemos comportarnos como tal». Los estadounidenses y los rusos son como Francia y Alemania en 1870, lo he dicho antes y lo diré de nuevo ahora: en aquel momento estos dos países entraron en guerra y no está claro por qué lo hicieron, salvo por razones de política de potencia, desde luego no por Alsacia y Lorena. Y hoy los motivos de la guerra que se libra en Ucrania siguen siendo los de la política de potencia, los protagonistas que cuentan son Estados Unidos y Rusia, el campo de batalla es Ucrania. Las estrategias son las de la Primera Guerra Mundial, los rusos se defienden como pueden, es decir, con trincheras, mientras que los estadounidenses están aterrorizados ante la idea de enviar armas nucleares a los jóvenes del gobierno ucraniano y a los oligarcas que copan el poder en Kiev, porque Oppenheimer tenía razón en su convicción de que después de la bomba atómica ya no podía haber guerras de verdad, porque el uso de esta significaba la destrucción mutua asegurada. De hecho, desde entonces ha habido guerras medianas y pequeñas, ya que los hombres son incapaces de prescindir de la guerra, pero no se han registrado guerras en las que se hayan utilizado armas nucleares. Repito, para terminar, que la guerra de Ucrania es un choque de políticas de potencia entre Estados Unidos y Rusia en medio del cual hay un país que Putin y Zelensky están destruyendo, un país hermoso. Hay que releer a Isaak Babel, que explica cómo son los rusos y los ucranianos y lo difícil que será conseguir que dejen de darse puñetazos.

«La práctica de la política, con sus instituciones, con sus sacerdotes y con el dios del principio de esperanza, ha sido expulsada de la sociedad de consumo», escribes en tu conclusión. Nos parece que éste, además de los análisis precisos y lúcidos contenidos en el libro, es el principal hilo discursivo del mismo. La política, como dices, ha sido indudablemente eliminada en la sociedad occidental actual. Pero si el ser humano deja de ser un animal político en beneficio exclusivo de los hombres del dinero, ¿qué papel desempeña el conflicto social, que sigue existiendo? Creemos que efectivamente está individualizado, fuera de todo contexto proyectual, colectivo y, por lo tanto, político, y que sólo se propone de nuevo como una revuelta, espuria, caótica, cuyo fin es ella misma. Sin embargo, a pesar de ello, la única posibilidad de retorno a una política proyectual radica en el conflicto y en sus múltiples relanzamientos. ¿Ves en el marco de la guerra y en el retorno de las trincheras algunas líneas de conflicto?
Me preguntas, si creo en el principio de esperanza. Puedo decir que creo en él, pero destruyeron el conflicto social atacando los lugares donde nacía. Ya no hay lugares, ya no hay fábricas, ya no hay «de un lado el patrón y del otro una sociedad que no lo acepta», no. La situación trágica en la que estamos hoy es que existen esos hombres del dinero y también de la ciencia informática, porque no hemos dicho nada de lo que la informática ha regalado a los hombres del dinero y a los que mandan. Le estás hablando del conflicto social a alguien que lo ha tratado personalmente y lo ha visto caer junto con las estructuras en las que se apoyaba, que eran estructuras que la patronal desmanteló mediante la deslocalización, pero que también han caído también porque el partido que se ocupaba de ello dejó de ocuparse de las necesidades y se ocupó de los derechos civiles, que a los trabajadores —y a los sujetos protagonistas de los conflictos sociales— no les importaban nada. El conflicto social tal y como lo conocíamos ya no existe ni puede existir, porque han conseguido destruirlo. Entonces, ¿qué necesitamos? Una persona, una mente, que sea a la vez Hobbes, Locke, Lenin e incluso Roosevelt, porque de lo contrario Estados Unidos se queda fuera, incluso Johnson. Necesitamos a alguien que elabore una nueva teoría que pueda hacer frente a los grandes amos de la big tech y a los amos del dinero, los hombres del dinero. Terminaré con un último pensamiento: estoy muy impresionada con la inteligencia artificial, con el daño que puede hacer a la inteligencia. Este es el problema, el verdadero problema. El conflicto social surge de que han convencido a la clase trabajadora, a los que yo llamo «los hombres y mujeres del hacer», para que no luchen contra los patrones. Esos que yo llamo «los trabajadores y trabajadoras de la cabeza» son los peores enemigos de este momento, de este tiempo histórico que estamos viviendo. No viviré lo bastante para ver cómo salimos de esta tragedia en la que nos encontramos hoy inmersos. La tragedia es el hecho de que han conseguido matar el principio-esperanza en la clase trabajadora. Y lo han conseguido con la inteligencia artificial, con esto puedo concluir. Nosotros, los seres humanos, hemos crecido con el principio-esperanza y lo están destruyendo, esperemos que vuelva a nacer de nuevo.

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