Es posible que ya se haya escrito todo sobre Carlos Mazón. Es posible que Mazón ya no exista para la vida pública más que como símbolo, el ejemplo más acabado de la política del desastre del Partido Popular. Es una máxima: si acontece una desgracia en un territorio gestionado por los conservadores, el resultado más frecuente es que esa desgracia se convierta en tragedia. Desde el Prestige al 11M a la gestión de las residencias durante el covid, la dana y los cribados de Andalucía. Hay algo en el tratamiento de la catástrofe que se repite como patrón. Puede que todo ello sea casual, una serie de incompetencias individuales repetidas en el tiempo hasta crear un patrón, un mosaico de patanería; más probable es que la vida de la gente corriente no les importe y que de ese desprecio surja todo un planteamiento político, que se agudiza en momentos excepcionales, en los días señalados.
Creo, definitivamente, que esa sensación de que son unos patanes incompetentes, que a priori puede parecer que está derivada del azar, tiene más influencia que la corrupción en eso que el analista Jaime Miquel llamaba “el negocio de los votos”. En cualquier caso, la gestión popular de los desastres está relacionada con la corrupción o, al menos, con la intención de hacer de todo un negocio.
(La foto es de Ona Cano y es de la manifestación del 29 de octubre para pedir la dimisión de Mazón).