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Memoria histórica
Los viajes de ida y vuelta de un anarquista
Conocemos con el nombre de “cantes de ida y vuelta” los palos flamencos con los que nos referirnos a aquellos, cuyo origen se encuentra en la música popular hispanoamericana. Muchos anarquistas españoles también tuvieron una vida de ida y vuelta. De la península al continente americano y al contrario. Hasta el punto de que no podemos entender la historia social española, ni la mexicana, cubana o argentina, por ejemplo, sin esas vidas que cruzaron el “charco”. A veces en diversas ocasiones. Una de ellas es la de Abelardo Saavedra Toro.
Abelardo Saavedra fue uno de esos ácratas andaluces que alcanzaron una proyección nacional e internacional
Ahora, su biznieto Aurelio Fernández Fuentes, profesor universitario, geógrafo, alfabetizador y periodista del diario La Jornada de Puebla, nos ofrece un ameno relato biográfico de su bisabuelo (Abelardo Saavedra, un anarquismo, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2021). Un texto, en el que se deja sentir la mano del plumilla experimentado. Además, tiene una interesante perspectiva a la hora de afrontar el género histórico. La objetividad pasa no sólo por el uso de las fuentes, sino también por el compromiso del autor. Aunque especie en extinción, el reportero aparece en cada una de las páginas. El lector sonreirá tanto con el conjunto del relato, como por la forma en que realiza la investigación, relata los contactos personales, describe los viajes a las ciudades y países en los que vivió Saavedra, las visitas a los archivos y otras vicisitudes.
Sin afán de desvelar ningún secreto, creo que el posible lector se interesará por su figura si le ponemos en antecedentes sobre la personalidad y la trayectoria vital de Abelardo Saavedra Toro.
Gaditano de Villamartín, fue uno de esos ácratas andaluces que alcanzaron una proyección nacional e internacional. No es un caso único, pero sí tiene una especial relevancia porque aparece ligado a algunos de los acontecimientos más destacados de la sociedad española y cubana del primer tercio del siglo XX. A través de su experiencia vital podemos recorrer el nacimiento de los movimientos obreros de estos países y sus diversas configuraciones organizativas, hasta el momento clave del verano de 1936 y la revolución que respondió al golpe de Estado en España.
De todas formas, no dejaría de ser una de los centenares de personas que hoy día permanecen en el más absoluto olvido. Bien es sabido que el mundo libertario no contó, ni cuenta hoy, con demasiadas simpatías, ni siquiera entre los que dicen compartir el objetivo final de la creación de una sociedad nueva, más justa, fraterna e igualitaria. Quizás en esto último, en lo de la igualdad, es donde radica del escollo. Conquistar el poder no parece ser un buen camino para alcanzarla. Así parece avisarnos la historia.
Su militancia comienza participante en una huelga de tranvías en Sevilla y como propagandista ácrata
Saavedra no es un ejemplo de precocidad militante. Nacido en 1860, había entrado en la treintena cuando comenzó a hacerlo. Primero como participante en una huelga de tranvías en Sevilla; después como propagandista y editor de prensa libertaria por la provincia sevillana. Por fin, como maestro obrero y orador de las giras de propaganda ácrata que se realizaron por el país andaluz. Unos años que comenzaron a trufar su vida de pleitos judiciales, detenciones gubernativas y encarcelamientos. Terminaron con su marcha a Madrid para formar parte de la redacción del periódico Tierra y Libertad. También comenzó entonces a utilizar el pseudónimo de “Garín”.
Había nacido el periodista, el escritor que daba rienda suelta a su pensamiento sobre la justicia, la religión, la educación, etc. Todos temas centrales del pensamiento anarquista. Era ya un militante lo suficientemente conocido por la policía para que fuera detenido en 1906, durante las pesquisas para localizar a Mateo Morral, autor del atentado contra la pareja real en la calle Mayor de Madrid. Tras su encarcelamiento marchó, con el periódico, a Barcelona. Poco tardaría en sufrir su primer exilio. Primero a Francia y, después, a Argelia. Un año más tarde partió hacia Cuba.
Los anarquistas no tienen patria. Por eso Saavedra, reclamado por los correligionarios, marcha a la isla caribeña para participar en la organización del obrerismo. Una Cuba que había pasado del colonialismo hispano al que comenzaba a encarnar los Estados Unidos. Estaba muy cerca de cumplir los cincuenta años. Vivió primero en La Habana y después en Regla y Cruces. De inmediato se puso manos a la obra: participó en la reactivación del periódico ¡Tierra!, en la creación de Rebelión y en excursiones de propaganda. También, de forma fulminante, fue detenido, encarcelado y dispuesto para su repatriación a España. Finalmente pudo quedarse. No cejó en su militancia y en denunciar injusticias. Poco después, añadió a la lista de sus enemigos burocráticos a la administración mexicana. La culpa la tuvieron unos artículos en los que atacaba a Porfirio Díaz y que comenzaron a difundirse por el Yucatán. Cuba recibió la apertura de un proceso por injurias contra Díaz. Saavedra volvió a ser encarcelado hasta que el juicio lo absolvió.
Los anarquistas no tienen patria. Por eso Saavedra, reclamado por los correligionarios, marcha a Cuba para participar en la organización del obrerismo
Fue su militancia sindical la que terminó por decidir al gobierno cubano a expulsarlo del país. Primero, en agosto de 1911, se instaló en Madrid y reanudó sus actividades anarquistas. Dos años más tarde regresó a Cruces de forma clandestina. Volvió a ser expulsado en enero de 1915, esta vez de forma definitiva. Tras desembarcar en Cádiz, se trasladó a las islas Canarias, junto a su compañero de andanzas sevillanas y cubanas Francisco González de Sola. Después, tras una estancia de unos meses en Sevilla, se marchó a Barcelona en donde ya viviría hasta su fallecimiento. Tenía 55 años al llegar a España y 78, en 1938, al morir.
Aunque ya envejecido no dejó de estar en primera línea del movimiento libertario barcelonés. Organizador del sindicato Textil barcelonés se trasladó después a Melilla para realizar la misma labor. Fue detenido en 1917, en agosto, con motivo de la huelga nacional revolucionaria convocada y pasó un año, el de 1918, en la prisión de Málaga. Durante los años siguientes se hizo viajante de aparatos ortopédicos.
Estaba ya retirado cuando se proclamó la Segunda República, pero continuaba siendo una figura reconocida en el mundo anarquista barcelonés. Participó en algún mitin con las máximas figuras del momento como Federica Montseny, Tomás Herreros, Liberto Callejas o Teresa Claramunt. A pesar de su avanzada edad, la respuesta revolucionaria al golpe de Estado de julio 1936 le cogió con fuerzas suficientes para desplazarse al frente aragonés.
Abelardo Saavedra pudo vivir el momento en que pareció posible que las ideas por las que tanto había luchado se hicieran realidad
Abelardo Saavedra pudo vivir el momento en que pareció posible que las ideas por las que tanto había luchado se hicieran realidad. Cuando murió, el 7 de noviembre de 1938, ya era constatable que no iba a ser así. El fascismo avanzaba. Lo mismo que la contrarrevolución. Los hechos de mayo de 1937 de Barcelona fueron el momento en el que la balanza terminó de inclinarse definitivamente. Por deseo propio, sus restos fueron enterrados en la fosa común. Junto a los olvidados sociales. Como muchos han querido hacer con las ideas ácratas y las personas que las practicaron y defendieron.
En unas semanas, Abelardo Saavedra volverá a hacer una gira. Ahora de manos de su biznieto Aurelio Fernández, mexicano de fuerte raigambre gachupina y de la aristocracia ácrata barcelonesa; de los Fernández, los Navarro y los Rosquillas Migrañá. No puede haber mejor intérprete de este cante de ida y vuelta que fue la vida del “Abuelo”.