Ciencia ficción
La conspiración del sol ácido

Una exploración lisérgica de las posibilidades de la conspiración, que no del complot, para el hackeo metafísico de la subjetividad neoliberal
29-Kaleidoscope Art
29-Kaleidoscope Art -by Janis Lynn flickr.com/photos/77823138@N05/9841949656/ (CC BY-SA)
13 abr 2023 10:56

El cielo de Madrid se abre paso entre las copas de los árboles que acompañan al Manzanares por su ribera. Perikles cruza el río en una bicicleta municipal (una de las pocas que quedan) cuyo motor funciona a medias y suena a sierra oxidada. La claridad de la tarde disminuye notablemente en uno de esos súbitos momentos en los que parece apagarse la luz en pleno día. Alza la vista y observa como un enorme y solitario cumulonimbo obstaculiza el paso a los rayos de sol. Su forma alargada y vertical le recuerda extrañamente a un dragón oriental que parece ascender hacia el cosmos. Casualidad o no, tanto la nube gigante como la serpiente voladora son presagios de intensas lluvias y tormentas eléctricas. Justo por encima de la “cabeza del dragón“, un avión ha dejado una estela de condensación, lo que según una mítica teoría de la conspiración sería un “chemtrail” o “estela química”. En la cabeza de Perikles aparece como una ventana emergente un recuerdo de un comentario de Edward Snowden en una entrevista en The Joe Rogan Experience en la que, hablando sobre teorías de la conspiración, el ex analista de la National Security Agency (NSA) dice que tuvo la curiosidad de buscar en los archivos de la propia NSA, la CIA, o el Ejército, sobre documentación al respecto y no encontró absolutamente nada (tampoco sobre aliens). De repente, Perikles cae en la cuenta de que se ha detenido y lleva un rato mirando al cielo, absorto. Consulta su reloj y apenas faltan unos minutos para la tertulia. Reanuda el estruendoso pedaleo.

La Tertulia del Trébol (así llaman a sus encuentros periódicos) tiene lugar en un local situado en una estrecha calle perpendicular a Antonio López. La puerta exterior da acceso a una sala diáfana y agradablemente iluminada. A lo largo de las paredes se apilan mesas y sillas dobladas, intercaladas por cajas y estanterías que guardan los materiales de los talleres de expresión corporal (y alguna cosa más que Perikles ya no recuerda) que acoge el espacio. No hay nadie. La mayor parte de una de las paredes, sin embargo, la ocupa un denso telón que cae del techo. Detrás, una escalerita de madera permite acceder a otra sala. Mientras sube, Perikles escucha vagamente una conversación que le adelanta que no es el primero en llegar. De hecho, es el último. Aunque no puede estar seguro de eso, la tertulia no tiene fronteras sólidas y la gente viene y va según fluyen las invitaciones y varían los temas de conversación con el paso del tiempo. Parece que sí, porque todo el mundo está sentado y concentrado en la conversación. Las caras de sus camaradas revelan que el estado de ánimo colectivo oscila entre la sorpresa y la inquietud. Hay un sobre tamaño folio que aparenta al menos medio siglo en el centro de la mesa. De color café, está aún cerrado por un sello que ha estampado la forma de un sol en cera roja. Debajo, se lee en letras blancas: “Operation Midday Climax”. -Siéntate, te estábamos esperando para abrirlo-.

La conspiración es un contrapoder, la organización de la fuerza de los débiles, y, como el apoyo mutuo y el peer-to-peer, se compone de vínculos de amistad y confianza

Nadie sabe cómo ha llegado ahí. No parece ser una broma. Y, si lo es, es una broma muy seria. El primer obstáculo no es otro que abrir el sobre. La cera, que parece más bien lacre, está dura. Un poco de fuego de un mechero, un cuchillo y mucha maña permiten extraer su contenido sin dañar el papel arrugado y quebradizo. La siguiente dificultad es entender los archivos impresos que protegía el sobre. Haciendo un recuento, identifican hasta dieciséis idiomas (conocidos). Como algunos documentos están en español, y entre las presentes hay quien se defiende en alemán, italiano y francés, no hay problema con esos. Pero nadie puede traducir los que logran situar como japonés, náhuatl, árabe o checo. Menos posibilidades aún tienen con otros tantos que presentan símbolos ininteligibles, principalmente cuneiformes. Quién sabe si son arcaicos o extraterrestres... Las formas, colores y materiales de esos “papeles” son muy desconcertantes. Desde luego, no son rectangulares sino más bien curvilíneos, con colores brillantes que solo revelan su contenido en determinadas posiciones respecto de la luz y al tacto parecen hechas de diversas sustancias resinosas. Tras superar la fascinación inicial, y descartada la opción de que alguien en la tertulia despliegue sus cualidades ocultas para la xenoglosia, se ponen a investigar. Las conclusiones preliminares apuntan a que todos esos documentos forman parte de una espiralada conspiración.

Si hay algo que hace aún más inquietante la situación es que el último encuentro lo dedicaron a comentar el Manifiesto Conspiracionista (texto anónimo, editado por Pepitas de Calabaza). En concreto, el debate giró en torno a diferenciar entre complot y conspiración, una necesidad operativa en estos tiempos en los que los (neo)reaccionarios se han apropiado de la conspiración como estrategia política. El complot es una lucha por el poder, para no perder los privilegios y/o aumentar el dominio sobre los demás. La hipocresía, la desconfianza y la paranoia son sus partículas elementales. El ejemplo más claro sería QAnon o la Alt-Right encabezada por Trump. Pero la conspiración es otra cosa. Del latín con spirare, literalmente respirar juntos o compartir el mismo espíritu. La conspiración es un contrapoder, la organización de la fuerza de los débiles. Desde los grupos de apoyo mutuo del anarquismo hasta las redes cibernéticas peer-to-peer, la conspiración se compone de vínculos basados en la amistad y la confianza. Practica el disimulo: cinismo con los poderosos y ética con los pares. Confabula para producir realidades ácratas. La tertulia terminó con la reflexión de que, quizás, ella misma podría ser una conspiración. Quizás, porque, aunque funcionase como una resistencia espaciotemporal a la aceleración del presente, faltaba un horizonte hacia el que caminar, un motivo, un plan. El sobre misterioso les ha dado uno.

Como Internet, el LSD es un dispositivo utilizado como máquina de guerra en sus orígenes, cuya popularización posibilitó su uso como herramienta liberadora

El nombre del dossier “Operation Midday Climax” es una referencia invertida a “Operation Midnight Climax“, un subproyecto de MK-ULTRA, el programa de investigación sobre control mental puesto en marcha por la CIA en la década de los 50 al calor de la Guerra Fría. Estados Unidos temió que los soviéticos estuvieran avanzando en este ámbito y decidieron iniciar otra carrera más (como la espacial o la nuclear) para no quedarse atrás. La operación consistió en la administración sin consentimiento de dosis continuadas de LSD en edificios específicamente montados para la ocasión, en su mayoría a personas situadas en los márgenes de la sociedad. El LSD (siglas del alemán para dietilamida de ácido lisérgico) fue sintetizado en 1938 por el químico Albert Hoffman a partir de los alcaloides de un hongo, el cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea), aunque hasta 1943 no descubrió su potencial psicodélico, lo que condujo a la experimentación en psicoterapias. Este programa estuvo activo entre 1954 y 1965, cuando la CIA decidió cancelarlo. Fue justo después (y si no hay causa-efecto al menos hay correlación) que el LSD se expandió con su uso lúdico durante la expansión de la contracultura en las décadas de los 60 y 70 (hasta su prohibición en los 80 en el marco de la ”Guerra contra las Drogas“ promovida por Reagan, padre político del neoliberalismo). Como Internet, el LSD es un dispositivo utilizado como máquina de guerra en sus orígenes, cuya popularización posibilitó su uso como herramienta liberadora.

Este contexto puede explicar por qué los documentos sitúan al filósofo Herbert Marcuse como el conductor principal (más en el sentido de conducir la electricidad que de manejar un timón) de la “Operation Midday Climax”. No puede ser una casualidad que Marcuse trabajase durante la Segunda Guerra Mundial en la Research and Analysis Branch (Rama de Investigación y Análisis) de la Office of Strategic Services (Oficina de Servicios Estratégicos), precedente directo de la CIA, y, posteriormente, se convirtiese en uno de los intelectuales más populares e influyentes de la contracultura y la Nueva Izquierda. LSD y Marcuse, una historia paralela del control a la liberación. Pero Marcuse no es el único en los archivos que lxs tertulianxs conocen. Algunos documentos se dedican a recorrer un hilo histórico y filosófico que se remonta al trío de materialistas de la Antigüedad: Demócrito con sus viajes por Oriente, Epicuro con su jardín, y Lucrecio con su poesía. También aparecen los que denominan las “3Zs” de la filosofía: SpinoZa, NietZsche, y DeleuZe. No queda claro si estas apariciones significan que simplemente son referentes para la operación, o si de algún modo estaban implicados. Pero, ¿cómo podrían estarlo? La mayoría de papeles tienen fechas de la década de los 60, pero también hay pergaminos milenarios y cartas del siglo XVII. La única firma que se repite es “NIKA”, pero no está claro si es el nombre de un grupo u otra entidad.

Después de un par de horas sumergidos en el dossier, la tertulia da, por fin, con el documento que parece explicar en qué consiste la “Operation Midday Climax”. Un auténtico delirio. Según parece, NIKA accedió a la información que, años más tarde, fue publicada en Los límites del crecimiento, un informe de 1972 encargado por el Club de Roma (un think tank creado en 1968 para afrontar la complejidad creciente del mundo) al MIT. Puesto que, de mantener el rumbo, la humanidad se dirigía hacia un colapso civilizatorio, NIKA diseñó un plan de emergencia, una línea de fuga. Si en los siguientes 50 años no habíamos sido capaces de salir del paradigma del crecimiento infinito, una p(l)andemia de LSD sería el detonante para disponer de una alternativa de cambiar el rumbo. De manera muy similar al debate entre dos científicos en 1968 con el que arranca The Last of Us, NIKA planeó que para 2028, de mantenerse el aumento de las temperaturas, y aprovechando el avance de la ingeniería genética, diversos participantes en la conspiración (autodenominados “biohackers”) se infiltrarían en la corporación agroindustrial Monsanto para insertar un código en el centeno transgénico y que se propague el cornezuelo lisérgico por el mundo. Una fecha aparece marcada en rojo: 15 de mayo de 2028, a las 12.00 horas. También una advertencia: el LSD, si bien permite un hackeo metafísico, no modifica inherentemente las conciencias para destituir la subjetividad neoliberal. Solo es una posibilidad. El trabajo que propone NIKA a quienes lean el dossier es, precisamente, preparar el terreno de las conciencias para cuando el momento llegue.

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Ficciones que se hacen reales a sí mismas.
Desde este concepto de la Cybernetic Culture Research Unit (CCRU) nos posicionamos para narrar: creemos profundamente en la investigación de las soluciones imaginarias. Somos la consecuencia de la hipótesis cibernética que destruye la distinción entre ficción y realidad. Bajo esta premisa, este espacio es un experimento de teoría-ficción para intervenir en la realidad mediante el diseño de líneas de fuga a la cibernética y la producción de deseo poscapitalista.
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