Green European Journal
¿Al margen de todo? Cómo la economía excluye a las mujeres

El 'Green European Journal' entrevista a la economista Edith Kuiper, quien acaba de publicar 'A Herstory of Economics', un libro que invita a reinterpretar la historia del pensamiento económico a través del trabajo de las economistas que han sido invisibilizadas a lo largo de la historia.
Edith Kuiper Economista
Edith Kuiper es profesora asociada y presidenta del Departamento de Economía de la Universidad Estatal de Nueva York.
Artículo publicado originalmente en inglés en el Green European Journal y publicado en El Salto de la mano de Ecopolítica.
4 sep 2023 06:00

Las mujeres son todavía prácticamente invisibles en la economía. El número de profesoras universitarias es increíblemente bajo y la teoría económica ortodoxa continúa obviando las perspectivas femeninas. El Green European Journal entrevistó a la economista Edith Kuiper sobre su libro A Herstory of Economics (Polity, 2022), que pretende dar a mujeres economistas la visibilidad que merecen e incita a interpretar la historia del pensamiento económico a través de su perspectiva.

Su libro gira en torno al pensamiento y la obra de mujeres economistas que la profesión ha marginado durante siglos. ¿A qué se debe esta injusticia?
El trabajo llevado a cabo hasta la fecha sobre las mujeres en la economía se ha centrado principalmente en el siglo XX, momento en el que la economía se convirtió en ciencia y se profesionalizó como tal. Las primeras mujeres economistas aparecieron a finales del XIX, pero en mi libro me remonto al XVIII, ya que me interesan los orígenes de la economía política. Analizo la obra de mujeres que escribían sobre economía sin ser miembros de la academia o la política económica.

En el contexto actual es difícil que la gente se haga una idea de cuán jerárquica y patriarcal era la sociedad occidental en aquel entonces, especialmente en Inglaterra. Las mujeres vivían literalmente bajo el control de los hombres. El sistema legislativo invisibilizaba a las mujeres que, a todos los efectos prácticos, se convertían en propiedad de sus maridos al casarse: perdían sus derechos de propiedad, sus herencias y la patria potestad de sus hijos. Todas las decisiones legales recaían en sus maridos.

Y la privación de derechos empezaba incluso antes del matrimonio: las mujeres no tenían acceso a la educación, con excepción de una minoría de mujeres aristócratas a las que se les permitía unirse a las clases privadas de sus hermanos cuando su tutor les visitaba. Esta situación tenía consecuencias sustanciales, y es que cuando una persona carece de educación no es capaz de leer ni escribir, conocer sus derechos o defenderse legalmente, y queda por tanto excluida del debate intelectual a nivel social, sin hablar del acceso a un empleo de calidad. Y, obviamente, es extremadamente difícil que una persona en esta posición se organice políticamente.

¿Qué efectos tuvo este acceso a la educación a través de los tutores de sus hermanos del que algunas mujeres gozaron?
En el siglo XVIII, algunas de estas mujeres que consiguieron acceder a la educación fundaron escuelas para otras mujeres y escribieron sobre la importancia de la educación. Sarah Trimmer (conocida escritora de literatura infantil británica del siglo XVIII) es una de estas importantes mujeres. Escribió un libro dirigido a mujeres sobre cómo establecer una escuela. Lo mismo ocurre con las obras sobre economía escritas por mujeres a nivel general; muchas de ellas estaban dirigidas a otras mujeres.

¿Por qué a otras mujeres y no al conjunto de la sociedad?
En esa época el género estructuraba profundamente la vida de todas las personas. En el siglo XVIII los hombres controlaban la esfera pública y la economía, mientras que las mujeres estaban cada vez más encerradas en la esfera privada, sin acceso a la educación ni posibilidades de ganarse la vida por sí mismas o labrarse una carrera.

El pensamiento económico se desarrolla en este contexto, alejado de las mujeres. La economía política se desarrolla en clubes de hombres a los que las mujeres no tenían acceso y en los que sus intereses y los temas económicos que las concernían ni siquiera se trataban y debatían.

Las mujeres quedaron excluidas de las teorías planteadas por Adam Smith, David Ricardo y Thomas Malthus, que constituyen las bases del pensamiento económico y que fueron inimpugnables hasta finales del siglo XIX. La revolución marginalista posterior no fue menos excluyente. Esta nueva vertiente introdujo un enfoque más técnico y da por sentado el capitalismo. Las mujeres fueron excluidas porque sus teorías no parten del agente económico masculino racional y egoísta que se asumía como neutral y genérico.

Las mujeres fueron excluidas de las teorías que sentaron las bases del pensamiento económico

Algunos pensadores afirmaron que sus teorías también concernían a las mujeres, lo cual era evidentemente falso, pero no había ninguna mujer en la sala para hacérselo ver. De hecho, se entendía que las cuestiones femeninas eran algo anormal que debía quedar permanecer relegado al hogar, considerado un entorno ajeno al ámbito económico. El hogar en sí ya había quedado excluido de la economía política, tal y como la había definido Adam Smith. Vemos así que las mujeres no solo quedaban físicamente excluidas de los lugares donde se desarrollaba la economía, sino que sus experiencias, su agencia y sus intereses también eran ignorados.

¿No resultaba obvio para estos teóricos que una teoría económica construida alrededor de un ideal, el de hombre puramente racional (probablemente blanco y rico) no tendría una aplicación general?
Claro, la idea era que estos pensadores estaban describiendo hombres activos en la vida pública; en general, hombres de negocios. Más adelante también se centraron en los trabajadores. Estamos hablando de un ambiente académico formado por hombres blancos de clase media-alta. Eran occidentales, blancos y tenían el control de la sociedad, así que para ellos era normal pensar que sus intereses eran lo más importante del mundo. No tenían razones para cuestionar sus privilegios. Esta tradición continúa hasta nuestros días.

Por supuesto que estos intelectuales podrían haber cuestionado la idea de representaran a toda la humanidad, pero no creían que esta fuera una cuestión que les fuera a permitir avanzar en su ámbito de estudio. Podría ser incluso disruptivo para sus carreras personales. Así que no hablaban ni pensaban sobre ello.

Mencionaste antes que, a pesar de todo, hubo algunas mujeres que consiguieron acceder a la educación y empezaron a reflexionar sobre la economía, entre otras cosas. ¿Quiénes fueron estas mujeres?
Este es otro aspecto interesante: las mujeres no solo fueron excluidas de la academia y del foco de atención económico; también fueron borradas de la historia de la economía. Hubo mujeres que alcanzaron reconocimiento durante sus vidas, pero cuyos nombres apenas se mencionan en la literatura económica. Un ejemplo es Émilie du Châtelet. Ha sido redescubierta recientemente, pero hace diez años tan solo se la conocía como una amante excéntrica de Voltaire. Parece que en realidad contribuyó de manera activa a la Ilustración francesa. Tenía su propia comunidad, a la que acudían matemáticos, filósofos y otros intelectuales, incluso alguien como Voltaire, para escribir y debatir sobre temas relevantes. Tradujo la obra de Mandeville y de Newton al francés, añadiendo sus propias ideas en forma de introducciones y comentarios. Pero los historiadores que han escrito la historia del pensamiento económico son hombres y han considerado sus contribuciones de poco interés.

La economía está muy ligada al poder

Otro nombre importante es el de Sophie de Grouchy de Condorcet, quien tradujo la Teoría de los sentimientos morales de Adam Smith al francés y añadió una serie de ocho cartas con sus propios comentarios. Estas cartas no se tradujeron al inglés hasta el 2008. Como miembro de la aristocracia, estaba excelentemente conectada, ejercía de anfitriona de su propio salón y era popular entre la intelectualidad de la época. Sin embargo, los historiadores económicos mencionan casi exclusivamente a su marido y consideran su trabajo irrelevante. De hecho, gran parte de la obra de estas pensadoras aborda temas que la teoría económica no consideraba relevante, como el matrimonio como institución económica, la educación y el comportamiento de los consumidores. Esta es otra razón por la cual los historiadores consideran poco interesante el trabajo de estas mujeres.

Si bien cada vez más mujeres estudian economía en el siglo XXI, continúan en el margen. No tienen poder de decisión sobre la dirección de la disciplina porque continúan siendo una minoría en la titularidad de las plazas de profesorado universitario. En el 2021 tan solo el 15 % de estas plazas de los Estados Unidos están ocupadas por mujeres. Las mujeres continúan siendo una excepción y esto no es bueno para la ciencia económica.

¿Cuál fue tu experiencia personal cuando accediste por primera vez al campo de la economía?
En nuestras sociedades, la economía funciona como una religión: determina nuestras decisiones en torno a quién recibe el qué y por qué. Así que quería entender la lógica detrás de la economía. Me interesaba especialmente entender la razón por la cual la economía está más interesada en usar a la gente para producir riqueza que en producir riqueza para hacer feliz a la gente.

Y ya en la primera semana de la carrera me di cuenta de que el enfoque económico ortodoxo es muy limitado, lo que lo convierte en algo peligroso. Si le dices una y otra vez a las personas que son seres egoístas, se convertirán en seres egoístas. En esa época la academia estaba dominada por la economía neoclásica, el marxismo estaba silenciado y otros enfoques eran marginados y vilipendiados, al menos hasta los años noventa. No había apenas espacio para desarrollar una perspectiva económica alternativa. Esto implicaba que un estudio que aplicase un enfoque alternativo no obtenía reconocimiento en el ámbito académico. Recuerdo que en mi departamento se reían incluso de Amartya Sen, el premio nobel. Era la época en la que la economía neoclásica no solo era dominante en la academia, también lo era en los espacios de decisión en materia de política económica como el Banco Mundial y el FMI. En todas las universidades se estudiaban las mismas teorías y los académicos críticos planteaban preocupaciones similares en todo el mundo.

A pesar de todo, un grupo de mujeres decidimos empezar a estudiar la economía de las mujeres. Nos encontramos con que apenas existían libros sobre los temas que nos interesaban y esto fue duro y emocionante a la vez. En un momento dado conocí a una colega, Jolande Sap, con la que compartía una visión similar sobre género, feminismo y economía. Decidimos organizar una conferencia internacional. Fui a los Estados Unidos, donde la academia estaba un poco más avanzada en estos temas, y los estadounidenses vinieron a Ámsterdam para facilitar el intercambio de ideas. De esta manera pudimos entrar en contacto con gente de todo el mundo que pensaban que el género había sido un factor estructurante en el desarrollo de la economía política y la ciencia económica. Y fue sencillamente fantástico.

A la conferencia asistieron aproximadamente 120 personas de distintas partes del mundo y todas entendíamos de lo que hablábamos. Esto fue una clara señal de lo importante que era nuestro enfoque en torno al género y la economía.

Hasta la fecha solo dos mujeres economistas han ganado el Premio Nobel: Elinor Ostrom y Esther Duflo. ¿A qué se debe? Incluso teniendo en cuenta que solo el 15% de los profesores universitarios titulares son mujeres, debería haber suficiente material como para elegir a más economistas mujeres. ¿Crees que existe un problema dentro del comité que adjudica el Nobel de Economía?
Sí, el problema es una parte de la cultura imperante en el campo de la economía. Hay ciertas preguntas que deberíamos hacernos: ¿A quién se selecciona para formar parte del comité? ¿Cuáles son sus valores? Conozco personas que serían fantásticas candidatas, pero la nominación requiere tiempo y contactos, y las economistas feministas raramente disponen del tiempo y los contactos necesarios.

En general, el Premio Nobel refleja la situación en la que se encuentra en ese momento el campo de la economía. No tengo ninguna esperanza de que en los próximos veinte años el comité Nobel le otorgue el premio a una mujer afroamericana. Cuando Ostrom fue galardonada Gary Becker protestó, afirmando que la economía se estaba convirtiendo en una ciencia social o cultural. Es una actitud sexista muy enraizada.

Una de las maneras de proteger el estatus de la economía como ciencia ha sido incrementar el uso de las matemáticas en las teorías económicas. Pero creo que el énfasis en las matemáticas no surge de una necesidad real. Lo que pasa es que, si bien la física tiene un objeto de estudio muy concreto, «la economía» es una construcción social y política. Así que la definición de lo que es economía no es algo obvio y frente a esto, los economistas la han definido a lo largo de los años como una actividad en las que las mujeres no participan. El patriarcado se ha hecho hueco en la economía política desde sus mismos inicios. De hecho, la economía está muy ligada al poder; brinda una ideología que racionaliza las relaciones económicas. Las personas con poder económico ostentan también el poder social, así que los economistas tienen una plataforma enorme. Por ejemplo, si 200 economistas afirman que debe incrementarse el sueldo mínimo esto se convierte en noticia.

¿Cuál es la lección que el activismo y los partidos políticos progresistas deberían extraer de tu libro?
Escribir el libro me ha hecho darme cuenta de la dimensión del impacto del patriarcado en el pensamiento económico. Ya era consciente de ello, pero no sabía que había sido prácticamente fundacional. A pesar de todo, creo que es un libro reconfortante en el sentido de que muchas de las personas que aparecen hicieron muchas más cosas de las que una creería basándose en las narrativas dominantes. Su obra aterriza el pensamiento económico y lo conduce de nuevo a nuestras experiencias vividas y nuestros problemas cotidianos.

El pensamiento económico dominante actual es tan solo una visión del funcionamiento de la economía. Puede que sea la dominante, pero no deja de ser una visión limitada.

Fueron mujeres de éxito, a pesar de que no aparecen en los libros de historia. De hecho, muchas de ellas fueron enormemente famosas durante sus vidas. Todo el mundo las conocía. Y, sin embargo, sus nombres fueron borrados de los libros de historia.

En este sentido, el libro puede inspirar a pensar de manera diferente sobre la economía y a reflexionar sobre cómo hacerla más justa. También puede contribuir a que los lectores entiendan que el pensamiento económico dominante actual es tan solo una visión del funcionamiento de la economía. Puede que sea la dominante, pero no deja de ser una visión limitada. Yo llamo a la teoría económica dominante «economía del statu quo» porque es incapaz de hacer frente a cambios sustanciales en la economía como, por ejemplo, el cambio climático. Mi libro demuestra que, si integras a las mujeres, si reconoces sus voces, y las voces de las mujeres racializadas en particular, es posible aprender algo increíble. Para entender lo que está ocurriendo en la economía es necesario escuchar estas voces y tomarlas en serio.

Mencionas que la economía statu quo es incapaz de hacer frente al cambio climático. ¿Cómo podría la economía feminista ayudar a incluir el tema en la agenda política?
El movimiento feminista y el ecologista han tenido unos intereses similares o paralelos a lo largo de la historia. Sus preocupaciones fueron marginadas por el pensamiento económico dominante. Los modelos económicos neoclásicos dan por sentada la existencia de la naturaleza y, como tal, su disponibilidad constante. Pasa algo parecido con el trabajo de las mujeres en el ámbito doméstico, que se da por sentado y no se considera ni un valor ni un coste. Esto hace que, hasta cierto punto, ambos ámbitos se enfrenten a problemas similares.

En el pasado, las economistas feministas han titubeado a la hora de acercarse al movimiento ecologista, en parte debido al esencialismo que corre a vincular la naturaleza y las mujeres. Economistas feministas como Bina Agarwal mostraron como este no es un enfoque demasiado útil. Al mismo tiempo, el ecologismo ha llegado muchas veces a conclusiones parecidas a las de las economistas feministas sin acabar de reconocer sus similitudes. Y esto implica que, hasta cierto punto, estamos inventando la rueda por partida doble y simplemente dándole nombres diferentes.

Creo que ahora la economía feminista y el movimiento ecologista son cada vez más conscientes de que deben cooperar y entender mejor los intereses que unen a ambos movimientos. En los últimos tiempos se ha trabajado mucho para alcanzar un entendimiento en cuanto a sus problemas, las causas de fondo y las posibles soluciones. En mi opinión, el movimiento ecologista y las economistas feministas podrían potenciar conjuntamente el alcance de su mensaje común.

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Artículo publicado originalmente en inglés en el Green European Journal y publicado en El Salto de la mano de Ecopolítica.

 


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