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El viaje de Abu Bakar Jagitay desde Sierra Leona a Barcelona le llevó por Guinea Conakri, Mali, Burkina Faso, Argelia y Marruecos. Apenas lleva cuatro meses y medio en la capital catalana, aún prefiere contar su historia en inglés, pero ha encontrado en el lenguaje universal del fútbol una forma de acomodar sus primeros pasos en su país de acogida. Abu forma parte del grupo de refugiados que, desde hace un par de meses, se encuentra cada miércoles, al mediodía, para jugar en el estadio del Sant Andreu, que el club cede gratis.
“¿Y por qué no fútbol?”, se preguntó Hug López Solà, de 29 años, vecino de Nou Barris y aficionado del conjunto cuadribarrado. Aficionado a viajar y voluntario como profesor de español en la ONG Barcelonactua, decidió unir su vocación y su pasión. “Mi idea era solamente que nos dejaran el césped”, explica, “pero el club se implicó al máximo desde el primer momento. Lo pone todo: los vestuarios, duchas, las camisetas, que se las encuentran preparadas en el vestuario como si se tratara de un partido oficial. Y cuando acaba hacemos nuestro propio tercer tiempo, al estilo rugby, con bocadillos, fruta, zumos…”.
“La idea nos pareció perfecta enseguida. Encajaba con nuestras otras iniciativas y lo estamos haciendo con mucha ilusión”, dice Josep Hormigo, responsable del área social del club. Esta al lado de Barcelonactua no es la primera iniciativa de este tipo en la que se ha implicado el Sant Andreu. Desde 2017 colabora con los Special Olympics con cinco equipos en su fútbol base, aunque su acción más mediática la llevó a cabo en uno de los momentos más importantes de su historia reciente.
Esta temporada, el Sant Andreu fue el único equipo de Tercera división capaz de colarse en los octavos de final de la Copa del Rey y en el sorteo le concedió un atractivo duelo contra el Atlético de Madrid. De cara al partido en el Wanda Metropolitano, en el momento de mayor exposición mediática para el club en los últimos años, decidió estampar en su camiseta, junto a las cuatro barras, el logotipo Proactiva Open Arms, con el que sigue a día de hoy.
Josep Hormigo reconoce que “hay ciertos sectores que se han sentido algo incómodos con iniciativas como la de Open Arms —el barco estuvo más de cien días inmovilizado en el puerto de Barcelona—, pero nosotros estamos plenamente convencidos de ello. Nuestro presidente, Manuel Camino, mantiene una gran relación con Óscar Camps desde que coincidieron por primera vez. Nuestra implicación es total y la de entidades pequeñas como la nuestra, en el momento actual, es muy importante”.
Acción local
Hace siete años, Laia Serrano decidió dar un vuelco a su vida y poner en marcha Barcelonactua, una plataforma de voluntariado que trabaja con una doble misión: abordar la problemática de colectivos en situación de vulnerabilidad en Barcelona y, al mismo tiempo, fomentar la movilización ciudadana.
“No hay deporte mejor que el fútbol, quien más y quien menos puede dar una patada a un balón. Juegan entre ellos y con algunos de los voluntarios. Lo que queremos es fomentar siempre el intercambio cultural. Algunos de los chicos también participan como voluntarios en otras acciones”, explica Laia. A los partidos se han unido estadounidenses, suecos e ingleses.
Para Laia, el fútbol “hace que los chicos se sientan importantes. Sienten que hay gente que está por ellos. Muchos no pueden trabajar, así que el partido de cada semana es su único compromiso semanal. Esas dos horas rompen con su día a día. Es el primer paso, esperamos poder formar un equipo de cara a la próxima temporada y poder participar en alguna liguilla. Aunque es complicado, muchos ellos están de paso”, reconoce.
Barcelonactua trabaja en cinco ámbitos de actuación: niños y jóvenes, gente mayor, sin techo, mujeres y refugiados e inmigrantes a través de varias vías, principalmente el idioma castellano —y los que lo deseen también en catalán—, actividades formativas y lúdicas como informática o salidas, a las que ahora se ha sumado el fútbol.
El reclamo del balón ha funcionado. Varios chicos se han unido a las actividades de la fundación a través de los partidos. Apenas cinco o seis acudieron al estadio Narcís Sala aquel primer miércoles, ahora ya se disputa a campo completo con 11 jugadores por banda y varios cambios. “Lo expliqué a los compañeros de mi hostel y se mostraron interesados en venir. Ahora estamos todos aquí, cada vez somos más”, cuenta Abu Bakar Jagitay.
La mayoría de ellos provienen de la África negra, de Sierra Leona como Abu, también de Gambia, Camerún, Senegal o, como Keita Mohamed, de 23 años, de Guinea Conakri. Como Abu lleva poco tiempo en Barcelona, cuatro meses, estudia castellano y se ha lanzado con el catalán. Como la mayoría de ellos, llegó a España a través de Marruecos y tras una semana en Motril llegó a Catalunya con la Cruz Roja.
“Mi deporte favorito es el fútbol, un amigo me dijo que había la opción de venir aquí los miércoles y desde entonces he venido todos los días. Es muy divertido, me olvido de muchas preocupaciones. No puedo trabajar pero aquí solo pienso en jugar. Juego con amigos y he encontrado muchas personas nuevas, puedo ducharme y comer”, explica Keita. “Barcelona es la mejor ciudad del mundo para mí. He encontrado gente muy amable. Quiero quedarme a vivir en Barcelona. Sant Andreu es magnífico”.
L’Orgull del Poble
Mayores y no tan mayores aún “se van a Barcelona” cuando se desplazan al centro de la ciudad. Barrio de especial carácter, pueblo para muchos, anexionado a Barcelona de forma forzosa 122 años atrás, Sant Andreu permaneció separado físicamente del Eixample por los campos de Sant Martí hasta bien entrada la década de los años 60.
A finales del siglo XIX aumentó su población por diez con la llegada de la industria, especialmente textil, y es a través de la industria como el fútbol llegó al barrio. El Escocés Football Club, fundado por trabajadores escoceses de la fábrica Fabra i Coats, apenas tuvo un año de vida en 1899, pero una fotografía del equipo está certificada como la más antigua de un club de fútbol en España. Aquella efímera experiencia sirvió de inspiración para la formación de otros clubs como l’Avenç y l’Andreuenc, de cuya fusión en 1909 surgió lo que hoy es la Unió Esportiva Sant Andreu.
El fin de la Guerra Civil supuso que el club perdiera el escudo y la senyera de su camiseta, no recuperada hasta 1954. “Durante el franquismo, el club pasó a manos de gente de orden y no fue hasta la década de los 80 cuando regresó a los empresarios del barrio, aunque la afición nunca perdió su perfil obrero”, explica Jordi Petit, historiador, exdirectivo y coautor del libro del centenario del club. Durante los 90 el Front Andreuenc fue su grupo de animación más activo. En 2007, los Desperdicis —ultras antifascistas como se autodefinen—, recogieron parte de aquel espíritu.
“Con la llegada de Manuel Camino en 2011 —después de siete años de presidencia de Joan Gaspart— intentamos recuperar el tejido que se había perdido, colaborar y vincularnos con las entidades del barrio, hacernos partícipes de las inquietudes del pueblo y hacer que de esta forma el barrio se implicara también más estrechamente con el club”, añade Petit.
L’Orgull del Poble, El Orgullo del Pueblo, reza el eslogan del club. Que los vínculos se mantengan estrechos es parte esencial de la idiosincrasia del Sant Andreu. Refugiados y voluntarios, tienen contacto con los jóvenes del fútbol base, formado por 44 equipos y más de 700 jugadores en categorías masculina y femenina. “Para que los chicos vean que existen otras realidades”, explica el coordinador de la cantera, David Mordillo.
Para Josep Hormigo, el objetivo es que “crezca la implicación por parte de la afición, que se cree un poco de comunidad. Queremos potenciar la participación de la gente del barrio para ayudar a la integración de los chicos”. El club ha pedido botas a los aficionados para los refugiados, ha recogido ropa a través del proyecto Banc de Roba de la fundación AEMA y en el derbi ante contra el Europa (equipo del barrio de Gracia) organizó una recogida de alimentos destinada al Rebost de Sant Andreu.
“Nos hacen falta apoyos”, reconoce Laia Serrano. “Para muchos de ellos, algo tan simple como poder costearse el título de transporte público para llegar al estadio puede ser complicado”. Barcelonactua y el Sant Andreu han contado ya con el apoyo del jugador del FC Barcelona Rafinha, cuya implicación con el proyecto podría ir a más.
Contra el fútbol moderno
Hug se describe como un “idealista del fútbol” y tiene claro el papel que tienen de desarrollar el fútbol modesto ahora que el profesional se ha alejado de la realidad de la calle. “Es muy importante que los clubes pequeños den este tipo de pasos. Soy una persona en contra del fútbol moderno y eslóganes de ‘más que un club’ que luego no se ven del todo reflejados. Estos grandes clubes que tanto podrían hacer para ayudar tienen ahora un ejemplo de cómo se pueden hacer las cosas. Que el Sant Andreu, un club de Tercera, que podría llevar un sponsor en su camiseta pero prefiere llevar Open Arms, esté haciendo todo lo que está haciendo es un gran ejemplo”.
“Mucha gente nos pregunta y nos felicita. Al Sant Andreu algunas veces no se le da importancia a nivel de barrio porque no logramos ascender de categoría y en el fútbol al final es lo que se valora, pero ahora hemos tenido una respuesta muy bonita. Hay gente que ahora quiere hacerse socia o colaborar con nuestras iniciativas”, explica Josep Hormigo.
Hug tiene un deseo y este es el primer paso. “Quería poner mi granito de arena para que, si el Sant Andreu asciende categorías y puede llegar a crecer, pueda ser un club similar a lo que es el Rayo Vallecano en Primera. Un equipo de barrio que evita el desahucio y paga el alquiler de una abuela o en el que su entrenador y jugadores acuden de forma regular a los comedores sociales”.
“El fútbol tendría que ser esto”, sentencia, “algo más cercano”.
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Qué bonita historia. Ojalá cunda el ejemplo. Querría a utilizar este artículo en mis clases. Les pido permiso para ello. Gracias al autor y a Elsaltodiario.com