Entrevista La Poderío
“Nuestros propios álbumes familiares son un objeto político, casi siempre custodiados y narrados por mujeres”

María Rosa Aránega (Almería, 1995) llegó a la Guerra Civil y al franquismo a través de los silencios de sus abuelas y de sus padres, y del terror y la desconfianza que estos sentían hacia el Estado y las fuerzas de seguridad. Un trauma colectivo silenciado que poco parecía tener que ver con su generación y que, sin embargo, está en el centro de su trabajo de investigación como artista plástica.
María Rosa Aránega 01 - La Poderío
María Rosa Aránega | Foto cedida por Galerna
La Poderío
4 feb 2023 08:51

Imaginar el pasado de un modo más vivo; tener en cuenta en esta nueva construcción los relatos periféricos que la historia hegemónica ha querido enterrar; recuperar estas voces a través de archivos de fuentes diversas y de testimonios orales para convertirlas en dibujos después; y difuminar los límites entre lo personal y lo social, lo individual y lo colectivo, lo familiar y lo histórico son solo algunas de las fases que esta joven artista plástica, afincada en Cúllar, experimenta en su proceso creativo.

Aprovechando que en estos momentos tiene dos exposiciones en activo, Tormento de mala nube en La Puebla de Cazalla, y Sepulcro a la cuna, en Montalbán de Córdoba, quisimos charlar con ella sobre su trabajo, que explora las relaciones entre memoria, política, violencia, abusos de poder, violaciones de Derechos Humanos y justicia social, así como su transmisión a personas que no lo han vivido.

Perteneces a una generación que está muy lejos de la Guerra Civil y de la dictadura franquista, temas centrales en tu trabajo de investigación y como artista plástica. ¿Qué te hace centrarte en esta época de nuestra historia? 
Pues muchísimos aspectos y consecuencias que me atraviesan tanto por mi género, mis valores, mi clase social, mi situación económica, mi capital cultural o mi origen. Las dificultades económicas y sociales a las que nos hemos enfrentado en mi familia, que prácticamente hasta que el cuerpo les ha dejado se han dedicado al campo, desarrollaron en mí de una forma muy temprana una conciencia política.

Desde la adolescencia siempre he estado pendiente de lo que ocurría en conflictos nacionales e internacionales. Sin embargo, de una forma muy orgánica comprendí que no se puede entender ninguna problemática del presente de forma aislada en la Historia. Allá por 2015 empecé a vincularme con varios movimientos activistas, y fueron muchas las veces que mis abuelas o mis padres me pedían que no lo hiciera. Tenían un miedo atroz y una desconfianza total hacia el Estado y sus fuerzas de la seguridad, así que quise ir a la raíz de ese terror. Preguntando a mis abuelas sobre su experiencia en la Guerra Civil y en la dictadura; y reconociendo que tanto en sus silencios como en sus palabras había un quiebre emocional y un trauma colectivo que había sido escuchado pocas veces o ninguna.

Por otro lado, abordando este momento del pasado reciente español puedo entender también ciertas derivas y patrones de comportamiento de otros momentos y contexto históricos, y conectar también con las víctimas de otros autoritarismos. Pero una de las cosas que más me impulsa a centrarme en la Guerra Civil y en el franquismo es la lamentable y tardía gestión de la memoria. ¿Cómo esperan que asimile los valores democráticos a la vez que normalice el abandono de las víctimas de una dictadura y la presencia franquista en todos los estratos de la sociedad a día de hoy? Esto es una anomalía democrática que me niego a asimilar empezando por la aceptación internacional que tuvo la dictadura y terminando por la privatización de las exhumaciones de las víctimas de crímenes de Estado.

Las secuelas y el daño de esos cuarenta años de dictadura y la pobreza democrática son más que evidentes

A mi generación se nos está educando en unos supuestos valores plenamente democráticos a la misma vez que vemos a ex altos mandos del Ejércitos deseando “fusilar a 26 millones de hijos de puta”, dueños de grandes empresas, eléctricas, clubes de fútbol, con vinculación a organizaciones fascistas, se les da cabida a partidos y organizaciones que atentan a derechos humanos fundamentales, se mantienen calles y monumentos a genocidas o España es el país con mayor número de artistas encarcelados…  Las secuelas y el daño de esos cuarenta años de dictadura y la pobreza democrática son más que evidentes. Así que básicamente me centro en este momento porque es urgente transmitir valores democráticos reales desde la elaboración y la no repetición del pasado. 

Hace unos días se celebró el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. ¿Qué riesgos supone para una sociedad no trabajar en su memoria? 
Uno de los mayores riesgos como sociedad es no tener herramientas para reconocer y marcar el límite a los discursos de odio. Creo también que hay una diferencia enorme entre hacer Historia y hacer memoria, ambas son necesarias y complementarias. Es difícil, por no decir imposible, dar en tecla con la gestión perfecta de un pasado traumático. A muchas personas se nos ha enseñado Historia como una sucesión de acontecimientos estancos, de una forma completamente fría con la que es imposible conectar, incluso aunque se trate del pasado más reciente. 

Lo que sí tengo claro es que cuando se hace Historia sin hacer memoria, puede existir cierta tendencia a una sobrehistorización o monumentalización, que más que acercarnos, parece que nos anestesia, encapsula y nos aleja del pasado, y nos impide integrarlo en nuestra historia personal o en nuestro día a día. Por eso aparecen discursos de odio gravísimos diariamente en televisión y mucha población no tiene las herramientas para detectarlos. Mucha gente tampoco sabe identificar la razón histórica de muchos conflictos políticos que han ocurrido hasta hace bien poco… Reconocernos como sujeto político e histórico de dentro hacia afuera es fundamental para saber a quién enfrentarse cuando sufrimos desigualdades, conflictos y demás atropellos actuales, que son una consecuencia irremediable de una cadena de decisiones políticas y eventos históricos.

Con tu trabajo cuestionas la historia que nos han contado e imaginas nuevos escenarios más esperanzadores. Por ejemplo, en tu exposición Medi Terraneum. Un mar entre tierras planteas una ruptura con el relato hegemónico que induce a la xenofobia. ¿Se puede conectar el pasado con el presente a través del arte e imaginar otros escenarios poniendo el foco, como tú lo haces, en los relatos periféricos?
Por supuesto. Imaginar nuevos escenarios y conectar cuestiones aparentemente inconexas es unas de las capacidades más útiles del arte contemporáneo. España es un país subdesarrollado en muchos sentidos, por ejemplo, en la escasez de espacios de creación de memoria viva, a diferencia de Latinoamérica, donde son numerosos los espacios de memoria que contienen piezas artísticas habitualmente, es decir, son espacios en continua interpretación, alejados de la monumentalización.

A través de la praxis artística puedo generar una experiencia física sobre voces o cuestiones históricamente ignoradas y construir espacios seguros de empatía y memoria viva

Además, el lenguaje artístico tiene cualidades y códigos propios, como la ficción, la metáfora, la intertextualidad, la materialidad o la veracidad, que llegan allá donde muchas veces los métodos académicos no pueden llegar. De ahí que me permita poner altavoz y cuerpo a relatos más minoritarios y periféricos. A través de la praxis artística puedo generar una experiencia física sobre voces o cuestiones históricamente ignoradas y construir espacios seguros de empatía y memoria viva, de encuentro, de pensamiento, de debate y de activación de relatos, lo cual me parece algo fundamental para el desarrollo sano de cualquier país que se considere democrático.

¿Cuál es tu punto de partida a la hora de trabajar e investigar en una idea para una obra o una exposición? Porque sé que además de acudir a archivos has acudido en alguna ocasión a entrevistas a tu propia familia. Y que tu pueblo, Cúllar, está presente en algunas de tus obras (Aquí yacen los restos de cinco compañeros)
El punto de partida casi siempre ha sido mi familia y mi entorno más cercano. Saber qué ha ocurrido en mi familia o en el suelo que piso es lo más importante para construirme como ciudadana y como artista. Este proceso sirve principalmente también para entender cómo afectan ciertos procesos históricos o sociales a mi historia personal. Con los años, poco a poco, mi trabajo de campo y mis intereses se han ido ramificando, pero todo lo que trato ha tenido que ver conmigo, con mi familia o con mi tierra. Y creo que he conseguido ese efecto vinculante también en más personas.  

En la exposición El silencio pones el foco en las violencias que se ejercieron contra las mujeres durante el franquismo y parte de la democracia. Conocemos, por ejemplo, la práctica de rapar en lugares públicos a algunas mujeres y obligarlas a hacer el saludo fascista. Sin embargo, casi no hay testimonios gráficos de esto. ¿Es el castigo de género franquista? ¿Qué planteas con este trabajo?
Con este trabajo mi objetivo era aprovechar el lenguaje artístico para visibilizar ese tipo de violencias específicas hacia las mujeres de las que, como has dicho, no hay registro documental y apenas visual, por lo que son prácticamente imposibles de rastrear porque las víctimas tampoco han encontrado un marco seguro donde ser escuchadas. Eran violencias basadas en la humillación y legitimadas por las autoridades franquistas y religiosas pero ejecutadas en muchos casos por la población civil, por lo que se encuentran en el limbo de la “alegalidad”.

El Silencio - María Rosa Aránega
‘El silencio’, en Centro Conde Duque Madrid, 2022 | María Rosa Aránega

El rapado de cabello era fruto de una percepción completamente reduccionista de la feminidad, y esto no exclusivo del franquismo. Tras la liberación de Francia también hay imágenes de rapados y vejaciones públicas a las mujeres que supuestamente habían tenido la más mínima relación con los nazis. Incluso en el siglo XVII, se rapaba a las mujeres acusadas de brujería para identificarlas como tal. También hay que hablar de otras prácticas difíciles de rastrear como el robo de bebés, las esterilizaciones forzadas, las agresiones sexuales, las vejaciones postmortem, la violencia económica o las mujeres que se convirtieron en el chivo expiatorio de los hombres perseguidos de su familia…  Esto ocurrió durante el franquismo e incluso en democracia, pero también ha ocurrido en otros contextos políticos porque todo forma parte de un mal mayor que es el patriarcado.

Tú misma has expresado que nuestro país no cuenta con un sistema democrático que pueda reparar ni dar voz a las pocas personas que aún quedan vivas y fueron víctimas de esta época. Y así nos vamos quedando sin testigos directos de capítulos tan importantes en nuestra historia como La Desbandá.
Exacto, esto es aún más palpable desde las zonas rurales, donde estamos abandonados en todos los aspectos que alguien se pueda imaginar. El altavoz es nulo, muchos de nuestros abuelos y abuelas se mueren con culpa, vergüenza, asimilando como parte del orden natural de su historia la miseria, la desigualdad o la falta de libertades de la dictadura… Es desolador el abandono por parte del Estado porque no están llegando a tiempo para facilitar espacios seguros donde escuchar y arrancar el miedo de raíz. Andalucía a día de hoy sigue siendo una de las regiones más pobres de Europa y también es la que tiene el mayor número de víctimas del franquismo en sus tierras. Quien tenga una conciencia histórica desarrollada podrá ver, si quiere, que estos son dos datos que se encuentran interconectados.

La práctica artística, trabajando en paralelo al movimiento memorialista, es esencial para visibilizar y denunciar merecidamente un determinado suceso

La Desbandá fue la mayor masacre de población civil durante la guerra y sin embargo se ha empezado a hablar de ella hace bien poco y gracias a que las asociaciones memorialistas están cargando con la tarea que le corresponde al Estado. En este sentido la práctica artística, trabajando en paralelo al movimiento memorialista, es esencial para visibilizar y denunciar merecidamente un determinado suceso. La muestra está en el bombardeo de Guernica, conocido mundialmente por la reinterpretación de Pablo Picasso.

En tu exposición Tormento de mala nube, que aún se puede visitar, haces una revisión de las violencias ejercidas en el territorio andaluz desde el año 711 hasta la actualidad. ¿Por qué eliges ese tramo temporal?
Me centré en él porque encontré una cita de Antonio Vállejo Nágera, psiquiatra franquista, que relacionaba al marxismo español con la existencia de judeo-moriscos. El móvil de este individuo era exterminar el “gen rojo” y son varias las alusiones que hace a su origen en los “conversos” que permanecían en la España de 1937. Además, fue común que los franquistas en la Guerra Civil hiciesen referencias a la “reconquista” o a los Reyes Católicos… En ese momento se conectaron en mi cabeza una sucesión de datos que tenían que ver con Andalucía, las conversiones y los bautismos forzados, la expulsión de judíos y moriscos, la persecución de los gitanos, nuestro acento, el flamenco y, en definitiva, la violencia política y económica que esta región ha sufrido históricamente y la manera de expresarla de forma atemporal a través del flamenco.

Además, también quería activar un relato resiliente y rabioso, alejado de la deformación y los prejuicios con la que se percibe a Andalucía y que tienen tanto que ver en la andalufobia, la cual he sufrido durante este último año que he tenido que vivir en Madrid. Cuando recibí la invitación para desarrollar un proyecto en el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván de La Puebla de Cazalla sentí que era mi momento para hilar todo esto así que empecé a investigar a partir de esas letras flamencas y reivindicativas de letristas y cantaores locales, porque el flamenco me parece la máxima manifestación de memoria viva e inmaterial y el contenido social y político de muchas letras es brutal. Para mí supuso un escalofrío epistemológico tremendo poder hilvanar, con el comisariado de María José Sánchez Gago y María Arregui Montero, un ensayo visual sobre la lucha agraria, la violencia histórica en Andalucía, y su transmisión a través del flamenco en un municipio donde además el gentilicio es “morisco/a”.

Tormento de mala nube - María Rosa Aránega
Obra de ‘Tormento de mala nube’, en el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván (La Puebla de Cazalla, 2022) | María Rosa Aránega

También se puede visitar tu exposición Del sepulcro a la cuna. De este trabajo has dicho que es un “cierre de etapa en tus búsquedas de archivos públicos y privados, institucionales y familiares”. ¿Qué supone este trabajo? ¿Es un punto de partida hacia otro lugar? 
Este trabajo que actualmente está en el Teatro Municipal de Montalbán, enmarcado en las Z Jornadas de Arte Contemporáneo, y está compuesto de trabajos realizados desde 2017 hasta 2022 de una forma completamente orgánica y sin saber adónde irían. Para mí el dibujo es un lenguaje para recuperar y reinterpretar determinadas fotografías, pero también para hacer una toma de conocimiento de lo que estoy dibujando. Unas imágenes provienen de archivos familiares, otras de archivos institucionales, en unas imágenes aparecen familias anónimas, en otras hay personajes públicos haciendo el saludo franquista… el comisariado de Rafael Jiménez y Demetrio Salces ha conseguido transmitir esa idea de que a día de hoy es imposible contar nuestra historia familiar sin incorporar también parte de la historia política del país. Nuestros propios álbumes familiares son un objeto político, que además casi siempre son custodiados y narrados por mujeres… 

Hacer este tipo de proyectos fuera de una capital de provincia y que sean acogidos tan bien es lo más agradecido que hay

Es la primera vez que muestro un trabajo tan extenso y la verdad que la acogida fue insuperable. La gente de Montalbán le dio el sentido que un “entendío” del arte jamás le hubiera dado y fue especialmente gratificante ver cómo tantas piezas que hice sin pretensión ninguna encontraban su forma y su utilidad entre personas que se reconocían y activaban historias propias en cada imagen. Hacer este tipo de proyectos fuera de una capital de provincia y que sean acogidos tan bien es lo más agradecido que hay.

En Dicen pedías a la gente que preguntaran a sus abuelos y abuelas o a sus padres y madres por sus historias y anécdotas. “Prometo que no caerán en el olvido”, prometías. ¿Te llegaron muchas historias?
Llegaron muchas y siguen llegando. Con esa pieza recopilé bastantes testimonios, todos de personas de mi generación que me contaban historias de forma indirecta. Ahí se repetía el patrón “Mi abuelo contaba que”, “Mi abuela siempre decía que” … Después de compilar testimonios directos a través de mi abuela, leer este tipo de testimonios me impulsó a investigar en el impacto que tienen los episodios traumáticos derivados de la guerra y la dictadura y su trasmisión a través de fotografías, testimonios orales, objetos o comportamientos a las siguientes generaciones...

Con esto también me di cuenta de la absoluta ignorancia de quienes pretenden mirar al futuro sin elaborar el pasado porque mucha gente como yo no puede completar su historia familiar sin que le haya afectado la violencia franquista. Casi cada mes me siguen llegando relatos a través de redes sociales, por lo que tiene pinta de que Dicen será una pieza en constante construcción durante bastante tiempo. No sé cuándo, porque es cierto que me cuesta mucho digerir estos testimonios, pero prometo que algún día les daré forma. Y, por supuesto, animo a las personas que puedan estar leyendo a compartir conmigo lo que sea.

Aunque sigue habiendo andaluzofobia, los andaluces estamos en un momento dulce de reivindicación de nuestra historia, de nuestro acento, de nuestras costumbres. Lo vemos en proyectos musicales, editoriales e incluso en colectivos feministas andaluces. ¿qué elementos positivos crees que podrá aportar a la memoria de nuestra tierra?
Pues básicamente una liberación y emancipación de los discursos que deforman, manipulan y han instrumentalizado nuestra cultura. La dictadura franquista trató de homogeneizar y exterminar la diversidad y la riqueza cultural de las diferentes regiones de España, o en caso de Andalucía, cuya cultura se vampirizó y se despojó de su contenido social y político como reclamo turístico. Actualmente sigue siendo fundamental que cada zona se empodere, especialmente las más reprimidas, para que la globalización no suponga perder hilo de nuestra historia, de nuestra identidad o nuestras luchas locales. Alzar voces divergentes y heterogéneas es vital para construir discursos por y desde aquí es vital para que nadie vuelva a hablar por nosotros desde la manipulación, los intereses o el centralismo.

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Recientemente Pedro Almodóvar ha recibido el Feroz de Honor en los Premios Feroz y en el encuentro que mantuvo con el público dedica unas palabras al franquismo. Él cuenta que no había escuchado hablar del Guerra Civil ni en el colegio ni en su casa porque en las casas no se hablaba de ese tema. Cuenta que su padre fue a la Guerra Civil y nunca habló de ello y que ese silencio patológico se contagió a los demás miembros de la familia por miedo. ‘‘Mi única venganza contra el franquismo fue negarle la sombra de su existencia”, dice, ya que él se centró en la libertad de la transición en sus primeras películas y no ha sido hace poco que se ha centrado en otros aspectos como las fosas comunes en Madres paralelas.
La de Almodóvar es otra perspectiva, desde otra generación también, igualmente necesaria y completamente comprensible. Demuestra, además, que cuando demandamos políticas de gestión de memoria no se trata sólo de acumular datos históricos para volcar en un monumento o en un museo, sino que son necesarias las creaciones culturales que reinterpretan y actualizan el pasado, y transformen el dolor y la oscuridad en un compromiso y una esperanza que dé sentido al presente y herramientas para un futuro mejor y más justo.

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