Cárceles
Encerradas

Es importante ajustar el sistema penitenciario, diseñado por y para hombres, a la realidad de las mujeres presas para garantizar los derechos básicos de cualquier ser humano y para favorecer su  posterior reincorporación a la sociedad.



Taller costura cárcel
Taller de moda, dentro de las actividades del festival Ellas Crean, el 25 de marzo de 2011, en el que participaron 28 internas del Centro Penitenciario Madrid de Alcalá Meco. David F. Sabadell
11 abr 2020 06:42

La situación de confinamiento sin precedentes que atraviesa nuestro país es una oportunidad para repensar en el plano comunitario el valor de las figuras, los roles y las funciones que conforman nuestra sociedad, además del reconocimiento que a estos otorgamos y que en ocasiones no concuerda con la importancia del papel que desarrollan. Tan solo llevamos unos días sin poder salir con normalidad a la calle y ya hay quienes dicen no soportarlo. A una crisis que acumula miles de muertos y contagiados, y el drama de la incertidumbre, no le han faltado iniciativas creativas y solidarias con el fin de animar a quienes atraviesan una situación similar.

Es relativamente fácil entender la frustración de las personas confinadas cuando nuestra realidad es tan cercana a la suya; sin embargo, es curioso cómo nos cuesta empatizar con quienes viven en el encierro de una forma más permanente. Aquellos y aquellas que no pueden asomarse a sus ventanas para escuchar al vecino de abajo tocar la guitarra, ni pueden “aprovechar” para ver esa serie que tantas ganas tienen de ver, ni siquiera tienen la libertad de dormir o comer cuando lo elijan.

Afrontémoslo, es incómodo hablar de lo que en nuestra sociedad representa el fracaso, lo indeseado. Probablemente por eso apenas se trata, se cuestiona, se debate la situación de las miles de personas que viven privadas de libertad en nuestro país. Como si de muñecas rusas se tratara, la población presa incluye en su seno a un grupo todavía más marginalizado: las mujeres presas.

Según la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (SEGIP), en enero de 2020, del total de personas presas en España (58.369), 54.047 eran hombres (92,6%) y 4.322 eran mujeres (7,4%). Esta proporción ha variado poco a lo largo de los años, lo que perpetúa el carácter minoritario —dentro de la minoría— de las mujeres en prisión. Según la misma fuente, de las 4.322 mujeres, 1.230 —el 28%— eran extranjeras.

Lo poco que conocemos en el plano de la sociedad civil sobre este tema, además de por artículos esporádicos o programas de televisión como el reciente especial con motivo del 8M de Lo de Évole en el Centro Penitenciario de Mujeres de Barcelona, procede de las ficciones que poco tienen que ver con las realidades de las reclusas. Es el caso de series como Vis a Vis (2015), —probablemente inspirada en la estadounidense Orange Is the New Black (2013)— en la que las licencias creativas en favor de la trama superan las historias que hay detrás. Tal vez en un plano algo más realista encontramos películas como El patio de mi cárcel (2008), que no deja de situar a Mar, la funcionaria de prisiones interpretada por Candela Peña, en el centro del guión.

En un intento por acercar las experiencias de la población presidiaria femenina en España al público, la Casa Encendida ofreció el pasado treinta de enero un curso llamado Género y prisión, impartido por Laura Fernández García, de Prolibertas, Gema Pérez Torres, de Marillac y Mar Sánchez Sánchez, de Acope. Con la autoridad que garantiza una extensa experiencia como trabajadoras en contextos de reclusas y exreclusas, las tres ponentes coincidieron en el agravante de ser mujer dentro de una prisión. A ojos de la sociedad han cometido dos faltas: el delito por el que se las condena y la transgresión del rol que la sociedad les ha asignado. Han incumplido tanto las leyes penales, como las leyes sociales.

No solo es “mala” por haber cometido un delito, es mala porque deja al descubierto las tareas de cuidados que asumía hasta el momento y a menudo produce brechas insalvables dentro de la familia

Como explicaba Mar Sánchez durante su ponencia, tanto a la hora de juzgar, como a la hora de establecer las normas y los códigos de conducta y funcionamiento para las mujeres encarceladas, suele haber un tinte moral que no se aplica en el caso de los hombres. Esta losa simbólica agrega etiquetas a la que por sistema se deduce de cualquier individuo en prisión —mala persona— como mala madre, mala hija, mala esposa. No solo es “mala” por haber cometido un delito, es mala porque deja al descubierto las tareas de cuidados que asumía hasta el momento y a menudo produce brechas insalvables dentro de la familia.

En  2018, más de la mitad de los delitos cometidos por mujeres son “contra el patrimonio y el orden socioeconómico”, categoría que incluye hurtos, robos, usurpaciones, defraudaciones, daños, blanqueo y otros, y que, como es evidente, tienen un claro origen económico

Al carácter interseccional de ser mujer y reclusa, se le suma a veces ser extranjera, ser negra, ser mayor o ser gitana. Pero, además, en la gran mayoría de casos se le suma ser pobre. La feminización de la pobreza es perfectamente palpable en las prisiones. Aunque no hay una posibilidad de búsqueda por origen socioeconómico de la población reclusa, según los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2018, más de la mitad de los delitos cometidos por mujeres son “contra el patrimonio y el orden socioeconómico”, categoría que incluye hurtos, robos, usurpaciones, defraudaciones, daños, blanqueo y otros, y que, como es evidente, tienen un claro origen económico.

Como se observa en la tabla, el 13% de los delitos fueron “contra la seguridad colectiva”, categoría que incluye delitos contra la seguridad pública, como por ejemplo la introducción de drogas en el territorio español mediante maletas o incluso dentro del propio cuerpo (las conocidas como mulas), y delitos contra la seguridad vial.

La vida en la cárcel

El carácter minoritario de la población penitenciaria femenina supone una inversión de capital, tanto humano como económico, todavía menor que la que se hace para el resto del sistema penitenciario. En España hay cuatro centros exclusivamente para mujeres —Madrid, Ávila, Alcalá de Guadaira en Sevilla y Wad-Ras en Barcelona— frente a unos ochenta para hombres. Además, existen tres unidades de madres externas y tres internas, y una única unidad mixta en la que se encuentran parejas con hijos. La catedrática de Derecho Penal Carmen Juanatey Dorado explica de manera detallada las fallas del sistema penitenciario en lo relativo a las mujeres en su artículo Delincuencia y población penitenciaria femeninas: situación actual de las mujeres en prisión en España.

La falta de recursos y de espacio hace que con demasiada frecuencia las mujeres acaben internadas en módulos creados artificialmente dentro de centros para hombres, pese a que el Reglamento Penitenciario considera que debería ser una medida excepcional.

Tratar de meter con calzador a un grupo de mujeres en un sistema diseñado para hombres tiene evidentes consecuencias. La falta de recursos hace que medidas que sí se toman con la población masculina, como la separación de los presos dependiendo de la tipología del delito cometido, la edad o el estado de salud mental, no se cumplan para la población femenina.

Las limitadas plazas para formación y trabajo dentro de la cárcel —de por sí extremadamente precario— están en su mayoría ocupadas por hombres porque prevalecen los números a la realidad específica de los y las presas, y cuando están dirigidos a las mujeres suelen tener un carácter sexista —talleres de costura o tareas de limpieza—. La falta de espacio lleva a rivalidades entre las reclusas, que son más estrictamente castigadas que los hombres cuando se ven envueltos en situaciones similares. Las condiciones de los “módulos de respeto”, originariamente ideados para personas drogodependientes que deseaban rehabilitarse, que siguen un código de conducta más tajante y disciplinario, se han normalizado como las condiciones a esperar en un módulo de mujeres independientemente de sus realidades.

Cárceles
La cárcel: mujeres en un mundo de hombres
En las cárceles españolas cumplen condena 4.573 mujeres que se enfrentan a los problemas de formar parte de un sistema penitenciario que no las tiene en cuenta.

En términos de salud, a la falta de recursos se le suma la burocracia que ralentiza cualquier proceso médico: desde el diagnóstico hasta la atención y el seguimiento. No hay una atención ginecológica adecuada dentro de los centros, pero tampoco es fácil salir a hospitales debido a las exhaustivas medidas que se ejecutan para mitigar cualquier riesgo de fuga. Cuando se trata de salud mental el asunto es todavía más alarmante. Además de todos los problemas que surgen de la necesidad de adaptación, la sensación de constante incertidumbre, la distanciación de los seres queridos, la repetición sistemática de la rutina… es necesario tener en cuenta el impacto que la privación de libertad puede tener sobre una persona. Según la SEGIP, la tasa de suicidios de la población carcelaria es superior a la de la población general. Sobran las razones para demandar una atención médica y psicológica de calidad, que no utilice la sobre medicación como recurso común y que garantice, en la medida de lo posible, el bienestar de la población penitenciaria.

Maternidad

En el caso de las presas embarazadas, se prima las precauciones ante un posible riesgo de fuga al bienestar de la futura madre, traducidas en medidas como no informar sobre la fecha del parto a familiares, evitar la presencia de cualquier compañía en el momento del parto, exigir la previa autorización por parte de la dirección de la prisión a cualquier visita una vez se ha dado a luz o limitar el tiempo de la madre con el/la recién nacida a la disponibilidad del/ de la agente de seguridad que esté cubriendo la salida de esta de la cárcel. Es realmente difícil encontrar información sobre este tema.

Según el Reglamento Penitenciario, una vez ha nacido el o la bebé, o en caso de que una mujer que ya ingrese en prisión, los y las menores de hasta tres años podrán permanecer con sus madres previa acreditación de filiación y de ausencia de riesgo para el/la menor. Si la presa cumple con los requerimientos exigidos y hay plazas suficientes, ella y su hijo/a podrían ingresar en una unidad de madres. Después de el periodo establecido, los/las menores son acogidos por otro familiar o pasan a depender de servicios sociales. 

Hemeroteca Diagonal
“Los niños no son presos”

Madres presas en Aranjuez denuncian las malas condiciones en que viven sus hijos menores en la cárcel.

Cabe destacar que, una vez más, los cuidados residen plenamente en las mujeres. No se concibe que un padre que entre a prisión pueda o deba hacerse cargo de los/las posibles menores dependientes de él. De todos los centros penitenciarios españoles, solo existe una unidad mixta en la que los padres pueden convivir con sus hijos/as y parejas.

mujeres transexuales

En España, tradicionalmente, toda persona que debiera cumplir condena en una prisión sería asignada a un centro penitenciario de acuerdo a la información que apareciera en su DNI; es decir, aquellas mujeres transexuales en cuyo DNI apareciera “sexo masculino” irían a un centro penitenciario masculino. Tras la aprobación de la Instrucción 7/2006, aumentaron los supuestos para el reconocimiento de las personas transexuales, incluyendo casos en los que la documentación oficial no estuviera en concordancia con la identidad sexual de la persona, e incluso en casos en los que no se hubiera realizado un proceso de cambio de sexo.

En muchos casos las personas transexuales en prisión son discriminadas y estigmatizadas

Esta instrucción también reconoce el derecho “al acceso a los servicios especializados de salud para el proceso de transexualización, en las condiciones establecidas para la ciudadanía por el servicio público de salud correspondiente”. La realidad es que la práctica difiere bastante de la teoría y en muchos casos las personas transexuales en prisión son discriminadas y estigmatizadas.

¿Por qué debería importarnos?

El artículo 25.2 de la Constitución española dispone que “las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”. No debemos olvidar que el fin último del sistema penitenciario es la reinserción de las y los presos en la sociedad. La experiencia evidencia que el sistema no cumple con su principal objetivo y esto supone un grave problema tanto en términos humanos, como económicos. Hay incluso quien propone que sea la Administración quien afronte las responsabilidades de un o una expresidiario/a que, tras cumplir su condena, reincida, demostrando así el fracaso del sistema.

Siendo uno de los países europeos con menor criminalidad, España tiene una de las poblaciones penitenciarias más numerosas del continente. No solo hay más delitos con pena de cárcel, sino que las penas son proporcionalmente más altas que en otros países europeos. La falta de voluntad y de recursos provoca saturación en el sistema, que se ceba especialmente con las minorías dentro de la minoría.

Hay un consenso bastante generalizado entre expertas y juristas sobre la materia en la necesidad de relegar las penas de cárcel a la última opción, primando medidas y penas alternativas y verdaderamente enfocadas a la reinserción. El endurecimiento de penas por delitos leves, especialmente comunes entre mujeres en situación de vulnerabilidad, solo aumenta las diferencias sociales y satura el sistema penitenciario, que podría invertir esos recursos en los casos que realmente merecen verse privados de su libertad prácticamente por completo.

Es importante ajustar el sistema penitenciario, diseñado por y para hombres, a la realidad de las mujeres presas para garantizar los derechos básicos de cualquier ser humano y para favorecer su posterior reincorporación a la sociedad.

el que la hace, la paga

El hecho de que la gran mayoría de personas en prisión sean personas que ya se encontraban en situaciones de vulnerabilidad y cuyas realidades fueron el motor que les hizo arriesgar su libertad y su vida —especialmente en el caso de las mujeres— es argumento suficiente para exigir un sistema penitenciario digno.

Las leyes sirven para poner límites, para regular nuestro comportamiento en sociedad. Cualquier persona que las incumpla, debe ser juzgada, y en caso de que sea conveniente, castigada. ¿Y no es suficiente castigo que te priven de tu libertad?

¿No es suficiente la marca simbólica, psicológica, emocional y personal que te imprime la cárcel, como para que además el sistema te confine a ser profundamente infeliz?

Que nuestro encierro nos haga repensar el suyo.

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#56886
14/4/2020 11:22

Pues si me condenaran yo diría que me siento mujer a ver si colara y me ponian en un modulo femenino. Me da a mi que no seria tan duro como en un modulo normal

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#56493
11/4/2020 22:59

Muy completo y bien documentado, interesante, invita a la reflexión. Gracias y enhorabuena

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#56396
11/4/2020 13:54

Al leer este artículo y al hilo de esta situación de confinamiento forzoso, me ha venido a la memoria lo injusto de la situación. Pensar que un partido político afín a la ideología de quien tuvo recluido durante año y medio a Ortega Lara en un zulo de 2x2 y que actualmente pueda formar parte del gobierno español, eso sí que es para hacernos pensar...

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#56391
11/4/2020 12:57

El artículo comienza con " el sistema penitenciario, diseñado por y para hombres,"
De verdad alguien es capaz de pensar de esa manera?, cada vez tengo más miedo a las personas con ideas semejantes

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#56882
14/4/2020 11:07

eso no es nada, es increible lo que hace el fanatismo a las personas. Existe la realidad y la realidad alternativa en la que viven estas personas fanaticas de una ideologia

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#56367
11/4/2020 10:58

Muy interesante, gran artículo!

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3
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