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Decía la uruguaya Cristina Peri Rossi, una de esas mujeres que marcaron con su letra el mundo de la poesía iberoamericana, que “el exilio es tener un franco en el bolsillo y que el teléfono se trague la moneda (…) en el exacto momento en que nos damos cuenta de que la cabina no funciona” (Cabina telefónica, 1975). Con este símil definía y sintetizaba magistralmente su sentir hacia la experiencia que sin saberlo condicionaría el resto de sus pasos en la vida: la partida a Europa ante la dictadura militar uruguaya que atenazó al país latino en 1973. En esencia, perder y perderse, echar a correr y no mirar atrás con lágrimas en los ojos y mucha angustia arañando el pecho.
Hoy nos hace falta hablar más asiduamente y con el corazón de todo aquello que hay detrás de la incómoda llegada del inmigrante al mediterráneo; del profundo desarraigo y del terror que convive siempre en ese colectivo tan injustamente demonizado en tiempos de crisis.
Bilal Said —nombre falso— es uno de tantos rifeños que en determinado momento se han visto abocados a la partida obligada en busca de paz y libertad. Llegó a España con 25 años y un visado de corta duración, cuando por aquel entonces todavía convivía con su familia y se encontraba cursando estudios franceses en la universidad. Contextualicemos primero: el Rif constituye una región vestida de montañas situada en el norte de Marruecos. Además, esta región marroquí presenta toda una serie de particularidades socioculturales notables con respecto al resto del país, la más relevante es quizás su lengua autóctona. “Parte del Rif habla una lengua propia, la lengua rifeña, considerada como variedad del idioma Tamariz o Bereber. Además, la cultura rifeña ha desarrollado con el paso de los siglos una identidad singular, distinta en su arte, música, tradiciones y costumbres”, afirma Bilal sobre la tierra que le vio nacer y crecer. Actualmente ahí se vive una situación realmente conflictiva de la que desgraciadamente muy pocos medios de comunicación se han hecho eco: represión contra activistas y opositores políticos, ausencia casi total de libertad de expresión o manifestación y censura por parte del gobierno central (conocido por el nombre Makhzen) contra toda voz disidente.
Aunque en la actualidad no se trata de una zona completamente militarizada (en el plano teórico al menos) e incluso puede resultar segura para el turista, los ciudadanos rifeños viven permanentemente inmersos en una especie de “militarización psicológica” en palabras de Bilal
Aunque en la actualidad no se trata de una zona completamente militarizada (en el plano teórico al menos) e incluso puede resultar segura para el turista, los ciudadanos rifeños viven permanentemente inmersos en una especie de “militarización psicológica” en palabras de Bilal, la cual entraña injusticia, tiranía, ausencia de libertades y de condiciones para una vida digna (hospitales, centros educativos etc.) por la marginación que sufre la zona respecto al régimen de Marruecos. “El poder central siempre ha mirado al Rif con recelo, no solamente tras la época de colonización sino mucho antes, cuando el Rif era una confederación tradicional de tribus, es decir, había una organización en comunidades tradicionales, una forma de organización social basada en las instituciones político-sociales tradicionales”, explica. Las guerras, conflictos y resistencias diversas les han unido como pueblo tradicionalmente contra el poder colonial y con el paso del tiempo han perfilado su fuerte sentimiento de pertenencia, el cual permanece latente a día de hoy. “El poder central siempre ha mirado al Rif con recelo, no solamente tras la época de colonización sino mucho antes, cuando el Riff era una confederación tradicional de tribus”, subraya.
Protestas reprimidas
Desde hace algunos años, la región se ha hecho tristemente conocida por sus protestas y manifestaciones infinitas en pro de libertad de expresión, todas ellas reprimidas con severidad por parte de gobierno marroquí. Uno de los episodios más mortíferos ocurrió, cuenta Bilal, en 1984, durante las denominadas Revueltas del pan y de la dignidad, en las que el régimen marroquí intervino empleando gran violencia, usando tanques y artillería contra la población civil. La protesta finalizó con decenas de muertos y cientos de detenidos en Nador, Monte Arruit y Alhucemas, capital de la provincia de Marruecos y actualmente de soberanía española, al tiempo que los cuerpos fueron rápidamente enterrados en fosas comunes.
Otra situación similar y mucho más sonada tuvo lugar en verano de 2017 con la detención del impulsor del Hirak, movimiento popular que se dio en el Rif en otoño de 2016 en demanda de libertades y derechos civiles. El líder Naser Zafzafi llevaba más de un año aislado en una celda en la prisión de Oukacha, en Casablanca, acusado de atentar contra la seguridad del Estado y posteriormente fue condenado a 20 años de cárcel.
Bilal también participó en el Hirak y recuerda la trágica muerte de un humilde vendedor de pescado llamado Mohsin Fikri, quien fue triturado por un camión de basura cuando trataba de recuperar la mercancía que le habían requisado unos funcionarios públicos en la ciudad de Alhucemas, lo cual esto desembocó en una rebelión popular que duró muchos meses antes de ser reprimida de manera brutal. “Hubo miles de arrestos aleatorios y al azar de los habitantes, allanamientos de viviendas de activistas, tortura física y psicológica en comisaría”, recuerda destacando el enorme impacto que tuvo para él este suceso en su vida personal.
Nos guste o no, la historia de los pueblos del norte de África está teñida de la palabra exilio en todas y cada una de sus posibles connotaciones
Teñido de exilio
“El Rif ha sido testigo de una nueva ola migratoria hacia Europa por miedo a las detenciones y con la esperanza de vivir una vida mejor y más digna, como fue mi caso a la hora de emigrar hacia España”, dice un Bilal consciente de la peligrosidad de vivir en un territorio saqueado por la represión férrea de las voces que se alzan contra la autoridad. “Participé en varias protestas y movimientos populares esperando cambios políticos y socioeconómicos en la situación del país, pero todos estos terminaron en detenciones e intimidación”. Nos guste o no, la historia de los pueblos del norte de África está teñida de la palabra exilio en todas y cada una de sus posibles connotaciones. Resultaría tan ridículo como peligroso tratar de comprender el devenir de cualquier país no europeo sin antes atender a factores fundamentales como la emigración y, por supuesto, el deseo perpetuo de integración de quienes llegan cada mes y cada año a nuestro continente.
Para Bilal, la partida no fue desde el principio fácil, “ durante los primeros días de estancia en España experimenté un gran choque cultural, viví un sentimiento de alienación y de abandono social, y sentí la soledad del extranjero, es decir, vivir en soledad estando rodeado de multitud de personas”. A pesar de la nostalgia de su tierra, de su familia, amigos e inclusive de su idioma, ha conseguido adaptarse e integrarse en la sociedad española, “ también tomé consciencia de que aprender el idioma es muy importante para conseguir este objetivo de integración, creo que la mayoría de los rifeños han vivido lo mismo de una forma o de otra”. Porque emigrar implica dar la espalda de forma casi forzada y necesaria al presente para enfrentarse a un futuro incierto pero increíblemente esperanzador. Como dice Peri Rossi, partir es siempre partirse en dos.
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No oiremos ninguna critica al gobierno de nuestro país vecino en la prensa "Nacional" ni la de tantos gobiernos amigos del Borbón...
Por cierto, revisad esto:
"Alhucemas, capital de la provincia de Marruecos y actualmente de soberanía española"
Hasta donde yo se Alhucemas es una ciudad del estado marroquí así como la provincia, lo que si es de soberanía española es el Peñón de Alhucemas, que es una pequeña isla con un destacamento militar.
Iba a comentar lo mismo. Además, hay otra errata...el idioma que se habla en el Rif es el rifeño o tarifit, una de las variedades de la lengua amazigh.